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con el cuello de los caballos, sin respirar siquiera, escondidos contra el ribazo que formaba la caja del rio.

Sin el menor azar' ni contratiempo llegaron hasta el último puente, y bajo el arco mismo se ocultaron, apiñados en un récodo; mas allí comenzó luego tal contienda y debate, nacido de pundonor, de amistad y de arrojo, que vió Pulgar por la vez primera desairada su autoridad y desobedecido su mandato. Querian todos acompañarle, sin escuchar razones, amenazas, ruegos: volaba el tiempo; crecia el peligro; aventurábase malamente el buen éxito de la empresa. Y en tamaño apuro y conflicto, convino Pulgar de mal grado (trabajo le costaba refrenar en el pecho la ira) en que le siguiesen algunos, però pocos; quedando los demas por resguardo.

Trabóse entonces aun mas vivo altercado, por no querer ninguno de ellos quedar en aquel punto, reputándolo por de menos peligro; mas cuando vió Pulgar que eran vanas las súplicas é instancias, les dijo con su acostumbrada entereza: "Puesto que así pagais mi confianza, arrebatándome de las manos el triunfo, tomad tambien mi vida; pero os prometo y juro por lo que traigo al pecho, que ó me obedeceis al instante, ó ahora mismo doy voces para morir á manos enemigas.»>

La resolucion del caudillo, su acento, el concepto que dél tenian, heló el ánimo de los mas osados, quedándose todos ellos cual si fuesen de piedra; lo que advertido por Pulgar, aprovechó tan buena coyuntura, y les dijo con voz mas serena: "Tú, Pedro, vendrás con nosotros, como que sabes mejor las revueltas de la ciudad en que te criaste..... mira si fío de tí, y cuenta como cumples! -- Tú, Bedmar, me acompañarás tambien, y otros cuatro, cualesquiera, los

que estais aquí á mano..... Fácil empresa, por vida mia, escoger entre vosotros á los mas valientes!»

Obedecieron todos, antes resignados que satisfechos; y deseoso Pulgar de despejar sus ánimos, les añadió para acabar de persuadirlos: "¿cómo pudiéramos ir muchos, sin que fuésemos descubiertos?..... Mas nosotros habremos solo de defender la propia vida; y vosotros, amigos mios, quedais tambien en guarda de la nuestra."

el

Abrazólos Pulgar uno á uno, y no sin correr en aquel momento muchas lágrimas de los ojos, si bien ninguno de aquellos hidalgos despegó siquiera los labios; y apartándose de allí un breve trecho con los que debian acompañarle, encomendó Pulgar á su liberto que los condujese por canal del rio, apegados al pie de las casas, de tal manera que no fuesen apercibidos y entrasen de oculto en la ciudad. Púsose el caudillo á su lado, ó bien para arrollar cualquier obstáculo que á su paso encontrasen, ó tal vez para quitarle hasta el pensamiento de faltar á la fé prometida; y con harto trabajo y peligro, el agua á la rodilla, y tanteando á oscuras la dificil senda, siguieron 'por la ribera de las tenerías, hasta que se hallaron frente por frente de una casa magnífica, de que aun quedan vestigios (53).

Treparon unos tras otros hasta la misma cresta del ribazo; y por una estrechísima calle, que apenas daba paso á un arroyo de desagüe que por ella corria (azacaya de los tintes la llamaban), llegaron en pocos instantes á una plaza muy reducida, pero en que parecia que se respiraba con mas desahogo, al salir del laberinto de retorcidas calles que por todas partes la cercaban.

Reinaba en aquel sitio tan profundo silencio como si la ciudad estuviese desierta; y solo se oia de cuando en cuan

do el silvido del viento, que azotaba un alminar altísi– mo: "Aquella debe de ser la gran mezquita,» dijo Pulgar á su liberto. "Sí, Hernando; y esa que ves en medio la puerta principal, vuelta al oriente, no lejos de la casa del Alfaqui mayor, que es aquella que allí se divisa.»>

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Dió algunos pasos Pulgar; y desque hubo reconocido aquellos parages, volvió en busca de sus compañeros y les ordenó que le siguiesen. Llegaron todos con el mayor silencio hasta la misma puerta de la mezquita ; y arrodillándose Pulgar, encendida en la mano el hacha de cera que consigo traia, sacó del pecho un pergamino, lo besí por tres veces, y dijo así á sus compañeros :. "aquí teneis mi escudo; esta empresa no es mia, es de la Reina de los Angeles.» Vieron entonces con asombro que en un fondo dorado campeaba el Ave Maria, escrito con letras azules, y debajo otras letras mas menudas, que se divisaban apenas: "Sed vosotros testigos de cómo tomo posesion de esta mezquita, en nombre de los Reyes de Castilla, consagrándola desde ahora á la Virgen del cielo, que nos ha servido de guia.»

