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» que lo es de la venganza...... Fue el primero entre los > hombres que erigió un templo á la fe pública, mandando que se le ofrecieran sacrificios como á las demas deidades. » De este modo no podia dejar de transmitirse con el tiem» po en las costumbres de los particulares, la escrupulosa › exactitud de la república en guardar inviolablemente su » fe y su palabra.

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Asi es que en las sediciones populares, sea en Grecia ó en Roma, los oprimidos nunca pidieron mas que el cumplimiento de las leyes sancionadas por el juramento de los fundadores y de los primeros habitantes de la ciudad. Nunca profirió un orador demagogo ni un tribuno estas espresiones: Todos los hombres son libres y tienen derechos iguales. Cada uno de aquellos defensores del pueblo tenia una muchedumbre de esclavos en sus haciendas y en sus casas; luego se limitaban en reclamar derechos positivos; y su habilidad no consistia mas que en interpretar de un modo favorable á su causa, las leyes establecidas.

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Esta inspiracion de la ley natural, el vínculo del juramento, habia bastado para conservar las sociedades antiguas. Mas la filosofia epicurea, negando el dominio de la divinidad, destruyó los primeros principios del gobierno en las ciudades griegas, y últimamente en la república romana. La religion revelada, como hemos demostrado en el capítulo anterior restableció con mucha mas eficacia la obediencia y la fidelidad de los pueblos. Solo, en el siglo décimo sexto, cuando Lutero y los demas heresiarcas atacaron el fundamento mismo de la revelacion desconociendo la autoridad de aquellos á quienes se les dijo: id y enseñad; solo entonces no queriendo reconocer en el cielo el principio de la autoridad, buscáronle en el pueblo. En Inglaterra, Dinamarca, Suecia y en el norte de Alemania, los principes abrazaron la pretendida reforma, para apoderarse de los bienes eclesiásticos ó para satisfacer sus pasiones: y los sectarios muy distantes de atacar en aquellos paises la autoridad de los soberanos, la hicieron en todas partes despótica para usar de ella como de un medio de opresion y persecucion. Pero en Escocia donde cundió tan pronto la heregia, los soberanos Jaime V, Maria de Lorena y Maria Stuart su hija mostraron una adhesion inalterable á la religion católica y en aquel reino fue donde un escritor igualmente habil que perverso, adaptó á la política los sofismas teológicos del calvinismo, é imaginó el sistema de la soberania del pueblo. La última consecuencia de esta doc

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trina es que la justicia no dimana de las leyes eternas establecidas por Dios mismo 9 y que no es otra cosa mas que la voluntad del pueblo; en términos que (como lo ha declarado formalmente Jurieu, discípulo de Buchanan , y despues de Jurieu, Rousseau con todos los enciclopedistas) el pueblo. es la única autoridad que NO NECESITE TENER RAZON PARA LEGITIMAR SUS ACTOS: principio monstruoso desechado por los filósofos de la antigüedad con y particularmente tanta fuerza de elocuencia, por Ciceron; y que solo han podido reproducir los filósofos modernos, que, habiendo cerrado los ojos á la luz revelada, no han sido ya dignos ni capaces de conservar la natural. Esta doctrina ha sustituido la voluntad de aquello que se llama pueblo, á las leyes eternas del criador, y ha sido la causa de los crímenes horrorosos de los modernos revolucionarios, en cuya comparacion los Tiberios, los Nerones y demas tiranos de la antigüedad, han sido hombres moderados, y aun justos y humanos.

(38) Este capítulo importante del genio del cristianismo, que nunca se meditaria bastante, y que cuanto mas se lee mas digno parece de admiracion, es la primera obra política de M. de Chateaubriand. He reparado á varios españoles manifestar la mayor satisfaccion al pensar que el rey de Francia habia confiado sus relaciones esteriores al hombre que escribió aquellas páginas, cuando este hijo de S. Luis iba á consumar la restauracion de España, que habia empezado con tanto acierto M. de Montmorency en Verona.

El nombramiento del marques de Talaru, amigo de estos dos ministros, á la embajada de S. M. Cristianísima cerca de S. M. C. colmará la satisfaccion y las justas esperanzas de todos los buenos Españoles.

