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En vista de los ejemplos aducidos, en que se ven desde luego hermanadas una ornamentación de origen puramente oriental y una ejecución algo torpe y poco sentida, no podemos abrigar la más leve sombra de duda acerca de su procedencia visigoda. No necesitaríamos en rigor de los sólidos y prolijos argumentos empleados por el Sr. Assas para demostrar que los fragmentos que él antes que otro alguno discernió en Toledo, pertenecieron á fábricas de los cuatro primeros siglos del cristianismo libre; la sola ejecución de los adornos contenidos en estas reliquias es una prueba concluyente de que fueron godos los que los labraron. Hay en las artes del diseño un signo inequívoco para reconocer la mano del artífice, que es el modo de acentuar lo que se ejecuta. El escultor visigodo, imitador del arte del Bajo Imperio, no sabía comprender la belleza de lo que copiaba, y así en su obra se traducía la huella de la aplicación servil, no la del sentimiento.

Establecemos, pues, que la arquitectura de los godos no fué otra que la latino-bizantina, y que los templos que ellos erigían eran, por lo general, en su planta y disposición latinos, como muchos que desde los tiempos de Constantino se construyeron en el mismo Oriente, y como los de los ostrogodos y longobardos; y en su ornamentación, bizantinos, esto es, decorados de mármoles y jaspes, pinturas, mosáicos y taraceas de ingeniosas combinaciones de líneas y colores, y todos los caprichosos adornos que arriba dejamos enumerados: los cuales se esculpían en la piedra, con muy escaso relieve, cuando no había medio de trazarlos con pinturas y mosáicos, que eran la gala y el arreo predilectos de los artistas de Bizancio.

Una observación capital debemos consignar, y es, que después de la conversión de Recaredo, y cuando verificada la fusión de razas por las elevadas miras políticas de Reces wintho que hizo lícitos los matrimonios entre los godos y los hispano-romanos, se verificó la unión civil y religiosa española, siendo toda la península una en la fe, una en la lengua y una en el derecho,

SEVILLA

el arte presentó la misma maravillosa unidad desde el Pirineo hasta el Estrecho gaditano y desde el Mediterráneo al Océano. En virtud de esta grandiosa uniformidad, que nunca luégo ha vuelto á repetirse, á orillas del Ebro y del Pisuerga se erigieron durante el séptimo siglo construcciones idénticas á las que reflejaron en sus corrientes el Tajo, el Guadiana y el Guadalquivir: de manera que aunque no subsistan en pié en Toledo, Extremadura y Andalucía, los templos que fueron un día testimonio de la acendrada piedad de los Suinthilas, Chindaswinthos y Wambas, y de los Ildefonsos, Fideles y Masonas, deducimos con toda seguridad su estructura por las inapreciables reliquias monumentales que aún duran en Castilla la Rioja del tiempo de Receswintho

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y sus suce

ALCÁZAR

DETALLE DEL SALÓN DEL REY MORO

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De los templos de S. Vicente de Sevilla, de S. Geroncio de Itálica, de S. Justo y Pastor de Medinasidonia, de Sta. Florentina de Écija, de S. Ambrosio de Vejer, ¿qué queda hoy? El

recuerdo solamente.

Hemos dicho que su planta más general fué de forma latina. Esta forma es la de las antiguas basílicas; su fisonomía genérica, el rectángulo, dividido longitudinalmente en tres ó cinco na

ves, la del centro más elevada, y las laterales disminuyendo en altura sucesivamente. Esta diferencia de alturas se manifestaba al exterior, proyectándose la parte superior de la imafronte ó fachada en ángulo á manera de frontón: porque los arquitectos cristianos tomaron además de la antigua basílica romana la techumbre de madera. Muchos se imaginan que esta disposición fué privativa de las iglesias primitivas del Occidente; pero se engañan, porque aunque en el Oriente se introdujo desde la época de Constantino la costumbre de edificar iglesias y baptisterios de planta poligonal ó circular, sin embargo, allí mismo fué esto una excepción, y continuó la práctica general de erigir templos de naves paralelas; ni se necesitaría en caso de duda más prueba de este aserto que la forma de las primitivas mezquitas edificadas por los árabes en Siria, África y España, y la de las iglesias más antiguas de Asturias, continuación evidente de la arquitectura visigoda: todas uniformemente de planta latina.

