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ahora indica nada directamente de que él es navarro o vasco, ni aun refiriendo con acento de especial cariño y benevolencia los hechos históricos de su propio Pueblo. Pero hay una nota indirecta, en que deja entender que pertenece al reino navarro. Es la rara exactitud con que describe las dotes bélicas peculiares de sus paisanos. De ningún pueblo español las señala y expresa con tanta propiedad y particularidad y son las mismas, que han brillado en los navarros, en las famosas guerras del siglo pasado por la independencia y por la causa dinástico-religiosa. Dice entre otras cosas, al hablar de las luchas contra los agarenos, al mando de su rey, Sancho Abarca, que «son ágiles «de sobresaliente agilidad» «impetuosos en atacar, rápidos en las escaramuzas, veloces en las marchas, aun por terrenos abruptos, diestros como infantes y caballeros, en las celadas ardidosos «mágicos para disolverse y reunirse en parajes prefijados» «expías excelentes» «amantes de su fé y religión». (1) Claro indicio de que conoce a los suyos de una manera especial, y por tal indicio tengo también el hecho de que es el único historiador, que relata, aunque demasiado sobriamente, los orígenes de la dinastía de Navarra.

Pero ya veremos el descuido con que trató cosas tan importantes, y hay en él otra cosa más sorprendente, que merece anotarse, que jamás censura los actos guerreros de sus paisanos, que pelean después de constituirse en reino, pero en cambio la resistencia de los vascos contra los intentos de dominación de los godos la mira en la misma forma que los autores godos, porque traslada sus textos a su obra en el mismo sentido que ellos, aunque es cierto también que tampoco hace suyos los sentimientos de los mismos.

Rada fué, desde tiempos desconocidos, el nombre de la estirpe y genealogía de nuestro D. Rodrigo. Así aparece también respecto del mismo D. Rodrigo en la inscripción, que existe encima de su sepulcro, donde se le llama «Rodrigo Ximenez de Rada» Lo mismo le llama el sabio Juan B. Pérez. (2) Salazar de Mendoza escribe: «De este linaje de Rada fué el arzobispo don Rodrigo Ximenez» (3) Garibay no le llamó por ese apelativo sino por el de su patria: Rodrigo Ximenez de Navarra»> Por su lado el analista navarro, el P. Moret, por su escaso esmero, incurre en los yerros siguientes. «De una Señora, D.a Urraca de Rada, con sus hijos e hijas hallamos en Fitero una donación hecha a Raimundo (S. Raimundo, organizador de la orden de Calatrava) abad de Santa María de Niencebas, de una heredad de Cintruénigo, de cuatro cahices de sembradío, por junio de la era mil ciento ochenta y cinco. (1147 de Cristo) Si esta Señora, D.a Urraca de Rada, fué madre del arzobispo, y de ahí le vino a él el apellido de Rada, que algunos le atribuyen, quede a juicio del lector. Lo que no se puede dudar es que fué nieto, como él se llama, de aquel gran caballero, D. Pedro Tizón de Cadreita, que tanta mano tuvo en la elección de D. Ramiro el Monje, y lo procuró en Monzón tan ardientemente como su nieto el arzobispo lo dejó escrito: aunque después se acomodó y corrió con D. García Ramírez de Navarra» (4) Documentalmente consta, como veremos adelante, que D. Urraca no fué madre de D. Rodrigo, y es arbitraria y ajena a toda investigación genealógica la suposición de Moret, de que pudiera heredar de su madre el apellido de Rada. Es digno de notar que estos apellidos, que indicaban entonces la procedencia toponímica del origen del personaje, no eran estrictos apellidos. En los días de mi historia y varios siglos después, no se propagaba generalmente por la estirpe de generación en genaración el apellido, como en nuestros tiempos, se

(1) Lib. V. C. 22. Tales conceptos las repite en otros capítulos de su historia, ut Lib. II. C. 3. y Lib. VIII al referir la hazaña de las Navas de Tolosa. (2) Vito. Arch. fol. 13. (3) En su biografía. (4) Anales Lib. XX. C. 6 n. 15 y 16. En el Cartulario de Fitero se llama a Urraca Domna Viracha de Rada (Arigita. n. 175. p. 115.)

