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la administracion Alaman; estas tendencias estaban personificadas en el vice-presidente D. Valentin Gomez Farias; se hallaban solidamente apoyadas en las camaras de la Union, y eran ardientemente deseadas por las lejislaturas de los Estados.

Los militares vencedores y vencidos, hicieron desde entonces causa comun para defender los fueros de su clase y los del Clero contra los conatos de la nueva administracion que tendian visiblemente a lo contrario; e impulsados por las notabilidades del partido retrogrado, organizaron una vasta conspiracion que estalló a muy pocos dias, y en la cual se proclamaba dictadura para el general SantaAna, fueros y privilejios para el Clero y la Milicia, y abolicion de la constitucion federal para los pueblos y los ciudadanos que no perteneciesen a aquellas clases. La confianza de los conspiradores era sin limites: ¿quien, se decian, podrá hacer oposicion? No la Milicia, interesada en mantener los privilejios de que goza; tampoco el Clero, que va a asegurar los suyos; los hombres del retroceso (serviles) nada desean tanto como impedir las reformas; los amigos del progreso, de la anterior administracion (liberales) aplaudiran a la caida de la nueva : el negocio pues está reducido a poner en fuga unos cuantos civicos, y a desalojar a paso de carga y tambor batiente, del palacio y de las salas de sesiones a Farias y su comparsa de diputados, senadores, gobiernos y lejislaturas de los Estados.

Nada habia exajerado en ese cuadro, sino la pusilanimidad que se suponia en el vice-presidente Farias y en los nuevos gobiernos de los Estados; lo demas era la verdad misma, y se realizó en el orden y de la manera que se habia concebido. El 25 de mayo se hizo el pronunciamiento en Morelia por un hombre despreciable (el coronel Escalada), y a este llamamiento fueron correspondiendo una tras otra las grandes y pequeñas partidas de tropa que se hallaban estacionadas desde aquel punto hasta las inmediaciones de Mejico. El general Santa-Ana, que se hallaba

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al frente del gobierno, pidió permiso al congreso para atacar por sí mismo a los sublevados, y habiendolo obtenido, salió con todas las fuerzas que habia en la ciudad, dejandola enteramente desguarnecida al vice-presidente Farias que tomó el mando. Nadie ignoraba que estas tropas, lejos de cumplir con su deber se reunirian a los sublevados, como se verificó al segundo o tercer dia despues de salidas de Mejico.

El presidente Santa-Ana no podia pues desconocer las disposiciones que tenian la publicidad mas notoria; deseaba ciertamente el poder absoluto como posteriormente lo han probado todos los hechos de su conducta publica y privada; pero persuadido de que llegaria indefectiblemente al termino sin necesidad de obrar de una manera activa por su parte,se abstuvo de manifestar sus deseos, limitandose a dejar correr las cosas para que las tropas que estaban a sus ordenes pudiesen aderirse al plan de los sublevados, que lo proclamaba dictador. Santa-Ana creia que su division se pronunciaria luego que saliese de Mejico, y ella lo habria hecho si su gefe hubiera dado el menor indicio de desearlo; pasó sin embargo el primero y segundo dia sin que nadie se moviese, y entonces Santa-Ana conociendo que su presencia embarazaba el pronunciamiento, se separó de sus tropas a algunas leguas de distancia bajo el frivolo pretesto de hacer un reconocimiento de que no habia necesidad, pero con las miras reales de que cesase el obstaculo que su presencia oponia a los deseos de los gefes y defeccion de la tropa. Luego que el general Arista, segundo de la division, se vió solo y con el mando, proclamó el plan de los sublevados, y estando todo dispuesto y arreglado de antemano, el negocio fué de pocos momentos se le dió parte a Santa-Ana, y este, firme en su proposito de dejar correr las cosas, se mantuvo en un estado pasivo hasta saber el giro que tomaba este negocio en Mejico, que no se dudaba seria el de declararse por los pronunciados: sin embargo fué todo al contrario.

El vice-presidente Farias babia previsto los apuros en que iba a encontrarse, y aunque desprovisto de medios de resistencia, se armó de la enerjia que le es caracteristica, y que fué lo unico a que debió su salvacion. Luego que en Mejico se supo la defeccion de Arista y de las fuerzas de Santa-Ana; los enemigos de la administracion y los partidarios de la sublevacion dieron el negocio por concluido a su favor, y empezaron a tomar sus medidas para el pro*nunciamiento de la ciudad sin cuidarse poco ni mucho de ocultarlas al gobierno. Los ajentes de Arista y de la tropa sublevada llegaron cuando las cosas se hallaban en esta situacion, ofreciendo grados y empleos a los gefes que depusiesen al gobierno; estos se prestaron a cuanto se exijió de ellos, sedujeron a las cortas partidas de tropa veterana que formaban la escacisima guarnicion, y con parte de la gendarmeria se reunieron el dia 7 de junio con el objeto de pronunciarse, atacar el palacio y deponer al gobierno en el cuartel que se halla frente del costado de la Universidad, que comunica interiormente con el palacio y que se comprende en su recinto..

