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de Cataluña. Cuando la nueva invasion de los cien dias, este monarca destinó un ejército poderoso para auxiliar al gefe de su familia. No pudieron dejar de ser muy largos los preparativos despues de las pérdidas inmensas que la España habia sufrido en seis años de guerra contra Bonaparte. El general Castaños no pudo llegar al Rosellon hasta el 20 de agosto, y se retiró, como hemos dicho, el mis-* mo dia en que tuvo el honor de conferirse con el duque de Angulema. Al regresar á España escribió al prefecto del Rosellon;

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<< Las tropas y los habitantes, las autoridades y los gefes, le dice, todos han ofrecido á la vista de la Europa el espectáculo mas interesante de las virtudes cívicas y mili

» tares; la fiesta de S. Luis fue una verdadera fiesta de » familia; el grito unánime de ¡vivan los Borbones! era la espresion bien sincera de la union de nuestros sentimientos, y de los deseos que nos animan de ver gloriosa y feliz á esta augusta familia, cuyas ramas estendiéndose » sobre ambos tronos de Francia y de España, vuelven » á unirse con los vínculos de la mas estrecha alianza.

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Dos años despues, el general Castaños reprimió con energía la conspiracion de Lacy. El documento que vamos á citar es un monumento de su amor al Rey, y de la fidelidad de los pueblos.

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PROCLAMA.

<< Una conspiracion horrible, concertada al parecer por individuos de varias clases, y en que se hallan mezclados » los generales D. Luis Lacy, y D. Francisco Milans, que » en otro tiempo han hecho servicios tan singulares á la patria, debia llevarse á efecto la noche del 5 del corriente, siendo su objeto el trastorno del Gobierno, la res>titucion de la abolida Constitucion, y el despojo de la au

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» toridad que el Rey me ha concedido. Pero las enérgicas providencias que tomé desde el momento en que, por especial favor de la Providencia, tuve la primera indicacion de tal atentado, desbarataron en su orígen las quiméacosados por todas » ricas maquinaciones de los sediciosos, y

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» partes, estan ya en prision casi la mayor parte de los que hasta aqui pueden calificarse como tales, se practican diligencias activas para el descubrimiento de sus cómpli»ces ó ccoperadores, y se persigue muy de cerca á los » que momentáneamente han podido abrigarse en las mon

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» tañas.

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» En medio de las aflicciones que me han rodeado es♦ tos dias, he tenido el particular consuelo de que, no » solo el pueblo de Barcelona, sino todos los de la provincia, lejos de haber tomado la menor parte en las » ideas de los sediciosos, los han mirado con el horror » que merecen, y auxiliado eficazmente á los encargados de su persecucion y arresto: conducta que igualmente » ha observado el ejército y sus gefes, poniendo en el último grado de perfeccion la disciplina de los regimien»tos, puesto que solo dos compañías, sin oficiales del

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batallon ligero de Tarragona engañadas por su segundo > comandante D. Josef Quer, fueron las que por pocas horas fundaron todas las esperanzas aéreas de estos desgraciados, que, á pesar de sus esfuerzos, no han conseguido ni por un solo momento turbar la tranquilidad pública.

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Asegurada esta por la cooperacion con que han con»tribuido las primeras Autoridades del principado á sos<< tener mis miras dirigidas á este fin y al mejor servicio » del Rey, me cabe la satisfaccion de anunciar á la pro› vincia y al ejército que, descubierta la conspiracion, pre

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» sos la mayor parte de los que la han fomentado, y per seguidos los otros, nada queda que temer, ni les resta » otro recurso á los reos que esperar el castigo que las le• yes imponen al crimen en que han incurrido, segun re» sulte de las causas que ya se han principiado y se con »tinuarán con la mayor actividad.

Barcelona, 12 de Abril de 1817.

XAVIER DE CASTAÑOS.

Este general desplegó igual zelo contra la grande conspiracion de 1820. Despues de haberse obligado al Rey á firmar la constitucion, los revolucionarios de Barcelona le insultaron gritando, muera Castaños, al mismo tiempo que gritaban, muera el Obispo y sus vicarios. Faltaria el último rasgo á la gloria del héroe de Baylen, si, despues de haber sido perseguido por Manuel Godoy, y por la cortes de Cádiz, despues de haber sido compañero de armas de Ricardos y de Welington, no hubiese tenido por enemigos á los asesinos de su Rey y á los enemigos de la Religion. El general Castaños es en el dia consejero de estado, pero no ejerce las funciones de su empleo: vive en sus haciendas en una provincia del medio dia de España, y gime sobre las desgracias de su Rey y de su patria á los 70 años de su edad.