gún es bien conocido para los versados en la materia. La cristalización de un apellido, que se hereda invariablemente de generación en generación, se verificó en todo el mundo, desde el siglo quince al diez y siete. Hasta entonces del nombre de pila del padre se formaba el patronímico de los hijos, añadiendo un ez en los reinos de España; así en la misma familia del protagonista de esta historia tenemos un ejemplo claro. D. Rodrigo se llamó Jiménez de Rada, porque era hijo de Ximeno o Jimeno, a su vez el padre de D. Rodrigo se llamó Pérez, por ser hijo de Pedro Tizón de Rada, o Pero, como entonces se decía. Este modo de llamarse los hijos se observó rigurosamente aún en las dinastías de Navarra y Aragón, como lo demuestra la historia. Cuando una estirpe era linajuda, y rica por sus dominios, añadían los hijos al patronímico el nombre de su casa o lugar natalicio y solariego. De ahí ese modo de llamarse Jimeno Pérez de Rada, Rodrigo Jiménez de Rada, Gil de Rada. El linaje de Rada tenía, además del Señorío de Rada, que fué primitivo, otros Señoríos adquiridos de diversas maneras.

Uno de estos fué Cadreita, que ya poseyó el famoso D. Pedro Tizón, y lo heredó su hijo Jimeno; y se titularon ambos igualmente de Cadreita, como lo notó el mismo D. Rodrigo.

Igualmente una de las hermanas de Rodrigo se firmaba de Cadreita, cosa que ya observó Moret, pero no le sirvió para averiguar si D. Rodrigo era Rada. La razón de esta diversidad de nombres es que los magnates, que poseían varios Señoríos solían titularse indistintamente ya por el uno ya por el otro, según es notorio por las firmas de los diversos documentos públicos de aquella época, y los anales traen ejemplos a millares.

Uno de los linajes más preclaros de la Edad Media por su nobleza y por el catálogo de varones insignes, que esmaltaron la historia, fué éste de D. Rodrigo. Los Radas penetran en las páginas de la historia aureolados con el nimbo resplandeciente de una bella y gloriosa leyenda, a la par que es alzado sobre el pavés el primer rey de Navarra.

Escribe el príncipe de los analistas de este reino en sus notas para los anales de Navarra.

«<Uno de los ricos homes de Navarra, antes de alzar rey a Iñigo Arista, por los años 855, era Velasco de Rada, y del lugar del Señorío se introdujo el apellido en el linaje» (1) Otros cronistas dicen que un Rada fué uno de los doce nobles vascos: que proclamaron rey al primer soberano de Navarra, haciéndole jurar previamente las leyes fundamentales, que debería guardar constantemente. Ni lo uno ni lo otro han salido del campo de las leyendas brillantes, que embellece las cunas de las monarquías. Lo históricamente cierto es que Velasco de Rada es el primer eslabón visible e indudable de esa pléyade de ilustres Radas, de almas recias, de arrestos indomables, de poderosas voluntades e insignes hechos, que durante cinco siglos abrillantan y llenan los anales de su reino, e invaden gloriosamente los de Aragón y Castilla, como se ve leyendo la historia de los tres pueblos, y que yo no debo recoger aquí para no apartarme de mi intento, ni aún a pretexto de descubrir la ascendencia gloriosa y heróica, que acumuló con crecientes méritos sucesivos de muchas generaciones, cada vez más ricas y generosas, los gérmenes de aptitudes prodigiosas en las venas y cerebro de este vástago extraordinario, hijo quizás el más excelso de Navarra, en la manifestación de las más altas cualidades humanas en conjunto.

