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ESCUDOS DE ARMAS DE LAS PROVINCIAS DE ESPAÑA (LAMINA 2.*)

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mica, cuerpo de médico-cirujanos, almirantes de escuadra, de departamento, y comandantes de divisiones y buques, y hasta bibliotecas, mandando se estableciese una en cada capital de departamento, surtida principalmente de obras nacionales y extranjeras pertenecientes á los diversos ramos de esta profesión. No menos admirable fué el detenimiento y el interés con que estas cortes se consagraron á discutir y resolver todo lo relativo á la beneficencia pública, y á organizar este importante ramo, tan útil y provechoso á la humanidad, hasta dar por resultado su célebre reglamento, que se publicó el mismo día que la ley orgánica de la Armada de que acabamos de hablar (27 de diciembre, 1821). Creábanse por su título 1.o juntas municipales de beneficencia en cada pueblo, compuestas de siete ó nueve individuos, según el vecindario de cada población, que se habían de gobernar por las reglas que se fijaban: referíase el 2.o á la administra ción de los fondos de beneficencia: los siguientes determinaban y clasificaban las diferentes especies de establecimientos benéficos, á saber: casas de maternidad, de expósitos, de socorros, hospitales de enfermos, de convalecientes y de locos, hospitalidad domiciliaria y hospitalidad pública. Este plan general de beneficencia había de irse planteando en toda la monarquía, al paso que se proporcionaran medios y fondos para realizarle, para lo cual se autorizaba al gobierno oyendo á las diputaciones provinciales y á los ayuntamientos.

Pero en lo que se elevaron aquellas cortes á grande altura en esta legislatura extraordinaria, en lo que acreditaron gran juicio y sensatez, en lo que muchos de sus individuos desplegaron admirable fondo de ciencia, erudición y talento, fué en la redacción y discusión del Código penal, con mucho acierto escrito por el señor Calatrava. Así los que formaban la comisión, como los que impugnaron y sostuvieron el dictamen, manifes taron extensos y buenos conocimientos en jurisprudencia y en filosofía, y acreditaron no serles extrañas las doctrinas de las escuelas y de los hombres más adelantados en aquella época. Los debates fueron tan largos y detenidos como la materia exigía, y se imprimieron formando un tomo separado de la colección del Diario de Sesiones, al modo que en 1811 hicieron las cortes de Cádiz con las discusiones referentes á la abolición del Santo Oficio.

En estas nobles y útiles tareas se hallaban ocupadas las cortes, cuando un suceso ruidoso, de carácter político y de orden público, vino, según indicamos atrás, á interrumpir la marcha reposada y digna de sus trabajos. Antes de referirle necesitamos decir algo del aspecto que en punto al orden interior y á la situación de los partidos presentaba el reino.

Había muchos liberales de buena fe, abstracción hecha del partido exaltado, que opinaban que con hombres como los que constituían el ministerio no era posible que templase la animosidad y la intolerancia de los partidos, ni que cesasen los disturbios y las agitaciones. Sin atacar su probidad y honradez, achacábanles flojedad y descuido en la defensa del sistema y de los intereses constitucionales, suponíanlos solamente fuertes cuando se trataba de reprimir excesos de los liberales exaltados, tibios en reprimir las maquinaciones de los absolutistas, y poco menos que en cierta connivencia con los enemigos de la Constitución. Por otra parte los hom

bres del partido moderado, participando de la manía de la época de cons. tituirse en sociedad, formaron también la suya, con sus estatutos y reglamentos, bautizándola con el nombre de Sociedad de los Amigos de la Constitución, como si los del partido más avanzado no lo fuesen, y fo mentando así la escisión entre el uno y el otro, en vez de procurar conciliarse y vivir en concordia. Y como los nuevos socios acordasen distinguirse por un anillo, que llevaban como símbolo de unión y de fraternidad, sus adversarios y rivales tomaron aquel signo por lo ridículo, designándolos con el nombre de Anilleros, especie de apodo con que se los conocía y apellidaba.

También los absolutistas ó serviles, aunque más compactos y disciplinados, como que conspiraban todos á un fin, cayeron en la tentación de imitar á los liberales formando sociedades; y mientras el papa Pío VII en una encíclica anatematizaba á los carbonarios, y ordenaba le fuesen denunciados bajo pena de excomunión mayor, los realistas españoles se orga nizaban á su vez en sociedades secretas bajo los títulos de El Ángel exterminador, la Concepción, y otros, resultando una colección de asocia ciones ó grupos con opuestas tendencias y fines, la más propia para produ cir una completa confusión y anarquía.

Necesitábase mucho pulso por parte de los liberales para ir sacando á salvo la nave del Estado por en medio de tan encontrados oleajes. Pero los vientos que los levantaban continuaban soplando. Riego hizo á últimos de setiembre (1821) una representación desde Lérida, pidiendo que se le for mase causa para poner en claro su conducta, pero añadiendo, entre otras cosas, que sin su arrojo no gozaría España de gobierno representativo. La separación de aquel general siguió siendo el tema de las quejas, y sirviendo de incentivo á las discordias de los partidos. Lejos de desmayar los que vieron frustrada la procesión cívica de su retrato en Madrid, expidieron circulares á las provincias invitando á que continuaran las procesiones, y á que pidieran al rey y á las cortes un cambio de ministerio. Fué, pues, paseado el retrato de Riego sin obstáculo en muchas poblaciones, y se hicieron miles de solicitudes con millares de firmas pidiendo la mudanza ministerial. Y en medio de esto, los absolutistas no cejaban por su parte, y pretextando en Alcañiz planes de república en que pocos soñaban, albcrotáronse obligando á las autoridades á transigir con ellos, desarmando violentamente la milicia nacional. Así de la audacia de los unos nacían las demasías de los otros, y mutuamente se daban los partidos ocasión para desgarrarse y hacerse cruda guerra, de lo cual nada podía salir favorable á la libertad.

De las representaciones que se dirigían de todas las provincias contra el ministerio, unas eran inspiradas por ideas propias y por convicciones sinceras, otras eran arrancadas, ó al menos lo eran muchas de las firmas que las suscribían, por compromiso ó por temor. A veces, después de pasear grupos más ó menos numerosos las calles al son de músicas, con consentimiento tácito ó explícito de la autoridad, ó se dirigían al ayuntamiento donde leían una exposición, que obligaban á firmar á las autorida des ó jefes allí reunidos y á los ciudadanos que asistían, ó levantaban tribunas en los parajes públicos, donde se peroraba contra la flojedad ó

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