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mando del conde de San Roman se incorporó al ejércicito llamado de la izquierda.

En tanto que por allá tales escenas se representaban, acá seguia la revolucion su movimiento y su curso. En las provincias Vascongadas y Navarra, donde la insurreccion se habia demorado, oprimidas como estaban por las fuerzas francesas, no pudo ya contenerse la inquietud de los ánimos, y estalló la esplosion, ya con asonadas y revueltas como en Tolosa y otros pueblos de Guipúzcoa ya levantándose como en Navarra partidas de voluntarios, que capitaueadas por hombres tan intrépidos como don Luis Gil y don Antonio Egoaguirre corrian la tierra dando no poco que hacer á las columnas francesas, ya alzándose la capital misma como en Vizcaya. El atrevido alzamiento de Bilbao (6 de agosto), donde se formó, como en todas partes, su junta popular, se ordenó un general alistamiento, y se nombró al coronel don Tomás de Salcedo comandante de las fuerzas bilbainas, tardó poco en ser ahogado por la division del general francés Merlin que inmediatamente acudió á sofocarle. Gente nueva y bisoña la que le esperó á media legua de la villa, fué fácilmente desbaratada y deshecha; sobre mil doscientos hombres costó aquella desgraciada jornada (16 de agosto), y Merlin entró en Bilbao tratando y castigando con dureza la poblacion.

Dió ocasion este contratiempo á murmuraciones y censuras contra los generales, que, como indicamos

ya, habian entrado varios de ellos y permanecian con sus tropas en Madrid. En efecto, el primero que lo verificó (13 de agosto) fué don Pedro Gonzalez de Llamas, que desde la separacion de Cervellon mandaba las tropas de Valencia y Murcia, en número de ocho mil hombres. Con júbilo grande fueron recibidas estas tropas en la capital: mas lo que produjo un entusiasmo parecido al delirio fué la entrada del general Castaños (23 de agosto) con la reserva de Andalucía, llevando los despojos y otros trofeos de las glorias de Bailen. Unas y otras pasaron por debajo de un magestuoso arco de triunfo. Siguiéronse á estas entradas los festejos de una segunda y solemne proclamacion de Fernando VII. Mas no era en regocijos públicos sino en medidas de guerra en lo que querian los hombres de razon que se invirtiera el tiempo. Y así para acallar aquellos clamores, como hubiese en Madrid otros generales, resolvieron tener entre sí un consejo (5 de setiembre), al que asistieron Castaños, Llamas, Cues

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la Peña en persona, y por representacion Palafox

Blake. Allí fué donde Cuesta propuso el nombramiento de un general en gefe de todos los ejércitos y operaciones, cuya propuesta no halló eco en sus compañeros. Lo que se acordó fué que cada general se dirigiese con sus tropas á los puntos siguientes: Castaños á Soria, Llamas á Calahorra, al Burgo de Osma Cuesta, y Palafox á Sangüesa y orillas del rio Aragon: que Galluzo con la gente de Extremadura se uniese á

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que se encaminaban al Ebro, y Blake con los gallegos y asturianos avanzase hacia el nacimiento de aquel rio y Provincias Vascongadas. Afortunadamente, aunque por escisiones, falta de recursos y otras ca sas lamentables, tan inconveniente desparramamiento de fuerza en tan estensa línea se ejecutó muy despacio, nunca se realizó del todo.

Bien conoció Blake, y los espuso, los inconvenientes y obstáculos que para esta combinacion se encontrarian, pero dispuesto á ejecutar por su parte el acuerdo de la junta, repuesto un tanto su ejército del descalabro de Rioseco, aunque sin la caballería que habia pedido, y le habia sido ofrecida, partió de Astorga (28 de agosto) con veinte y tres mil hombres, de ellos solo cuatrocientos ginetes, distribuidos en cuatro divisiones, y en regulares y bien combinadas jornadas llegó á Reinosa, donde estableció su cuartel general. Este movimiento obligó á Bessières á abandonar á Burgos y dirigirse á Vitoria. Blake, despues de varias evoluciones para ocultar sus proyectos al enemigo, avanzó á Villarca o de donde destacó la cuarta division para que se apoderára de Bilbao. Hizolo así el marqués de Portago que la mandaba (20 de setiembre), desalojando despues de algnn tiroteo á mil doscientos franceses que ocupaban la villa. Pero á los pocos dias marchó sobre ella el mariscal Ney, que acababa de entrar de Francia, con catorce mil hombres; y el de Portago, con arreglo á instrucciones para que no se comprometiera contra

fuerzas superiores, la abandonó (26 de setiembre), retirándose á Balmaseda sin pérdida alguna. Empeñóse Blake en recobrar aquella rica villa, y con su ejército reunido marchó sobre ella; al amanecer del 12 de octubre atravesaba la retaguardia la ria de Portugalete, y avanzaba rápidamente á la altura de Begoña: algunos batallones de la cuarta division arrojaron una columna francesa que ocupaba el Puente Nuevo; Ney abandonó la poblacion, y Bake entró en ella estableciendo allí su cuartel general.

En la marcha de Balmaseda á Bilbao recibió Blake un oficio de la Junta Central de Aranjuez, fecha 1.° de octubre, participándole un decreto, por el cual dividia los ejércitos españoles en cuatro, á saber: 1.° de la izquierda, que con el suyo debia operar en las Provincias Vascongadas y Navarra, cubriendo á Castilla, y se compondria de las tropas de Galicia y Astúrias; 2.° de la derecha, ó sea de Cataluña, á las órdenes de don Juan Miguel Vives; 3. del centro, á las del gene. ral Castaños; 4. de reserva ó de Aragon, al mando de Palafox. Oportunamente se incorporó á Blake una division de ocho mil hombres procedente de Astúrias, mandada por el antiguo y entendido militar, don Vicente María de Acebedo, dividida en dos cuerpos regidos por don Cayetano Valdés y don Gregorio Quirós, asturianos todos. Y como coincidiese por aquellos dias el desembarco en Santander de las tropas venidas de Dinamarca, el conde de San Roman, á quien se ha

bia dado su mando interino, ofreció unirse al ejército de la izquierda en tanto que recibia órdenes del gobierno, destinando desde luego des batallones ligeros á aumentar la guarnicion de Bilbao y tres regimientos de línea á Balmaseda. Concertó Blake sus movimientos con arreglo á los del enemigo, y el 24 de octubre se situó con la mayor parte de sus tropas entre Zornoza y Durango. Dejémosle allí, en tanto que damos cuenta de las posiciones de los demás ejércitos, esí españoles como franceses.

Habia Cuesta cuidado más de vengar sus resentimientes con los diputados de Leon, Valdés y Quintanilla, que de ejecutar los acuerdos del consejo de genera-les de 5 de setiembre. De tal modo desagradó su proceder á la Central, que le mandó comparecer en Aranjuez, ordenó que se pusiera en libertad á los diputados por él presos, y puso el ejército de Castilla interinamente á las órdenes de su segundo gefe don Francisco Eguía. Constaba aquel de ocho mil hombres, y fué destinado á Logroño, donde tomó definitivamente el mando don Juan Pignatelli. Tales ocurrencias y mudanzas no habian favorecido la disciplina y organizacion de las tropas castellanas.-Gonzalez de Llamas, que habia salido tambien de Madrid con las de Valencia y Murcia en número de cuatro mil quinientos hombres, situó en primeros de octubre su cuartel general en Tudela. Siguieronle de cerca la Peña y Grimarest con las divisiones segunda y cuarta de Andalucía, fuertes

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