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Arrodilláronse todos, sobrecogidos de tal pasmo que les embargaba el aliento: y puesto en pie el caudillo, clavó de un golpe su puñal en la tablazon de la puerta, 'y dejó dél pendiente aquel sagrado rótulo, con la toma de posesion. "En poder de infieles te dejamos, dulcísimo nombre de María: concédenos la gloria de volver en breve 'á res

catarte.»

Acercóse despues á otra puerta, que hácia aquella parte caia; y colocando en el quicial el hacha encendida, man-” dó á sus compañeros que arrimasen las retamas y atochas, para prender fuego: "no basta, amigos mios, haber

tomado posesion de la mezquita; en esta misma noche tiene de arder Granada.» Y sin perder momento, se encami¬ nó con los suyos á un parage de allí muy cercano (de Alcaizería ha conservado el nombre), donde se custodiaban para el mercado los mayores tesoros del mundo en ricas telas y sedería. Llevaba Pulgar por intento reducir á cenizas aquel cúmulo de riquezas, para enconar mas y mas contra Boabdil los ánimos ya ulcerados, y apresurar tal vez la rendicion de la ciudad, mostrando hasta donde llegaba el arrojo de los castellanos.

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ya

Mas al tiempo mismo de ir á poner por obra su desig→ nio, y como pidiese á Tristan de Montemayor la cuerda encendida, contestóle aquel escudero que la habia dejado en la mezquita de lo cual recibió tanto, enojo Pulgar, que en el primer arranque de la ira le tiró con la espada al soslayo, hiriéndole levemente en el rostro. "¿Qué has he¬ cho, mal hombre? Esta noche quedaba abrasada Granada; y me has quitado la mayor hazaña que en el mundo se hubiera oido:» y al decir esto, hizo ademan de acometerle; pero poniéndose de por medio Bedmar y los otros hidalgos, díjole Diego de Baena, como único medio de calmarle: "Sosiégate, señor, y aguarda un solo instante; que fue-, go he de traertę para abrasar mil veces á Granada.» Y echó á correr hacia la mezquita, seguido de otros dos compañeros.

Tornaban ya con la cuerda y hachos, ardiendo, cuan~. do al revolver por la esquina del Zacatin, en busca de la puerta principal de la Alcaicería, sintieron pasos y vieron acercarse unos cuantos moros, que velaban en guarda de aquel opulentísimo barrio. Divisarlos, oir zumbar una pie-, dra, y acometerles Baena con espada en mano, todo fue un

solo punto: gritaron los alarbes, acudieron los castellanos, trabóse entre unos y otros empeñada refriega; mas temiendo Pulgar que con aquel estruendo y vocería cayese sobre ellos una nube de moros y se alzase la ciudad en armas, gritó á sus compañeros: "por el mismo camino, amigos mios; y la espada abra paso.»

Quedóse detras el caudillo, para hacerles espalda; y á favor de la oscuridad, cada cual por la senda que pudo, llegaron á la márgen del rio y se arrojaron en su cauce, como único medio de salvacíon. Desde allí mismo oian la grita de los moros; y cada vez mas presurosos y azorados, huyendo de un peligro y dando en otros ciento , por entre quiebras y simas y regolfos que formaban las aguas, siguie ron á ciegas la peligrosa via, con riesgo á cada instante de quedar sepultados. El sin ventura Gerónimo Aguilera cayó en uno de los noques, de que aquella ribera abundabay sin auxilio humano para salir de aquel estrecho, y anteviendo con horror los cruelísimos tormentos que le aguardaban, invocaba en su corazon al Dios de las misericordias, cuando oyó cercano un acento, que creyó ser la voz de Pulgar, y le clamó con mortal desconsuelo: "por Dios, Hernando, no me dejes con vida!.....», Arrojóle Pulgar la lanza, sin atinar con el parage donde aquel, desdichado gemia; tan cerrada estaba la noche; pero uno de los escuderos, que le seguia de cerca, tuyo mas acierto ó ventura; y con el arrimo del asta, tras uno y otro esfuerzo, casi ya sin aliento y sin vida, salió Aguilera á salvo, y corrió desa¬ tentado en busca de sus compañeros,

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Los que en el puente se quedaron, habian acudido, solícitos, para amparar á sus amigos: salíanles al encuentro, les prestaban ayuda, los recibian en sus brazos;, á cada uno

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