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Lax era profesor de humanidades; Cortés estaba de ayudante en la Escuela de la Real Comitiva; Andrés había hecho oposiciones á una cátedra de Matemáticas de San Isidro; Pons Izquierdo enseñaba francés y había vertido al español el libro de los derechos y deberes del ciudadano; Garasa era letrado y traductor de obras literarias.

Fueron además procesados y condenados, bien que à menores penas, otro abogado, por nombre Manzanares, y un cirujano del ejército, agregado al Colegio de San Carlos, por nombre Joaquin Villalba.

La conspiración fué delatada por dos hombres de pueblo: el uno bordador, Francisco Rodas; y el otro, fundidor de metales, Manuel Hernández. En aquel tiempo era natural que así sucediese. Las revoluciones empiezan siempre por los hombres de inteligencia: el pueblo era entonces el principal apoyo de la Monarquía, el que más veneración sentía por sus Reyes, el que más ciego estaba por los esplendores del Trono.

Don Nicolás Díaz Pérez, en un libro que titula: Datos para escribir la historia de la fracmasonería, da acerca de la conspiración de 1796 los detalles que á continuación transcribimos:

<«<Existe copia del proceso en el archivo central de Alcalá de Henares con el número 2,245, entre los documentos del Estado.

» En él se encuentra un razonado y favorable informe, suscrito por el letrado don Francisco Pérez de Lema, con fecha de 19 de Julio de 1796; según este informe, el objeto de la conspiración era «trastornar el orden político de España, en sentido republicano».

» Para llevar Picornell y Gomila á cabo su idea y servirse de otro de los reos con el fin de copiar un Manifiesto ó Proclama y una Instrucción que en doce capitulos ó proposiciones había escrito para repartirla al pueblo, le sacó de la casa donde se hospedaba y le colocó en una posada de la calle de Avapiés, cuyo dueño era hermano del conserje ó portero que tenía la Logia de la misma calle en la casa del número 4. Mudó después de opinión, le llevó á la calle del Bastero, á la casa de la logia, y pocos días más tarde à la de San Isidro, en el barrio de las Vistillas, á donde se mudó con él, abandonando á su mujer y fingiendo que salia de Madrid con cierta comisión al cercano lugar de Parla.

» Alguien lo vigilaba á la sazón, pues se cortó la barba, mudó de ropas, se puso los apellidos Alvarez y Obispo y se trasladó á la calle de Buenavista, en los altos de un grande almacén de vinos, donde había un templo masónico. Las noches del 30 y 31 de Enero se hospedó en casa de Santos Raugel, ebanista de la calle de Hortaleza y fracmasón, y las del 1 y 2 de Febrero en una taberna de la plaza de Avapiés, desde la cual volvió á la de Buenavista, á un sótano ó cuarto bajo interior, donde él y sus colegas depositaron cajas de armas y municiones. Súpose después que los papeles los habían llevado á doña Feliciana Obispo, esposa de Picornell y Gomila, que por haberlos quemado en el patio de su casa fué presa con su hijo Juan, joven de trece años.

» La conspiración fracasó por la delación del fundidor Hernández y del bordador Rodas. En ella entraban también elementos militares; pero como los procesados no quisieron declarar, no supo el Gobierno qué fuerzas había comprometidas.

» El proceso se terminó con brevedad. Al médico Villalba le condenaron á cuatro años de destierro de la Corte y sitios reales; á Picornell, Lax, Cortés, Garasa y Pons á la horca y confiscación de bienes. En vispera de ponerse á los reos en capilla, el embajador francés presentó al ministro de Estado una nota en que protestaba contra la ejecución de la sentencia, pues su Gobierno entendia que no podía ejecutarse á nadie por delitos políticos». Se reunieron los ministros en la Cámara del Rey; conferenciaron los del Consejo de Castilla, y, por fin, el 25 de Julio del citado año de 1796, el Rey les conmutó la pena por la de destierro perpetuo. Picornell fué desterrado á Panamá. Lax y Andrés à Puerto Cabello. Cortés à Portovelo.

