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Cómo el Almirante pasó á otras islas, que desde la Fernandina se veian

Por no haber hallado en esta isla cosa de importancia, navegaron el viernes 19 de Octubre, á otra llamada «Saometo» á la cual puso por nombre la «Isabela», el Almirante, para proceder con orden en la imposición de los nombres, pues á la primera que llamaban Guanahani los indios la llamó «Gloria de Dios,» que se la había mostrado librándole de muchos peligros; San Salvador» á la segnnda por la devoción que tenía á la Concepción de María Santísima, y por el principal favor que en ella tieVOL. I.

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nen los cristianos, llamó, Santa María de la Concepción; á la tercera, llamó «Fernandina,» en memoria del Rey Católico y á la cuarta Isabela, por respeto á la serenísima Reina doña Isabel y después á la que halló primero que Cuba,la llamó «Juana», en memoria del Príncipe D. Juan, he. redero de Castilla, teniendo cuidado de satisfacer, con estos nombres á la memoria espiritual y temporal.

Es verdad que en cuanto á la bondad, grandeza y hermosura, la Fernandina, se aventajaba mucho á las otras islas, porque fuera de ser muy abundante de aguas, bellísimos prados, y árboles, entre los cuales había muches aloes, se veían collados y montañuelas, que por ser muy llanas, no tenían las otras islas. Enamorado de su belleza el Almirante, desembarcó por hacer la ceremonia de la posesión en tierra de tanta amenidad y hermosura, como tiene España, por Abril; se oia el canto de les ruiseñores y otros pajarillos, tan suave que no sabía volver á la barca y no solo volaban entre lor árboles, sino en bandadas tan grandes pasaban, que obscurecían el sol; la mayor parte era diferente de los nuestros y por ser tierra de muchas aguas y lagunas, en una vieron una serpiente de siete pies de largo, y un pié de vientre, la cual perseguida de los nuestros, se echó en el agua; pero por no ser pro

funda, la sacaron con las lanzas, no sin espanto y admiración, por ser de aspecto feroz y horrible; pero el tiempo adelante les enseñó la experiencia ser la más agradable comida que tenían los indios porque deshollada, tiene la carne muy blanca, de suavísimo y agradable gusto, yes llamada por los indios «Giwwana.» Aderezada esta caza, deseando conocer más la tiera, dejando para el día siguiente esta serpiente, en que mataron otra de la misma suerte, prosiguienron en reconocer la isla y hallaron un pueblo cuyos indios huyeron á los montes, con lo que podían llevar de su hacienda; pero el Almirante no consintió se tocase en cosa ninguna de las que dejaban, por que no tuviesen por ladrones á los cristianos de que resultó que perdiendo el miedo poco a poco los indios, volvieron á rescatar voluntarios á los navios, como habían hecho los demás.

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CAPÍTULO XXVI.

Cómo el Almirante descubrió la isla de Cuba, y las cosas que en ella halló.

Habiendo sabido el Almirante los secretos de la isla Isabela, y el tráfico y modo de aquella gente, no quiso perder tiempo corriéndola porque eran muchas islas semejantes entre sí, como decían los indios, por lo cual salió con buen tiempo para ir á una tierra muy grande, llamada Cnba, que estaba hacia el Mediodía, el domingo 27 de Octubre y llegó á la costa del Norte de ella; al punto que la vieron reconocieron ser de mejor bondad y calidad que las que van referidas, tanto por la hermosura de los montes y collados, como por la variedad de los árboles y de los campos y por la grandeza y dilatación de sus campiñas y

ríos, y para tomar lengua y noticia de sus gentes, echó anclas el Almirante en un gran río, donde los árboles eran muy pomposos y altos adornados de flores y de frutos y diferentes de los nuestros; había una infinidad de pájaros, diversos de los nuestros y tanta amenidad que era increible, porque se veía la yerba muy alta y diferente de la nuestra, aunque había Verdolagas, Bledos y otras semejantes, las cuales no eran conocidas por su diversidad y habiendo ido á dos casillas, que no lejos se veían, las hallaron sin gente, que había huido de miedo, dejando sus redes y los demás instrumentos de pescar y un perro que no ladraba, Pero no se llegó á cosa alguna, como había mandado el Almirante, porque le bastaba ver la calidad de las cosas que usaban para su mantenimiento y servicio. Vueltos á los navíos, prosiguieron su viaje hácia Occidente'y hallaron otro río, al cual el Almirante llamó de los Mares; era mucho mayor que el referido, porque podía entrar por su boca un navío con mucha anchura, y estaban muy pobladas sus riberas; pero luego que sus gentes vieron los navíos, huyeron á los montes que se veían muchos, altos, redondos y llenos de árboles y plantas amenísimas, en los cuales escondieron los indios cuanto pudieron llevar; con que no pudiendo entender el Almirante la cali

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