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sia y sus vasallos, contra el tenor de sus privilegios, reprimiendo con censuras eclesiásticas a los molestadores. Dado en San Pedro, 22 de Noviembre, año primero de nuestro Pontificado.» (1) El lenguaje, que emplea D. Rodrigo contra el Conde, al narrar su paso por su Diócesis, calificándole con aspereza «de altiva frente, (fronte superba) demuestra que pasó por allí D. Álvaro como enemigo del Arzobispo, y que continuaban en pie tan graves agravios y no hay indicios de ha- → ber intentado la reconciliación con el Primado, mientras que hay pruebas de que el tutor laboró por calmar los ánimos de los toledanos, obteniendo mercedes reales a favor de ellos. Estando en Talavera de la Reina se firma, en Febrero, la carta de merced de varias aldeas a la ciudad de Toledo, en premio de sus servicios. (2) En los mismos días, por consejo del Conde, en Talavera, concede el Rey el derecho de franquicias al Monasterio de San Isidoro de Dueñas. (3) Por eso el documento, (4) que el 17 de Febrero expidió el Rey en Talavera, ratificando la disposición testamentaria de su padre, para que se entregue al Obispo Menendo de Osma la villa de Osma, con firma de D. Rodrigo, que era testamentario, no demuestra su presencia allí, sino que es una ejecución de la resolución de lo dispuesto por las albaceas.

Entre tanto, en el Norte, en la región de Palencia y tierra de Campos, organizáronse fuerzas guerreras, con el objeto de defender a D.a Berenguela, contra la cual los oráculos de la iracundia de los Laras voceaban guerra a muerte y para arrebatar a estos malhechores al desdichado Rey. Por eso, lanzando llamas, escápase del Arzobispado de Toledo, viene con su Rey a Valladolid y, después de celebrar la Resurrección del Señor, asuela los trigales y abrasa los Palacios de los adictos de la Reina. (5) Arde cruenta guerra civil. Por evitar daños al Rey Enrique, las tropas de la hermana no atacan a las de los Laras. Estos llevan a Palencia al Rey, el cual en los dias 17 y 18 de Mayo, firma en esa población sus últi mas mercedes, (6) por nosotros conocidas. Sobrevino la catástrofe. Como observa el Arzobispo, se le abandonó al joven Monarca en el Palacio Episcopal de su gran vasallo D. Tello, Obispo de Palencia, fiel a su regio decoro, partidario de Doña Berenguela, próximo pariente suyo al decir de un erudito, (7) y jugando peligrosamente con unos pajecillos, a uno de estos se le escapó desde la torre una teja, que hiriendo gravemente en la cabeza a Enrique, lo llevó a la tumba, el martes, 6 de Junio de 1217. (8) Confuso el Conde, ocultó en vano el cadáver del Rey irrespetuosamente, pero antes que se difundiera el rumor de tal suceso por el vulgo, la sagaz Reina se enteró de todo y adoptó rápidamente todas las medidas para hacer abortar las que imaginara el tenebroso cerebro del perverso tutor, ideando y realizando a la vez la proclamación del futuro conquistador de Sevilla y el rescate y sepelio pomposo de su infortunado hermano, al que se puede llamar también afortunado, porque Dios alejó providencialmente de su reinado las incursiones de los moros, los cuales no se atrevieron a penetrar por las puertas de Sierra Morena, desde que tres años antes, las traspusieron, fugitivos de los iracundos resplandores de la espada de D. Rodrigo, con ocasión de la heróica defensa del castillo y territorio de Almagro; y vea el lector cuan lejos del troquel del Cid se moldeaba una gran parte de la nobleza castellana, y no pondere como reflejo de un hecho real corriente, sino como bellos sentimientos del poeta, que los forjó, las ideas del viejo romance, que se remonta a esta época:

(1) Ap. n.o 33. (2) Crónica de Enrique I. Núñez de Castro. C. 10. (3) Ib. ib. Allí está la firma de D. Rodrigo lo mismo que la de todos los Obispos castellanos. (4) Loperráez. tom. III. p. 50. (5) Lib. IX. c. 3. (6) Núñez de Castro. c. 10. (7) P. Getino. Ciencia Tomista. Año 1917. Nov. Dic. 388 (8) Cron. Cerratense. Esp. Sagr. II. Lib. IX. c. 4.