Sólo una excepción es preciso hacer para notar aquí mismo la gran modestia

(1) Tomo III. Veánse los Ms. en el Archivo de Navarra.

de D. Rodrigo, y además, porque sabemos que en ciertas cosas los sentimientos del arzobispo rimaron al unísono con los del ascendiente tan célebre en la historia española, que el mismo D. Rodrigo dibujó magistralmente, al trazar en su obra principal el cuadro de uno de los lances más críticos de la vida de los reinos de Aragón y Navarra, pero sin decirnos qué lazos de parentesco tan próximo y sagrado le unían con tan eminente personaje, al que el severo Mariana le calificó, en el momento de referir el suceso histórico, «un hombre muy noble y de grande ingenio» (1) Este hombre era el abuelo de Jiménez de Rada; pero D. Rodrigo no lo dice al relatar el hecho, ni siquiera que fuera pariente suyo.

Se llamaba el abuelo de D. Rodrigo, Pedro Tizón de Cadreita o de Rada. Su propio nieto lo consigna en el documento de donación, que en 1217, siendo Arzobispo de Toledo, firmó en Burgos, en beneficio del monasterio de Fitero, expresando que dona las heredades «de su abuelo, D. Pedro Tizón» (Avi mei Domini Petri de Tizón). (2) En el libro sexto, capítulo segundo de su historia, le llama Petrus Titionis Cathereta.

El cronista de Alfonso VIII, Núñez de Castro, escribe así: «El apellido del abuelo no fué el de Tizón, sino Rada, y el haberle mudado fué por un caso prodigioso en una batalla, que refiere Jerónimo Blancas en su Historia. Haberse llamado los abuelos del Arzobispo D. Pedro Tizón y D.a Toda consta por una donación que hicieron el año 1141 al monasterio de Santa María de Niencebas y a su Abad, Raimundo de Sierra (S. Raimundo de Fitero) (3) «Esta heredad, próxima al monasterio citado, fué ampliada por D. Rodrigo en la mencionada fecha. Pedro Tizón usó con preferencia el toponímico Cadreita al de Rada, quizás por ser aquel un Señorío más opulento. Ya veremos que lo mismo hizo una hermana del mismo D. Rodrigo, que fué monja de las Huelgas de Burgos, y se firmaba María Jiménez de Cadreita, y no Jiménez de Rada, como sus hermanos. Quizás D. Pedro se nombró de Cadreita por haber nacido en ese pueblo, según escribe Núñez de Castro.

El abuelo de D. Rodrigo tuvo larga vida y accidentada y gloriosa historia, según aparece en las incesantes alegaciones de los anales de Aragón y Navarra. Desde 1124 y 1134 brilla al lado de Alfonso el Batallador en todas las grandes empresas guerreras y políticas, entre las más ilustres figuras de las dos coronas unidas, y descuella como nadie en el cerco de Mequinenza en ese año 1134, que suena fatídicamente en nuestras crónicas. El 17 de Julio el agareno Abengaria destrozó con horrible estrago el ejército navarro-aragonés de Alfonso el Batallador, en los alrededores de Fraga. Quedó anonadado por el desastre el monarca, y vagó errabundo y obscuro hasta el mes de Septiembre del mismo año, hasta que sucumbió en misteriosa sombra, dando lugar a que brotara sobre su muerte una serie de consejas y tenebrosas relaciones fantásticas, que no es del caso recoger en este lugar. La verdad es que murió en el mes citado; y consta indudablemente que vivía en Agosto de 1134, por un documento que se relaciona con el abuelo de D. Rodrigo. En esa fecha Alfonso el Batallador, estando sobre Lizana, despachó una carta de donación en favor de D.a Toda, mujer de D. Pedro Tizón de Cadreita.

Con ocasión de la muerte del rey de Aragón y Navarra culminó la importancia y la autoridad del gran caballero Tizón. Sabido es que los navarros y aragoneses desecharon el descabellado testamento, por el cual Alfonso legaba sus dos coronas a las órdenes militares del Temple, de S. Juan de Jerusalén y del Santo Sepulcro. Entonces, Pedro de Atarés, el más poderoso magnate aragonés, al parecer de san

(1) Hist. de España. Lib. X. C. XV. (2) Arigita. Cartulario de Fitero. p. 89. (3) Crónica de Enrique I.

