Gancia Rico 1-1652 77062 INTRODUCCIÓN Raro es el escritor contemporáneo, narrador de los hechos o tratadista de los problemas del reinado de Carlos I, que ha logrado estimación completa de historiador, bien sea porque unos -como dice el sabio maestro Morel-Fatio- han tomado la investigación histórica como una actividad accesoria 1) a sus ocupaciones o como un pasatiempo, o ya porque al ver cuántas son la suma de dificultades que es necesario vencer, hasta el punto de reclamar una constancia y sacrificio incompatibles con la vida que ordinariamente hacen, no se han sentido con vocación suficiente para allanar este género de obstáculos. Por otra parte, en el grupo de escritores a que nos referimos, hay mucho de falta de estudio y una ligera presunción que el ilustre historiógrafo francés citado definió con estas palabras: "L'histoire moderne, chacun se croit en état de l'écrire. Des amateurs, des gens du monde, des hommes politiques, d'ailleurs parfois intélligents, mais d'une culture intellectuelle restreinte, s'improvisent historiens avec una facilité déconcertante" 2). Y tanto más es desconcertante cuanto más se acerca uno con voluntad y fe al sagrado templo de la verdad histórica y mide las lagunas que hay que salvar, el saber que hay que tener y la atención que hay que prestar y poner para aplicar con éxito mediano una vocación entusiasta y decidida. El propio Morel-Fatio castigó la inmodestia de la mayor parte de éstos al hacer público el juicio que le merecía la difusa, incorrecta y amazacotada obra de don Manuel Danvila y Collado titulada His 1) Historiographie de Charles-Quint. París, 1913, pág. 19. 2) Idem, pág. 4. toria crítica y documentada de las comunidades de Castilla 1), el cual es así: "Danvila, comme beaucoup d'hommes politiques de son pays qui se vouent à l'histoire dans leurs moments perdus, manquait tout à fait de méthode et travaillait à la vapeur 2); juicio que podrá parecer a muchos sobrado duro, pero es, en verdad, de lo más exacto que se puede escribir, hasta el extremo que nada tiene de ligero ni de exagerado, porque si se examinasen con detenimiento los registros de estancia y buscas de nuestros principales archivos, resultaría que muchos de los trabajos que publican de nuestra historia, sea general o carolina, apenas si han hecho por sí un hallazgo, ni una residencia, ni el más mínimo trabajo sobre los originales de los manuscritos de que hablan. Pero para llegar a esa comprobación no es preciso tanto, basta con fijarse y observar la inseguridad con que hablan, su falsa modestia en el fondo y en la forma; en fin, la timidez con que de los mismos se ocupan, aunque aquella forma se amase con todas las audacias que la ignorancia pone al servicio del atrevimiento y del cinismo; y, al descubrir la crasísima falta de los conocimientos absolutamente indispensables y de preparación cintífica. Por esto es incomprensible que se proclame llegada la hora de las síntesis, toda vez que lo hecho, como luego demostraremos más al detalle, no pasa de ser mediano y es mucho lo que resta por hacer y publicar para dar por poseído todo el aparato necesario al investigador y por terminado el período analítico. El error nace precisamente de que no son investigadores la mayoría de los que escriben de historia, y por ende, tienen inexacta y equivocada apreciación acerca de lo que queda sin haber merecido aún pasar por la imprenta. Por todo ello, no pueden apreciar ni determinar las fuentes que merecen ser estampadas, ni caer en la cuenta de la cantidad, ni hacer selección, y lo peor del caso es, que no saben aprovechar lo riquísimo que hay en casa, y lo más desconsolador aún, que no hay esperanza de que suceda lo contrario, porque, no basta que haya quien señale el mal y quien sepa cuál es el punto que debía remediarse; lo capital está en trazar el rumbo con seguridad abso 1) Publicación de la Academia de la Historia, tomos XXXV a XL del Memorial histórico español. Madrid, 1897. 2) Morel-Fatio: O. c., pág. 8. |