Y conquistado el Castillo
Fago pintar en sus piedras
Las armas del Rey Alfonso

Y yo humillado a par de ellas.

Rodrigo no asistió a estos sucesos. Desde hacía meses vivía lejos de la Corte. Condolióse del triste fin del Rey, al que amó paternalmente, sufriendo al verle soportar dolorosa e indecorosa vida en las uñas de la garduña de Lara. Miró por su memoria, escribiendo con lágrimas sus adversidades y perpetuando en el recinto de la Catedral de Toledo su recuerdo escultórico. Leo en una historia moderna de España: «La estatua de D.a Berenguela (1) lo mismo que la de D. Enrique I fueron colocadas en la Catedral mezquita de Toledo, muy a principios del siglo XIII, por el Arzobispo D. Rodrigo. Al demolerse aquel templo árabe se retiraron de allí ambas; la de D.a Berenguela fué a parar al «Taller del Moro» (un lugar de este nombre) donde permanecía en los promedios del siglo pasado. La de D. Enrique está colocada entre las de los otros Reyes, en la Capilla mayor de la Catedral, en el machón más próximo al altar. (2)

(1) Doña Berenguela murió muchos años después de apeada la citada mezquita, para emplazar en el mismo sitio la actual gloria de Toledo; por eso creo que esa escultura no represente a Doña Berenguela, sino a Doña Leonor u otra princesa. D. Rodrigo en vida no le dedicaría en el templo tales estatuas. (2) Angel Salcedo. n.o 82.

CAPÍTULO X.

(1215-1217)

Cuarto Concilio ecuménico de Letrán. Tesis acerca del valor de las firmas de los documentos Reales en la dilucidación histórica.--Asiste D. Rodrigo al dicho Concilio.—Su famosa disputa solère la Primacía de Toledo.-Las actas célebres y la predicación de Santiago en España.-Viaje a Roma en 1217.-La recaudación por la cruzada general.—Obispado de Segovia.-Gestiones de Rodrigo en Roma. Observación.

Llegamos a la cuestión que ha dado a D. Rodrigo especial celebridad entre los historiadores y colectores de Concilios y entre los críticos. Desde que César Baronio, apoyado en las actas que publicó el Cardenal García Loaisa, combatió acérrimamente la veneranda tradición española de la predicación de Santiago en España, hasta Hefelé y Duchesne, en nuestros tiempos, los analistas e historiadores de alguna importancia (1) lo mismo que los investigadores de la Historia eclesiástica de España no han cesado de recordar su nombre. Ninguna cuestión más famosa que la que tocamos en este capítulo en la historia eclesiástica española y ninguna buscará el crítico con más avidez en la presente obra. Razón por la cual procederemos con especial orden y rigor.

El docto Blas Ortiz imprimió en 1547 la primera noticia de la asistencia de don Rodrigo al cuarto Concilio lateranense con estas cláusulas: «Como quiera que en esta obra mencionamos frecuentemente al Iltmo. D. Rodrigo, Prelado de feliz memoria, justo será, que omitiendo otras cosas, que acreditan y enaltecen mucho a este varon, se refiera aquel hecho único (que si no me engaño a todos parece empresa máxima y honrosísima), a saber, que D. Rodrigo, dotado de sumo ingenio e insigne por su doctrina y por la noticia de varios idiomas, en el Concilio lateranense, que presidió el Pontífice Inocencio III, estando reunidos los Prelados de casi todas las Iglesias y también número infinito de diversas gentes, pronunció un discurso, en el cual, para que nadie dejara de entender sus palabras, hizo uso del latín, del alemán, del francés, del inglés, del navarro (vasco) y del español. Muchos varones me dan testimonio de este hecho, y finalmente cierto Códice viejo, colección de diversos documentos de los padres antiguos y privilegios, intitulado: «De Primatu nobilitate ac dominio Ecclesiæ Toletano» Copiaré literalmente las palabras, que en el mismo volumen se hallan, porque son dignas de conocerse:

(1) No intento formar su interminable catálogo y sólo indico al lector, que las actas de que luego se hablará, se hallan en Loaisa, Labbé, Harduin, Hefelé y otros, y en Razón y Fé, mejor aún que en otra parte.

