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» é infantería, que se hallaban cerca ya del pueblo por el » lado de Córdova. El comandante general mandó tocar generala, y formó la tropa en la otra estremidad del

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pueblo. Su fuerza tan escasa exigia por entonces ceder al >> excesivo número de los contrarios.

» La situacion de la columna era ya crítica. Su cortísima » fuerza no la dejaba ya en estado de atacar ni defenderse. Llerena, Fuente-Cantos, Los-Santos y demas pueblos

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estaban con tropas que mostraban la mayor animosidad » en nuestra ruina. Nuestra reunion no servia ya mas que » para tenerlos siempre encima de nosotros, sin poder jamas tomar aliento ni reposo. Esta triste circunstancia nos impuso la dura necesidad de separarnos : determinacion que se tomó en junta de todos los oficiales que se hallaban » por entonces. La escena de la separacion fue tierna, y los » valientes que habian hecho por la patria tan costosos » sacrificios no dejaron de conmoverse con la idea de verse precisados acaso á pasar el resto de sus dias en paises estrangeros ».

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A fines de Febrero, el Rey quizo marchar á su ejército de Andalucía, pero se lo disuadió su ministro el duque de S. Fernando. El teniente general Elio vino de Valencia , y se ofreció á servir como voluntario á las órdenes del general Freyre. El mismo ministro determinó al Rey á no aceptar este ofrecimiento; entonces el general Elio pidió el gobierno de Castilla la nueva, para combatir á los conspiradores, hasta en el mismo Madrid. Se representó al Rey que Elio era muy necesario en Valencia, y este generoso oficial pronunció al separarse de Madrid estas palabras proféticas: El Rey está perdido y nosotros tambien.

S. Fernando, fue un triste prisionero, con guardias de vista, en el palacio mismo de sus antepasados. Ni tampoco se tomó su firma para la formacion de un ministerio, porque esto habria atacado la soberanía del pueblo, que todavía no habia dado la investidura á Fernando.

Ballesteros, gefe del gobierno provisional, despachó al general Freyre, que estaba en Cadiz, la órden de cesar las hostilidades contra el ejército insurgente, que estaba en la Isla de Leon. El conde del Abisbal, que acababa de proclamar la constitucion en la provincia de la Mancha, donde estaba Alejandro O'Donell, dió otra direccion al correo que habia salido de Madrid, dirigiendo á Quiroga, el pliego que Ballesteros habia despachado para el general Freyre. Cuando se supieron estas noticias en la Isla de Leon, se comunicaron al instante á los liberales de Cadiz. Estos intimaron al general Freyre que reconociera la constitucion; pero el general, fiel á su deber, no teniendo la mas mínima noticia de haberla firmado el Rey, rechazó á los agresores y quedaron 150 de ellos muertos por las tropas realistas, en las calles de Cadiz.

El ejército manifestaba en todas partes la misma fidelidad; ninguna ciudad de España habia dejado de dar evidentes pruebas de su amor al Rey, cuando en varias partes del reino se supo que el Rey habia firmado la Constitucion. El gobierno provisional envió á cada provincia los mismos gefes que las habian mandado hasta el arribo del Rey en 1814, y sostenidos por las violencias. de los conspiradores ( miembros de las sociedades secretas transformados en Clubs, que deliberaban en público, y gobernaban á su antojo), hicieron proclamar la constitucion en todas partes.

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Entretanto, los revolucionarios españoles, imitando á los revolucionarios franceses, despues de haber proclamado la libertad de imprenta, privaban, pena de la vida, el públicar, y aun el manifestar en cartas particulares las violencias que se habian practicado en Madrid contra la persona del Rey, para obligarle á firmar la Constitucion : asi fue que la verdad de los funestos acontecimientos del

7 de marzo, no se supo en las provincias sino mucho

tiempo despues. La ciudad de Burgos, capital de Castilla la vieja, fue la primera en que se hicieron reclamaciones en favor de la libertad del soberano contra estas violencias; pero, ¿que podian los pueblos fieles despues de rotos los vínculos que los unian entre sí por la destruccion de la autoridad real, contra un gobierno concentrado, que obraba con la actividad de los conspiradores, y que echaba en cara, á los débiles y á la muchedumbre, la sancion del rey? El teniente general Echavarriz, los prin cipales del clero, y los vecinos mas notables de Burgos fueron víctimas de su fidelidad.