El vice-presidente se habia ido quedando solo desde que se supo la sublevacion de Arista; generales, gefes, tropa, diputados, senadores, y hasta los ministros del despacho, lo fueron sucesivamente abandonando, de manera que la tarde del 7 de junio se hallaba absolutamente solo, reducidos sus medios de defensa a cosa de sesenta civicos y al comandante general D. Juan Pablo Anaya. Esta critica situacion, lejos de abatir a Farias, redobló su valor civico: mandó intimar la rendicion al cuartel, dando orden de atacarlo en caso de resistencia: el comandante general se encargó de esta comision, y salió a desempeñarla. Los sublevados cerraron las puertas y rompieron el fuego contra los civicos que no pudieron de pronto corresponderles, porque en el aturdimiento de una defensa precipitada y sin gefes, se habia olvidado hacerles cargar las armas. Cuando, Farias que se hallaba en el balcon de palacio los

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vió retroceder,bajó precipitadamente a ponerse al frente de ellos; su presencia restableció el ataque, que terminó por la toma del cuartel, la prision de los sublevados, y la muerte de muchos de ellos, que perecieron en la refriega.

Obtenida esta ventaja, el vice-presidente, que hasta entonces se habia abstenido de proceder contra nadie, espidió en uso de las facultades ordinarias del gobierno, ordenes de arresto contra algunas de las personas que habian. sido desde antes formalmente acusadas de conspiracion, y mandó que se les formase la causa correspondiente. En seguida destituyó al general Victoria, que se habia conducido de una manera equivoca en la crisis que acababa de pasar; y con la pequeña division de civicos de este que se hallaba en Tacubaya y los que existian en la ciudadela se formó una espedicion contra Queretaro que se habia sublevado e impedia las comunicaciones con los Estados del interior. Estas fuerzas mandadas por el general Mejia y las que por ordenes del gobierno llevó sobre Queretaro el general Cortazar, restablecieron el orden constitucional en aquel Estado despues de un sangriento ataque que acabó por la toma de la ciudad y la aprension de los gefes. La capital de la Republica se vió tambien en pocos dias en estado de no temer al grueso de las fuerzas sublevadas que se hallaban a las ordenes de Arista y Duran ocho dias bastaron al señor Farias para levantar, armar y rejimentar cerca de seis mil civicos resueltos a defenderla, y capaces de cumplir con este empeño como lo probaron en las muchas acciones y ataques que en lo sucesivo sostuvieron contra la tropa veterana y de que salieron constantemente vencedores.

Cuando el presidente Santa-Ana tuvo noticia de la resistencia de Mejico y de la enerjia que desplegaba el vicepresidente Farias para mantener las instituciones; entró en cuentas consigo mismo, conoció que la dictadura no era negocio tan facil como se lo habia figurado, y creyó mas prudente disimular por entonces los deseos que hizo pa

tentes mas adelante. Afortunadamente para el, la indiferencia que con estudio habia manifestado por el poder absoluto que se pretendia conferirle, le abria la puerta para volver al partido del gobierno que a lo mas podria acusarlo de faltas y omisiones que fundasen sospechas, pero no de actos que probasen complicidad con los sublevados: Santa-Ana ademas es hombre que no da valor ninguno a sus promesas, ni conoce el que tienen en la sociedad los compromisos contraidos; así pues una falta mas o menos en esta linea, o mas claro una promesa hecha con animo de violarla, no podia detenerlo para adoptar la marcha que le sujeria el calculo del momento.

Esta fué la de abandonar los sublevados a su suerte, y fugarse de entre ellos para presentarse en Puebla desde donde empezó a hacerles intimaciones sin otro efecto que el de irritarlos contra el, y dar con esto ocasion al cambio del plan en la parte que le era personalmente favorable. El encono que Santa-Ana concibió de esta variacion hecha en el plan revolucionario por Arista y Duran, ha sobrevivido a la alianza del libertador con el partido retrogrado; de suerte que los hombres de este color mientras Santa-Ana ha tenido el mando no han podido lograr de el, restablecer a aquellos generales en sus empleos, a pretesto de que se habian pronunciado contra la Constitucion federal que derribó despues el mismo Sta Ana. Ni el Sr. Farias ni los hombres del progreso se dejaron engañar los descuidos y faltas cometidas en la division que sublevó Arista eran demasiado torpes para > que dejasen de traducirse por complicidad del presidente, y este conociendo todo lo falso de su posicion hizo lo que hace siempre, es decir exajerar su afecto y adesion por el partido que pretende engañar. Sta Ana volvió pues a Mejico, resuelto a prestarse a cuanto de el se exijiese, y lo hizo entregandose a los hombres mas ardientes del partido del progreso que no habian podido lograr del vicepresidente Farias una lista de proscripcion para el des

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