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movidos más de patriotismo que de imparcialidad, han hallado siempre un error ajeno con que justificar nuestros desastres, como si los ajenos errores no debieran por ley natural perjudicar á los ajenos en primer término; han hallado siempre un viento á quien culpar de nuestras catástrofes, como si el viento no soplase sino contra nuestros barcos y respetase siempre por ley providencial los de nuestros enemigos.

Villeneuve era también un gran marino y, conocedor de la superioridad inglesa, la temía. Si le faltaba la pericia de Nelson, procuraba substituirla con la prudencia. Ni pericia ni prudencia teníamos nosotros. Al arrojo personal lo fiábamos todo, y á un descalabro sucedía otro descalabro.

No necesitamos esforzarnos en demostrarlo. Relea

EI "VICTORY"

Buque infignia de Nelson

el lector lo que llevamos escrito y sólo descalabros hallará.

Trafalgar no fué sino un desastre más, mayor que todos, porque produjo el aniquilamiento completo de nuestra marina.

Luchamos juntos con los franceses y, como en Finisterre, el desastre fué principalmente para nosotros.

Del combate de Finisterre pudieron aún hacer los franceses, más ó menos fingida, una victoria. Nosotros no. De Trafal

gar no pudieron los franceses ni mucho menos fingir un triunfo; pero no tuvieron que llorar lo que nosotros.

Constaba nuestra escuadra aliada de treinta y tres navíos de linea, entre los que se destacaban, entre otros muchos, los tres grandes barcos españoles, el Trinidad con su cuarta batería, el Santa Ana de tres puentes y el Principe de Asturias. Entre los franceses no los había de tres puentes; pero los había en cambio de ochenta cañones; tenían además los aliados cinco fragatas y dos briks.

Nelson llevaba á sus órdenes veintisiete navios de línea, entre ellos siete de tres puentes, cuatro fragatas y algunos bergantines. Tenía además unas tripulaciones llenas de confianza hacia su ilustre general.

Para decidir lo que hubiera de hacerse, reunió Villeneuve un consejo de guerra de generales, al que fueron estimados dignos de asistir, aunque no tenían ese grado, los brigadieres Churruca y Alcalá Galiano.

Opinaron los oficiales españoles que de no salir del puerto era más que probable ocasionar á Nelson un serio descalabro si intentaba forzarlo. Alegaron quizá, entre otras razones, el recuerdo de lo ocurrido en el mismo puerto al mismo Nelson en 1797. De salir la escuadra á combatir en alta mar, la victoria se pronunciaría de seguro por los ingleses. Oficiales franceses hubo contrarios á este prudente dictamen. Al decir del historiador Alcalá Galiano, uno de los que mostró mayor oposición á lo por los españoles sustentado, fué el contralmirante francés Magón, con quien estuvo á punto Galiano «de llevar aquella desavenencia á los términos de un lance particular».

Resolvióse, al fin, que se esperaría á los ingleses en Cádiz.

Recibió en esto Villeneuve la noticia de su deposición. El Emperador, disgustado por su conducta, le había separado del mando de la escuadra y estaba ya en camino para substituirle

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el almirante Rossilly.

Decidió Villeneuve en

el acto volver por su honor y ordenó la salida de la escuadra. Quiso disuadirle de tan temerario propósito Gravina, pero no lo consiguió.

El 20 de Octubre de 1805 salió la escuadra aliada de Cádiz. Al siguiente dia se avistaron los rivales á poca distancia del Cabo Trafalgar.

A romper por tres

Navio Rayo

puntos la linea formada por los buques aliados, tendieron desde el primer instante los esfuerzos de Nelson. Lo consiguió pronto y, sembrada la confusión, quedaron muchos de los aliados cogidos entre dos fuegos. Huyó el almirante francés Dumanoir, á cuyo mando estaba confiada la vanguardia (1) y quedó casi desde los primeros momentos la lucha reducida á esfuerzos de estéril valor en que rivalizaron españoles y franceses.

Veamos ahora cómo describe Marliani este combate (2).

Al mediodía, emprendieron los ingleses el movimiento con arreglo á las instrucciones del general en jefe. La primera columna la mandaba en persona Nelson... La segunda, al mando del almirante Collingwood, se adelantaba for

(1) En su erudito libro: Combate de Trafalgar, vindicación de la armada española contra las aserciones injuriosas vertidas por Mr. Thiers en su Historia del Consulado y del Imperio.

(2) Dumanoir cayó á poco en manos de otra escuadra inglesa y quedó prisionero.

mando cabeza el Royal Sovereign... « Corte V., le dijo Nelson, la retaguardia por el undécimo navío. » Y luego, recogiéndose un poco, mandó hacer aquella célebre señal que electrizó la escuadra y se hizo después tan famosa: La Inglaterra espera que cada uno cumplirá su deber. La hora suprema había llegado. Conforme à su plan de ataque, se adelanta Nelson para cortar la línea por la popa del Santisima Trinidad y la proa del Bucentaure. Pero el general Cisneros mandó meter en facha las gavias del Trinidad y se estrechó de tal modo con el Bucentaure, que Nelson desistió de su empeño, habiendo perdido mucha gente y quedando muy mal tratado el Victory por el terrible fuego que tuvo que sufrir. Mas luego, atacaron á un tiempo el Victory y el Temeraire, ambos de tres puentes, al Redoutable, el cual tuvo que dejar paso al enemigo por la popa del Bucentaure, por donde pene

