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das de la religión más bien que del arte, revelan en esos tiempos remotos, nociones profundas sobre la manera de conmover, interesar, tender y aflojar alternativamente los ánimos, para producir ese estado de edificación moral en que el placer aprove cha á la santidad.»

Otro escritor, tratando del mismo asunto, aunque refiriéndose especialmente al dra ma de Sacúntala, hace las siguientes juicio sas y fundadas observaciones que copiaremos aqui para terminar este imperfectísimo estudio. Dice así:

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Aunque el teatro indiano cuenta con gran número de dramas de géneros diferentes, Sacúntala es en el que se reproduce su carácter más fielmente. En efecto, el personaje principal del teatro indiano, el que mejor debiera representar la fisonomía del país no podía ser un Agamenón, ya cargado de todo el peso de la historia, ni un Hamlet ni un Fausto, sumidos ambos en la tenebrosa melancolía de la edad media: no debía ser un héroe arrastrado á la conquista de una nueva Ilión, ni un doctor que meditase sobre el tiempo que pasa ó sobre la vejez del mundo. Debía ser una jóven virgen olvidada en lo más oculto de un bosque primi tivo, y cuyos instintos son los de las flores que han perfumado, meciéndola, su cuna.

Sacerdotes en medio de selvas vírgenes, la instruyen en el culto de la naturaleza: vive en la solitaria gruta de un brahma; riega el cesped de los sacrificios, tiene la dulzura y la gracia de las gacelas que alimenta por su mano, se aduerme lánguidamente á la sombra del tamal léjos de todos los rumo res del mundo. ¿No es este, digámoslo otra vez, todo el carácter y toda la historia de la raza indiana? Y á pesar de la poligamia que se encuentra en el fondo de esas costumbres, los sentimientos que dan vida á este drama, tienen una dulzura casi cristiana. El politeismo griego ó romano no suministra ejemplo alguno de estos sentimientos que parecen haber nacido sólo del espíritu del Evangelio, llevado por ignorado aquilón misterioso hasta lo más oculto de las sábanas de la India. Sacúntala es una hermana perdida de esa gran familia de mujeres cristianas reunidas por los poetas: Francisca de Rimini, Julieta, Atala. Pero la que más se le asemeja es Virginia: el propio cli ma le ha prestado igual fisonomía. Imaginad á la desposada de Pablo abandonada poco después de su nacimiento, y que hubiera conservado el sello del bautismo en la ermita de los brahamanes.»

a

A pesar de todo, preciso es confesarlo, el drama de Oriente no está aún mas que

en bosquejo. La tragedia no es aún formal, porque el hombre, fiel todavía al Dios de sus abuelos, no se halla entregado al dominio de su espíritu. Así como no tiene mas que la sombra de la libertad, así no tiene mas que la apariencia de la lucha: su cora zón se siente seguro en la mano de Dios y la tormenta no puede apoderarse de él. La tierra en paz con el cielo, exhala todas sus voces: el himno, el canto, la armonía; pero la tragedia no ha nacido aún: un día estallará en la inteligencia y en el corazón del hombre con el genio del examen, con la re volución interna, la duda, la curiosidad del amor ya satisfecho. Y entonces aparecerá el arte dramático en Grecia."

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