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Non possumus aliquid adversus veritatem, sed pro veritate. "Hermanos mios; nada vale nuestro poder empleado contra a verdad, sino en defensa suya."

SAN PABLO 2. CORINT. C. 13. v. 8.

Si consuetudinem fortassis opponas, advertendum est quod Dominus non dixit-ego sum consuetudo, sed veritas.

"Si alegas la costumbre en tu favor, ten presente que el Señor se llamó verdad, y no costumbre."

EL PAPA GREG. 7. APUD GRATIAN. DIST. 8. c. 5.

Jura veritatis nulla plurimorum sæculorum valent prescriptione lædi, nec innumera testium multitudine obrui atque labefactari. "No hai prescripcion contra la verdad: nada pueden contra ella el trascurso de los siglos, ni la muchedumbre de los testigos." EL CARD. BARONIO Año 109. N. 51.

Magna vis est veritatis, quæ cum per se intelligi possit, per ea tamen ipsa quæ ei adversantur elucet.

"La verdad tiene gran poder para ilustrar y convencer el espíritu; pero se conoce mejor y brilla mas, al examinar los argumentos que se ponen contra ella."

SAN HILARIO DE POITIERS EN EL LIB. 7. DE TRINITATE, NUM. 4.

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DISERTACION TRECE.

DE LA PROFESION MONASTICA.

Empezámos nuestra disertacion con las palabras del sábio Montesquiéu: "amamos en punto de Religion lo que supone un esfuerzo, como en punto de moral amamos especulativamente lo que lleva el caracter de severidad" (1). La experiencia que confirma esta máxima nos enseña tambien, que hubo hombres en todos los tiempos, que mas que especulativamente amaron y prac ticaron la severidad. No contentos de su síncera voluntad para emprender una buena obra, quisieron añadir la obligacion; ni satisfechos de practicarla algunas veces, y apoderándose del porvenir llevados de la conciencia de un momento, con voto se ligaron de por vida; y como si no bastara un corazon penetrado de su propia miseria y lleno de confianza en la bondad del Soberano Autor de su existencia, le ofrecieron sacrificios de sangre, y á veces humana, y le dieron culto, y le tributaron homenaje, como cuando se trata de aplacar á los hombres irritados: por donde, al reves de lo que dice la Escritura, hizo el hombre á Dios á su imágen y semejanza.

De tan absurdo empeño tenemos un solemne documento en el cap. 18 del libro 3. de los Reyes. Habia provocado el profeta Elias á los profetas de Baál á celebrar un sacrificio en prueba de su Religion, pidiendo que bajase fuego del cielo para consumir las víctimas. Invocad los nombres de vuestros Dióses, les decia, yo invocaré el nombre de mi Señor, y el Dios que oyere y enviáre fuego, ese será el Dios. Excelente proposicion, respon. dió el pueblo. Los 450 sacerdotes de Baál mataron su buei, é invocaron el nombre de su Dios desde la mañana hasta el medio dia sin éxito ninguno, sino que sajaban sus carnes con cuchillos y lancetas hasta quedar bañados en sangre, y Elias los burlaba. Llegó á este su vez; acomodó la víctima y dijo: "Señor Dios de Abraán de Isac y de Israel, oyeme, para que sepa este pueblo que eres el Señor;" y cayó fuego y devoró el holocausto. El Profeta del verdadero Dios no hubo menester herirse ni derramar sangre; su sencilla y ferviente oracion fué recibida, y bajó el fuego. Comentando este pasaje el expositor Calmet, así pror. rumpe: "monstruoso Rito el de abrir sus carnes y derramar espontaneamente sangre para aplacar á los Dióses." Antes habia

dicho Plutarco de tales superticiones, que "corrompiendo la idéa de la divinidad, miran con horror lo que es apacible, como tiránico lo que es paternal, como dañoso lo saludable, y como fiero y atroz lo que es manso y benigno" (2).

