Romances, Volumen1

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Ediciones de "La Lectura,", 1912 - 315 páginas

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Página 153 - Mañanita de los Reyes— la primer fiesta del año, cuando damas y doncellas — al rey piden aguinaldo, unas le pedían seda — otras el fino brocado ; otras le piden mercedes — para sus enamorados. Doña María entre todas — viene a pedirle llorando, la cabeza del Maestre — del Maestre de Santiago.
Página 166 - si el rey Don Pedro lo sabe — de ambos se vengaría, mucho más de mí la reina — por la mala suerte mía.
Página 42 - De aquella Luna hermosa. Juntáronse los ilustres, Y las iglesias entonan El entierro de aquel cuerpo, ¡ Que del cuello sangre brota. En los hombros le reciben Cuatro con sus cruces rojas, Que le sirvieron en vida Y en la muerte le dan honra. Pusieron el cuerpo helado Debajo una dura losa, Y con el peso insufrible Dió temblor la tierra toda.
Página 113 - ... que sonaban las razones más de estafa que de advertimiento»: con lo cual el religioso se volvió sentido más de su confianza que de su desenvoltura, pues solo venía a granjear prevención para su alma y recato para su vida. El Conde gozoso de haber logrado una malicia en el religioso, se divirtió de suerte que, habiéndose paseado todo el día en su coche, y viniendo al anochecer con Don Luis de Haro, hermano del Marqués del...
Página 19 - ... fundan en el amor, en el matrimonio, en la familia, en el honor, en la gloria del rey, y sobre todo en la lucha de los cristianos contra los sarracenos. Pero el conjunto es tan épico, tan plástico, que la realidad histórica se presenta a nuestros ojos en su significación más elevada y pura, lo cual no excluye una gran riqueza en la pintura de las más nobles escenas de la vida humana y de las más brillantes proezas.
Página 182 - El cual en el mismo punto, sorprendido de encontrarse bañado de luz, esconde la faz en su embozo, y parte : aunque no como el culpado que se fuga por salvarse, sino como el que inocente mueve tranquilo el pie y grave.
Página 117 - Mentidero de Madrid, decidnos ¿quién mató al conde? Ni se sabe ni se esconde. Sin discurso discurrid : — Dicen que le mató el Cid por ser el conde lozano. ¡ Disparate chabacano ! La verdad del caso ha sido que el matador fué Bellido y el impulso soberano.
Página 36 - ... castellano, como indigno de la poesía alta, noble y sublime. Se asegura en ella que aunque venga á escribirle el mismo Apolo no le puede quitar ni la medida, ni el corte, ni el ritmo, ni el aire, ni el sonsonete de jácara (i).
Página 166 - ¡Para ser de sangre real, — hecho ha gran villanía! Ha deshonrado mi casa, — y dícese por Sevilla que una de mis doncellas — del Maestre está parida. — El Maestre, mi señora, — tiene cercada á Coimbra, y si vuestra Alteza manda, — yo luego lo llamaría; y sepa vuestra Alteza — que el Maestre no se escondía: lo que vuestra Alteza dice, — debe ser muy gran mentira.
Página 114 - Otros decían que, pudiendo y debiendo morir de otra manera por justicia, había sucedido violentamente, porque ni en su vida ni en su muerte hubiese cosa sin pecado. Solicitar uno su herida y su desdicha con todas sus coyunturas, y el castigo con todo su cuerpo, y no prevenirse, fue decir: «Ni la justicia ni el odio han de poder hacer en mí mayor castigo que yo propio.

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