Entonces el cura Merino llamó á los habitantes de los

pueblos que están entre Burgos y el Ebro, á defender la Religion y el Rey; Vinueza publicó un escrito con objeto de manifestar al pueblo los peligros que amenazaban á la Religion. Se levantaban partidas realistas en los lugares menos accesibles á las tropas regladas que se hallaban al mando de los revolucionarios, desde que el Rey firmó la constitucion. En fin el general Quesada, bajo las órdenes del teniente general Eguia, formó un pequeño ejército realista en las provincias Vazcongadas y en Navarra, en la primavera de 1822. El Trapense Don Antonio se apoderó de las fortalezas de Urgel; Besieres, de la plaza de Mequinenza; el teniente general Baron de Eroles, al

frente del ejército de la Fe, sujetó todo el valle del Segre, desde los Pirineos hasta las bocas del Ebro. El dia 13 de agosto, el marques de Mataflorida, ministro de gracia y justicia de Fernando VII, salió de Tolosa, donde se habia refugiado, y formó, con el Arzobispo de Tarragona y el Baron de Eroles, aquella regencia de Urgel que se sostuvo cuatro meses, contra el poder de las cortes. Los realistas evacuaron Urgel por falta de víveres; pero nunca han cesado de tener partidas en Cataluña y Aragon. Závala, en las provincias Vazcongadas se da la mano con Merino, que está en Castilla la vieja, y este comunica con las partidas de Besieres, el cual, siendo dueño de Mequinenza desde ocho meses, combate á los constitucionales cerca de Madrid.

No se pueden esplicar de otro modo, la existencia y las operaciones de estos pequeños cuerpos realistas en todos los puntos de España, sino por la adhesion del pueblo entero. Desde tres años, Merino nunca ha dejado de mandar una partida en Castilla la vieja. Cuando ha sido atacado con fuerzas superiores, se ha retirado á los lugares mas escabrosos, y ha vuelto luego á ocupar los puntos que acostumbraba, entre Burgos y el Ebro. En los meses de setiembre y octubre últimos, el general Quesada ha ido de Navarra á Urgel, y ha vuelto á Navarra pasando por todo Aragon con 1500 hombres, sin que los constitucionales le hayan hecho perder ni uno solo.

Sin embargo la firma del Rey habia puesto en manos de estos, todo el ejército, toda la artillería, todas las plazas, las contribuciones, y el arbitrio de negociar sus empréstitos en Inglaterra y en Francia. Los partidos realistas, sin socorros estrangeros, faltos de re

de

armas y

cursos han hallado toda su fuerza en la decision de la nacion española por la Religion y el gobierno de sus reyes.

CAPÍTULO VI.

Pruebas particulares sacadas de la conducta opuesta de los generales Castaños y Abisbal.

El general Castaños ha logrado todos los géneros de gloria.

En las primeras guerras contra los revolucionarios franceses (en 1794) los combatió con habilidad y recibió heridas graves de las que aun lleva las señales. Despues de la paz, tuvo el valor político, menos frecuente aun que el guerrero, de contradecir al privado que señoreaba la España, el cual lo desterró de Madrid; en 1808, ganó contra un habilísimo general, el conde Dupont, la batalla de Baylen, la que obligó á Joseph Bonaparte á evacuar Madrid; en 1813, mandaba el principal ejército español que peleó en la batalla decisiva de Vitoria el duque de Wellington declaró que debia en gran parte el suceso de aquella jornada al general Castaños.

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Despues de esta victoria, que presagiaba el regreso del rey Fernando, la regencia no quizo mantener en su empleo á un hombre fiel á la monarquía legítima, y le quitó el mando del ejército y la capitanía general de Castilla la vieja. El duque de Wellington declaró que la regencia habia faltado al honor y á la equidad, desempleando un general á quien su patria debia las mayores obligaciones. Sin embargo, el general Castaños obedeció, y escribió á la regencia « He tenido la satisfaccion de entregar al mariscal de campo Freyre, en la frontera de Francia el mando que tomé en marzo de 1811 á la vista de Lisboa. »

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Fernando, al llegar á España, dió á Castaños el mando

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