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ticos por las tres bandas de norte, levante y poniente. Otro patio había á la parte de oriente del templo, cercado con las oficinas y viviendas de los alfaquíes. El interior de la mezquita ofrecía una serie de naves paralelas tendidas de norte á sur y formadas de sendas arquerías, cuyo juego estribaba sobre columnas de mármol, reliquias de fábricas romanas, cubierta cada nave con su artesonado de madera labrada y pintada. Al sur de este edificio principal estaba el Mihrab ó santuario, que los árabes andaluces colocaron constantemente en esta dirección por no infringir la tradición de los musulmanes de Siria, si bien la razón de ella había dejado de serlo en las tierras de Occidente, donde no miraba ya á la Meca, estando fijo al mediodía, el lugar de la adoración. Á este santuario precedía un vestíbulo, llamado maksurah, recinto suntuoso y reservado que por los tres lados de oriente, norte y poniente, comunicaba con las naves. Era la maksurah un lugar privilegiado, cerrado en contorno por una especie de cerca ó verja labrada por ambos haces interior y exterior: este lugar era solo accesible al Imám y á los ulemas, alkhatibes, almocríes y otros ministros del templo. En la mezquita de Córdoba la maksurah era una de las partes más bellas del edificio, porque estaba dividida en tres secciones, cada una de las cuales formaba un recinto casi cuadrado coronado por una elegante cúpula, y todo su cerramiento era de caprichosas y fantásticas arquerías destacadas sobre un fondo de peregrina labor mosáica; pero en Sevilla no se sabe qué disposición tenía. Tampoco consta si, á la manera de algunas mezquitas africanas, presentaba la de Sevilla varios santuarios ó mihrabs, ó bien tenía uno solo; ni si el interior del templo estaba dividido en cuartos ó secciones destinadas á separar la gente por clases y sexos durante la celebración de las ceremonias religiosas. En el mihrab se conservaba el libro del Korán, y de consiguiente era el lugar decorado con mayor lujo. Cerca de este santuario estaba el mimbar, púlpito donde hacía sus rezos el Sultán; solía estar adornado con dos banderas, y se colocaba siempre dentro

de la maksurah. En frente del mihrab había una tribuna (khutbé) desde donde el Imám predicaba al pueblo, y una especie de palco cuadrado, en el cual se situaba el que repetía el llamamiento á la oración que se había hecho por fuera desde los alminares. En medio del atrio ó patio que precedía á la mezquita por el lado del norte, había una gran fuente con su cúpula, y en sus cuatro ángulos otras tantas bóvedas ó cisternas que servían de baños para las abluciones (1). Poblaba este patio gran espe sura de naranjos, palmas y otros árboles, así como el otro patio que caía, según hemos dicho, á la parte de oriente, estaba plantado de olmos, que le dejar su nombre (2). Tenía ci edificio puertas en sus tres fachadas. Es probable por ú' imo que no faltaran en la gran mezquita de Yusuf y Yakub las cons. trucciones accesorias, de tan variado número y extensión, que había anejas á los otros templos mahometanos de Asia y Egipto. Generalmente se destinaba en las mezquitas un lugar retirado, especie de jardín (raudha) plantado de cipreses, para colocar en él el turbé ó sepulcro del fundador: y era raro el edificio religioso donde no hubiese además madrisas ó escuelas para los pobres, carvaseras y hospitales para los peregrinos y enfermos, bibliotecas para la gente estudiosa, baños, abrevaderos, establos y otras dependencias, sostenidas con los legados y limosnas de los musulmanes poderosos y timoratos.

Pero la construcción más notable de todas las adyacentes al cuerpo de la mezquita de Sevilla era su famosa torre que llamamos vulgarmente la Giralda. Este precioso alminar viene á ser hoy uno de los más interesantes modelos del segundo estilo sarraceno, mal llamado de transición. Su planta es cuadrada: dicen que en sus cimientos enterró el arquitecto de Yakub ben Yusuf preciosos fragmentos del arte romano arrancados por las inju rias del tiempo y de las invasiones á los monumentos de la an

(1) Zúñiga dice que, aunque cegadas, se reconocían en su tiempo sus ent (2) El nombre de patio ó corral de los olmos duró hasta la construcción nueva Capilla real, de que hablaremos á su tiempo.

