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por medio de su Legado Apostólico, y de Pedro, Abad de Cluni, que á la sazon se ballaba en Nájera, consiguió por fin ver terminadas definitivamente estas discordias por medio de un razonable convenio, que ambas partes celebraron en el año de 1122.

Graves padecimientos debieron experimentar en tan aciagos dias las Iglesias y Monasterios de Castilla; entregados con frecuencia á la mas impía profanacion por la fiera rapacidad de los soldados de Aragon, eran sustraidas con bárbara impiedad y arrancadas del Santuario las alhajas de oro y plata destinadas al culto. Los Monjes, en medio del silencioso retiro de sus cláustros, eran perseguidos inhumanamente y obligados á abandonar los Monasterios; en fin, nada se respetaba, y hasta lo mas sagrado quedó destruido por satisfacer la desmedida ambicion del impío conquistador.

Embiado á España por Calixto II el Cardenal Deusdedit, y acordadas las paces entre ambos Soberanos, convocó un concilio en la villa de Valladolid en el año de 1124, al que asistieron todos los Obispos y Prelados del Reino. En este concilio se trató muy particularmente de reformar los grandes y perjudiciales abusos que á la sombra de tantos desórdenes se habian introducido en la disciplina de la Iglesia, y otros asuntos del mayor interés, de que informaremos á nuestros lectores al tratar de la Santa Iglesia de Valladolid.

Muerto el Conde Don Gomez Salvadores, favorito de Doña Urraca, en la batalla de la Espina, reemplazó á éste en su gracia el Conde Don Pedro de Lara, que orgulloso de su noble origen aspiró nada menos que á casarse con ella. Estos amores escitaron los celos de algunos Caballeros de la Córte, que no pudiendo consentir tamaño atrevimiento, promovieron contra Don Pedro de Lara tan activa persecucion que le fue forzoso renun

ciar por entonces á sus ambiciosos proyectos y refugiarse en Cataluña. En el año de 1126 murió la Reina Doña Urraca, discordando notablemente los autores en cuanto á las causas y el punto de su fallecimiento, solo consta que fue depositado su cadáver en un bien labrado sepulcro en la Capilla Real de San Isidro de Leon.

CAPITULO SEXTO.

Valladolid en tiempo de Don Alonso VII (el Emperador) y Don Sancho III (el deseado).

Las capitulaciones acordadas por la poderosa influencia del venerable Pedro, Abad de Cluni, entre Castilla y Aragon, lejos de terminar definitivamente los disturbios é inquietudes del anterior reinado, no produjeron otra cosa que una paz momentánea y transitoria. Don Alonso de Aragon, estrechado por la dificil y peligrosa situacion en que le habian colocado las imponentes fuerzas del Monarca Castellano, convino en ellas por huir de tan grave compromiso; y éste por su parte no prometiéndose grandes ventajas de sostener en su reino una nueva guerra, consintió en la transacion, mal de su grado, contemporizando por entonces, pero firmemente decidido á aprovechar la oportunidad del tiempo para volver á recobrar lo que en virtud del convenio habia entregado al Aragones. Firmadas las paces por ambos Soberanos, y restituido todo á una aparente tranquilidad, trató Don Alonso VII su matrimonio en el año 1128 con la virtuosa Doña Berenguela, hija de Don Ramon Berenguer, undécimo Conde de Barcelona, y de Doña Dulce, Duquesa de Provenza. La villa de Saldaña fue la destinada por

Don Alonso para recibir á su prometida esposa, y en esta misma poblacion se celebraron las bodas con gran lujo y magnificencia, concurriendo á ellas muchos Obispos, Grandes y Caballeros de la principal nobleza de estos reinos.

No transcurrió mucho tiempo sin que llegase á alterarse la paz estipulada: Don Pedro de Lara, que perseguido en Castilla y forzado á refugiarse en Barcelona en los últimos años del tormentoso reinado de Doña Urraca, volvió, con motivo de las bodas, entre los Caballeros que componian la brillante comitiva de la prometida esposa de Alonso VII. Este Señor, envanecido con su elevado nacimiento é inmensas riquezas, altamente resentido de no poder obtener la privanza del Rey como la habia obtenido en tiempo de su madre, asociado con el poderoso Conde Don Bertrando y otros Señores mal contentos, enarbolaron osadamente el estandarte de la rebelion en los confines de Castilla. Los pueblos de Nájera, Castrojeriz y Búrgos, alucinados por las alagüeñas promesas de los revoltosos, se pronunciaron abiertamente por Don Alonso de Aragon, cuyos supuestos derechos se intentaban hacer valer. El Aragones no permaneció indiferente á este llamamiento de los pueblos, antes por el contrario anulando él por si las capitulaciones acordadas, levantó precipitadamente numerosas tropas que no tardaron en invadir las fronteras de este reino.