Los apologistas de la Religion cristiana reconvenian á los gentiles por esta manera de honrar á sus divinidades. "¿Que bien pedirán á los Dióses, decia Lactancio, los que sacrifican de este modo? ¿Ni que pueden tales Dióses conceder á los hombres, con cuyas penas se aplacan? ¿Que mas harian si estuviesen enojados de lo que hacen propicios?" (3). "Una de las pruebas de que los demonios estan en vuestras estatuas, decia Atenágoras, son sus operaciones: unos se castran como los sacerdotes de Rea, otros como los de Diana se hieren y despedazan con azotes: no es propio de Dios impeler á lo que es contrario á la naturaleza; pues siendo perfectamente bueno, es perpetuamente benéfico" [4].

Los que así miraban á Dios, habian de ser por consecuencia crueles consigo mismos; y con esto se nos presenta un campo vasto para hablar de las extrañas y asombrosas penitencias que nos refieren de los monjes de las falsas Religiones, y que siendo para unos objeto de veneracion,sirven á otros de materia al escarnio. Hablamos de los Faquiris de la India Oriental que se consideran como sino fueran de este mundo, y que van en tropa de pueblo en pueblo á predicar la abundancia ó amenazar con la esterilidad, segun son mal ó bien recibidos; de los Yoguis, ó unidos á Dios; de los Bonzos de la China, que arrastran largas cadenas, y gritan de puerta en puerta-"así es como nosotros espiá. mos vuestros pecados; tratadnos bien, edificad Monasterios y templos, y nuestras oraciones y penitencias os librarán de las penas que mereceis." De esta manera tales hombres hacen servir sus mortificaciones á su propio sustento, y á la comodidad de la vida: se desprecian para ser respetados, y renuncian la esperanza de poseér bienes terrenos para disfrutarlos: todo lo cual se ex. plica sin dificultad, si advertimos que en el corazon humano encuentran abrigo seguro las mas chocantes contradicciones [5].

Pero sin distraernos de nuestro objeto,ni hacer reflexiones á que naturalmente provocan los hechos referidos,examinarémos el principio que obraba en estos penitentes, y los impelia á castigos tan extraordinarios. Era este principio, la obligacion de repri mir las pasiones; pero que llevado hasta el exceso en su aplica. cion, los hacia aparecer como empeñados, no solo en moderarlas sino en extinguirlas: empeño vano, y que Lactancio así refutaba contra los Estoicos: "esto sería lo mismo, les decia, que quitar á los ciervos el temor, el veneno á las serpientes, la ira á las fieras,

y la apacibilidad al ganado manso: lo que está repartido en los animales se halla reunido en el hombre, y es mas fácil destruirle que quitarle lo que pertenece á su constitucion, pues sería mudar su naturaleza. No advierten que quitando los vicios del hombre, no dejan lugar á la virtud, así como no hai victoria, cuando falta el adversario. Dios al formar al hombre, puso en él con admira ble providencia las pasiones que son materia de los vicios, como estos de las virtudes." "Yerran tambien los Peripatéticos, continúa diciendo, al llamar vicios mediócres á las pasiones, porque aun de vicios mediocres debemos carecer, ó haber procurado de antemano que no fuesen vicios. Digamos que el mal uso de las pasiones las convierte en vicios, y el bueno en virtudes, y que el cuidado no ha de dirigirse tanto á moderar las pasiones mismas, sino sus causas. Así pues los que pretenden arrancar del hombre las pasiones, quieren reducirle á un inmóvil estupór: lo cual no solo es imposible, sino ademas nada conveniente; porque así como el agua empozada y quieta es insalubre,así el ánimo inerte es inútil aun para sí; no hará nada ni pensará, pues el pensamiento no es otra cosa que la agitacion del alma: la vida misma consiste en la accion, así como la muerte es la falta de ella." Esto y mas les decia Lactancio [6].

