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critos de autor desconocido, leyó el origen de estas armas como sigue: Reinando en Asturias Don Alonso II, apeHidado el Casto, tuvieron lugar los desgraciados amores de Doña Ximena, hermana de éste, con el poderoso Conde de Saldaña, de los que resultó el nacimiento del valeroso Bernardo, conocido despues por el del Carpio. Noticioso Don Alonso de este escándalo, fuertemente irritado contra los dos amantes, recluyó al Conde en estrecha prision en el Castillo de Luna, y á Doña Ximena, su hermana, en la rigorosa clausura de un Convento. Siendo ya Bernardo de edad bastante para el manejo de las armas, asistió al lado de su tio Don Alonso á las sangrientas guerras que este sostenia contra Moros, y felizmente terminadas por su heróico valor y extraordinario esfuerzo, pidió al Rey en premio de sus servicios la libertad de su padre. Esta súplica no fue atendida, y el Conde de Saldaña permaneció en su penoso encierro, no solo en el reinado de Don Alonso II, sino en los de Don Ordoño y Don Ramiro, que despues le sucedieron, y en los que fueron igualmente despreciadas las tiernas súplicas del héroe de Roncesvalles.

Apurado el sufrimiento de Bernardo, juró vengarse de tan negra ingratitud, y pasando á tierra de Salamanca labró en una montaña un fuerte Castillo, desde donde formada estrecha alianza con los moros empezó á destruir los campos y á causar grandes estragos en los dominios de Don Alonso III, que á la sazon reinaba en Asturias. Sabedor este Soberano de la rebelion de este vasallo, reuniendo á sus tropas los moros circunvecinos de Castilla, combatió con energía las murallas del Castillo del Cárpio.

Entre los capitanes de la morisma que concurrieron á esta jornada, se distinguió muy particularmente por la invencion de unas máquinas de fuego, un moro llamado

Ulid, Señor que era entonces de Valladolid, quien rendido que fue el Castillo por honrosa capitulacion, y separados Moros y Cristianos, bien persuadido que sus máquinas habian contribuido poderosamente á la rendicion de la fortaleza, en conmemoracion de este suceso, puso por armas en su pueblo de Valladolid una llama dorada en campo encarnado.

En otro manuscrito halló Antolinez el origen de estas armas en esta forma: En tiempo de Don Fernando III, en el año de 1280, con ocasion de disponer este Soberano todo lo necesario para batir el Castillo del Carpio, ocupado entouces por los Moros, convocó con señalamiento de dia á todos los Concejos para que concurriesen con sus tropas á aquel sitio. Los del Concejo de Valladolid, menos exactos que los demas en acudir al llamamiento de su Rey, llegaron los últimos y en ocasion de ser ya entrada la noche. El capitan que mandaba estas fuerzas pidió á Don Fernando sitio donde poderse alojar, á lo que el Rey, enojado con la tardanza, contestó que se alojasen en el Carpio. Oida la órden por el capitan, ideó la estratagema de encender muchos fuegos en un monte cercano á la parte opuesta que ocupaban las tropas del Rey. Engañados los Moros con este ardiz, y persuadiéndose que aquellos fuegos eran señas que hacian los Moros que venian en su auxilio, salieron precipitadamente de la plaza, pero los de Valladolid, que se hallaban emboscados, cargaron sobre ellos de repente, consiguiendo con denodado valor derrotarlos y apoderarse del Castillo. En recompensa de su extraordinario arrojo y perpetuidad de este suceso, el Rey Don Fernando concedió á los de Valladolid por armas unas llamas doradas en campo encarnado, y al mismo tiempo el privilegio de que los vecinos de esta villa no pudiesen ser quintados, previniendo

que los que voluntariamente fuesen á la guerra no salgan del lugar basta despues del sol nacido, y su regreso que sea antes de ponerse.

El historiador á que nos hemos referido anteriormente, sumamente confiado, creyó desde luego en la verdad de estos sucesos, y cita en su comprobacion el escudo que se dice existió antiguamente sobre la torrecilla del Puente mayor, que se llamó Carpido, aludiendo á este acontecimiento, y que contenía una llama dorada en campo encarnado. Ademas el escudo de armas que el mismo vió en la Iglesia Mayor de esta Ciudad, en el que se advertía una torre morada en campo de oro, por cuya puerta salia una baca con una cencerra de plata, y por las ventanas muchas lamas. Habiendo ya manifestado en la investigacion histórica sobre el origen de Valladolid, que no existen datos, ni documentos relativos á su existencia hasta la segunda mitad del siglo XI, es consiguiente que cuantas noticias se nos presenten anteriores á esta época, nos han de parecer en estremo sospechosas, y mayormente cuando como en el presente caso se nos refieren los hechos desnudos de toda justificacion. Los manuscritos de la naturaleza de los que registró Antolinez, no les tenemos por documentos fidedignos para comprobar unos hechos históricos que se presentan por si con las mas visibles muestras de falsedad. Y aun cuando los que se suponen ocurridos en tiempo de Don Fernando III pudieran no merecer tanta desconfianza, desde luego les clasificamos de falsos, porque teniéndose ya en el siglo XIII tan claras noticias de todos los acontecimientos, no se presenta probable que un suceso tan glorioso pasase desapercibido á los cronistas de aquella época.

