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tímpano entre la puerta y el arco presenta asimismo tres hornacinas con sus repisas y marquesinas para colocar otras imágenes. También ofrecen hornacinas con sus repisas y doseletes

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los estribos que flanquean el arco central, y rematan en molduras prismáticas sin agujas por no estar terminada la decoración. Sobre el arco principal hay un conopio cuyo grumo se descompone en dos frondas abiertas: de su centro salen, como tallos

de una planta peregrina, dos arcos que voltean uno á cada lado, y en medio un tallo recto que reviste en su ascenso otras dos frondas y se corona por un pequeño grumo. En la parte superior, dos grandes ventanas ornamentales y profundas, de cenefa relevada, forman como dos tribunas, encima de las cuales hay sendas claraboyas circulares dentro de unos arcos rebajados. Los otros estribos de esta caprichosa fachada son cilíndricos y revisten columnillas que terminan en pináculos en la zona baja, y en la alta presentan delgados cuerpos prismáticos y cilíndricos alternados, que rematan en agujas y pináculos. El arco central está inscrito en el lambel característico del siglo xv, y en las enjutas se ven, á un lado un jarrón de que brota una planta, como lirio, y al otro un escudo de armas sostenido por leones. -El lado exterior de la derecha solo ofrece una torre moderna

de poco gusto, y la decoración externa de la capilla de la Antigua, donde se ven estribos con columnillas de fajas espirales terminando en pináculos. El lado de la izquierda, en el cual no hay capillas, y donde por lo mismo los empujes de las bóvedas habrían carecido de contraresto, ofrece arbotantes adintelados que arrancan de robustos estribos, formando en la angosta calleja á que mira una especie de galería de extraño y romántico efecto. Súbese á la fachada de la iglesia por una espaciosa y regia escalinata.-El interior es de tres naves, las laterales muy angostas y de la misma elevación que la central. Los pilares son cilíndricos con baquetones que suben á formar la nervatura de las bóvedas. En el muro de la derecha hay cuatro capillas, en el de la izquierda solo retablos. Ventanas, ya de medio punto, ya de ajimez, lambeles historiados, capiteles de cabecitas bien esculpidas, repisas de graciosos follajes, completan la decoración y ornamentación de esta preciosa y original basí lica.

La de san Pedro no ofrece en su arquitectura remodernada cosa que de notar sea; pero su altar mayor luce un gran retablo de bella pintura del siglo xv, dividido en numerosos com

partimentos en que se representan los pasajes de la vida y martirio del Santo apóstol titular.

Entre las antigüedades de Arcos más dignas de memoria, recordamos con dolor una torre y puerta árabe que se estaba demoliendo á nuestra llegada á la ciudad, bajo el pretexto de que interrumpía la línea de una tortuosa y desnivelada calle; otra puerta árabe que da salida al campo; y por último, la preciosa portada de la casa del conde del Águila, de estilo gótico florido, de que forma parte el graciosísimo ajimez que copiado te presento (1). No te figures que este ajimez es lo único bueno en esa portada; al contrario, toda la fachada desde la cornisa hasta el cimiento, es una joya del arte del siglo xv, y como modelo de construcciones civiles de uso particular en aquella edad, es impagable.

Seguimos por la corriente del Guadalete arriba, dejamos á BORNOS Con sus afamados baños y otras poblaciones de olvidada historia y oscurecidos timbres, y llegamos á la enriscada y terrible OLVERA, rival de Morón como refugio proverbial de la gente de vida airada (2), ominosa á los legionarios de Napoleón, á quienes, según cuenta M. de Rocca (3), hicieron sus vecinos comer carne de asno.-De aquí, atravesando el Guadalete, vamos á GRAZALEMA, la antigua Lacidulia, adherida á la manera de un nido al tope de una escabrosa montaña, cuyos habitantes no recuerdan más hechos históricos de sus padres que haberse cebado como buitres en la retaguardia de una división francesa. - Va ahora el camino por las alturas una buena pieza separándose del Atlas de las cordilleras andaluzas, el Pico de san Cris tóbal, para meterse en la sierra de Ubrique y bajar á GAUCÍN, donde en Setiembre de 1309 fué muerto Guzmán el Bueno.— Está el pueblo situado al borde de un profundo tajo, y desde la elevación que ocupa su morisco castillo, medio arruinado por

(1) V. la lámina Arcos de la Frontera-Ajimez de la casa del Conde del Águila. (2) Mata al hombre y vete à Olvera, dice el refrán.

