Antología de poetas líricos castellanos desde la formación del idioma hasta nuestros días, Volumen14

Portada
Marcelino Menéndez y Pelayo, José Rogerio Sánchez
Vinda de Hernando y c.a., 1916
 

Páginas seleccionadas

Contenido

Otras ediciones - Ver todas

Términos y frases comunes

Pasajes populares

Página 140 - ... mundo cubre, de do viene el temor que nos espanta, y la medrosa forma en que se ofrece aquella que la noche nos encubre, hasta que el sol descubre su luz pura y hermosa ; tal es la tenebrosa noche de tu partir, en que he quedado de sombra y de temor atormentado, hasta que muerte el tiempo determine que a ver el deseado sol de tu clara vista me encamine.
Página 133 - ¡Cuántas veces, durmiendo en la floresta, reputándolo yo por desvarío, vi mi mal entre sueños, desdichado! Soñaba que en el tiempo del estío llevaba, por pasar allí la siesta, a beber en el Tajo mi ganado; y después de llegado, sin saber de cuál arte. por desusada parte y por nuevo camino el agua se iba; ardiendo yo con la calor estiva, el curso, enajenado, iba siguiendo del agua fugitiva.
Página 145 - Divina Elisa, pues agora el cielo con inmortales pies pisas y mides, y su mudanza ves, estando queda, ¿por qué de mí te olvidas y no pides que se apresure el tiempo en que este velo rompa del cuerpo, y verme libre pueda...
Página 139 - ¿Quién me dijera, Elisa, vida mía, cuando en aqueste valle al fresco viento andábamos cogiendo tiernas flores, que había de ver con largo apartamiento venir el triste y solitario día que diese amargo fin a mis amores?
Página 215 - Cerca del Tajo en soledad amena de verdes sauces hay una espesura, toda de hiedra revestida y llena, que por el tronco va hasta el altura ; y así la teje arriba y encadena que el sol no halla paso a la verdura; el agua baña el prado con sonido, alegrando la vista y el oído.
Página 136 - Con mi llorar las piedras enternecen su natural dureza y la quebrantan, los árboles parece que se inclinan; las aves que me escuchan, cuando cantan con diferente voz se condolecen, y mi morir cantando me adivinan Las fieras que reclinan su cuerpo fatigado, dejan el sosegado sueño por escuchar mi llanto triste.
Página 252 - No es necesario agora hablar más sin provecho, que es mi necesidad muy apretada; pues ha sido en un hora todo aquello deshecho en que toda mi vida fue gastada. ¿Y al fin de tal jornada presumen espantarme? Sepan que ya no puedo morir sino sin miedo; que aun nunca qué temer quiso dejarme la desventura mía, que el bien y el miedo me quitó en un día.
Página 86 - Vitoria general de mi tristura. Y aquellos pensamientos míos tan vanos, ella los va borrando con el dedo, y escribe en lugar dellos otros sanos. Así que yo ni quiero ya, ni puedo tratar sino de vida descansada, sin colgar de esperanza ni de miedo.
Página 129 - El dulce lamentar de dos pastores, Salicio juntamente y Nemoroso, he de cantar, sus quejas imitando; cuyas ovejas al cantar sabroso estaban muy atentas, los amores, de pacer olvidadas, escuchando. Tú...
Página 245 - ¡Oh, cuan corrido estoy, y arrepentido de haberos alabado el tratamiento del camino de Francia y las posadas! Corrido de que ya por mentiroso con razón me...