«El año del Señor 1215, mes de Noviembre, se celebró el santo y universal Sínodo en la Iglesia de San Salvador, que se llama Constantina, presidiéndolo el Papa Inocencio III en el 18 de su pontificado. Asistieron al mismo dos Patriarcas, el Constantinopolitano y el Jerosolimitano; el Antioqueno, detenido por grave dolencia, no pudo venir, sino que envió por delegado al Obispo Antadorense; tampoco pudo venir el Alejandrino, por estar bajo el poder de los sarracenos, y envió en su lugar a Pedro, diácono, hermano suyo. Asistieron a este Concilio entre Primados y Arzobispos, 71, Obispos, 412, e innumerables entre Abades y Religiosos, Deanes, Priores, Prepósitos, Arcedianos y otros clérigos seculares y Procuradores de Principes, Concejos y Comunidades, reunidos de las diversas partes del mundo. Y en este Sinodo General, Rodrigo, Arzobispo de Toledo y Primado de las Españas, con licencia del Pontífice, anunció la palabra de Dios, empezando y terminando en latín; mas como de diversas partes del mundo se habían congregado allí clérigos y seglares, para satisfacción de todos, haciendo en el discurso pausas e interrupciones, expuso a los seglares e iliteratos en sus propias lenguas a saber, a los romanos, a los alemanes, a los franceses, a los ingleses, a los navarros y a los españoles las autoridades y razones alegadas en latín. Agradó a todos esta exposición, considerándola, no sólo ingeniosa, sino admirable; porque desde los tiempos de los Apóstoles apenas se cree ni se oye, ni se halla escrito, que nadie en parte alguna, anunciando la palabra de Dios, la haya expuesto en tanta variedad de idiomas o lenguas.» (1)

Tan honorífica relación, tan en armonía con la cultura de D. Rodrigo, se leyó en el siglo XVI con aplausos y sin recelos, enorgulleciendo a todos los españoles. Pero ese pasaje no era más que el prólogo de las Actas, que tanta celebridad iban a adquirir por las noticias, que contenían y que podían producir tremenda conmoción si se llegaban a divulgar. Un docto amigo del P. Mariana, García Loaisa, futuro Cardenal ilustre, las publicó cuarenta y cuatro años después, en 1593, retocándolas a su sabor en varios puntos hasta modificar algo el sentido de las sentencias del original. Las Actas relataban la ruidosa disputa de D. Rodrigo en favor de la Primacía de su Iglesia de Toledo con sus adversarios, los Arzobispos de Braga, Tarragona, Compostela y Narbona. Pero tampoco esto despertó recelos; ya que el hecho más notorio y cierto de la vida de D. Rodrigo es que durante toda ella luchó con admirable ardor y celo en defensa de la Primacía de Toledo, como se verá adelante. Lo que despertó recelos y tempestades, que todavía excitan vivas contiendas, fueron las palabras siguientes de D. Rodrigo (o atribuídas a él) en una respuesta al Compostelano: «Si alega la primera predicación de la divina palabra y la conversión de muchos a la fe de Cristo en España por Santiago, que hablen, los que conocen la Santa Escritura. He leído que se le dió la potestad de predicat en España; pero mientras por la Samaria y Judea diseminaba la ley divina, bajo Herodes, degollado en Jerusalén, exhaló el alma y la entregó al Señor. Por lo tanto, ¿cómo predicó si aún no había entrado? ¿O por ventura los convirtió al Señor sin predicación? Recuerdo bien haber oído en mis primeros años de algunas santas monjas y viudas piadosas que en su predicación se convirtieron a la fe muy pocos, y, como en ella hacía escasos progresos, se volvió a su patria, donde murió por disposición del cielo.» (2)

La revelación de estas cláusulas fué un estampido. Era un golpe terrible para la tradición española de la predicación de Santiago en España. Quedaba desvir

(1) Cap. XLIX. (2) Cito aquí el texto de Loaisa, porque fué el que voló por Europa y cambió la sentencia de los críticos.