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tigüedad. El cuerpo inferior es de sillares; todo lo demás de ladrillo. El espesor del muro en la base es de nueve piés, y aumenta gradualmente á medida que la construcción va subiendo,

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de modo que la capacidad interior se va estrechando y acaba por formar una especie de bóveda. Ocupa el centro de la torre un eje ó machón de robusta fábrica, que consolidando el edificio, sirve de apoyo á treinta y cinco rampas ó pendientes sostenidas

en bóvedas de ladrillo, por las cuales se pudiera cómodamente subir á caballo hasta la plataforma. El uso de estas rampas ó planos inclinados fué introducido por los artistas del Bajo Imperio. En Rabat, Marruecos y Túnez hay torres semejantes á esta de Sevilla: los famosos campanarios de la catedral de Torcello y de San Marcos de Venecia ofrecen exactamente la misma planta y disposición; sólo su ornamentación es más pobre. Comparando estos diversos edificios entre sí, pero con poca crítica, han llegado algunos eruditos á asignarles á todos un origen común, y han fijado en Constantinopla el tipo de las torres de Venecia y Sevilla, construídas en época en que sarracenos y venecianos mantenían relaciones frecuentes con los bizantinos (1).-Rompen el macizo de los muros en las cuatro fachadas del alminar sevillano, ventanas y ajimeces que siguen la dirección de las rampas, y marcan de consiguiente alturas distintas en cada fachada, motivando de este modo una amena variedad en la decoración, no obstante homogénea, del conjunto. Unas ventanas presentan el arco ultrasemicircular, otras el ojival exornado con caprichosos angrelados que fingen graciosos festones. Los ajimeces están encerrados en arcos ornamentales de fantásticas curvas, y los adornos de delicada axaraca que los flanquean presentan seg. mentos de arcos que se enlazan remontándose y formando como celosías dispuestas para cubrirse de trepadoras enredaderas. Suponen algunos que desde la plataforma se levantaba un segundo cuerpo piramidal (2); pero no hallamos ningún documento antiguo que lo abone; lo único que dice la Crónica del rey don Alonso el Sabio es que sobre el cuerpo principal que acabamos de describir había otra torre de ocho brazas, de grande maestría, é á la cima della quatro manzanas redondas, una sobre otra, de tan gran obra é tan grandes, que non se podian facer otras tales. De este majestuoso y bello remate nos deja la

(1) V. á BATISSIER. Del estilo árabe en España, p. 431. (2) Id. ibid.

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misma Crónica de España colegir las siguientes noticias. Del último cuerpo de fábrica se levantaba en el centro un perno ó espiga donde estaban como ensartadas cuatro bolas ó manzanas doradas, que iban gradualmente disminuyendo de diámetro. La inferior y más gruesa era de tal tamaño, que cuando la trajeron á Sevilla no pudo caber por la puerta, y tuvieron que romper esta y ensanchar la entrada. Su labor formaba doce gruesas canales, cada una de cinco palmos de anchura, y era tal su brillo, que cuando la hería el sol se veía resplandecer á más de una jornada de distancia (1). El artífice que hizo esta manzana y la colocó en lo alto de la torre, mereció que su nombre pasara á la posteridad en los escritos del sabio historiador Abdel Kalín: llamábase Abú-el-Layth y llevaba por sobrenombre el Sikile designa como natural de Sicilia.

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Además de esta torre tenía la mezquita á la banda de poniente otra que había pertenecido á la cerca antigua de la ciudad, y que permanecía en pié con el nombre de torre de san Miguel cuando el docto Zúñiga escribía sus Anales. Nada podemos hoy decir de su estructura, ni conjeturar por consiguiente si era, como el citado analista se inclina á creer, de época anterior á la irrupción sarracena, ó bien construcción arábiga. Uno y otro origen son posibles, porque si la primitiva catedral del tiempo de san Isidoro estaba contigua al muro de la ciudad, bien pudo aquella torre formar parte de este muro, que visiblemente continuaba por la calle de la Borceguinería hacia donde estaba la puerta de la Carne: y si su construcción fué sarracena, nada se opone por cierto á que la mezquita de Sevilla tuviese más de un alminar, no habiendo entre los musulmanes ley ninguna que limite su número. La única regla sobre este particular era que no pudieran tener cuatro alminares sino las mezquitas de fundación imperial: y que estas torres entre los

(1) En los sellos antiguos de Sevilla, que llevan en el reverso la imagen de la ciudad, se ve el aspecto que tenía la torre con aquellas manzanas.

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