gre real, Señor de Borja, más osado que nadie, se adelantó a pedir las dos coronas y valiéndose de sus partidarios, reunió Cortes en Borja, para que se las concedieran. Se le opuso con gran destreza el magnate navarro, D. Pedro Tizón, el cual era partidario de la legitimidad. Veamos cómo. Dice la Crónica de S. Juan de la Peña: «Muerto el rey Alfonso o perdido en la batalla, los reinos de Aragón y Navarra fincaron sines heredero un año. Et por esto trataron et ordenaron que es leyessen por rey a D. Pedro Atarés... Señor de Borja... Et sabiendo D. Pedro Tizón de Caraceita, que D. Per Atarés era en el baño, otros dicen que la cabeza se lavaba, fue con los navarros para facer reverencia a D. Per Atarés, et los porteros como locos et de poco bien, lo que muytas veces les habían (solían) non demonstrando a D. Per Atarés, ni excusándolo en el acto, que estaba, de continent dizieron que non podian entrar a verlo, que ocupado era en affaires» (1)

Más completa y artística es la narración del nieto de Pedro Tizón, D. Rodrigo, que relata asi el suceso de su abuelo: «Pero transcurridos muchos años y muertos los dos hermanos (2) sin prole, sobrevino la disensión entre los aragoneses; pues siendo, según dijimos, Ramiro monje y sacerdote, no podía hacer guerra como rey, ni administrar justicia, ni contraer matrimonio; de aquí que querían poner en lugar del rey difunto a un noble llamado Pedro de Atarés; más éste, portándose menos correctamente, comenzó a engreirse por su futuro nombramiento, y envaneciéndose no ya por la posesión de la cosa, sino de la esperanza de la misma, desdeñábase de los nobles. Por esto dos Magnates, a saber, Pedro Tizón de Cadreita y Pelegrín de Castillo Azuelo, nobles poderosos, que querían mantener la fidelidad a su Señor natural, apartaron a muchos de su primer intento, y procuraron con acelerada diligencia, que se sacara a Ramiro el Monje, de su monasterio. Pues como un día se reunieron en Borja de Aragón Cortes, para proclamar rey al predicho Pedro, y llegaran algunos magnates de Navarra, fueron estos recibidos menos comedidamente por los aragoneses, y saliendo Pedro Tizón a su encuentro, los acogió liberal y agradablemente; y sabiendo que Pedro Atarés estaba en el baño, a él los condujo a los mencionados magnates. Pero los porteros les cerraron la entrada. Se retiraron de allí en el acto, y después de comer, mudado el propósito, se marcharon con Pedro Tizón.

En aquellas Cortes, por manejos de los magnates, se impidió la proclamación de Pedro Atarés y se dilató la cosa para las Cortes de Monzón. Habiéndose vuelto a reunir las Cortes en Monzón, el voto de los más principales decidió que Ramiro el Monje sucediera a su hermano difunto; y sacándolo del monasterio, cerca de Huesca, lo sentaron en el trono» (3)

El Arzobispo declara muy claramente cómo Tizón, su antepasado, se aprovechó hábilmente de la presencia de sus paisanos, para hacer odiosa la hinchada arrogancia del pretendiente y abortar sus ambiciosos proyectos. En el relato aragonés que sin duda está inspirado en el de Don Rodrigo, hay que desechar la benévola idea de «fazer reverencia» con que ha intentado teñir el cronista, de color favorable al rudo magnate Pedro de Atarés.

Pero el caso es que los críticos aragoneses, desde el extremoso Traggia acá pretenden comúnmente que esta relación es una leyenda de origen navarro (4)

Para justificar los navarros su separación de Aragón y la proclamación de un príncipe suyo, nieto de Sancho el de Peñalen en rey propio, forjaron la fábula de las Cortes de Monzón, aprovechándose acaso de la circunstancia de que dicho

(1) Rincones de la Historia. 186. (2) Pedro I y Alfonso I que reinaron sucesivamente. (3) Lib. VII. C. 2. (4) Ballesteros. Hist. de España. tom. II. C. 4. p. 335-337.