* Un dia solo de las metralladas de Leon hizo perecer un número de hombres muy superior al de los Romanos que Tiberio, Caligula, Neron y Domiciano hicieron morir durante sus reinados, que juntos forman cerca de cincuenta años.

las listas de pros

Registrad en Apiano si hubo una sola muger inscrita en cripcion de Mario y Sila, en la sola ciudad de Paris se cuentan mil doscientas treinta y cuatro mandadas al cadalso, no diré por unos franceses, si que por unos monstruos engendrados por las chuladas de Voltaire y la humanidad de Rou

sseau.

¿No será Mezencio un buen hombre al lado del inventor de los matrimonios republicanos?

Buscad en los escritos de Tucidides y Jenofon, donde estan relatados los bechos del populacho de Aténas; allá vereis algunos personages ilustres desterrados y algunos hombres de bien sentenciados á beber la cicula; pero quedaba reservado al ateismo moderno el producir á los septembriseurs y á los caballeros del martillo,

(39) M. de Rozières, maire d'Alby. Esta ciudad ha ejercitado con el general Romagosa y la guarnicion de Urgel, la mas noble hospitalidad. Los Españoles restituidos á su patria harán igual elogio de todas las ciudades del medio dia de la Francia; y la palabra del gran rey, ya no hay Pirineos nunca habrá tenido mas perfecto cumplimiento.

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(40) Recordaremos aqui las espresiones del príncipe de Metternich, en la carta que dirigió desde Verona al ministro austriaco en Madrid : » En una época no muy distante, asom» bró otra vez al mundo la España, con el valor, los sa>> crificios y la perseverancia que opuso á la ambicion usur » padora que intentaba privarla de su monarca y de sus le» yes; y el Austria no olvidará jamas de cuanta utilidad le » fué la noble resistencia del pueblo español, en un lance » para sí misma muy peligroso. »

(41) En los diarios de este mismo mes, se ha visto la relacion de los efectos de una mision en la pequeña villa de Thouars, la que Berton, hace un año, escogió para teatro de su triunfo. Ni una sola excepcion ofrece la Francia entera, á los maravillosos efectos de estas predicaciones del Evangelio.

(42) Habiendo oido decir que un autor inglés que en este momento leen mucho en Paris, ha entremezclado en una de sus novelas históricas las calumnias de Buchanan y Knox contra Maria Stuart, me parece del caso relatar, á favor de esta princesa, un testimonio que ni á los mismos partidarios de la filosofia podrá ser sospechoso. Es el de M. Gaillard (en su hist. de la rivalidad de la Francia y la Inglaterra) : « Con» fieso que si hay, en mi concepto, un problema histórico >> resuelto, es el de la inocencia de Maria Stuart.... Si su vida » entera es una prueba de su inocencia, su muerte fué de » ella una demostracion «.

(43) Esta obra está traducida en todos los idiomas de Europa. Se haria tambien un libro precioso de las hermosas páginas de politica religiosa que el abate de la Mennais publicó en el Conservador y en el Defensor, añandiéndoles cuatro capitulos de esta elevada política que ese filósofo cristiano ha publicado este año, con estos titulos; De la santa alianza, de la revolucion de España, el 21 de enero, lo por venir. Está coleccion presentaria unos principios de gobierno capaces de afianzar la felicidad y estabilidad de todas las monarquias

(44) A la autoridad de Bossuet añadiremos la de Fenelon. Hácia el año 1709, dice un testigo ocular (M. de Ramsay), Jaime III moró algun tiempo en casa del señor arzobispo de Cambrai. M. de Fenelon tuvo varias conferencias con este joven principe, quien le escuchaba con veneracion y docilidad... Mostróle las ventajas que le ofrecia la forma del gobierno de su pais. » Todo príncipe, decia, debe ape» tecer tener un consejo supremo que modere su autoridad. » El primer modelo de los gobiernos es la autoridad pater»nal; todo buen padre ha de obrar de acuerdo con los

mas sabios y esperimentados de sus hijos.... Cuando una » vez, continuaba, la autoridad suprema se halla fijada por » las leyes fundamentales en uno solo, en algunos ó en mu»chos, es preciso tolerar los abusos inherentes á cada siste» ma si no se les puede remediar con providencias com>>patibles con el orden... Nunca se hallará la felicidad de » la humana sociedad mudando ó trastornando las reglas y formas establecidas. »