>> La esposa de Picornell, doña Feliciana Obispo y Alvarez, solicitaba en Agosto de 1798 que se pusiera en libertad á su hijo Juan Antonio Picornell, recluso en el Hospicio de Madrid, para trasladarse inmediatamente con él á Palma de Mallorca, gracia que le fué concedida. »

III

RUIDOSA PROCLAMA DE GODOY EN 6 DE OCTUBRE DE 1806

Españoles en circunstancias menos arriesgadas que las presentes han procurado los vasallos leales auxiliar á sus Soberanos con dones y recursos anticipados á las necesidades; pero en esta previsión tiene el mejor lugar la generosa acción de súbdito hacia su señor. El reino de Andalucía, privilegiado por la naturaleza en la producción de caballos de guerra, ligeros; la provincia de Extremadura, que tantos servicios de esta clase hizo al señor Felipe V, ¿verán con paciencia, que la caballería del Rey de España esté reducida é incompleta por falta de caballos? No, no lo creo; antes si espero que del mismo modo que los abuelos gloriosos de la generación presente sirvieron al abuelo de nuestro Rey con hombres y caballos, asistan ahora los nietos de nuestro suelo con regimientos ó compañías de hombres diestros en el manejo del caballo, para que sirvan y defiendan á su Patria todo el tiempo que duren las urgencias actuales, volviendo después llenos de gloria y con mejor suerte al descanso entre su familia. Entonces si que cada uno se disputará los laureles de la victoria; cuál dirá deberse á su brazo la salvación de su familia; cuál la de su jefe; cuál la de su pariente ó amigo, y todos á una tendrán razón para atribuirse á sí mismos la salvación de la Patria.

Venid, pues, amados compatriotas; venid á jurar bajo las banderas del más benéfico de los soberanos; venid, y yo os cubriré con el manto de la gratitud, cumpliéndoos cuanto desde ahora os ofrezco, si el Dios de las Victorias nos concede una paz tan feliz y duradera cual le rogamos. No, no os detendrá el temor, no la perfidia: vuestros pechos no abrigan tales vicios, ni dan lugar á la torpe seducción. Venid, pues, y si las cosas llegasen á punto de no enlazarse las armas con las de nuestros enemigos, no incurriréis en la nota de sospechosos, ni os tildaréis con un dictado impropio de vuestra lealtad y pundonor, por haber sido omisos á mi llamamiento.

Pero si mi voz no alcanzase á despertar vuestros anhelos de gloria, sea la de vuestros inmediatos tutores ó padres del pueblo á quienes me dirijo la que os haga entender lo que debéis à vuestra obligación, á vuestro honor, y á la sagrada religión que profesáis. EL PRÍNCIPE DE LA PAZ.

IV

CIRCULAR Á LAS AUTORIDADES SOBRE EL MISMO ASUNTO

Muy señor mio: el Rey me manda decir á usted que en las circunstancias presentes espera una gran prueba de su lealtad y eficacia en el importante asunto. que se le encomienda, relativo al sorteo y alistamiento general para aumento del ejército. S. M. no se dará por contento de los esfuerzos de usted, mientras no pasen de la linea ordinaria que se acostumbra seguir en tales casos, ni yo podré disimular la menor tardanza ó flojedad en el cumplimiento de este importantísimo servicio.

Se necesitan medios y caminos extraordinarios para conseguir sus buenos efectos. Convendrá, entre otros muchos, significar á los curas párrocos, en nombre del Rey, que S. M. cuenta muy especialmente con su cooperación para levantar el espíritu nacional, y que los señores obispos los sostendrán en los oficios que practicaren al intento, procurando también excitar á los ricos para que se ayuden y se presten á los sacrificios necesarios que exigiera la guerra, una vez llegada á realizarse.

De la misma manera convendrá que usted se entienda oportunamente con la nobleza, para excitar su aliento generoso, sin dejar de hacerle presentir que se trata en el día de la conservación de su estado y de sus ventajas sociales, no menos que del interés de la Corona y de la guarda de la Monarquía.