La vida entera de este hombre ilustre bastaria sola para probar la proposicion que pretendemos demostrar en este escrito, « que la revolucion Española solo se ha he» cho á provecho de los conspiradores, en desprecio de la opinion, de las costumbres y de la voluntad de la » nacion «<. Sacaremos igual prueba de la vida política del conde del Abisbal.

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Enrique O-Donnell, conde del Abisbal, nacido de una

familia

Importante

familia irlandesa, emigrado y privado de bienes de fortuna, fue educado y ascendido en el ejército, igualmente que sus tres hermanos, por los favores de Cárlos IV. Este ha renovado en España, asi como su hermano Alejandro, aquella odiosa ingratitud que caracterizó á algunos hombres de la corte de Luis XVI, que se distinguieron entre los enemigos mas crueles del Rey, en la asamblea constituyente, y que han manifestado en los cien dias el mismo odio al gobierno de Luis XVIII.

Al regreso de FERNANDO VII á España, el conde del Abisbal, se mostró adicto á su Rey, y este monarca le manifestó la misma confianza que al general Castaños, encargándole el mando del ejército que en 1815 entró en la Navarra baja. No deja de ser curioso recordar ahora la proclama que dirigió á los franceses en aquella ocasion :

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<< Franceses habitantes de las provincias limítrofes de España, las tropas del Rey mi Señor no entran en vues» tro territorio para ejercer en él hostilidad alguna; solo » se presentau para preservarlo de las violencias de una >> faccion que quisiera la continuacion de los males que >> tanto han comprometido al trono de S. M. Cristianí»sima y la tranquilidad de sus fieles vasallos. En nuestro 'manifesto de 2 de mayo, os hemos declarado, que el ejército español no hacia la guerra contra la Francia, pero si contra los facciosos que la oprimen, y que to» das sus miras se dirigirian á ayudaros á restablecer la tranquilidad en ese hermoso reino, restituyéndole al so» berano que reclaman sus leyes fundamentales, á ese buen » rey cuya pérdida hubiera cubierto al pais de luto y » desconsuelo. Ya no existe personalmente al frente de la » faccion, aquel su gefe perturbador y pérfido: pero aun domina en ella su espíritu, y sus parciales se encubren C

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» con el velo del engaño. El Rey se halla restablecido so»bre su trono; pero sus virtudes no han podido aun su

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jetar enteramente unos corazones que el genio del mal > habia desviado de sus principales deberes, la fidelidad » y la obediencia. Luego subsisten las mismas razones, para que las tropas españolas vengan a proteger los domi>> nios de S. M. Cristianísima, jamas para oprimirlos ni » desmembrarlos, pero sí para conservárselos con la mas escrupulosa fidelidad «.

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El conde del Abisbal se retiró al mismo tiempo que el general Castaños, pero antes de separarse del territorio frances, escribió al señor marques de Viomesnil (teniente general en aquella época) en los términos siguientes:

Cuartel general de Ustaritz, 3 Setiembre 1815.

Excmo. Sr. Marques de Viomesnil, etc.

« La conducta de este ejército de mi mando ha sido conforme a las órdenes que he recibido de mi soberano, y á la amistad que reina entre las dos naciones..... Los soldados españoles han vivido como hermanos y amigos leales, con los franceses pacíficos. Las atrocidades cometidas en España por los satélites de Bonaparte, no han dejado en aquellos mas impresion que el deseo de manifestar que sus corazones son superiores al resentimiento y á la venganza, y que los mismos brazos que rechazaron aquellas hordas de furiosos, estan dispuestos á defender los sagrados derechos de la augusta familia de los Borbones en union con las tropas Ide Luis XVIII.

Deseo sinceramente que S. M. Luis XVIII no tenga que arrepentirse algun dia de haberse privado del auxilio de 80 mil españoles, que hubieran mirado y defendido su

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