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tuada, maltrecha por la autoridad de tan grande hombre, que en el corazón de la edad media tan categóricamente la rechazaba, si se le concedía todo el crédito, que su sabiduría reclamaba. El inmortal Baronio cambió de parecer, se retractó, corrigió sus Anales y laboró para que otros se retractasen. Clemente VIII mandó reformar en el Breviario Romano la cláusula anterior, que sonaba así: «Mox, peragrata Hispania, ibique prædicato, rediit Hierosolimam; redactando de este modo el nuevo párrafo: «Mox Hispaniam adiisse et ibi aliquos ad fidem convertisse Ecclesiarum illius Provinciœ est traditio.» Toda España reclamó contra esa reforma; se comisionó una delegación de sabios para que en Roma lograse la reposición del texto primitivo; discutióse ante el mismo Papa Urbano VIII varias veces, como lo requería asunto tan grave, en que se comprometía la seriedad de la Curia romana. El Rey de España ejerció toda su presión, que entonces era la primera del orbe; y por fin se consiguió la inserción de la frase categórica siguiente, pero con resabio de alusión a la frase atribuída a D. Rodrigo, en cuanto al número de conversiones: Mox in Hispaniam profectus, ibi aliquos ad Christum convertit, ex quorum numero septem postea Episcopi a Beato Petro ordinati in Hispaniam primi directi sunt.» (1) Pero los sabios extranjeros no dieron valor alguno a esta mudanza, y apoyados en la autoridad del primer historiador de España, la desecharon. En consecuencia brotó una abundante y eruditísima producción de obras con el intento de refutar las Actas y probar la venida del hijo mayor del trueno a España. (2)

La tesis universal de los españoles fué la apocricidad de las Actas. Así se cortaba por lo sano. Para dar la prueba irrefragable se examinó la verdad de la asistencia del Arzobispo Jiménez de Rada al expresado Concilio, y con argumentos, que parecían contundentes, se concluyó por la mayoría de los críticos, que el Arzobispo no se halló en aquel Sínodo. De aquí que cuando el célebre profesor de la historia ecclesiástica de Roma, Duchesne, que acaba de morir, representante de la escuela crítica más avanzada de la historia, invocaba el nombre de D. Rodrigo para poner en duda la predicación de Santiago en España (3), el más autorizado representante de las investigaciones históricas de la Iglesia española, P. Fidel Fita, le replicaba hace 20 años, reproduciendo la convicción general de los defensores de la venida del santo Apóstol a España, con esta frase: «¡Vaya en gracia! ¡Salir a estas horas con la fábula del Arzobispo D. Rodrigo en Roma!» (4) ¿Y cómo se demuestra que es fábula? Fita así razona.

1. Porque el testimonio de las Actas no tiene valor, por ser espúreas (5) y apócrifas. 2. Mondéjar probó con un documento, que refuerzan los PP. Flórez y Cuper, que el 27 de Septiembre Rodrigo estaba en España. (6) La escritura de donación de Zorita a los judíos prueba que el 20 de Diciembre estaba en Segovia, y la de Portaticum de Velere en pro de los Santiaguistas, que el 29 del mismo estaba en Uclés. (7) En Segovia estaba el 16 de Marzo de 1216, según documento citado por González. (8) Juán Ferreras citó el privilegio de Boldovín del 15 de Enero de

(1) Para pormenores debe leerse el P. José Tolrá... (2) En la tupida selva bibliográfica deben señalarse como obras de mérito especial: La Predicación de Santiago, por Mondéjar. Justificación Histórico crítica... por Tolrá. La Disertación del P. Flórez en el tom. III de la España Sagrada. Santiago de Galicia. Nuevas Impugnaciones del P. Fita. «Razón y Fe.» Año 1901-1902. (3) Ou sait qu' au XIII siécle, l' archeveque de Toléde, Rodrigue Ximénez traitait encore l' apostolat espagnol de conte de bonnes femmes. Saint Jacques en Galice.-Annales du Midi. Revue de la France Meridional. n.° 46. p. 145-179. (4) «Razón y Fe.» 1901. n.o 1. p. 71. nota 3. (5) Vicente de la Fuente llamó: «documento estúpidamente apócrifo, a esas Actas. Hist. Ecl. c. I. párrafo III. (6) Predicación de Santiago. f. 49. v. (7) Boletín de la R. A. de Hist. L. p. 167-168 y Bull S. Jacobi. p. 61. (8) «Colección de Privilegios de la Corona de Castilla» por T. González. IV. p. 133-34 y siguientes.

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