Cuanto al alistamiento, añadiré á usted todavía de orden de S. M., que además de la prontitud de su ejecución, deberá usted poner en obra todo su celo y entereza para que el resultado que se obtenga ofrezca en su provincia el mayor número que sea posible de soldados con arreglo á las ordenanzas y sin ningún abuso en materia de excepciones.

Dios guarde à usted muchos años, etc.

V

PRINCIPALES PÁRRAFOS DE LA CARTA DIRIGIDA Á GODOY POR SU AGENTE EN PARÍS, DON EUGENIO IZQUIERDO, EN 15 DE MARZO DE 1806

Excelentísimo señor. Mi venerado protector: despacho un correo con la adjunta nota, para que V. E. salga del estado de incertidumbre en que mis cartas del 11 de este mes han debido ponerle. - Dirigi aquel dia copia de las tres notas que el 1.o de Marzo habia elevado á S. M. I. y R. No puede mi celo dejar de exponer mi opinión sobre lo que V. E. había escrito, y la justicia de V. E. debe persuadirse ahora de que conozco estas gentes y estas cosas; pues que ignorando como debía ignorar, el día 11 la mente del Emperador, quien con nadie comunica de antemano sus resoluciones, previ lo que podría pensar S. M. I. y acerté, como se ve por su nota del día 13.

El dia 11 estuve escribiendo y copiando las notas del 1.o, durante ocho horas seguidas. Acabé á las dos de la mañana; no me quedó borrador ninguno, porque no los hago, y tal vez con la precipitación (estaba el correo esperando mi pliego para partir) en mis cartas pudo haber falta de concisión, de claridad en mis ideas, ó alguna demasía, producto de mi imaginación y de mi celo. Esta es una correspondencia interior; V. E. quiere absoluta franqueza y confianza; siendo el corazón sano y recta la intención, en lo demás, señor, cabe disimulo é indulgencia. No puede mi ardiente celo, mi veracidad y mi convicción íntima, dejar de reiterar á V. E. en esta tan grave, tan crítica, tan delicada como ardua circunstancia, que, como siempre, soy de opinión:

1.° De que si S. M. I. ha podido tener en algún tiempo, por informes siniestros; y creidos precipitadamente, opinión errónea de V. E., de su carácter, prendas, servicios y disposición para todo, en el día, y por propia convicción, conoce que V. E. es hombre superior, capaz de cosas grandes, y una de las personas extraordinarias de este siglo.

2.° Que el Emperador, desengañado de sus primeras ideas, entablada una correspondencia intima y directa, experimentada la consecuencia del carácter de V. E., su fortaleza, su energia, la seguridad de sus palabras, el, religioso cumplimiento de cuanto anuncia, y su grande influencia en su país (establecida por la opinión general, y afianzada en el feliz éxito de sus providencias gubernativas), debía dar a V. E. un testimonio del aprecio que hace de su persona, y formarse un allegado útil y correspondiente á su actual grandeza.

3. Que el Emperador jamás ha tenido el pensamiento de comprometer á V. E.; que al principio creyó que su influencia en España era precaria y temporal; que tal vez pensó, en vez de procurar ganarla (felicitando á V. E.), destruirla aniquilándole; pero que tomado el partido de acercarse á V. E. y entablada la correspondencia, todas sus ideas se han encaminado á que V. E. le sea útil, y á ser S. M. útil á V. E.

4. Que es la realidad que, sin embargo, de que desde el momento en que empezó el enlace directo, los destinos, la situación, los eventos han variado tanto, que puede tenerse por prodigio, la continuación del enlace cuando nadie ha con