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Jaime III tenia entonces la esperanza próxima de que la reina Ana, su hermana la hija querida de Jaime II, no esperando tener hijos, le llamaria al trono. Este príncipe hubiera podido allanar todos los obstáculos, ejerciendo un solo acto del culto anglicano, mas rehusó constantemente; conducta heroica que transmitirá apenas á la posteridad una línea oscura de la historia, y cuya gloria está conservada para otro orden de cosas.

(45) Henrique IV no dejó en todo el tiempo de su reinado de emplear y recompensar á aquellos que le habian servido constantemente. Los protestantes se quejaron de él, mas podia contestárseles que, desde que le vieron rey de Francia, se separaron sucesivamente de su servicio, y que en el sitio de Amiens, ni uno solo se halló de los señores de aquel partido; cuando (segun refiere Mezerai, autor nada sospechoso á los protestantes) » los coligados se jactaron en « aquella grande circunstancia de haber sido los restau«radores del estado, como habian sido los defensores de « la religion »; por lo que dijo Henrique IV que conocia que aquellos hombres nunca habian sido enemigos de su persona pero si solamente de la secta ugonota. Esto esplica la conducta de Enrique IV, y sirve de impugnacion à las sátiras que hicieron contra él. Este principe tenia el genio de la clemencia (perdóneseme la espresion), y no hubiera podido Bossuet decir de él, como de Carlos I, que fue clemente hasta tener que arrepentirse. No encon

muy

bien

tró sinó súbditos siempre fieles en todos aquellos á quienes habia juzgado que debia perdonar.

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» En Francia, decia Burke treinta años hace, no se oye » alabar mas que la mansedumbre y amenidad de aquel » principe; pero se pone en oscuro y casi se hace desapa> recer el carácter de vigilancia y vigor sin el cual no hu» biera merecido el nombre de grande. Es muy evidente el » fin de esa política. El nombre de Henrique IV recordaba la idea de la popularidad. Daba orgullo á los reyes » de Francia el venir de este héroe; `su conducta y carácter debia servirles de modelo. De manera que, bajo el am>> paro de este nombre venerado, todos los que conspiraban » contra las leyes, la religion y el orden se esforzaban en » persuadir á Luis XVI que podia renunciar las precauciones todas del poder contra los designios de la ambicion. » Y despues de haberle asi desarmado, fue cuando deter» minaron entregarle, él, el clero, la nobleza, y los ma>> gistrados (los naturales apoyos del trono ) en manos de > los ladrones y asesinos, Mucho tiempo hay que esta maquinacion estaba tramada; debian los conspiradores ponerla en obra de todos modos segun las circunstancias; y aque»lla moda de colgar por todas partes retratos de Henrique » IV, éra uno de los medios que se habian de emplear » para obtener el logro de aquel designio Medio verdade» ramente pérfido que pone asechanzas á los hombres pierde con el mismo cebo de sus propias virtudes. » Muy sin razon se jactaba Carlos II de imitar la conducta de Henrique IV, su abuelo materno. Privó de su valimiento al canciller Clarendon que habia sido su consejero en el destierro, y le habia dirigido con mucha prudencia y juicio en los primeros años de la restauracion. No hacia caso de los servicios de los caballeros que se habian sacrificado por su padre, y dejó morir de hambre á Butler el célebre autor del poema de Hudibras " que tanto habia contribuido á atraer los espíritus á su partido, y cuyos versos recitaba incesantemente.

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y los

Su ingratitud y la de su hermano eran de tal modo ingenuas é indignantes, que los mismos realistas leales siguieron á Francia á este último que , porque con su causa estaba unida la de la religion, han transmitido á sus descendientes, contra estos dos principes, un sentimiento de ira y menosprecio, cuya fuerza no ha pod do amortiguar un trascurso de ciento y veinte años; siendo así que, á pesar de las sátiras de los protestantes y las falsas alabanzas de los filóso

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