El nombre de Carpido, si es que se le dió alguna vez al escudo colocado en la torre del Puente, no hemos

podido adivinar su verdadera significacion, pero desde luego puede asegurarse que no tomaria su denominacion de la toma del Castillo del Cárpio, y lo que puede presumirse con mayor fundamento es, que si algun escudo de armas habia en aquel sitio, este seria el de los que fundaron ó construyeron aquella obra; y habiendo ya dicho que esta fue debida á los Condes Don Pedro Ansurez y á Doña Elo, su muger, en ella se ballarian estampadas las armas de esta ilustre familia, acomodándose en esto á las costumbres de aquel tiempo. Otro error gravísimo de Antolinez fue creer que las armas que vió en la Iglesia Mayor eran las armas de la Ciudad, porque la torre morada en campo de oro con las llamas son de la familia de los Torquemadas, que fueron bien hechores de esta Santa Iglesia y llegaron á tener en ella una suntuosa capilla.

El Dr. Gudiel, en su historia genealógica de la ilustre casa de Giron, empeñado en suponer fundador ó reedificador de Valladolid al Conde Don Rodrigo Gonzalez de Cisneros, en el Reinado de Don Alonso VI, creyó equivocadamente que el escudo de armas de esta Ciudad no eran llamas como se habia tratado de persuadir por algunos, sino los Girones que Don Alonso VI concedió por armas á Don Rodrigo en premio del valor y arrojo con que le salvó la vida en una sangrienta batalla, y de que usan los descendientes de este esclarecido linaje. Solo la visible y conocida parcialidad del Dr. Gudiel pudo arrastrarle al estremo de hallar semejanza entre dos escudos de armas que tanto difieren entre si. La casa de Giron trae en su escudo tres girones en palo de gules movientes de la punta, con la bordadura en el todo ajedrezada de oro, y de gules de tres ileras, cargada de cinco escudos de azur, cada uno sobrecargado de cinco bezantes de plata puestos en sotuer. Y la Ciudad de Valladolid trae seis

palos flamantes de oro en campo encarnado, adornada la bordadura con ocho castillos de gules, surmentado todo él de una corona ducal. Pocos conocimientos son necesarios en heraldica para convencerse desde luego de la diversidad de estas armas, bien se las considere por sus adornos bien por el número y colocacion de las piezas principales de sus respectivos escudos.

El erudito Don Rafael Floranes no siguió la opinion de estos escritores, y persuadido que las armas de Valladolid no representaban ni llamas ni girones, fijó una nueva opinion manifestando que no eran sino ondas puestas en el escudo en significacion de ser una Ciudad fluvial ó de rivera.

Antes de emitir nuestra opinion en punto tan dudoso, creemos de nuestro deber dar conocimiento de las antiguas armas de Valladolid. Es indudable, y asi consta de varios documentos del siglo XIII, que las armas de esta Ciudad en esta época eran muy distintas de las que hoy tiene: era entonces su forma circular, teniendo por el anverso ó faz del escudo una orla en la cual se leia esta inscripcion: ,,Sigilum Concilii Vallisoleti" (Sello del Concejo de Valladolid) y una pequeña cruz en la parte superior: en el fondo y en la misma forma circular figurada la antigua muralla de la poblacion con ocho torrecillas ó cubos, y entre estos las ocho puertas, leyéndose en el centro en un pequeño círculo la cifra VATL. El reverso del escudo contenia en la orla esta inscripcion:,,Gratia Sancti Spiritus adsit nobis” (la gracia del Espiritu Santo sea con nosotros) y en el fondo un castillo adornado de tres torres. Estas armas, tal cual las bemos bosquejado, se vieron por el Señor Don Gabriel Ugarte en el archivo del Convento de San Pablo de esta Ciudad, donde se conservaba la carta original que el Ayuntamiento de Valladolid dirigió al Provincial de la Orden de Santo Domingo en el año de 1276, concediéndole el sitio

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