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Después que los indios de la Canoa recogie ron la tortuga, acabando su pesca con otros dos pe ces que habían tomado antes, se llegaron á la barca prontamente para saber lo que querían los nuestros, y habiéndolos mandado los cristianos que fuesen con ellos á los navíos, lo ejecutaron, y el Almirante los recibíó con mucho agasajo y supo de ellos que por aquel mar había infinitas islas, y luego le dieron cuanto tenían; pero el Almirante no quiso que se tomase sino es el pescado, porque lo demás eran sus redes, anzuelos y calabazas que llevaban llenas de agua para beber, y dándoles algunas cosillas. los dejó ir muy contentos, y prosiguió su viaje con determinación de que no durase mucho, porque le empezaban á faltar los bastimentos, que si hubiera tenido abundancia de ellos, no se hubiera vuelto á España, sino por el Oriente, aunque se hallaba muy trabajado, así porque comía mal, como porque desde que salió de España hasta 19 de Mayo no había dormido en cama, en cuyo tiempo escribía esto, excepto ocho noches, que por estar enfermo se acostó, y si otras veces tuvo las fatigas que van referidas, en estas se le doblaron, por la innumerable cantidad de islas, entre las cuales navegaba, que era tanta, que en veinte días de Mayo descubrió 71, fue.

ra de otras muchas que se divisan al ponerse el sol hácia al Oues-Sudoeste.

No solo da miedo la gran multitud de islas que se ven á todas partes, pero causa mayor espanto ver todas las tardes, que nace de ellas una niebla hácia el Leste, que parece quiere caer una gran lluvia, y mucho granizo, tantos son los truenos y los relámpagos; pero al salir la luna se desvanece todo, resolviéndose alguna parte en lluvia y viento, lo cual es tan ordinario y natural en aquel país, que no solo sucedía en las tardes que navegaba por él el Almirante, pues yo también ví lo mismo en aquellas islas el año 1503, viniendo al descubrimiento de Veragua. Aquí sopla el viento regularmente de noche, de la parte del Norte porque sale de la isla de Cuba, y después de salir el sol, se vuelve al Leste y va con el sol hasta que da vuelta al Occidente.

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Del gran trabajo y fatiga que tuvo el Almirante navegando entre infinitas islas.

Jueves, á 22 de Mayo, navegando el Almirante hácia Occidente entre innumerables islas, llegó á una algo mayor, á que puso por nombre Santa Marta, y tomando tierra para ir á un pueblo que había en ella, no quiso esperar ningún indio ni venir á hablar con los cristianos; en las casas no se encontró cosa alguna, sino pescado, que es el mantenimiento solo de aquellas gentes, y muchos perros como mastines, los cuales también se mantienen de pescado, por lo cual, sin hablar con nadie, ni ver cosa notable, se volvió al navío y pasó la vía del Nor

deste, entre otras infinitas islas, en las cuales había grullas coloradas, como escarlata, papagayos y otras aves, perros semejantes á los referidos, y mucha yerba, de la que encontró cuando descubrió las Indias; esta navegación por entre tantos bancos é islas causaba gran trabajo al Almirante, porque algunas veces se veía precisado á volver á Oriente, otras al Norte, otras al Mediodía, según la disposición de las canales, porque, sin embargo de toda la diligencia y aviso que empleaba en hacer sondar el fondo y que se pusiesen hombres en la gavia para descubrir el mar, tocaba en tierra la nave muchas veces, porque por todas partes había innumerables bancos de arena, y navegando siempre de este modo volvió á tomar tierra en la isla de Cuba, para hacer agua de que tenían gran falta, y no hallando pueblo alguno por la espesura en que tomaron tierra, se adelantó un marinero con una ballesta para matar algún animal, ó ave, y halló treinta indios en un bosque, con las armas que usan, que son lanzas y maderos que traen en lugar de espada y llaman ellos Macanas, contó este marinero que entre ellos había visto uno, con una vestidura blanca que le llegaba hasta las rodillas, y dos que la traían hasta los piés, todos tres blancos como nosotros, pero que no habló con ellos porque, du

doso al ver tanta gente, empezó á gritar llamando á los compañeros, y los indios echaron á huir y no volvieron más; y aunque al día siguiente, por saber la verdad, envió el Almirante á tierra alguna gente; no pudo caminar más de media legua, por la mucha maleza de yerbas y árboles y por ser toda aquella costa pantanosa, que por dos leguas no se veían sino collados y montañas, de modo que solo vieron pisadas de pescadores en la playa, y muchas grullas como las de España, aunque de más cuerpo.

Después, yendo con los navíos hácia Occidente, vieron casas en la marina, de las cuales salieron algunas Canoas con agua, y otras cosas, de que se mantienen aquellos paisanos, y lo llevaron á los cristianos, y habiéndoselo pagado muy bien, hizo el Almirante detener á uno de los indios, diciéndole, y á los otros, que en ensefiándole el camino, é informándose de él, de algunas cosas de aquella tierra, le volvería á enviar libre á su casa, y el indio quedó muy contento y dijo al Almirante, de cierto, que Cuba era isla, y que el Rey ó cacique de la parte Occidental, no hablaba sino por señas, con sus vasallos, de los cuales era muy obedecido, en cuanto les mandaba, y que toda aquella costa era muy baja y llena de muchas islas, lo cual se halló verdad después; pues al día siguiente, á 11

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