servado con el Emperador las relaciones que tenia con el primer cónsul, mucho menos las personales, S. M. I. R. ha dado en todo los primeros pasos; y que V. E. ha sido siempre sumiso, y como debía ser, precavido, S. M. I. aseguró á V. E. que le defenderia contra sus enemigos exteriores é interiores. V. E. habló de la guerra de Portugal; al punto convino en enviar tropas. Confio á V. E. la carta á la Reina de Nápoles.-Confio que su vice almirante le había disgustado. -Le ha confiado el motivo de haber degraciado á su ministro del Tesoro público. Habla V. E. de la necesidad de la regencia de Portugal; del mal que puede ocasionar si cae en manos de desafectos; indica que puede encargarse de ella, y al punto contestó: «En cuanto à Portugal, cuanto el Principe de la Paz quiera, tanto apoyaré, primero con mi influencia, segundo con mis armas, si fuese necesario, que es la última influencia, el primero y más eficaz empeño de los potentados. No propuso la guerra, dijo sí, que influiría en cuanto dispusiera Vuecencia, aunque le costase una guerra.- Confió, en fin, á V. E., cuánto le disgustaba la existencia en España de la Princesa de Asturias, y que se opondría á su elevación al Trono. V. E. en nada hasta aquí se ha comprometido, y las notas de su agente, sobre todo la tercera de que en la que va hoy habla el Emperador, no carecen ni de circunspección ni de cordura.

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5. Que el Emperador tiene en su mente sacar à V. E. del estado dependiente, que desea modo de establecer á V. E. que se combine con sus ideas, pero que no queriendo proponer nada por sí, porque la colocación de V. E. no está dentro del plan federativo, concebido para el arreglo de este imperio (en lo que nos trata con todo el decoro y amistad posible, y sí sujeto á otro de potencia aliada, su amiga y vecina, para dar á entender que no es su voluntad influir en la formación de este sistema, dice, sin embargo, de las insinuaciones del Rey, del interés de SS. MM.: «Todo esto no está bien claro; el Principe de la Paz, ó quiere retiro con seguridad de su persona, ó vida política independiente; pues expli>quese. Estoy pronto á interesarme en su suerte; lo he prometido solemnemente; >mi palabra es eficaz, irresistible: es un particular; con todo, le he dicho que fir» maré, que contraeré los empeños que quiera y soy el hombre más poderoso de » la tierra... ¿qué más puede desear?

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Pues señor, con todo el debido respeto, mi honradez, mi pasión, mi amor á mi Patria, á mis Soberanos, dicen á V. E. que está ya en la palestra, á la orilla del Rubicon, como César; ó pasarle y salir del estado actual, ó separarse de todo. No proponiendo nada de fijo al Emperador, no respondiendo categóricamente á su concisa, enérgica y perentoria pregunta toda negociación ulterior queda rota: el Emperador no repite dos veces la misma cosa; no da un paso que no haya de tener un resultado; quita y da soberanías; nadie influye en su opinión; todas las mutaciones que vemos, todos los arreglos, son partos de su mente, y su ministro Talleyrand, su hermano el Principe José, sus generales y edecanes, sus intimos, su misma esposa, ignoran como el vulgo el preñado, hasta que se publica el alumbramiento.

Pudiera ser V. E. declarado Infante, Principe, Rey, sin que nadie tuviese un antecedente si el Emperador pensase en hacerlo, pero veo que para servir á V. E., ya que le tiene prometido interesarse en su suerte, quiere tenga V. E. la debida confianza para decirle: esto deseo, esto conviene, esto me parece; y luego modificar, según sus combinaciones, los deseos, los intereses de V. E. y adaptarlo todo á algún sistema que tenga meditado... Así, pues, si V. E. combina con SS. MM., que la Regencia de Portugal es conveniente, sea el titulo cual fuere, si V. E. cree que un principado entre Portugal y España, capital Olivenza, ú otra ciudad y hasta la mar, etc., una multitud de combinaciones geográficamente politicas, que a mí no me ocurren y pueden ocurrir á las superiores concepciones de V. E., dignese V. E. declararlo como lo tenga por conveniente, para que en el modo y en la substancia pueda yo no salir un punto de lo que me prescriba...

Señor, meditación; prever todo antes de responder... El cielo conserve la preciosa vida de V. E. dilatados años. - Paris, 15 de Marzo de 1806. - Excelentísimo Sr. De V. E. siempre rendido. EUGENIO IZQUIERDO.

