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1803-1805

Los mismos excepto el de Marina, ministerio que desempeñó don Domingo Grandallana.

1806-1807

Los mismos excepto Grandallana, que fué reemplazado en el ministerio de Marina por el bailío fray Francisco Gil y Lemus.

1808

Hasta el 19 de Marzo, los mismos, siendo reemplazado en el ministerio de la Guerra don Antonio Cornel por don Antonio Olaguer Feliu.

Desde Marzo hasta 10 de Abril son nombrados por Fernando VII:

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- Proclama de Napoleón.

I. Decretos de Fernando. - Dificil situación de la Junta Suprema. Convocatoria para la celebración de una asamblea de Notables en Bayona.- José Bonaparte, Rey de España. Llegada de José à Bayona. - Recepción de reconocimiento. Diputación de los grandes. Los representantes de la Asamblea.- Primeros decretos de José. - Discurso de Azanza. - La Constitución de Bayona. - Otros acuerdos. — Fernando, sus hermanos y su servidumbre felicitan à Napoleón y á José. - II. Insurrección contra los franceses. Sublevación de Oviedo. - El Conde del Pinar y Meléndez Valdés. - Cómo se salvaron de una muerte segura. Inglaterra y la insurrección. - Movimiento en León. - Movimiento en Galicia. Acometida á la Capitania. - Asesinato de Filangieri. El alcalde de Móstoles y su parte. Santander. Logroño. Segovia. - Valladolid. Asesinato de Cevallos. Sevilla. Asesinato del conde del Aguila. - San Roque. — Cádiz. Asesinato del marqués del Socorro. Rendición de la escuadra francesa. Jaén. Córdoba. - Granada. Málaga. Asesinato de don Bernabé Portillo. - Extremadura. Asesinato del barón de la Torre del Fresno. - Cartagena. Murcia. Valencia. - El Palleter. Acto heroico de la hija del Conde de Cervellón.

- Asesinato del Barón de Albalat. - Baltasar Calvo. Sus crimenes. - Degollación de franceses. Castigo de Calvo y sus cómplices. - Aragón. — Palafox. Manifiesto. Cortes de Aragón. Castilla la Nueva. Cataluña. Baleares. Canarias. - Portugal. Consideraciones. III. Jura el Rey José la Constitución. - Nuevo ministerio.

Salida de Bayona.- Relato

de sus impresiones de viaje por el mismo Rey. - Manifiesto á los españoles. — Consideraciones sobre el carácter de José. · Su impopularidad. Solemne proclamación de José Bonaparte.Organización del Consejo de Estado.

I

Hallábase ya, como hemos visto, España en la primera decena de Mayo de 1808, oficialmente á los pies del Duque de Berg.

Esa sumisión era en realidad obra de la autoridad legítima, tal como entonces se la entendía.

Ansioso de conservar su Corona, había Fernando, precisamente el mismo día en que se celebraba en Bayona la conferencia por cuya virtud devolvió la Corona á su padre, entregado á don Evaristo Pérez de Castro, enviado de la Junta Suprema, un decreto en que afirmaba que, hallándose sin libertad y consiguientemente imposibilitado de tomar por si medida alguna para salvarse y salvar la Monarquía, autorizaba á la Junta en la forma más amplia para que en cuerpo ó substituyéndose en una ó muchas personas que la representasen, se trasladara al paraje que creyese más conveniente, y que en nombre de S. M. representando su misma persona, ejerciese todas las funciones de la soberanía».

Ordenaba por ese mismo decreto, que empezasen las hostilidades «desde el momento en que le internasen á Francia, lo cual no sucedería sino por la violencia».

Ordenaba también, que, llegado ese caso, tratase la Junta de impedir, del modo que juzgase más conveniente, la entrada de nuevas tropas en la Península. Con la misma fecha expidió Fernando otro decreto ya dirigido al Consejo ó á cualquier Chancillería ó Audiencia libre del Reino, previniendo que en la situación en que se hallaba, «era su voluntad que se convocasen las Cortes en el paraje que pareciese más expedito», y que por de pronto se ocupasen únicamente en proporcionar los arbitrios y subsidios necesarios y que quedasen permanentes para lo demás que pudiese ocurrir.

La Junta recibió, al mismo tiempo que estos decretos, el que ya conocen nuestros lectores, por el que Carlos IV nombraba lugarteniente del Reino á Murat, y un día después, una carta de Fernando en la que notificaba la renuncia que había hecho de la Corona en su padre y revocaba los poderes otorgados à la Junta, antes de su salida de Madrid.

<< La Junta obedecerá, decía, las órdenes y mandatos de nuestro muy amado padre y Soberano y los hará ejecutar en los Reinos. »

Recomendaba además á toda la Nación, que se reuniera de todo corazón á su amado padre y al Emperador, «cuyo poder y amistad pueden más que otra cosa alguna, conservar el primer bien de las Españas, á saber, su independencia y la integridad de su territorio».

Porque sus propios errores hubiesen contribuido á creársela, no podemos negar que, prisionera de los franceses, y con órdenes tan contradictorias, la situación de la Junta era más que dificil.

Abandonar sus puestos, ya que su ineptitud y cobardia les habían hecho indignos de seguirlos ocupando, era el camino menos indecoroso que podían sus miembros adoptar.

Había otra Junta, nombrada para reemplazar á la de Madrid y congregarse y deliberar en lugar seguro.

En ella debieron declinar sus poderes, que no era posible desconocer ni nadie habia de discutir la falta de libertad en que los miembros de la de Madrid se hallaban para proceder como exigía la gravedad de las circunstancias.

