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CAPÍTULO XVIII

Tarik y Muza.-Razas y tribus que se establecen en Andalus.-Constitución del Califato

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PROVECHANDO Tarik el pánico que sus armas victoriosas habían difundido en la Bética, y siguiendo el consejo de D. Illán, dividió su ejército en varios cuerpos y se encaminó á Toledo por la vía de Jaén. Despachó á Mugueith con setecientos caballos en dirección de Córdoba; envió otra división sobre Málaga, y un tercer cuer

po camino de Elvira. Fueron tan rápidas y fructuosas sus conquistas, que todo el mediodía de España hasta el Tajo quedó en pocos meses sujeto á su autoridad. Su señor Muza Ben Nosseyr, gobernador de África á la sazón, no bien tuvo noticia de las riquezas allegadas por el intrépido caudillo, envidioso de su suerte y de su gloria y temeroso de que se alzase con lo más granado de los despojos y con las mismas poblaciones sojuzgadas, le envió repetidas y severas órdenes para que no pasase adelante hasta que él le acudiese en persona con nuevas fuerzas. Tarik, cediendo á su ya excitada codicia,

prosiguió sin embargo sus correrías, ganó á Toledo, se apoderó de los tesoros de la corte visigoda, y sabedor Muza de su desobediencia, juntó apresuradamente de doce á diez y ocho mi] combatientes (1), y dándose á la vela en Ceuta desembarcó cerca de Algeciras; desde donde, guiado por gente de D. Illán, tomó hacia el interior una dirección distinta de la que habían llevado Tarik y sus lugartenientes. Acompañaban al gobernador de África muchos árabes nobles de las más ilustres familias del Yemen y de los países conquistados por los musulmanes: entre ellos venían varios descendientes de los tabis ó primeros secuaces del Profeta, cuyos nombres eran venerados en toda la tierra obediente al Islam.

Condujeron á Muza con su poderoso ejército en dirección á Medinasidonia, ciudad que tomó por sorpresa dándosele á merced sus habitantes; de allí pasaron á Carmona, que, aunque ya expugnada por Tarik, había sacudido el yugo muslemita y declarádose independiente á favor de su posición inexpugnable. Para entrarla ahora, se valieron los sarracenos de un engaño: los partidarios de D. Illán, fingiéndose amigos ahuyentados por el furor de los infieles, imploraron de los habitantes ser guarecidos en sus muros, y llegada la noche, abrieron las puertas á los soldados de Muza. De aquí pasaron á Sevilla (Yshbiliah), la mayor y más importante ciudad de Andalus, cuyos pobladores, después de un mes de resistencia, la entregaron huyendo á Beja (Bájah). Fueron los judíos reunidos en la ciudadela, y en la ciudad quedó de guarnición un cuerpo sacado de las tropas mismas del general, quien inmediatamente marchó sobre Mérida.

Mientras se verificaba la expugnación de esta importante ciudad, los sevillanos, asistidos por los de Beja y Niebla (Liblah) se rebelaron contra sus nuevos dominadores degollando parte

(1) Los escritores consultados por Conde y Cardonne refieren que Muza trajo á España 10,000 infantes y 8,000 caballos.

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de la guarnición; vino á reprimir la sedición Abdalasis, hijo de Muza: hizo sangrientas ejecuciones en Sevilla, castigó duramente á los de Niebla, que también redujo al imperio del Islam, y volviendo á la antigua Híspalis, estableció en ella algún tiempo después la capital del imperio muslemita occidental.

Omitiremos como ajenos á nuestro propósito los singulares hechos de Muza y Tarik aunados en la rápida conquista de las provincias desde el Tajo al Ródano y desde Lugo á Barcelona, y nos fijaremos en el forzado regreso á Sevilla de los dos impetuosos generales, llamados por el inexorable mandato del califa de Damasco Alwalid. Corría el mes de Setiembre del año 713: entraban en la antigua corte visigoda del Guadalquivir las haces belicosas de ambos caudillos cargadas de inmenso botín, y sus capitanes sin embargo inclinaban la frente al suelo como doblada al peso de la desgracia por el desagrado con que su supremo señor y árbitro miraba desde la recelosa Damasco la inaudita prosperidad de sus armas. La idea de la rebelión no había apuntado siquiera en la mente de aquellos sumisos aunque poderosos súbditos: tanta era la fuerza del principio de autoridad y de su sanción religiosa en la infancia de aquella sociedad fanática y guerrera, que un mero precepto dictado desde tan lejos. y por quien de seguro no hubiera tenido poder para hacerse obedecer, había sido bastante á cortar á esas dos águilas rapaces su terrífico vuelo, haciendo á la más fuerte de ellas retroceder al monte de Abila cuando más se jactaba de poder realizar su grandioso sesgo por Afranc, Italia, la Iliria y Macedonia, volviendo á Siria por el Adriático y Constantinopla y volando de cumbre en cumbre desde el Pirineo hasta los Balkanes. Este pensamiento había asaltado al fogoso Muza al verse dueño de Carcasona y Nimes y con su gente dispuesta á cruzar el espumoso Ródano (1); pero fuéle preciso renunciar á este hermoso

(1) Lo consigna Ben Khaldún como opinión muy recibida en la corte de los Califas de Oriente. V. ALMAK., Cap. IV, lib. IV.

sueño de su ambición ante la expresa orden comunicada por Mugueith y reiterada por Abú Nasr, enviado al intento desde Siria, y recoger los pendones desplegados en Narbona y Galicia encaminándose todos los expedicionarios reunidos la vuelta del Guadalquivir. Entraron pues en Sevilla precedidos de carros arrastrando lentamente el peso de inmensos y preciosos despojos, entre ellos riquísimos objetos del culto cristiano, lámparas, coronas, aras, vasos sagrados de plata y oro, utensilios de exquisito trabajo cuajados de pedrería, y la famosa mesa llamada de Salomón, de oro purísimo con profusión de perlas, esmeraldas y rubíes; despojos que según el dicho de los escritores árabes sobrepujaban todo cálculo por su cuantía y toda descripción por su belleza. Las huestes vencedoras y sin embargo no regocijadas, se repartieron desde allí por las fortalezas y fronteras aún no bien defendidas: dió Muza á Abdalasis las instrucciones convenientes para la conservación de la Bética y la propagación paulatina y segura del Corán por todas las otras provincias: nombró generales para los diversos cuerpos de operaciones, asignó guarniciones, y se encaminó con Tarik á la costa, desde donde juntos zarparon para el África.— Detúvose algún tiempo en Cairwán, y al dirigirse al Oriente á dar á su soberano cuenta de su cometido, dejó el gobierno de aquella especie de Principado á su primogénito Abdallah, el conquistador de Mallorca; el de Maghreb ó África occidental á su hijo menor Abdulmalek; la defensa de la costa Tingitana con sus plazas y fuertes, á otro hijo suyo llamado Abdulalá. Llevóse los tesoros recogidos en su larga correría y treinta mil cristianos que había cautivado en la guerra; pero su corazón era presa de una profunda melancolía, presagiando el mal recibimiento que le esperaba en la corte del Califa. Su hijo Abdalasis, establecido en Sevilla, gobernó el Andalus por espacio de dos años sometiendo á la ley del Islam numerosas fortalezas y poblaciones que habían esquivado el yugo de Muza y de Tarik. Asegúrase que este Abdalasis fué asesinado por orden secreta del Califa Suleyman, hijo de

y

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