príncipe navarro era Señor de Monzón, cuando fueron a ofrecerle la corona de sus progenitores. El principal argumento de los aragoneses consiste en el hecho de que Ramiro se titulaba rey de Aragón en el mismo mes de la muerte de su hermano, Alfonso el Batallador, según resulta por la donación hecha a San Vitorián. Algunos críticos modernos niegan también los intentos de Pedro Atarés para escalar el trono aragonés, por cuanto dicho magnate aparece muy pronto como leal servidor del rey Monje, ya que éste le había confiado para 1135 el Señorío de Huesca, una de las primeras poblaciones fieles partidarias de Ramiro. Pero tan radicales soluciones son inadmisibles. Zurita (1) suscribió la versión navarra sin titubear, ni siquiera sospechar, que lo de Borja y Monzón pudieran ser invenciones navarras. Don Rodrigo, principal relator navarro y eco fiel de lo que referían sus compatriotas, no hace alusión a ningún pretendiente navarro ni aragonés en las Cortes de Borja. Hasta las de Monzón no suena el nombre del Infante navarro, Don García Ramírez, al que encuentran los navarros digno de entronizarle en el solio de su abuelo, y lo entronizan resueltamente con la oposición de los aragoneses. Para ejecutar esto y justificar su acto ¿qué les aprovechaba inventar las maniobras de Pedro Atarés en Borja y las Cortes de Monzón?. Les sobraba para ello desechar a Ramiro el Monje y alzar y reintegrar así en sus legítimos derechos al vástago directo de su propia dinastía, sin recurrir a esas invenciones; y eso urgía más, si es verdad que Ramiro reinaba ya en el primer mes en el Alto Aragón, desde Jaca. Por otra parte Don Rodrigo no podía referir seriamente de su abuelo una fábula semejante; pues tenía que estar enteradísimo, aún por tradición oral de la familia, de las circunstancias de la intervención de su propio abuelo en ocasión tan señalada y extraordinaria. En consecuencia es absurdo sostener que la relación de Don Rodrigo sobre los intentos de Pedro de Atarés sea conseja de origen navarro. Quizás sea una exageración el nombre pomposo de Cortes, que se ha dado a las reuniones de determinados partidarios en Borja y Monzón, pero su existencia no se puede negar. Se explica que, fracasados ya los intentos ambiciosos, el Señor de Borja, pasado algún tiempo, admitiera mercedes de Ramiro y pa sara en 1135 a regir el Señorío de Huesca; tanto más, que urgía mucho agruparse alrededor del rey Monje, para oponerse al nuevo soberano navarro, que había sido su primer contrario, y ahora amenazaba marcialmente a los aragoneses. Es de notar también que Pedro Tizón desbarató las intrigas del Señor de Borja con el objeto de favorecer la proclamación de Ramiro, según se desprende de la lectura de la historia, y que no hay vestigio histórico de que directamente cooperara, a continuación, con los navarros, en la ejecución, del plan de proclamar rey al Infante navarro, como tampoco figura entre los partidarios del nuevo soberano aragonés. Debió seguir una conducta ambigua, después de quebrantar las ambiciones de Pedro Atarés. Porque luego se eclipsa y no le ve el historiador hasta 1135, en que aparece como partidario de Ramiro (2) Pero se eclipsa pronto nuevamente hasta 1140 en que reaparece bajo el pendón del rey de Navarra, combatiendo contra Aragón y Castilla (3) Es que al encender la guerra entre Aragón y Navarra, a raíz de la separación de las dos coronas, ni los aragoneses se fiaron de él, por ser extranjero, ni él se declaró francamente, y los navarros sólo le admitieron como militar seguro tras larga prueba, por haber seguido algún tiempo a Ramiro y haberle elevado al trono. Por fin optó por luchar por su propia patria. Era Señor de Caparroso en 1145, y en ese año hizo a San Raimundo de Fitero las celebradas y memorables donaciones, que tantas veces recuerda la historia.

(1) Anales. Lib. C. 52. (2) Zurita. Lib. I. C. 53. (3) Id. Lib. II. C. 3.

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