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solo real, y se mandó á los señores Alcaldes D. Miguel de Cárdenas y D. Antonio Chumacero, fuesen á las costas del Andalucía á castigar los que han delinquido en esta parte; que las leyes no consiste su observancia en hacerse, sino en hacerse guardar. Habiendo tenido noticia el duque de Ciudad-Real que algunas naves de piratas 6 armada de enemigos andaba infestando los mares de Galicia, se bajó á las costas de Rivadeo á visitar y presidiar aquellos lugares, con tan gran cuidado y diligencia que enfrenó el orgullo que pudiera tener el enemigo de invadirlos; y hallándose cerca, visitando el Obispado, D. fray Rafael Diaz de Villanueva, Obispo de Mondoñedo, se fué á acompañar al Duque, y él y sus criados asentaron plaza de soldados, y entró de guarda los dias siguientes, haciendo sus centinelas. Y la mayor ayuda y mejor que dió fué socorrer á más de tres mil quinientos soldados pobres y gente de la tierra, que acudia á la defensa, por más de quince dias, para lo cual, no sólo vendió la plata de servicio, más los pectorales y la que pertenecia á la autoridad de la dignidad; que los buenos Prelados, su principal obligacion es el socorro de los pobres, y la opinion general de virtuoso le acredita, que es

la que da fama á los Prelados. Bien han entendido esta verdad los señores Cardenal de Jaen D. Sancho de Avila, Obispo de Plasencia, D. Francisco de Mendoza, Obispo de Málaga, D. Enrique Pimentel, de Cuenca; y todos lo entenderán así, que en esta parte, de buenos Prelados, bien dichosa ha sido y es nuestra provincia. No será inferior á ninguno D. Melchor de Moscoso y Sandoval, Obispo de Segovia, á quien consagró el Patriarca con los Obispos de Urgento (regla de buenos y constantes amigos, y en quien lo menos son las letras y experiencia) y coadjutor del Sr. Cardenal Infante, en la Capilla Real, con asistencia de la Reina y sus Altezas y de lo más ilustre de la Corte, por deudos y amigos; y despues les dió el consagrante un expléndido banquete. Y el que dió el señor Embajador del Emperador al señor Embajador de Dinamarca, en que se hallaron el señor Nuncio, Embajador de Inglaterra, conde de Sora, y otros personajes, fué á la usanza alemana, de más de dos horas de tiempo y de extraordinario regalo. En estos dias hizo su Majestad merced á D. Alonso de Toledo de título de marqués de Villamaina, y á Domingo de Oribe, de la Contaduría y pagador del Principado de Cataluña; y celebró el ani

versario y honras de la santa Reina Margarita, su madre, de quien nadie se acordará sin lágrimas, si fuera posible olvidarla, asistiendo sus Majestades y Altezas, los Prelados, Grandes, confesores y predicadores, celebrando el Patriarca y predicando el padre Jerónimo de Florencia: y en todo se mostró piadosamente el esplendor de la accion. Y cierto, que con gusto advierto á V. Excelencia, que hoy 23 hace años la Reina, que los celebraron con galas sus criados y vasallos, que si los lutos son sentimiento de la muerte de la pasada, las galas alegría de la vida de la presente; y para que todas las almas la consigan, á peticion de la Reina, nuestra Señora, Su Santidad concedió, en toda la octava de los Santos, fuesen de alma los altares todos de la iglesia de Santa María del Almudena. Y porque guardar el alma es la primera obligacion, puso en cobro la suya su hija mayor del señor Conde de Lemos en Santa Teresa de Lerma, olvidando las esperanzas que le pudiera causar su sangre, sus años y hermosura; mas la perfecta hermosura se perfecciona en el temor de Dios. Esta Imperial Villa, por alegrar los Reyes y festejar al señor duque de Neoburs, tuyo, á veinte, toros, el encierro alegre, y mas la entrada del Rey á

caballo, que le honró con su lado; no hubo desgracia, y las suertes del rejon, á que anduvieron D. Francisco de Valdés, con ocho lacayos de noguerado y plata, don Juan de Castilla con siete, á lo tudesco, de plata y nácar, D. Gaspar Bonifaz y don Jerónimo de Medinilla con otros ocho, fueron de galantería; y suertes no ménos airosas y arriesgadas, las que á la brida hicieron los duques de Ixar y Uceda, y la librea de terciopelo negro á doce lacayos, con tahalíes, aderezos y cabos de oro, fué señoril y vistosa. Las cañas guiaron cuarenta trompetas y atabales de librea blanca y encarnada, y cuatro acémilas con cañas; fueron cincuenta en seis cuadrillas, con penachos, toquillas, bandas, jubones, cabos, bandas de adarga y barbas turcas, encarnadas, negras, azules, blancas, nogueradas y verdes; buena la entrada, no errada la escaramuza y las cañas mejores que nunca; la noche dió fin á esta accion. Las desta carta han sido como V. Exc. inferirá, tantas, tan varias y tan grandes; dóile fin con advertirle que fortalece mucho á nuestra Santa Fé Católica y á las buenas costumbres considerar que de toda la grandeza aquí referida con tal puntualidad, dentro de cien años, y áun ménos, no habrá quedado sino lo que hubieren

obrado bien los contenidos en ella. Consideracion que áun á los gentiles, sin lumbre de fé, los templaba y componia, el saber que la historia habia de continuar en la memoria, como los aciertos, los defectos de los á que obligó la culpa del primer padre. Libre Dios á V. Exc. Cumplido hé con hacer gusto á todos la doctrina de Epiteto, asiendo del asa que me toca, si no asieren de la otra no es culpa mia, y bastantemente quedo premiado en obrar bien.

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