Poética española

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en la Imprenta de Julio Didot, 1834 - 482 páginas
 

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Página 109 - ¡Qué descansada vida la del que huye el mundanal ruido, y sigue la escondida senda por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido! Que no le enturbia el pecho de los soberbios grandes el estado, ni del dorado techo se admira, fabricado del sabio moro, en jaspes sustentado.
Página 300 - Esto oyó un valentón, y dijo : "Es cierto cuanto dice voacé, señor soldado. Y el que dijere lo contrario, miente." Y luego, incontinente, caló el chapeo, requirió la espada, miró al soslayo, fuese, y no hubo nada.
Página 148 - Trace fiero ; tú, Dios -de las batallas, tú eres diestra salud y gloria nuestra. Tú rompiste las fuerzas y la dura frente de Faraón, feroz guerrero ; sus escogidos príncipes cubrieron los abismos del mar, y descendieron, cual piedra, en el profundo, y tu ira luego los tragó, como arista seca el fuego.
Página 296 - Un soneto me manda hacer Violante, que en mi vida me he visto en tal [aprieto : catorce versos dicen que es soneto ; burla burlando van los tres delante. Yo pensé que no hallara consonante, y estoy a la mitad de otro cuarteto; mas si me veo en el primer terceto, no hay cosa en los cuartetos que me es[pante. Por...
Página 293 - Pero tras eso confesaros quiero que es tanta la beldad de su mentira, que en vano a competir con ella aspira belleza igual de rostro verdadero. Mas ¿qué mucho que yo perdido ande por un engaño tal, pues que sabemos que nos engaña asi Naturaleza? Porque ese cielo azul que todos vemos, ni es cielo ni es azul. ¡ Lástima grande que no sea verdad tanta belleza!
Página 180 - Quien mira el gran concierto de aquestos resplandores eternales, su movimiento cierto, sus pasos desiguales, y en proporción concorde tan iguales: La luna cómo mueve la plateada rueda, y va en pos de ella la luz do el saber llueve, y la graciosa estrella de amor...
Página 240 - ¡Y dejas, Pastor santo, tu grey en este valle hondo, escuro, con soledad y llanto, y tú, rompiendo el puro aire, te vas al inmortal seguro!
Página 242 - Del monte en la ladera, por mi mano plantado, tengo un huerto, que con la primavera de bella flor cubierto, ya muestra en esperanza el fruto cierto.
Página 118 - Estos, Fabio, ¡ay dolor! , que ves ahora campos de soledad, mustio collado, fueron un tiempo Itálica famosa. Aquí de Cipión la vencedora colonia fue: por tierra derribado yace el temido honor de la espantosa muralla, y lastimosa reliquia es solamente. De su invencible gente sólo quedan memorias funerales, donde erraron ya sombras de alto ejemplo.
Página 242 - Y como codiciosa de ver y acrecentar su hermosura, desde la cumbre airosa una fontana pura hasta llegar corriendo se apresura. Y luego sosegada, el paso entre los árboles torciendo, el suelo de pasada de verdura vistiendo y con diversas flores va esparciendo...

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