VI

CARTA DE LA REINA MARÍA LUISA Á SU HIJA LA EX REINA DE ETRURIA

Querida hija mía: Decid al gran Duque de Berg la situación del Rey, mi esposo, la mia y la del pobre Principe de la Paz.

Mi hijo Fernando era el jefe de la conjuración; las tropas estaban ganadas por él; él hizo poner una de las luces de su cuarto en una ventana para señal de que comenzaba la explosión. En el instante mismo los guardias y las personas que estaban á la cabeza de la revolución, hicieron tirar dos fusilazos. Se ha querido persuadir que fueron tirados por la guardia del Principe de la Paz, però no es verdad. Al momento los guardias de Corps, los de infanteria española y los de la walona, se pusieron sobre las armas, y sin recibir órdenes de sus primeros jefes, convocaron á todas las gentes del pueblo y las condujeron á donde les acomodaba.

El Rey y yo llamamos á mi hijo para decirle, que su padre sufria grandes dolores, por lo que no podía asomarse á la ventana, y que lo hiciese por sí mismo á nombre del Rey para tranquilizar al pueblo; me respondió con mucha firmeza, que no lo haria, porque lo mismo sería asomarse á la ventana que comenzar el fuego y así no lo quiso hacer.

Después à la mañana siguiente le preguntamos si podria hacer cesar el tumulto y tranquilizar los amotinados, y respondió que lo haría, pues mandaria buscar á los segundos jefes de los cuerpos de la casa Real, enviando también algunos de sus criados, con encargo de decir en su nombre al pueblo y á las tropas, que se tranquilizasen; que también haría se volviesen à Madrid muchas personas que habian concurrido de allí para aumentar la revolución y encargaría que no volviesen más.

Cuando mi hijo había dado estas órdenes, fué descubierto el Principe de la Paz. El Rey envió á buscar á su hijo, y le mandó salir donde estaba el desgraciado Principe, que ha sido víctima por ser amigo nuestro y de los franceses, y principalmente del Gran Duque. Mi hijo fué y mandó, que no se tocase más al Principe de la Paz, y se le condujera al cuartel de guardias de Corps. Lo mandó en nombre propio, aunque lo hacía por encargo de su padre; y como si él mismo fuese ya el Rey, dijo al Príncipe de la Paz: « Yo te perdono la vida. »

El Principe, à pesar de sus grandes heridas, le dió gracias, preguntándole si era ya Rey. Esto aludía á que ya se pensaba en ello, pues el Rey, el Príncipe de la Paz y yo, teníamos la intención de hacer la abdicación en favor de Fernando, cuando hubiéramos visto al Emperador y compuesto todos los asuntos, entre los cuales el principal era el matrimonio. Mi hijo respondió al Principe: No, hasta ahora no soy Rey, pero lo seré bien pronto.» Lo cierto es que mi hijo lo mandaba todo como si fuese Rey sin serlo, y sin saber si lo seria. Las órdenes que el Rey, mi esposo, daba, no eran obedecidas.

Después debía haber en el día 19 en que se verificó la abdicación, otro tumulto más fuerte que el primero, contra la vida del Rey mi esposo, y la mía, lo que obligó á tomar la resolución de abdicar.

Desde el momento de la renuncia, mi hijo trató á su padre con todo el desprecio que puede tratarlo un Rey sin consideración alguna para con sus padres. Al instante hizo llamar á todas las personas complicadas en su causa, que habían sido desleales á su padre, y hecho todo lo que pudiera ocasionarle pesadumbres. El nos da priesa para que salgamos de aqui, señalándonos la ciudad de Badajoz para residencia. Entre tanto nos deja sin consideración alguna, manifestando gran contento de ser ya Rey, y de que nosotros nos alejemos de aqui.

En cuanto al Principe de la Paz, no quisiera que nadie se acordara de él. Los guardias le custodian, tienen orden de no responder á nada que les pregunte; y lo han tratado con la mayor inhumanidad.

Mi hijo ha hecho esta conspiración para destronar al Rey su padre; nuestras vidas hubieran estado en grande riesgo, y la del pobre Príncipe de la Paz lo está todavía.

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