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Dupont propuso una tregua. Reding se la otorgó.

Llegó en seguida con sus fuerzas don Manuel de la Peña, que era quien, para avisar á Reding, había mandado disparar los cañonazos por los que Dupont había conocido que llegaban refuerzos á sus enemigos. Peña venía con la tercera división enviado por el general en jefe Castaños, que había ocupado Andújar.

-¿Y Vedel? ¿Dónde está Vedel? ¿Qué hace Vedel? había preguntado con ansiedad más de una vez, durante el combate, Dupont.

Vedel, con Dufour, sucesor de Gobert, había permanecido el 18 en la Carolina, después de haber dejado, para resguardar el paso en Santa Elena y Despeñaperros, dos batallones y algunas compañias. El 19, oyó el cañoneo de Bailén y se puso en marcha. Emprendió esta marcha lentamente y la emprendió dejando en la Carolina la división Dufour y la brigada de coraceros de Lagrange.

A las nueve de la mañana no había salido de Guarroman, donde se entretuvieron lastimosamente sus tropas. Habíalas concedido un descanso de una hora. Los soldados, (no hay que olvidar que estaban en Andalucía y corría el mes de Julio), atormentados por la sed se lanzaron á beber agua en un arroyo. A orillas de este arroyo pastaba un hato de cabras. Satisfecha la sed, pensaron en satisfacer el hambre; se apoderaron de las cabras y se entretuvieron en condimentarlas y comerlas. Se prolongó con esto el descanso concedido.

Cuando pudo divisar Vedel las avanzadas españolas, reposaban éstas bajo el seguro de la tregua convenida. Vedel, que lo ignoraba, mandó á buscar la brigada y los coraceros que había dejado en la Carolina.

Advertido Reding, envió á Vedel dos parlamentarios á informarle de lo ocurrido.

-Andad á decir à vuestro general que yo me cuido poco de eso y que voy á atacarle, respondió Vedel; pero ante la insistencia de los parlamentarios, reflexionó mejor lo que convenía hacer y envió á su edecán al cuartel general español.

A la media hora y sin esperar á que el edecán volviese, ordenó Vedel á Cassagne que acometiese con la primera legión y los dragones.

En las condiciones en que se efectuó el ataque, no pudo ser difícil á los franceses desbaratar un batallón de Irlanda, hacerle muchos prisioneros y arrebatarle los dos cañones que tenía.

Mandó en seguida á Roche que atacase la ermita de San Cristóbal, á la izquierda yendo de Bailén á la Carolina. Había allí otro batallón de Irlanda y el regimiento de Ordenes militares, al mando de su coronel don Francisco de Paula Soler. El batallón primeramente sorprendido, se hallaba al otro lado frente á esta posición.

Los acometidos ahora, opusieron mayor resistencia. Apoderarse de la posición ocupada por Soler significaba para Vedel la comunicación con Dupont.

Disponíase Vedel, ante la resistencia de los nuestros, á atacar en persona la ermita, cuando llegó un edecán de Dupont con dos oficiales españoles y le entre

gó la orden de suspender las hostilidades por estarse pactando un armisticio. Obedeció el francés, pero conservando su posición y los prisioneros que había hecho.

Comenzóse las negociaciones á nombre de Dupont por el capitán de su estado mayor Villoutreys y como se demandara por los franceses, á más de la suspensión de armas, permiso para retirarse libremente á Madrid, contestó Reding que no podía resolver sobre este segundo punto, de la competencia exclusiva de don Francisco Javier Castaños que mandaba en jefe.

Enviaron entonces los franceses al general Chabert para que concluyese con Castaños la negociación. Rompióse ésta, apenas comenzada, por haberse opuesto el de Tilly á lo que pedían los franceses, y dado esto lugar á que Chabert se acalorase demasiado al hablar de los excesos cometidos por los paisanos españoles, lo que, naturalmente, no quedó sin réplica.

Tenía razón el de Tilly al considerar impolítico, quizá contra el dictamen del propio Castaños, el dejar á los franceses que atravesasen sin obstáculo SierraMorena.

Precisamente en aquellos momentos se acababa de interceptar un despacho de Savary, en que se ordenaba á Dupont que se pusiese en marcha para Madrid con el fin de ayudar á las tropas que iban á combatir á los generales Cuesta y Blake, que avanzaban por la parte de Castilla la Vieja.

