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ventajosa posible sacrificando la España. Desmayaban unos, volvian otros los ojos al Austria, y otros pensaban en el de Orleans para el caso en que Felipe se viese obligado á abdicar la corona. Que el de Orleans abrigaba estas aspiraciones cosa fué que llegó él mismo á confesar á su tio en esplicaciones que entre los dos mediaron, y que á Luis no pareció pesarle, ó por lo menos lo tomó como un medio y una solucion más para sus combinaciones. La princesa de los Ursinos, nunca amiga del de Orleans, era la que vigilaba activamente su conducta y la de sus agentes en España, y con su acostumbrada habilidad hizo que se descubriera en el equipaje de uno de ellos una parte de la correspondencia entre el duque y el general inglés Stanhope, su antiguo compañero en galanteos. Con tal motivo reiteró Felipe V. sus quejas á su abuelo, y le rogó con instancia que no permitiese al duque de Orleans volver á tomar en ningun tiempo el mando del ejército de España, porque sería la señal de la explosion, y acaso de la ruina del trono. Conoció entonces Luis XIV. los peligros de su condescendencia con los proyectos del sobrino, y temiendo los resultados de su insistencia se constituyó como en mediador entre el sobrino y el nieto, y ofreció á Felipe obrar en el sentido que él descaba (4).

a.-Bel ndo, Hist. Civil, tom. I.

(4) San Simon, Memorias, tom. V. Historia de los proyectos c. 71. del duque de Orleans-sobre Espa

Entretanto el rey don Felipe habia dado otra prueba de su resolucion de no abandonar nunca la España, convocando Córtes de castellanos y aragoneses para el reconocimiento de su hijo el infante don Luis como príncipe de Asturias y heredero del trono de Castilla; fué en efecto reconocido y jurado el príncipe con universal beneplácito y con toda la solemnidad y ceremonias de costumbre en las Córtes á este fin congregadas en la iglesia de San Gerónimo del Prado de Madrid (7 de abril, 1709). Mas por si alguno dudaba todavía de la firmísima resolucion del rey don Felipe en esta materia, escribió otra vez á su abuelo la siguiente carta (17 de abril), notable por la vigorosa energía con que de nuevo se afirmaba en la decision que siempre habia manifestado.

«Tiempo hace que estoy resuelto, y nada hay en >>el mundo que pueda hacerme variar. Ya que Dios »ciñó mis sienes con la corona de España, la conser» varé y defenderé mientras me quede en las venas una »gota de sangre: es un deber que me imponen mi con>> ciencia, mi honor, y el amor que á mis súbditos pro>>feso. Cierto estoy de que no me abandonará mi pue>>blo, suceda lo que quiera, y que si al frente de él espongo mi vida, como tengo resuelto antes que aban»donarlo, mis súbditos derramarán tambien de buen » grado su sangre por no perderme. Si fuera yo capaz de abandonar mi reino ó cederle por cobardía, estoy >cierto de que os avergonzariais de ser mi abuelo. Ar

>>do en deseos de merecer serlo por mis obras, como >> por la sangre lo soy: asi es que jamás consentiré en >un tratado indigno de mí.... Con la vida tan solo me >> separaré de España; y sin comparacion quiero mas >> perecer disputando el terreno palmo á palmo que em>>pañar el lustre de nuestra casa, que nunca deshon>>>raré si puedo; con el consuelo de que trabajando pa»ra bien de mis intereses, trabajaré al mismo tiempo >>en obsequio de los vuestros y de los de Francia, para >> quien es una necesidad la conservacion de la corona >>de España (1).»

No con menos entereza se condujo con el pontífice. Aunque afecto Clemente XI. á la causa y dinastía de los Borbones, habiase visto obligado á someterse al ajuste impuesto por los alemanes, como indicamos poco há. Pero respecto al reconocimiento del archiduque, imaginó que podia salir del embarazo adoptando un término medio, ó mejor diriamos ambíguo, reconociéndole solamente como rey Católico, no espresando de España. Sucedióle con esto que no satisfizo á los austriacos, y disgustó de tal modo al rey don Felipe, que dándose por muy ofendido mandó salir de España al nuncio de S. S., cerró el tribunal de la nunciatura, prohibió todo comercio con la córte romana, cortó toda comunicacion con la Santa Sede, sino en las cosas que pertenecieran esclusivamente á

(4) Memorias de Noailles, tom. IV.

la jurisdiccion y potestad espiritual, y tomó otras semejantes medidas, que fueron principio de largas y ruidosas disidencias entre la córte de España y la silla pontificia, que duraron largos años, y de las cuales habremos de tratar separadamente 1).

Mas todos estos arranques de firmeza de parte del rey no impedian que, escitado el espíritu independiente de los españoles contra todo lo que fuera someterlos á la intervencion de agentes estrangeros, creciera en ellos el disgusto y se aumentáran las quejas contra la Francia, contra Amelot, y aun contra la princesa de los Ursinos, á quienes suponi an autores de las calamidades que afligian al reino. Este descontento y esta oposicion, que se manifestaba en el seno del gabinete, irritó al embajador francés en términos que perdiendo su habitual comedimiento y su carácter naturalmente conciliador, comenzó á tomar medidas severas contra los magnates desafectos á Francia, y consiguió que fuesen separados del consejo Montellano y otros que se hallaban en igual caso, lo cual no hizo sino aumentar la popularidad de los separados. Hubo entre los grandes quien, como el de Medinaceli, propuso unirse con los aliados contra los franceses, que con tratos y proyectos ofensivos á la lealtad española parecian querer arrebatar á la nacion

(4) San Felipe, Comentarios. Memorias de Tossé.-Id. de Maca-Belando, Historia Civil, P. I. naz, cap. 147 y 158. cap. 74.-Noailles, Memorias.

un rey que amaba y veneraba, y con quien habia identificado sus intereses y sentimientos. Y estas ideas se difundian por el ejército, cundian hasta el soldado, y llegó á tanto la animadversion con que miraban las tropas españolas á las francesas y la prevencion del pueblo contra los de aquella nacion, que hubo motivos para temer que el populacho de Madrid inmolára un dia los franceses residentes en la córte ("). Y como cualquiera que fuese la combinacion que produjeran las negociaciones que andaban pendientes, los españoles calculaban que habia de producir, en unos ú otros términos, la desmembracion de la monarquía, que era lo que ofendia mas el nacional orgullo, no veian otra áncora de salvacion que sostener á Felipe, á quien hallaban siempre dispuesto á morir en España y por España.

Valióse mañosamente de esta disposicion de los ánimos la princesa de los Ursinos, y si bien hasta entonces habia apoyado todas las medidas propuestas por el embajador francés, en esta ocasion no tuvo reparo en sacrificar á Amelot, y mostrándose indignada al saber las proposiciones humillantes hechas á Luis XIV. por los confederados, y haciendo recaer sobre el embajador el peso y la responsabilidad de las medidas impopulares, pidió su destitucion, empleando tambien para su objeto todo el influjo que con

(1) San Felipe, Comentarios, tom. II.

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