Noticioso el Rey Don Alonso de Castilla de esta naciente sublevacion, solícito en sofocarla en sus principios, reunió un ejército de escogidas tropas y cruzando con la rapidez del rayo toda la Castilla, logró presentar la batalla en los campos de Moron al sorprendido Aragones. Mas bien sea que este conociese alguna desventaja en el valor respectivo de las fuerzas, ó lo que es mas probable,

que movido de las piadosas y santas exhortaciones de Pedro Obispo de Pamplona, se convenciese de la injusticia de esta guerra, no aceptó la batalla, retirándose á Almazan y desde allí al interior de su reino, renunciando para siempre á sus descabelladas pretensiones. Los Condes, abandonados por el Aragones, se refugiaron en la Ciudad de Palencia, decididos á defenderse dentro de sus muros; pero los habitantes de esta poblacion, fieles á su Rey, le abrieron las puertas y entregaron á los rebeldes para que recibiesen el merecido castigo de su crímen.

Muerto el Rey Don Alonso de Aragon en el año de 1134 á las inmediaciones de Fraga, movió sus tropas Don Alonso VII sobre el reino de Navarra con ánimo de volver á recobrar lo que habia entregado en otro tiempo á aquel en virtud del convenio estipulado. Apoderóse al paso de los pueblos de Villorado, Grañon, Nájera, Logroño, Arnedo y otros muchos en esta direccion hasta la Ciudad de Calahorra, fijando nuevamente por límite de los reinos de Castilla y Navarra el caudaloso Ebro. Arreglados sus dominios por esta parte pasó á Zaragoza con el objeto de hacer valer sus derechos al reino de Aragon, como tercer nieto de Don Sancho el Mayor, con preferencia á Don Ramiro el Monge que, retraido por los Aragoneses del Monasterio de Sahagun, habia sido proclamado en Huesca. Las pretensiones del Rey de Castilla fueron acogidas del pueblo con el mayor entusiasmo y reconocidos sus derechos por todos los Grandes y Caballeros del reino que vinieron á Zaragoza á rendir pleito homenage á su nuevo Señor.

Poseedor pacífico Don Alonso VII de los reinos de Castilla, Leon y Galicia, teniendo por tributarios con parias al Rey Don García de Navarra, al de Portugal, al Rey Moro Zafadola, á Don Ramon, Conde de Barce

lona, á Don Alonso Jordán, Conde de Tolosa y otros varones de la Gascuña y Francia, determinó, con acuerdo de los Grandes del reino juntos en Córtes, coronarse Emperador. Celebráronse estas en la Pascua del Espíritu Santo del año de 1135 en Leon, y se solemnizó al mismo tiempo la coronacion en la Iglesia de Santa María de Regla de aquella Ciudad, con asistencia de todos los Obispos, Prelados, Ricos-hombres y Caballeros de estos reinos.

Transcurridos los ocho dias que duraron las fiestas de la coronacion, Hegó el Emperador á Valladolid seguido de toda su Córte, compuesta de Don Raimundo, Arzobispo de Toledo, los Obispos de Palencia y Segovia, los Condes Don Rodrigo Gomez Sandoval, Don Armengol, Señor de Valladolid, Don Lope Diaz; y de los Caballeros Gomez Pelaiz, Pedro Cid, Gutierrez Fernandez, Pedro Gonzalez, García Gonzalez, García Ruiz y Pelai Hañez (a). No se ha podido averiguar positivamente el motivo de la precipitada venida del Emperador á Valladolid, pues aun cuando el erudito Sandoval, cuya opinion respetamos, cree que fue la guerra que tendria con Aragon (b) 6 Navarra, no podemos convenir en ello, porque las disensiones que existieron con estos reinos, se hallaban ya terminadas al tiempo de la coronacion, aunque si bien despues de algun tiempo volvieron á reproducirse. De los documentos que cita este sábio escritor, se deduce indu

(a) Todos estos personages confirman la carta de donacion que el Emperador hizo en el mes de Junio de 1435, hallándose en Valladolid, en favor del Conde Don Rodrigo Martinez Osorio, de toda la heredad que tenia en Amusco, y la del Infantazgo de San Pelayo. Esta carta se conserva en el archivo de la Santa Iglesia Catedral de esta Ciudad.

(b) Sandoval llegó á persuadirse que la guerra que sostenia Don Alonso era con Aragon, por hallarse el Emperador á 1.o de Julio en el Monasterio de Santo Domingo de Silos, que está lindando con las fronteras de aquel reino, en cuya época le dió al expresado Monasterio la Iglesia de Aniago, junto á Puenteduero, propiedad que habia sido de Fernan Sanchez de Tovar, el de Valladolid, llamado asi por ser natural de esta Ciudad.

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