Conforme á estos principios podremos formar juicio de aque. llos moralistas, que hablan tan mal de las pasiones, y hacen contra ellas declamaciones eternas: son semejantes, segun la opinion de un ilustre escritor, á los empíricos, que crean enfermedades nuevas, para tener el derecho exclusivo de curarlas [7]. En verdad,el hombre sin pasiones sería una estatua ó pura inteli gencia:no veriamos desde luego crímenes en la sociedad; pero tampoco virtudes,y menos las heróicas,q' dán á los pueblos prosperidad y gloria; Dios mismo, conforme á la expresion de la Escritura,sube sobre Querubines, y vuela en las alas de los vientos, y truena desde el Cielo [8]. Se fija la vista unicamente en los desúrdenes que acarrea el mal uso de las pasiones, como si ellas solas formáran el patrimonio del hombre no siendo así; pues la misma mano que las introdujo en el corazon, colocó en parage mas elevado la luz de la razon para que los moderase y los tuviese á raya. "Las pasiones asi como los elementos, dice el sublime Pope, aunque nacidas para combatir, se unen despues placidamente en la obra de Dios, y no hai que pensar sino en manejarlas y dirigirlas: lo que constituye al hombre podrá ser destruido por el hombre?" [9].

Si deseosos de mas ilustracion buscamos en otra parte el origen del empeño de mortificarse, lo encontraremos en el siste. na de los platónicos, que miraban las almas como aprisionadas

dentro de los cuerpos en pena de pecados anteriores; de suerte q' el tiempo de la vida no era otra cosa que un estado de espiacion. Era entonces consiguiente no poner cuidado en procurarse las comodidades de la vida, ni la vida misma que era reputada car. ga insoportable: impiedad habria sido comunicarla á otros, lo q' equivaldria á crear cárceles para los espíritus; y así todo el esmero consistia en apurar las pruebas purgativas, deseando la ruina de un edificio mal sano que privaba de la libertad, ó de q' volase el alma á otro cuerpo humano, á otro planeta, ó al seno de la divinidad. Nacia tambien dicho empeño, de considerar la materia como obra de Ahriman ó del principio malo, á diferencia del espíritu formado por el buen principio Ormusd, ú Oromaz. Persiguen pues la carne como una de las obras del mal genio, autor de todos los desórdenes del universo, y cuya existencia no podian conciliar con los atributos del principio bueno.

En el mundo moral, como en el fisico, el combate y la agi. tacion sostienen el equilibrio de los seres, y causan su armonia; pero la mezcla del bien y del mal fué por muchos siglos un enigma,que se empeñaron en descifrar los filósofos, cuyas opiniones eran otros tantos absurdos que aumentaban las tinieblas, y empeoraban la dificultad. La Religión cristiana explica este asunto, y compone las contradicciones; pero con un misterio sin el cual, como dice Pascal, queda todo incomprensible, y el hombre á sí mismo. Segun esta Religion, el hombre en su alma y cuerpo es obra de Dios, ó del único principio esencialmente bueno. Nace con pasiones que son propias de su naturaleza; mas en la razon auxiliada por la Religion encuentra la doctrina que instruye, fuera de la gracia que mueve á la buena obra. No manda hacer ostentacion de insensibilidad, ni extinguir las pasiones, sino que se manejen bien á imitacion de Jesucristo en quien nada habia que algo se pareciese, ó no distase infinitamente del orgullo del Estoico que así decia-"dolor, no me has de obligar á que confiese que eres un mal:" por el contrario, entre los nombres que le daban los Profetas, uno de ellos era-el varon de dolores; se afligia, deseaba, se alegraba, lo que importa tener pasiones humanas, aunque moderadas siempre y sin ningun desorden. Esta es la doctrina de San Agustin, y Santo Tomas, á quienes no contradice ningun teólogo (10); lo que será poderoso de quitará nuestros adversarios el sobresalto, en que los hubo tenido hasta este instante la lectura de los renglones anteriores: no son pues malas las pasiones. Si leemos ahora en el Evangelio los documentos de virtud cristiana, los veremos mui diferentes de los q' reglaban la conducta de los Profetas de Baal, de los Bonzos y Faquiris. Desprendimiento de las cosas, cuyo apego corrompe el

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