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qués de Belbis con cuarenta mil hombres en campaña, y el conde Mauricio con otros tantos. Avisan de Italia que los herejes de la liga de Grissa saquearon los católicos de Chaula, ciudad principal de Baltelina, y pidieron ayuda al duque de Feria, y diósela tal que recobraron su presa y robaron al enemigo. Avisan de Alemania que el Mansfelt, con los enemigos, hizo descercar una ciudad de Bohemia, degolló alguna gente, y algunos húngaros desmandados han entrado en la Austria superior. Tórnanse á rehacer los ejércitos del de Sajonia y del de Babiera, y en Italia hace gente el duque de Saboya y el de Feria. El conde Mansfelt, con el enemigo, aprieta las costas del Imperio. Está el Austria superior debelada de algunas interpresas de húngaros rebeldes, que hacen no pequeño daño.

A D. Fadrique de Toledo se dió una Encomienda de mil y quinientos ducados de renta al año. El corregimiento de Plasencia se dió á D. Diego de Guzman; y el de Alcalá la Real á Gerónimo Riban de Zúñiga. Su Majestad el Rey, nuestro señor, salió á la casa Real del Campillo á la brama de los venados; desde allí ha de ir á Balsain, y detenerse en San Lorenzo hasta fin de Octubre.

A ocho de Octubre se publicó en ésta Córte una Premática, en que se reducen á razon de á veinte los censos y juros impuestos á más bajos precios.

Dióse rebato en las tiendas de los joyeros de la calle Mayor y Puerta de Guadalajara, y sacóseles por justicia todas las valonas y zapatillas bordadas, almillas, ligas, bandas, puntas, randas, abaninos, puños aderezados, y otras galas de mujeres á éste modo, y otras cosas de que se les habia avisado muchas veces por el Consejo que no surtiesen sus tiendas, y en rebeldía hicieron los Alcaldes ésta diligencia por órden del señor Presidente; y aquella misma noche quemaron parte en la calle Mayor. Avalúanlo en valor de muchos ducados; y dícese que será principio para grandes reformaciones en trajes, cuellos y vestidos, por ser cosa supérflua lo que en ésto se pasa.

Consumiéronse los Alguaciles de la villa, que solian ser casi ciento y no han quedado más de los que bastan, para cada oficio de Escribano dos. Mandóse que de ninguna manera los porteros de vara de Villa, ni Córte, no prendan, aunque sea in fraganti, y á los Alcaides de las dos cárceles, no admitan los presos que éllos trajeren.

El conde de la Flor presentó á su Majestad dos caballos ricamente enjaezados. De la India oriental venian dos naves muy poderosas: la una tomó en Lisboa puerto, y la otra, por el temporal, no pudo; fué acometida de cosarios diferentes á un tiempo: dicen se defendió tres dias, y visto que no podian tomarla, la pegaron fuego. Fué grande la pérdida, porque se aprecia lo que traia á más de dos millones, y la mayor fué perecer seiscientas personas que venian en élla. Dicen pagaron su pecado los cosarios, porque en el Estrecho topó con éllos Don Fadrique de Toledo, y de trece vasos que eran, echó á fondo nueve, tomó dos, y los otros dos, por huir, encallaron.

No hay cosa de nuevo más de lo que he dicho á vuestra merced; avisaré de lo que fuere sucediendo. Guarde Dios á vuestra merced como deseo. De Madrid y Octubre 14, de 1621.

SEXTA CARTA

-QUE ESCRIBIÓ UN CABALLERO DESTA CÓRTE Á UN SU AMIGO.

E

N la pasada mia prometí á vuestra merced avisarle del fin de D. Rodrigo Calderon, porque ya cuando le escribí se temia y tenía por cierta su desgracia, que, cierto, ha granjeado general piedad en todos, porque con los tan acosados de la fortuna, es indigna la venganza: ¿quién persiguió al perseguido, y quién tiene ánimo, si se juzga con valor, para maltratar al caido y desdichado? Confiésole á vuestra merced diversos efectos en su muerte, aunque culpables de muchos los inclinados á fiereza; mas tanto vulgo como vió aquel desdichado juego de fortuna ¿cómo será poderosa á moderarlo la razon, ni hallar puesto fijo la

piedad?

Ayer, juéves, veintiuno de Octubre

deste año de seiscientos veintiuno, fué el dia más famoso que ha mirado éste siglo, adonde, con la muerte de D. Rodrigo Calderon, degollado en la Plaza Mayor de Madrid, el desengaño de la poca consistencia humana quedó tan claro, que pudiera verle el más ciego; muestra fué de la poca dura de las esperanzas mejor fundadas en la tierra, de las médras más seguras, y temor general para los mayores y más ocultos delitos, pues desde puestos tan altos derriban las culpas propias para topar el desengaño y el castigo, cuando el juicio humano le considera más apartado. ¿Quién fia en prosperidades de viento?: júzguelo vuestra merced por éste suceso, y por el curso apresurado de la vida deste cometa, que, desde el punto indivisible de su principio humilde, corrió el cielo de la mayor privanza y de la mayor riqueza, y al fin vino á parar en su principio, quebrando tanta soberbia con las mayores humildades y desprecios; nótese despacio por éste discurso de sus

cosas.

Fué D. Rodrigo Calderon hijo de Francisco Calderon, que, soldado en Flandes, le hubo en María Sandelin, alemana, legitimado después de algunos años por casamiento de los padres; nació en Am

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