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CAPÍTULO IV

REVOLUCIÓN DEL AÑO VEINTE. SEGUNDA ÉPOCA CONSTITUCIONAL

(De enero á julio, 1820)

Alzamiento militar en las Cabezas de San Juan.-Proclamación de la Constitución de Cádiz.- Riego.—Quiroga.-Comprometida y apurada situación de los jefes y de los cuerpos sublevados.-Expedición desesperada de Riego.- Disuélvese su columna.— Espíritu del país.—Insurrección en la Coruña.-Acevedo.-Triunfa en Galicia la revolución en favor de la libertad.-Alarma en la corte.-Proclámase la Constitución en Zaragoza.- El marqués de Lazán.-Junta.- Revolución en Barcelona.Villacampa: Castaños.-En Pamplona: Mina.-En Cádiz: Freire.-Horrible acuchillamiento del pueblo.-Proclama la tropa la Constitución en Ocaña: el conde de La Bisbal.—Consternación del rey y del gobierno.-Decreto del 6 de marzo mandando celebrar cortes.-Actitud imponente de la población de Madrid. -Susto y alarma en palacio. Decreto de la noche del 7, decidiéndose el rey á jurar la Constitución. -Regocijo popular del 8.—Graves sucesos del 9.-Conflicto del rey.—Jura la Constitución ante el ayuntamiento.- Nombramiento de una Junta consultiva provisional.-Abolición definitiva de la Inquisición.-Manifiesto del rey á la nación española.- Palabras célebres de este documento. - Juran las tropas de la guarnición el nuevo código.-Proclama del infante don Carlos.-Cómo se recibió el cambio político en las provincias.-Prisión del general Elío en Valencia.--Decretos restableciendo los de las cortes extraordinarias y ordinarias.-Convocatoria á Cortes.Obligase á todos los ciudadanos á jurar la Constitución.- Penas á los que no lo hicieron.-Premios á los jefes militares que la proclamaron en Andalucía. — Exagerado liberalismo de la Junta.-Ministerio constitucional.-Sociedades patrióticas. -Espíritu de estas reuniones. -Intentona reaccionaria en Zaragoza. -Entrada del general Quiroga en Madrid.-Recibimiento que le hace el pueblo.-Conspiraciones contra el régimen constitucional.—La del cuartel de guardias.—Preparativos para la apertura de las cortes.

Era el 1.o de enero de 1820. Tiempo hacía que los estragos de la fiebre amarilla asolaban los pueblos de la provincia de Cádiz y de una buena parte de las costas andaluzas. Los cuerpos del ejército expedicionario se acantonaban más ó menos agrupados ó dispersos, según que las precauciones para preservarlos de la peste aconsejaban. Estábanlo á la sazón en las Cabezas de San Juan, Arcos, Villamartín, Alcalá de los Gazules y otros comarcanos. En el primero de aquéllos, puesto á la cabeza del batallón de Asturias su comandante don Rafael del Riego, anticipándose precipitadamente á todos, arengó á los soldados y proclamó al frente de banderas la Constitución de 1812. Pasando en seguida con su batallón á Arcos de la Frontera, donde se hallaba el general en jefe con su estado mayor, y sorprendiendo de noche y desarmando la guardia de su alojamiento, arrestó al descuidado é inepto conde de Calderón, así como á los generales Blanco, Salvador y Fournás. Salióle bien aquel rasgo de intrepidez, y las tropas sorprendidas, aunque no todas de buena voluntad, se vinieron á su bandera. Habíase movido también el mismo día el batallón de Sevilla, que se hallaba en Villamartín, y llegaba ya cerca de Arcos.