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tró la mitad de la escuadra que mandaba Nelson y atacó á los navios del centro; la otra mitad, amenazando la vanguardia y figurando maniobrar para que la tuviesen en respeto, cayó luego sobre el centro mismo... El Trinidad y el Bucentaure recibieron intrépidamente la terrible arremetida de los ingleses; allí se trabó encarnizada pelea, batiéndose aquellos dos navios contra fuerzas muy superiores. En esta lucha, una bala del Redoutable alcanzó á Nelson en el hombro izquierdo, le atravesó el pecho y se fijó en la espina dorsal... Una tregua siguió á este suceso que privaba á Inglaterra de su primer almirante... mas luego volvió á trabarse el combate con mayor furia... En socorro del Trinidad acudió el brigadier comandante del Neptuno don Cayetano Valdés; y también acudieron á este punto de la línea el San Agustin, y los franceses Heros é Intrépide; pero el Trinidad tiene que sucumbir tras del Bucentaure que arría bandera después de una defensa gloriosa.>>

He aqui ahora el combate que sostenían el Santa Ana, el Fougueux y el Monarca con la columna de Collingwood:

«Entonces se trabó entre el Royal Sovereign y el Santa Ana la más horrible lucha, barloados los dos navios uno á otro tan cerca que las velas bajas se tocaban. El general Alava, que conocía que

Collingwood quería pasar á sotavento, puso toda su gente á estribor, y tal era el estrago que hacia la artilleria del Santa Ana y el peso de sus proyectiles, que su primera andanada hizo escorar el Royal Sovereign sobre la banda opuesta hasta descubrir dos tablones. De esta refriega salieron los dos navios enteramente destrozados. El Santa Ana sostuvo el combate del modo más valiente, esperando ser socorrido. La lucha con el Royal Sovereign es desesperada; cae gravemente herido el general Alava; cae Gardoqui, su digno capitán de bandera; la arboladura del Santa Ana está destrozada, diezmada su tripulación; en esa lucha cuerpo á cuerpo queda el navío inglés tan maltratado como su contrario; inmóvil y sin poder ya gobernar Collingwood, tiene que

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Bandera insignia de

Gravina.

Dionisio Alcalá Galiano.

abandonar su hermoso
navio desmantelado, y
sostenido por su división se ve precisado á pasar à la fragata
Euryalus en medio del combate.»>

El Principe de Asturias, guiado por Gravina sostenía al mismo tiempo ruda pelea con varios navios contrarios.

>> En ese círculo de fuego y de humo, en medio de estragos espantosos, cuando la muerte acaba con la mayor parte de la tripulación, cae el general Gravina gravemente herido de un casco de metralla en el brazo izquierdo, cae su digno mayor general Escaño, mas no cae su insignia. Allà ondea, para que los buques españoles sepan que el general en jefe español no ha tenido la mala suerte del almirante Villeneuve y que hay un centro español á donde reunirse. Mas el San Ildefonso, destrozado, ha tenido que arriar su bandera, herido su bizarro comandante Vargas; y el Principe de Asturias que un momento antes en un claro había visto al Argonauta sin bandera, había maniobrado para socorrerle; viéndole solo contra tantas fuerzas, orzó para ponerle en salvo; acuden en su apoyo el San

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Justo, Neptuno y otros; le remolca la fragata Themis, francesa. Un poco libre y viendo la batalla perdida, en lo que le queda de arboladura pone la señal de retirada, y se le unen el Pluton, el Neptuno, el Argonauta, el Indomptable, el San Leandro, el San Justo y el Montañés, y todos, bien seguros de haber cumplido con heroísmo los deberes del honor, se retiran hacia Cádiz. El Bahama y el San Juan, menos afortunados, quedaban en manos del enemigo, mas su gloria era igual y mayores sus sacrificios. ¡Alli morían Galiano y Churruca, como habían muerto Alcedo y tantos más!»

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Cosme de Churruca.

En el navio Archille, francés, habiéndose perdido la oficialidad hasta recaer el mando en un alférez, los sobrevivientes renunciaron á salvarse y se volaron con el navío.

¡Lamentable heroísmo, sacrificio inútil para la humanidad, llevado á cabo en nombre de una quimera para sostener la ambición de un solo hombre!

<< Villeneuve, dice el mismo autor de que hemos tomado la reseña del desastre, había sido en el combate un modelo, un modelo de serenidad y de valor; todos los buques de su escuadra habían imitado el denuedo de su almirante. Sólo la división de vanguardia, á las órdenes del contralmirante Dumanoir, proyectaba una sombra sobre ese cuadro glorioso... Los cinco navios que gobernaron sobre el Bucentaure tomaron una derrota más corta que la indicada por el Formidable, y llegaron á tiempo de mezclar su sangre con la de los valientes en cuyo socorro iban, aunque tarde para salvarlos. El Neptuno que mandaba el intrépido don Cayetano Valdés, se separó muy luego de los cuatro navíos franceses para acudir al fuego... Allí trabó Valdés una terrible lucha contra cuatro navíos ingleses que se dirigían á doblar el Trinidad y el Bucentaure. Tanto heroismo no salvó el Neptuno de manos de sus enemigos: acribillado, desarbolado, el impertérrito Valdés, gravemente herido, hubo de saber que su navio habia arriado bandera; el temporal que sobrevino salvó al Neptuno de manos de sus adversarios, mas fué para estrellarse en las peñas del castillo de Santa Catalina en la costa del Puerto de Santa Maria.»

Murió en el mismo día Nelson. Gravina le sobrevivió poco tiempo. Ascendieron nuestras bajas en el combate de Trafalgar á dos mil cuatrocientos y cinco, entre muertos y heridos, sólo muertos tuvimos mil veintidós.

¡Cuánta sangre derramada inútilmente!

Se ha considerado, sin embargo, como una gloria nacional aquella catástrofe.

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