(3) V. su libro Guerre en Espagne.

una explosión el año 1843, se goza á lo lejos la vista de Gibraltar, peñasco semejante por su corte á la muela de un Titán levantada en la espléndida llanura de líquido ultramar del Estrecho. Subimos la cuesta de JIMENA DE LA FRONTERA, villa del rey de Granada en el siglo xv, expugnada por el mariscal Pedro García de Herrera con las huestes de la ciudad de Jerez en el mes de Mayo de 1431, después de un encarnizado combate de tres días; atravesamos el riachuelo que se ilustra con su nombre, salimos á la llanura de la costa marítima, paramos un instante en SAN Roque, cabeza del Campo de Gibraltar, construido en 1704 después de la pérdida del Peñón con las reliquias de la segunda Carteya, y nombrado así por una ermita que el cristiano Esculapio tenía en aquel paraje; y dejamos á nuestra izquierda las famosas Lineas con los escombros de los fuertes de San Felipe y Santa Bárbara, que levantó Felipe V, y que fueron derribados en días de triste recordación (1).—Aquí acaba España, y empieza Inglaterra!

La pérdida de la plaza de Gibraltar ocurrió de la manera siguiente. La guarnición que teníamos en tan importante, presidio no llegaba á cien hombres, inclusos los paisanos. En vano fué que el gobernador don Diego Salinas, receloso de un golpe de mano de parte del príncipe de Darmstadt, resuelto favorecedor de la causa del Archiduque Carlos de Austria, pidiese aumento de fuerza para la plaza. El día 2 de Agosto de 1704 echó Darmstadt de improviso sobre el peñón dos mil hombres de desembarco, los cuales inmediatamente cortaron toda comunicación por tierra y por mar, é intimó la rendición á Salinas. Dos días resistió éste la furiosa embestida de los ingleses, pero faltándole de todo punto elementos con que prolongar la resis

(1) Los destruimos en 1810 los españoles, y lo más triste es que para esta obra de devastación imploramos el auxilio de los mismos ingleses, contra los cuales habían sido levantados por el primer Borbón que reinó en España! El coronel Harding se digno entonces prestarnos sus ingenieros para demoler aquellas fortalezas, sólidas como rocas, que eran una protesta permanente contra los dueños del

Peñón.

tencia, hizo una honrosa capitulación saliendo él de la plaza con todos los honores y ofreciendo el austriaco conservar á los habitantes su religión, sus bienes, sus casas y privilegios. Mas esta condición no fué cumplida, porque los templos fueron profanados, las casas saqueadas, y los vecinos tratados con todo el rigor de la guerra. En esta infracción del derecho de gentes descansa la posesión de Gibraltar por la Gran-Bretaña. Conviene tenerlo presente por si llegase el día en que dejara de ser la fuerza el alma del derecho.

y

Pero volvamos á erguir la sonrojada, frente al descubrir en el vasto hemiciclo de una magnífica bahía, más allá del Palmones del Guadarranque, la moderna ALGECIRAS, reedificada sobre la morisca ciudad antigua por Carlos III en 1760, y por consiguiente más recomendable por obras de comodidad pública que por el carácter artístico de sus construcciones.

La ensenada en que está Algeciras era el portus albus de los romanos, y la isla Verde ó de las Palomas que tiene en frente, fué la jeziratu-l-khadrá de los sarracenos. Fué conquistada por el caballeresco don Alfonso XI en 1344, después de un obstinado cerco de veinte meses, al que acudieron cruzados de toda la cristiandad. Entonces fueron destruidas la antigua población y sus fortificaciones.

De Algeciras á TARIFA va el camino por una soberbia montaña digna de las regiones tropicales, desde la cual se descubre el más grandioso panorama que es dado gozar. Una druídica selva de naturaleza gigantesca y bravía, que solo pide un Salvator Rosa para que de todas partes se acuda á admirarla, abre su enmarañada espesura al Guadamecil, el cual, por entre angostas quiebras y peñascales, baja murmurando al Estrecho. Las añosas ramas de los alcornoques, que parecen teñirse de sangre cuando las hiere el sol de ocaso, sirven de cortinaje al cuadro encantador de la bahía de Algeciras, que cae al Este terminando en la lengua de tierra donde se incorpora como en acecho el importuno leopardo inglés con la presa hecha en

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