Muy poco después, aunque no al mismo tiempo ni tan pronto, por las

circunstancias y dificultades que le rodeaban, el coronel don Antonio Quiroga, el designado por las juntas para ponerse á la cabeza del movi miento, rompía su prisión de Alcalá de los Gazules (2 de enero, 1820), y puesto al frente del batallón de España, daba también el grito de libertad. Conforme el plan convenido, dirigióse á Medinasidonia, donde se le incorporó, según lo tratado, el batallón de la Corona, con los cuales marchó luego á la isla Gaditana. Por sorpresa y sin dificultad franqueó el puente de Suazo, y entró en la ciudad de San Fernando (3 de enero, 1820) El objeto era penetrar en Cádiz, cuyas puertas habían de abrir los conjurados de dentro. Pero desaprovecharon unos y otros algunas horas del día, y dieron tiempo á que el teniente de rey de la plaza Rodríguez Valdés y el general Álvarez Campana preparasen la defensa, y á que unas compañías al mando del joven oficial don Luis Fernández de Córdova (que comenzó ahora á dar á conocer las prendas militares en que después había de distinguirse tanto) saliesen para apoderarse del sitio llamado la Cortadura, en el arrecife que conduce á San Fernando; de modo que cuando llegaron los batallones de Quiroga, mandó Córdova hacer fuego, amedrentáronse los agresores, y retrocedieron á la Isla. Los de dentro de Cádiz no se atrevieron ya á moverse, y de esta manera quedó la Isla Gaditana dividida, mitad por los sublevados, desde Torre Gorda al puente de Suazo con San Fernando, mitad por las autoridades y tropas realistas, desde la Cortadura al mar con Cádiz. Galiano, Vallesa y Mendizábal habían trabajado en la preparación de todos estos sucesos, y seguían trabajando, el primero dentro de Cádiz, los otros dos, el uno al lado de Quiroga, el otro al de Riego. Ni uno ni otro de estos dos jefes se mostraban los más á propósito para empresa tan grande como la que habían acometido (1).

(1) Don Rafael del Riego, cuyo nombre desde este alzamiento sono tanto en España, era natural de Asturias, hijo del administrador de correos de Oviedo, en cuya universidad cursó algunos años. Habiéndose decidido por la carrera militar á que su afición le llamaba, entró en 1807 en el cuerpo de Guardias de Corps. Hallándose en 1809 en Asturias cuando se verificó el alzamiento nacional, la junta del Principado le nombró capitán á las órdenes de Acevedo. En la desastrosa retirada, consecuencia de la derrota de la división de Asturias en Espinosa de los Monteros, distinguióse el joven Riego por el arrojo con que desnudó su espada para defender la vida de su general, moribundo y acosado por los franceses. Prisionero de éstos, y conducido á Francia, pasó allí las penalidades propias de aquella triste situación. De regreso á España por la paz general, fué colocado én el cuerpo de Estado Mayor. Había ido como ayudante de la plana mayor al ejército expedicionario, y se hallaba ahora, como hemos visto, de comandante del batallón de Asturias. Tenía á la sazón treinta y siete años.

En cuanto á sus dotes, su contemporáneo Alcalá Galiano hace de ellas la pintura siguiente: «Tenía, dice, alguna instrucción, aunque corta y superficial; no muy agudo ingenio, ni sano discurso; condición arrebatada; valor impetuoso, aunque escasa fortaleza, ya en hechos de noble arrojo ó de generoso desprendimiento, ya en puerilidades de una vanidad indecible.» - Sin embargo, este mismo confiesa que cuando se nombró generales á los jefes del alzamiento, Quiroga admitió luego la faja, y Riego sólo la tomó después de una larga resistencia.

Otros contemporáneos suyos le han juzgado con más indulgencia, y dicen que cuantos le conocieron y trataron en los primeres meses de su elevación al favor popular, elogiaban su buen natural y su sencillez, sin notársele rasgos de ambición, ni menos

Cuando Riego tuvo noticias, que tardó en tenerlas, de las operaciones de Quiroga, determinó pasar á San Fernando. Habíasele agregado ya el batallón de Aragón. A su paso por Jerez de la Frontera proclamó la Constitución de Cádiz, y en el Puerto de Santa María se le juntaron el brigadier graduado O'Daly, el comandante Arco-Agüero, los del batallón de Asturias don Santos y don Evaristo San Miguel, hermanos, y otros jefes, fugados del castillo de San Sebastián de Cádiz, donde La Bisbal los había encerrado desde el suceso del Palmar del Puerto. Avistáronse al fin Riego y Quiroga en San Fernando (6 de enero), renovóse el nombramiento de general hecho en este último, no sin celos del primero, á quien repugnaba reconocer superioridad de mando en otro, y entretuviéronse en proclamar la Constitución allí donde se habían congregado las primeras cortes. También fué á unírseles López Baños con sus artilleros y con el batallón de Canarias; y aunque otros cuerpos no concurrieron al movimiento faltando á lo ofrecido, para principio de la sublevación no dejaba de ser ya fuerza imponente y respetable. Pero malogróse allí un tiempo precioso, y nada hay que mate tanto las insurrecciones como la indecisión y la apatía. Su única operación en muchos días fué apoderarse por sorpresa del arsenal de la Carraca, de donde sacaron algunos recursos, vendiendo materiales, con perjuicio de los intereses del Estado. Una tentativa que hizo en Cádiz el coronel Rotalde con el batallón de Soria, y de acuerdo con los amigos de la libertad (24 de enero), tuvo infeliz éxito, como inoportuna y tardía. El mismo Fernández de Córdova, con su actividad y su denuedo, lo deshizo todo, atrayéndose los soldados y arrestando á los oficiales: el que estaba á la cabeza de los sublevados pudo fugarse con algunos de sus cómplices al ejército de Quiroga.