Convenía demasiado á los franceses buscar una avenencia para que no se renovase las negociaciones. A cada instante llegaban á los españoles fuerzas de la comarca que acudían á la noticia del triunfo.

Envió Dupont ahora á Castaños el general Marescot, antiguo amigo del general en jefe de los españoles.

No dejaron por esto los oficiales del ejército enemigo de abrigar esperanzas de salvación y de concebir planes más ó menos realizables para salir del apuro en que se hallaban. Hubo quien propuso abandonar la artillería y los bagajes y ver de abrirse paso por Bailén; Vedel ideó una acción combinada por la que se embistiese de repente las líneas españolas. Dupont llegó á vacilar y á insinuar á Vedel que se considerase como libre. Ni corto ni perezoso, levantó Vedel de noche su campo, retirándose hacia Santa Elena, y dispuesto a volar las rocas de Despeñaperros para hacer infranqueable, así que él lo hubiera pasado, el desfiladero.

Notaron los españoles la fuga é intimaron á Dupont que, si no obligaba á Vedel á respetar la tregua pactada, toda su gente sería pasada á cuchillo. Dupont envió ante esta amenaza quien detuviese al fugitivo. Alcanzado Vedel, vaciló si obedecer y reunió un consejo de guerra en el que de veintitrés jefes opinaron diez y nueve que debía suspenderse la retirada. Sometióse Vedel.

El 22 de Julio, tres días después de la batalla, se firmó, al fin, la capitulación, por la que las tropas del general Dupont eran declaradas prisioneras de guerra; las de Vedel y Dufour sólo quedaban obligadas á evacuar Andalucia, pero de

biendo también entregar las armas, en calidad de depósito, hasta que todas las tropas fuesen embarcadas en puertos españoles y transportadas á Francia en buques de España.

Firmaron la capitulación don Francisco Javier Castaños y el Conde de Tilly, á nombre de los españoles, y al de los franceses, los generales Marescot y Chabert. (1)

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Javier de Castaños.

Al día siguiente las tropas de Dupont desfilaron por delante de las divisiones tercera y de reserva, á cuyo frente se hallaban los generales Castaños y Peña, y que eran precisamente las únicas que no habían tomado parte en el combate. Dupont, entregó su espada á Castaños, y las tropas entregaron sus armas y sus banderas. Las tropas de Dupont ascendían á 8,242 hombres.

Vedel pasó á Bailén el 24, à donde se trasladó Castaños. Los de Vedel y Dufour, abandonaron sus fusiles colocándolos en pabellones sobre el frente de banderas.

Las tropas de Vedel y Dufour constaban de 9,393 hombres.

Estas tropas así como las de Dupont, entregaron sus caballos y la artilleria que ascendía á cuarenta piezas.

A más de 21,000 hombres ascendió la pérdida de los franceses con motivo de la derrota de Bailén, contando los 2,000 muertos que en la batalla tuvieron y

(1) Capitulaciones ajustadas en Andújar entre los respectivos generales de los ejércitos español y francés.

Los Exemos. Sres. Conde de Tilly y don Francisco Javier Castaños, general en jefe del ejér cito de Andalucia, queriendo dar una prueba de su alta estimación al Excmo. Sr. general Dupont. grande águila de la legión de honor, etc., así como al ejército de su mando por la brillante y glogiosa defensa que han hecho contra un ejército muy superior en número, y que le envolvia por todas partes, y el Sr. general Chabert, encargado con plenos poderes por S. E. el Sr. general en jefe del ejército francés, y el Excmo. Sr. general Marescot, grande águila, etc., han convenido en los artículos siguientes:

1. Las tropas del mando del Excmo. Sr. general Dupont quedan prisioneras de guerra, exceptuando la división de Vedel y otras tropas francesas que se hallan igualmente en Andalucia. 2. La división del general Vedel, y generalmente las demás tropas francesas de la Andulucia que no se hallan en la posición de las comprendidas en el articulo antecedente evacuarán la Andalucia.

3. Las tropas comprendidas en el articulo 2.° conservarán generalmente todo su bagaje; y para evitar todo motivo de inquietud durante su viaje dejarán su artilleria, tren y otras armas al ejército español, que se encargará de devolvérselas en el momento de su embarque.

4° Las tropas comprendidas en el artículo 1.° del tratado saldrán del campo con los honores

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