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un mal por la esperanza que se tiene de curarlo, y los hombres de aquella epoca no estaban acostumbrados a discurrir de una manera tan necia, o si se quiere poco sensata. El Sr. Farias no gustaba de crearse dificultades para despues combatirlas; bien persuadido de que no era seguro poder contar con el triunfo; y poco tocado de esta ridicula heroicidad, se ocupó seriamente de aorrar a la nacion en sus nuevas colonias los amargos frutos que de ella ha recojido en Tejas, por la miserable campaña anunciada con tantas bravatas, y que acabó por poner en poder de los Americanos una parte tan considerable del territorio mejicano.

El Sr. Farias se hallaba penetrado de la necesidad de asegurar a la Republica, los territorios que existen dentro de la linea divisoria, reconocida por el gobierno de los Estados Unidos; lo mismo que del inmenso e inminente riesgo en que se hallaban de perderse, por las incursiones frecuentes que en ellos hacian los Americanos, con el designio bien poco disfrazado de ocuparlos. Para lograrlo ni aun le pasó por el pensamiento valerse de divisiones militares, que aun suponiendolas disciplinadas, cosa por cierto bien dificil, costarian mucho, y nada dejarian establecido, en razon de que no podrian arraigarse sin familias, en un terreno que tampoco estaban destinadas a cultivar : hombres civiles y sobre todo Mejicanos, sin escluir por eso a los que hubiesen pertenecido a la clase militar, era lo que se buscaba para formar la base de estas colonias, que debian estenderse por toda la linea divisoria entre Mejico y los Estados Unidos. Este plan era muy vasto para que fuese obra de una sola administracion, pero era de esperarse, que una vez comenzado, continuaria siguiendose con mas o menos lentitud en razon de lo plausible del motivo, a pesar de la flojedad, abandono y pereza de nuestros hombres de gobierno.

Pensar y hacer en la administracion Farias eran cosas que se sucedian la una inmediatamente a la otra; así

pues, luego que se proyectó la colonizacion, se procedió a ejecutarla, empezando por las dos estremidades de la linea divisoria, la una en la Nueva California en el oceano Pacifico, y la otra en el desaguadero del Sabina, sobre el golfo de Mejico. Como solo se trataba de formar una base de colonizacion, y esta base importaba sobre todo que fuese mejicana, para que sobre ella viniesen a implantarse y amoldarse mas tarde las empresas verdaderamente productivas compuestas de estranjeros; no se convocó ni admitió en lo general sino familias mejicanas. En la primera colonia, es decir, la de California, se admitió a todos los que se presentaron, por la seguridad que se tenia de que una vez trasladados, aun cuando se arrepintiesen, no les seria posible regresar. En cuanto a las de Tejas, se procedió de otra manera; allí no se trataba de poblar, sino de someter la poblacion existente, que no tenia de mejicana sino el nombre, y daba muestras visibles de sus intenciones de sublevarse; para conte• nerla era necesario cortar el punto de continuidad, que la unia a los Estados Unidos, por hombres que sin ser soldados, fuesen guerreros, y cuando el caso lo pidiese, una vez ya arraigados, y armados al mismo tiempo, pudiesen imponer respeto, y ser un punto de partida para introducir poco a poco el idioma y los usos mejicanos, y contener a la vez las tentativas de sublevación. Por esto fueron especialmente convocados para establecer estas colonias los militares, que en razon de las turbaciones publicas habian quedado sin destino, y de cuyas desgracias y un nuevo genero de vida se esperaba sacar partido en favor de ellos mismos, y de la integridad del territorio. El decreto de convocacion publicado en la pajina CCL de esta revista, manifiesta en cada una de sus lineas este loable designio, que habria tenido todo su efecto, como la tuvo el de California, sin el pronto regreso al gobierno del general Sta. Ana, incapaz de comprender ni dar importancia a esta vasta combinacion.

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En los ultimos dias de la administracion que nos ocupa, se inició tambien, aunque de una manera vaga, la cuestion con España sobre el reconocimiento de la Independencia: a lo que podemos recordarnos, este asunto no llegó a tener consistencia ni formalidad. Sin embargo, las ideas dominantes sobre el, eran de no hacer, sino de aguardar proposiciones; así para guardar una posicion ventajosa, como porque se creia que la España era mas interesada que Mejico en el tal reconocimiento. Tampoco sabemos, si se dieron, ni en que sentido, instrucciones sobre este punto a los ajentes diplomaticos de la Republica.

Bajo la administracion Farias se hicieron dos solos nombramientos de ministros plenipotenciarios, que recayeron en dos personas que nada tienen de comun, a saber, los señores Garro y Basadre, el primero para Inglaterra, y el segundo para Prusia.