Había en este ejército, compuesto de unos 5,000 hombres, más ardor y entusiasmo que concierto y disciplina. La autoridad de Quiroga, dice un testigo de vista, era poco más que titular, y ejercida con corto acierto. Nadie mandaba y todos servían. Procurábase por algunos infundir una confianza que no había: escribíanse con este objeto papeles arrogantes, y pusiéronse á redactar una especie de Gaceta Alcalá Galiano y San Miguel, hombres ambos de buena pluma y talento. Pero es lo cierto que entretanto dieron tiempo á que el gobierno de Madrid, sobresaltado al principio con las noticias del alzamiento que llegaban abultadas, algo más sereno después, expidiera órdenes á don Manuel Freire, general acreditado en la guerra de la independencia, para que fuese contra los sublevados. Tomó éste, aunque no con gusto, el mando de las tropas, tampoco muy de confianza; pero así y todo el ejército insurreccionado se vió por su inacción comprometido entre las tropas de Freire y la guarnición de Cádiz.

Riego era el que llevaba con más impaciencia aquella quietud y la sude venganza: pero que después el veneno de la adulación trastornó al joven militar.Memorias históricas sobre Fernando VII, t. II.

Don Antonio Quiroga, de la misma edad que Riego, era natural de Galicia, y pertenecía á una familia muy considerada en el país. Había comenzado su carrera en la marina, pero en 1808 pasó al ejército de tierra, donde ganó sus grados en la guerra contra los franceses. En el ejército expedicionario obtuvo el empleo de coronel.

bordinación á Quiroga. Así, después de unas pequeñas é inútiles excursiones, determinó hacer otra mayor, saliendo de San Fernando (29 de enero de 1820) con una columna lo menos de 1,500 hombres, con objeto de promover la insurrección, ya en otros cuerpos, ya en el país mismo. Iba con ellos San Miguel, y la dirección fué á Algeciras donde fué recibido con un aplauso estéril. Permaneció allí hasta el 7 de febrero, sin otro fruto que sacar algunos recursos de la plaza de Gibraltar, no pudiendo volver á la Isla, por tenerla ya las tropas de Freire bloqueada, tomó rumbo á Málaga, de donde huyó el general Caro; mas en lugar de la buena acogida que se había imaginado, hallóse perseguido por don José O'Donnell, hermano del conde de La Bisbal. con quien tuvo que batirse en las calles. Encaminóse entonces á Córdoba, donde llegó tan menguada su hueste, que no excedía de tres á cuatro centenares de hombres (7 de marzo): tanta había sido la fatiga, el desaliento y la deserción. Por fortuna para él, con ser Córdoba una población grande, y con haber en ella fuerza de caballería, ni la tropa ni el pueblo le impidieron alojarse en el convento de San Pablo, y aunque no halló ni entusiasmo ni aun simpatía por su causa, tampoco fué molestado por nadie, y pudo recoger algunos víveres. La vacilación, la incertidumbre y el cansancio aumentaron la deserción de su gente, en términos que cuando llegó á la tierra que divide á Extremadura de Andalucía, sólo llevaba cuarenta y cinco hombres, que al fin se separaron de él y se dispersaron Y como Quiroga permaneciese bloqueado en la Isla, costándole no poco trabajo contener á los desertores, y como los pueblos, pasado ya más de mes y medio del alzamiento de las Cabezas de San Juan, no mostrasen ni interés por el triunfo de la revolución, ni tampoco deseo de destruirla, ella habría acabado, no por los esfuerzos del gobierno, que tampoco dió muestras de grande energía y actividad, sino. por sí misma y por consunción, si en alguna parte no hubiera estallado alguna llamarada de fuego que viniera á darle vida.

