Imágenes de páginas
PDF
EPUB

racanes preservan de toda corrupción la atmósfera, y la defiende de los vientos ateridos del norte y del levante con esa barrera de montañas; ve en esas cordilleras inclinadas de oriente á ocaso las cortinas que tiende Dios para impedir la disipación de los vapores y condensarlos en agua bienhechora, los vastos filtros en que destila las aguas potables con que templan su sed los hombres y los ganados, los anchurosos cauces por donde vierte á la llanura los cristalinos manantiales que luego son arroyos y caudalosos ríos; ve en ellas el albergue que su solici tud paternal dispuso para tantos animales que dan á la criatura humana sustento y abrigo, el asiento y la nutrición de infinidad de árboles, arbustos y plantas salutíferas que no prosperan ni se dan en la rasa campiña, el receptáculo de muchos metales y minerales necesarios para las artes y la industria y cuya generación no podría hacerse bien por falta de humedad en los terrenos bajos y llanos; ve finalmente en esas montañas las ubres que destilan exquisitos vinos, los senos que ocultan las piedras preciosas; y su corazón, penetrado de religioso asombro y de reconocimiento profundo hacia el autor y regulador de la próvida naturaleza, siempre que contempla y estudia la varia y multiforme región de la Bética, ya la considere dorando el sol las rubicundas mieses y los verdosos olivares de sus campos, ya se la imagine sumergida durante la noche en las estrelladas tinieblas del éter en que gira el orbe, ya cubierta de flores, ya envuelta en el blanco manto de las nieves que en ella rara vez se teje, aquí orlada de pámpanos, allá coronada de espigas, une el himno espontáneo de sus alabanzas á la general armonía que levantan hasta el trono del Eterno las esferas.

El artista encuentra bellezas sin cuento, que elevan su alma al Hacedor, en las líneas de los horizontes, en los tonos de las arboledas, de las montañas, de los celajes, en los juegos de la luz sobre la rústica superficie de los montes que el ambiente interpuesto convierte en transparentes velos de plata y oro cubriendo caprichosos pabellones de raso azul. El poeta de alma

[blocks in formation]
[ocr errors]
[blocks in formation]

ardiente é intranquila prorumpe en cánticos de gratitud al dispensador de la paz y del descanso, fascinado por el espectáculo de la llanura al caer el sol en su lecho de púrpura, á la hora en que regresa el labrador al cortijo y el pastor á su majada, y en que se hace en los campos el religioso y elocuente silencio que invade las montañas, sólo interrumpido por el toque de oraciones, el ladrido del mastín que guarda el ganado y el zumbido del insecto. El historiador y el arqueólogo, penetrados de alto respeto al entrever en los monumentos de la Bética las señales del cumplimiento de un decreto providencial ignorado, cuyo sagrado nema sólo ha de abrirse á la consumación de los siglos, se limitan á admirar la manera cómo se han ido sucediendo en esta región, llamada sin duda á muy excelsos fines, todos los acontecimientos más grandes de la regeneración del linaje humano en la península Ibérica, de su preparación para recibir la semilla fecunda del cristianismo, y de su constante fe en la civilización inaugurada por el Evangelio.

Decid vosotras vuestra verdadera significación, ruinas venerandas de Carteya, carcomidos cimientos de Gades, que dormís bajo las cerúleas ondas del Océano, memorias enterradas de Medina-Sidonia y de Sevilla, preciosas reliquias de Itálica, disfrazadas ó derruídas basílicas visigodas, ostentosos alminares africanos, grandes y magníficos templos ojivales. Revelad vosotros el secreto de las conquistas é incursiones, derrotas sangrientas, enconadas rivalidades y glosiosos triunfos que estáis atestiguando. Manifestad qué destino atrajo á las costas un tiempo afortunadas de Tarteso á los pueblos más activos, industriosos, inteligentes y fuertes de la antigüedad: al Turdetano morigerado, al impetuoso Libio, al Griego astuto, al Celta robusto, al Rodio mareante, al Fenicio emprendedor, al Cartaginés codicioso, al Romano soberbio; y después al Vándalo sensual, al Sarraceno vanaglorioso, al sobrio y temible Castellano.

Entramos en el terreno propio del arte y de la historia: mucho tenemos que recorrer, y conviene tomar aliento antes de

lanzarnos á nuestras peregrinaciones, no siempre bonancibles en la descuidada tierra donde colocaron la morada de los bienaventurados los poetas de la antigüedad.

CAPÍTULO I

Nociones geográficas y etnológicas relativas á las dos provincias de
Sevilla y Cádiz

I alguna comarca ó porción del globo, dice un acreditado historiador contemporáneo (1), parece hecha ó designada por el grande autor de la naturaleza para ser habitada por un pueblo reunido en cuerpo de nación, esta comarca, este país es la España.› Respetando nosotros la convicción que la ha sugerido, creemos esta aseveración inexacta, porque cabalmente, y como lo reconoce más adelante su mismo autor, apenas podrá citarse un país por su propia topografía más ocasionado á las invasiones de los extraños y á presentar en cuadro confuso la coexistencia de distintos pueblos, de distintos idiomas, de diversas y variadas costumbres. Considerar los montes y los mares como obstáculos contra la poderosa actividad de las razas humanas, sólo le sería lícito al hombre recién salido de las ma

(1) D. MODESTO LAFUENTE en su Historia general de España. Part. 1.a, lib. I, cap. 1.

nos del Hacedor: sólo él podría figurarse que por tener España el antemural de los Pirineos en su unión con el resto del continente, y por límites dos mares en todo lo demás de su circuíto, la había formado Dios para ser la mansión de un pueblo aislado y uniforme, ni inquietador de los otros, ni por los otros inquietado (1).

En los instintos naturales del sér humano hay algo sin duda que le impulsa hacia los obstáculos y dificultades para tener el placer de vencerlos. Desde los más remotos tiempos, las ásperas cordilleras y las instables ondas, fueron, si no verdaderos alicientes para las emigraciones del hombre inquieto y codicioso, por lo menos la vía conocida, si bien la más peligrosa, para la satisfacción de esa natural codicia: porque el mismo hombre de las primeras edades debió mirar las gargantas de las unas como puertas franqueadas por la Providencia para la comunicación con sus semejantes, y el bonancible seno de las otras como un elemento análogo á la región etérea en que vive el ave, tan favorable como ella á la rápida traslación de los seres animados.

España, por otra parte, por la conformación interior de su suelo, todo repartido y cortado por interminables ramales de montañas preñadas de ricos minerales, de sierras exuberantes en vegetales de todas las zonas y de lomas coronadas de vides, viene á ser como el modelo de aquellas estatuas simbólicas llenas de ubres con que los griegos representaron la Abundancia; á lo cual se agrega el ser por su posición en el confín occidental de Europa, bajo un clima, templado para los habitantes de las gélidas regiones septentrionales, y fresco para los hijos de las abrasadas tierras del austro, como un punto de parada indicado por la naturaleza misma, como el término forzoso de las peregrinaciones de la raza humana al alejarse de su

(1) D. MODESTO LAFUENTE en su Historia general de España. Part. 1.a, lib. I, cap. 1.

« AnteriorContinuar »