El Sr. D. Maximo Garro es oriundo de una familia distinguida, que de Mejico pasó a radicarse a la ciudad de Guadalajara. Garro, despues de haber hecho los primeros estudios, abrazó la profesion militar, y sirvió al gobierno español militando contra la Insurreccion hasta 1812, epoca en que su opinion cambió a favor de la Independencia. Tal cambio produjo el abandono del servicio, y de las esperanzas lisonjeras de ascensos y fortuna que obtuvieron otros de sus compañeros de mucho menos merito. Este fué el primero de los sacrificios de fortuna y honores, que por una serie no interrumpida ha hecho Garro a su opinion. Venido a Europa por el año de 1818, tomó partido por la causa liberal, entonces perseguida en España, y aunque no rico ni persona influente todavia, la hizo servicios importantes por su constancia y actividad. En 1820 fué uno de los que con mas calor promovieron la revolucion liberal de la isla de Leon, y el fué quien formó la de Madrid y obligó a Fernando VII a jurar la Constitucion. Nada pidió ni recibió Garro por este genero

de servicios, y de la revolucion no le tocaron sino persecuciones del gobierno liberal por hechos equivocados. Por supuesto que a la caida de la Constitucion de España no debió la vida sino a la fuga ; emigrado a Inglaterra, el general Michelena le dió colocacion en la legacion mejicana, y desde entonces estuvo al servicio de la Republica hasta 1832, en que renunció el empleo de secretario de la legacion inglesa, porque los principios del gobierno de Mejico no eran conformes a los suyos. Otros principios eran dominantes en 1833, y entonces fué nombrado por el Sr. Farias ministro plenipotenciario : nueva caida de los principios liberales, y nueva renuncia de Garro, quedando por ella sin pension y sin empleo, y este es el estado en que hoy se halla uno de los ciudadanos mas recomendables por su capacidad para los negocios, su actividad para desempeñarlos, su buen sentido para juzgar rectamente de las cosas, y su desprendimiento para no convertir el servicio publico en un negocio de plata.

Ojala y pudieramos decir lo mismo del Sr. Basadre, pero desgraciadamente no es así, pues su conducta es digna de los mas severos reproches, y su nombre aunque poco pronunciado, jamas lo es sino en consorcio de los epitetos mas infamantes justamente merecidos. El Sr. Basadre ha comprometido en Francia el honor de la Republica, el de su puesto, y el de su persona, por hechos que lo habrian conducido a una prision si no se hubiera fugado, y que hoy mismo dan ocasion a que sean molestados con reclamos desagradables los que en Francia desempeñan la legacion mejicana. Triste es por cierto, que un nombre tan puro como el del Sr. Farias, haya de sufrir por estravios ajenos; pero es imposible dejar de decir las cosas como pasaron.

Hemos terminado la esposicion de los principios que for maron el programa de la administracion Farias, y hemos espuesto con cando", buena fe y sinceridad la aplicacion

buena omala, errada o acertada que se hizo de ellos : posible y facil es que hayamos padecido muchas, pocas o algunas equivocaciones, pero todo ha pasado a nuestra vista, menos lo concerniente al ejercicio del poder estraordinario. Sin embargo sobre este punto, los actores mismos y promotores de cuanto se hizo, entre los cuales figura en primera linea el general Mejia, nos han dado las noticias mas precisas, puntuales y circunstanciadas, y todas han estado de acuerdo en la relacion de los hechos, tales como van espuestos en esta revista. Los lectores tienen consignados en ella materiales suficientes para formar su juicio, que será, como sucede en todas las cosas, favorable o adverso, segun su sistema politico, su posicion social, y sus compromisos de partido.

Reaccion servil del general Sta. Ana.

La administracion Farias, como era necesario e inevitable, se hizo una multitud de enemigos, no solo entre los del partido del retroceso, sino aun entre los hombres mismos de progreso, que sin intentarlo provocaron la reaccion que dió en tierra con todo cuanto se habia hecho. Aun no acababa la revolucion de los fueros cuando ya se iniciaba la oposicion a la administracion Farias. Los señores Pedraza y Rodriguez Puebla fueron los que la promovieron y empezaron a formarla, en el Fenix de la Libertad y en la Camara de los Diputados. Esta oposicion, cuyo programa nunca pudo saberse, era mas bien de repugnancias que de principios; así es que se limitaba a censurar actos de importancia muy secundaria, pero lo hacia con una animosidad bien pronunciada. El verdadero motivo de esta oposicion consistia en el nuevo arreglo de la instruccion publica que estaba en conflicto abierto con los deseos, fines y objetos del Sr. Rodriguez Puebla en orden a la suerte futura de los restos de la

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