Sucedió esto el 21 de febrero en otro extremo de la Península, donde antes había fracasado y concluído trágicamente otro conato de insurrección, en la Coruña. Ahora, con más fortuna que Porlier, el coronel don Félix Acevedo, contando con la guarnición y con el pueblo, proclamó la Constitución y arrestó las autoridades, incluso el capitán general don Francisco Venegas. Siguió muy pronto su ejemplo el Ferrol (23 de febrero), y tras él Vigo y otras poblaciones. Asustóse el conde de San Román, que mandaba las armas en Santiago, y replegóse á Orense. Mas la junta que se formó en la Coruña, y á cuya cabeza se puso el ex regente don Pedro Agar (1), hizo marchar sus fuerzas hacia Orense, con cuya noticia, aturdido el de San Román huyó á Castilla, dejando la Galicia abandonada á los insurrectos (2). Golpe fué este que al propio tiempo que vivifica

(1) Manifiesto de don Pedro Agar, regente que fué de España, al pueblo de la Coruña: 22 de febrero. - La Junta se componía de dicho señor Agar, del coronel Acevedo, el fiscal Busto, el marqués de Valladares, don Manuel Latre, don Juan Antonio de Vega, don Carlos Espinosa y don Joaquín Freire.

(2) Por una de esas fatalidades que suelen suceder en la guerra, aunque sólo se cruzaron algunos tiros entre las tropas de San Román y los constitucionales, hizo la desgracia que muriese el jefe de los sublevados Acevedo.

ba la llama de la insurrección casi al extinguirse en Andalucía, confundió y alarmó á los ministros de tal modo, que con haber venido Elío en posta de Valencia á Madrid á ofrecerse á mandar las tropas realistas de Andalucía ó á servir en ellas como simple soldado, la corte temió sus exageraciones, y creyendo hasta peligrosa su estancia en Madrid dióle orden de que regresara á Valencia.

Con razón se había alarmado la corte, la cual ya esperaba sin duda y no tardó en recibir noticias graves de otros puntos de España. El 5 de marzo, reunidos como por un impulso común en la plaza de Zaragoza el pueblo, el ayuntamiento, la guarnición, el capitán general y otras autoridades y personas notables de la ciudad, todos juntos y á una voz proclamaron la constitución de 1812, y levantaron y firmaron un acta solemne, y nombraron una junta superior gubernativa del reino de Aragón, cuyo presidente era el capitán general marqués de Lazán, y vocales el ex ministro de Hacienda don Martín de Garay y otros personajes de cuenta.

Apenas este suceso se supo en Barcelona, una gran parte del pueblo, y con ella la oficialidad de la guarnición, agolpóse á las puertas del palacio del capitán general pidiendo se jurase la Constitución (10 marzo). Contestó el general Castaños, que si en algún caso se viera en la necesidad de ceder al pueblo, jamás cedería á insurrecciones militares; con cuya respuesta la oficialidad se retiró á sus cuarteles. Mas como insistiese el pueblo, el general y las autoridades, convencidos de no poder contar con la fuerza armada, se vieron en la precisión de acceder á sus clamores. El capitán general fué destituído, y en su lugar fué aclamado don Pedro Villacampa, que se encontraba en Arenys de Mar. Llegado que hubo el nuevo capitán general á Barcelona, la guarnición, que había permanecido tranquila, salió formada á jurar la Constitución. Pedía el pueblo el arresto de don Francisco Javier Castaños, pero Villacampa se limitó á notificarle la conveniencia de que saliese de la ciudad, dándole á escoger punto, como así lo verificó Castaños dirigiéndose á Castilla, país que eligió, acompañado con escolta de oficial. Recibiéronse allí el 12 las noticias de haberse proclamado la Constitución, en forma y con circunstancias muy semejantes, en Tarragona, en Gerona y Mataró (1).

Verificaba en los mismos días otro igual pronunciamiento en Pamplona la tropa de la guarnición (11 de marzo), obligando al virrey conde de Ezpeleta á que permitiese jurar la Constitución Tanto por esta condescendencia como por respeto á sus canas, conservóse todavía el mando militar al virrey hasta que llegó Mina. Este ilustre caudillo de la guerra de la independencia que acababa de regresar de Francia, en connivencia con los revolucionarios españoles, levantó el estandarte de la libertad en Santisteban, y recibido en Pamplona con el entusiasmo que aquel pueblo le conservaba, formóse la Junta de gobierno, separóse al virrey Ezpeleta, y fué nombrado él para sustituirle.

Habíanse realizado todos estos movimientos sin haber tenido apenas

(1) Partes oficiales de don Pedro Villacampa, de 13 y 14 de marzo. Proclama del jefe superior político del Principado de Cataluña. - Parte del gobernador de la plaza de Gerona, etc.

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