Mas no por esto hemos de negar que pudieran construirse bajo los reinados de los Baltos edificios sagrados de aquellos otros tipos puramente orientales, como el Santo Sepulcro de Jerusalén y el San Vidal de Ravena. Lejos de eso, en la época en que más florecía la cultura visigoda, ya la arquitectura que nos atreveremos á llamar cupular iba en cierto modo avasallando á la latina. Generalizábase y prevalecía en Oriente, merced á la creación de los insignes templos de Santa Sofía y de los Santos Apóstoles de Constantinopla, debidos á la piedad y munificencia de Justiniano, y juzgamos imposible que su fama, juntamente con el deseo de imitarlos, no llegasen á nuestra Península teniendo nuestros Flavios fija su envidiosa mirada en el brillo de Bizancio, y principalmente á la Bética que había sometido las ciudades de su marina á las armas de aquel glorioso Emperador. Si esta conjetura no es infundada, descollarían las cúpulas bizantinas alternando con las techumbres latinas en las poblaciones españolas, y los discípulos de Antemio de Trales é Isidoro de Mileto verían prohijada la gallarda innovación de es

tos atrevidos constructores por los industriosos artífices del lado de acá del Estrecho.-Consistía principalmente la famosa novedad arquitectónica en haber levantado la cúpula de la rotonda romana sobre cuatro arcos triunfales, sin dar á su espacioso anillo más que cuatro puntos de apoyo, cubriendo con otros cuatro segmentos de esfera los espacios comprendidos entre las curvas del mismo anillo que quedaban al aire, y las curvas de los arcos que le servían de descanso. Estos segmentos, que nosotros denominamos pechinas, y la media esfera que sobre ellas se levantaba, se cubrían de vistosas pinturas ó mosáicos sobre fondo de oro. La planta del templo, emancipada de su primitiva forma latina, era una cruz formada por la intersección de dos naves; pero no como generalmente se cree una cruz griega de cuatro brazos iguales (1), sino una especie de representación de la cruz en que murió el Salvador, esto es, con el brazo de occidente más largo que los otros y como sirviendo de pié. Tal era la planta de Santa Sofía; tal asimismo la de los Santos Apóstoles: testigo Procopio (2).

No siempre descansaba la cúpula directamente sobre los cuatro arcos torales: muy á menudo se elevaba aislada de sus sostenes llevando en su parte inferior un tambor ó cuerpo de luces, perforado, por donde penetraba la claridad al crucero. Ni

(1) V. la interesante obra de M. Félix de Verneilh L'architecture byzantine, p. 14, donde se explica con toda claridad la planta de Santa Sofia.

(2) De Edificiis Justiniani, t. II, p. 13. «Templum omnium apostolorum: »>— <<Deinde hoc etiam perstitit, summa erga omnes apostolos pietate impulsus. Erat Byzantiis vetusta quædam ædes, cunctis dicata apostolis, quam ævi longinquitas sic labefecerat, ut collapsura prope diem videretur. Hanc Justinianus imperator funditus demolitam non solum instaurare studuit, sed majorem etiam facere et pulchriorem. Porro consilium hac ratione explicuit. Rectæ linæ designatæ sunt duæ, quæ se medias invicem secant, commissæ in formam crucis; altera ab occasu ad ortum directa, altera ad meridiem transversa à septentrione. Præter exteriorem parietum ambitum, interioribus columnarum ordinibus supra sunt infraque circundata. In commissura harum linearum, utriusque fere medium obtinente, conditum inauguratumque est sanctuarium: sic locum merito appellant, eorum vestigiis interdictum qui rei divinæ non operantur. Hinc inde procurrentia transversi spatii latera, inter se æqualia sunt: spatii vero in directum porrecti pars illa, quæ vergit ad occidentem, alteram superat quantum satis est ut figuram crucis efficiat.

siempre tampoco era una sola la cúpula del templo: el temerario arrojo de encumbrar sobre cuatro pilares una semi-esfera de 120 piés de diámetro estaba sólo reservado á los arquitectos

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de Justiniano, los cuales, hecho este inaudito esfuerzo, podían legítimamente renunciar á levantar en Santa Sofía más cúpulas que aquella. Los artistas menos hábiles ó atrevidos prefirieron aplicar el nuevo sistema con más seguridad y facilidad, y lo que

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