Se empeñó la Junta, sin embargo, en subsistir á toda costa, y fué uno de sus cuidados estorbar la reunión de la otra. Habiase antes comunicado al Conde de Ezpeleta, por medio de don José Capeleti, que presidiese la Junta, cuya instalación debía seguirle á la falta de libertad de la de Madrid y se le ordenó luego expresamente que suspendiera su marcha á Zaragoza, lugar designado para la reunión y desde el cual apremiaba Gil Taboada.

Llegadas las cosas todas á este punto, ¿puede afirmarse que fuera locura en Napoleón tenerse por dueño de España? Ocupadas tenía por sus tropas nuestras plazas principales, prisioneros á nuestros Reyes, Principes é Infantes, suya la

Junta Suprema. Con mayor rapidez y sin necesidad de tales precauciones, habían pasado á su poder muchos pueblos.

Aún usó para con España de otros en él no acostumbrados miramientos y de otras habilidades.

Había decidido sentar en el Trono de España á su hermano José y, al mismo tiempo que lo disponía todo para hacer de modo que este nombramiento apareciese como cumplimiento de la voluntad del pueblo español, dirigía á los españoles una proclama que decía así:

«Españoles: después de una larga agonía, vuestra Nación iba á perecer. He visto vuestros males y voy á remediarlos. Vuestra grandeza y vuestro poder, ha

cen parte del mio.

> Vuestros Príncipes me han cedido todos sus derechos á la Corona de España. Yo no quiero reinar en vuestras provincias; pero quiero adquirir derechos eternos al amor y al reconocimiento de vuestra posteridad.

» Vuestra Monarquía es vieja; mi misión es renovarla; mejoraré vuestras instituciones y os haré gozar, si me ayudáis, de los beneficios de una reforma, sin que experimentéis quebrantos, desórdenes y convulsiones.

> Españoles: he hecho convocar una asamblea general de las diputaciones de las provincias y ciudades. Quiero asegurarme por mí mismo de vuestros deseos y necesidades. Entonces depondré todos. mis derechos y colocaré vuestra gloriosa Corona en las sienes de un otro Yo, garantizándoos al mismo tiempo una constitución que concilie la santa y saludable autoridad del Soberano con las libertades y privilegios del pueblo.

پرداز

> Españoles: recordad lo que han sido vuestros padres y contemplad vuestro estado. No es vuestra la culpa, sino del mal gobierno que os ha regido; tened gran confianza en las circunstancias, pues yo quiero que mi memoria llegue hasta vuestros últimos nietos y exclamen: Es el regenerador de nuestra Patria. NAPOLEÓN.

Dispuso efectivamente Napoleón, y la Junta, de acuerdo con el Gran Duque

publicó la convocatoria en la Gaceta de Madrid del 24 de Mayo, que se reuniese en Bayona, en 15 de Junio siguiente, una Asamblea de Notables que había de tratar de la felicidad de toda España, denunciar todos los males ocasionados por el régimen anterior y proponer las reformas y remedios más convenientes « para destruirlos en toda la Nación y en cada provincia en particular».

La asamblea había de componerse de ciento cincuenta miembros, correspondientes: 50 al clero, 30 á la nobleza y 70 al estado llano. Muchos habían de ser elegidos por las correspondientes corporaciones, otros asistirían por derecho propio y otros nombrados por la misma Junta.

El Gran Duque de Berg nombró además, sin duda por orden de Napoleón, otros seis representantes, naturales de las dos Américas (1).

¿Pretendía realmente Napoleón justificar su conducta, procurando que viniese á significar para España el comienzo de una era de progreso en todas las instituciones? Era España el Reino mayor que había caído en sus manos. Valía la pena de aprovechar la ocasión para cubrirse de gloria, haciendo de un pueblo grande un gran pueblo. Fuere la que fuere su intención, lo cierto es que el tirano hizo aparecer la convocatoria de aquellas especie de Cortes como inspirada en los más generosos y elevados propósitos.

Estas hipocresías, si lo fueron, unidas al poder inmenso de Napoleón, que por entonces juzgaban muchos invencible, determinó el que no fuesen pocos ni de los peores los que diesen ocasión á que se los tildase de afrancesados. Entre las clases acomodadas y entre las ilustradas, no puede negarse que eran grandes las simpatías por el francés. Soplaban en verdad de aquel lado vientos de civilización y, por otra parte, el destronamiento de Carlos IV y del propio Fernando VII, no podían ser considerados como infortunios por los que con alguna inteligencia se habían fijado en la conducta de padre é hijo, ambos por igual incapaces y el hijo, sobre incapaz, malvado.

No aplaudiremos nunca la conducta de los que renunciando á todo propio sacrificio por salvar ó engrandecer la Patria, buscan cómodamente en el extranjero quien la salve ó la engrandezca; pero ha de hallar disculpa á los ojos del menos benevolo, que se sienta el espíritu de muchos halagado por los actos de quien, aunque sea extraño, barre como Napoleón una dinastía inepta y parece querer abrir á la Nación nuevos y amplios horizontes.

Surgido de una revolución popular, apetecía el conquistador francés dar á sus mayores usurpaciones, apariencias democráticas. Quiso así, respecto de España que no se dijese que la entregaba á su hermano contra la voluntad del pueblo. Escribió á Murat ordenándole que recabase de la Junta Suprema y de los Consejos que pidieran á José Bonaparte por Rey de España. Murat preguntó á aque

(1) Los nombrados como representantes de América fueron: el Marqués de San Felipe y Santiago, por la Habana; don José del Moral, por Nueva España; don Tadeo Bravo y Rivero, por el Perú; don León Altolaguirre, por Buenos Aires; don Francisco Zea, por Guatemala y don Ignacio Sánchez de Tejada, por Santa Fe.

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