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Mahomed, a cometer actos de infidelidad contra su aliado. (1) Este dirigió la expedición del Otoño de 1227 contra Baeza, yendo en su compañía, como alma de todas las campañas, D. Rodrigo, y adelantándose, de orden del Rey, Lope de Haro, tras un corto asedio, movió a capitular a la ciudad, y San Fernando aceptó la capitulación, y penetró en ella, el día de San Andrés Apóstol; por lo que Baeza clavó las aspas gloriosas del Santo en los cuarteles de su escudo. En seguida se organizó, bajo la dirección e inspiración del Arzobispo, el restablecimiento del culto cristiano, purificándose las mezquitas; allí no eran tan suntuosas como en otras poblaciones árabes. Lo mismo hizo D. Rodrigo respecto de la organización civil de la ciudad y de todo el Reino de Baeza, que cayó en manos de Castilla. Hecha la conquista de Baeza y su territorio, el Arzobispo de Toledo tuvo que proceder, como delegado ordinario del Papa, a la restauración de la Sede episcopal, y San Fernando se prestó a dotar la nueva Sede con todo lo necesario, para el desarrollo de su vida eclesiástica. En los siglos primeros la silla episcopal de Baeza estuvo en Iliturgis, y se escribe, que fué su primero y único Obispo, San Eufrasio. Se llevó de aquí a Cástulo, y hacia 646 se trasladó de Cástulo a Baeza, y fué su primer Obispo un tal Rogato, que asistió a varios concilios de Toledo. Después de la invasión mora, se cita el último Obispo en 802, Saro. En 1147, Alfonso VII, al conquistar, en unión con el Rey de Navarra, a esta ciudad, dedicó su Catedral a San Isidoro, dice Modesto Lafuente, y «San Fernando hizo la ciudad cabeza del Obispado.» añade hablando laicamente. (2) Pues ya se sabe que estas cosas son de la exclusiva jurisdicción de la Iglesia. Urbano II escribía a Rainaldo, Arzobispo de Reims: «Pertenece sólo a la Sede Apostólica unir y desunir los Obispados, o establecer nuevos.» (3) Los Primados toledanos tenían para esto un privilegio extraordinario respecto de España, por razones especiales. Sólo ellos lo ponían en práctica, reclamando de los poderes supremos la protección necesaria, a lo que se prestaban los Reyes españoles, como fervorosos hijos de la Iglesia, asignando adecuado patrimonio a la Mitra, al Cabildo y a las parroquias. San Fernando, al fin Santo, fué modelo en la presente ocasión. Pero la restauración, según escribía Gregorio IX al Arzobispo de Toledo, se realizó «por la misericordia de Dios y tu solicitud.» (4) Graves autores, confundiendo ciertos litigios particulares, que sobre algunos pueblos de la diócesis de Baeza sostuvo el Arzobispo de Toledo años posteriores, han escrito, que pretendió agregar a su Sede la comarca de Baeza; que se le opuso fray Domingo, el Obispo consagrado por él, para el dominio de Marruecos; que San Fernando se puso de parte del dominico, el cual reclamaba, que se le diera en propiedad la Sede, que había poseído como titular: porque parecía de rigor de Derecho canónico, que se le diera en propiedad lo que se había libertado del yugo sarraceno. Fuera de la reclamación del Obispo dominico, de la que también dudo, puesto que en la consulta de D. Rodrigo no hay indicio de ella, todas esas aserciones son puras invenciones. La verdad es lo que sigue. El Toledano consultó el caso con Gregorio IX, el cual le contestó así: «Ahora que ha sido restablecida al culto cristiano, por la misericordia de Dios y por tu solicitud, esa misma Iglesia, has querido consultarnos, si debías llamar (revocare) a la misma al dicho Obispo, o poner otro en la misma. (5) Nos, teniendo plena confianza en tu discreción, hemos resuelto en el Señor, encargarte este negocio a ti, que puedes conocer mejor las circunstancias del asunto, y por lo tanto

(1) Escriben otros que lo mataron los suyos por su amistad con San Fernando, y que por eso se tomó Baeza. (2) Hist. de España. Lib. II. c. 14. (3) Bula: a. 1092. (4) Ap. 94. (5) ¿Esa frase indica que Fr. Domingo estaba en su cargo de África, y que la duda era personal de D. Rodrigo?

también lo que convenga en el caso, mandando a tu Fraternidad, por letras apostólicas, para que procedas con nuestra autoridad, conforme vieres que conviene, según Dios. Dado en Druso, 13 de Julio, año segundo de nuestro pontificado. (1) Esta contestación demuestra cuán alto era el concepto, que en Roma se tenía de la ciencia canónica y de la gran prudencia de D. Rodrigo. El caso, que en sus manos se deja, es uno de los más delicados e intrincados del Derecho canónico; ya porque no hay normas sobre él en el Derecho; ya porque se ponía a prueba el tacto del Arzobispo en la resolución del caso respecto de la persona del Obispo titular. Si bien podía augurarse que D. Rodrigo optaría por dar en propiedad a Fr. Domingo lo que poseía por mero título. Porque tenía que ser benévolo el Arzobispo para con él, ya que pocos años antes él mismo le había juzgado digno de la dignidad episcopal y lo había consagrado. Mucho hubieran tenido que cambiar las cosas para que el consagrante del año 1225 decidiera en 1229, que no se le debía dar en propiedad la Sede con cuyo título se le había consagrado.

En efecto, D. Rodrigo dió a Fr. Domingo en propiedad el Obispado de Baeza, de la que se posesionó éste en 1229, después de prestar al Arzobispo este reconocimiento: «Yo, Fr. Domingo, Obispo de Baeza, reconozco que he prometido la sumisión, reverencia y obediencia ordenadas por los Santos Padres, en presencia de D. Rodrigo Arzobispo, conforme a los estatutos de los cánones, a la Iglesia de Toledo y a sus rectores.» (2) El Obispo organizó rápidamente el culto solemne de su Iglesia Catedral, que dedicó a la Natividad de María Santísima, y formó el clero diocesano, en el cual alistó como párrocos, a muchos dominicos, que le causaron sinsabores; y obtuvo del Papa la confirmación de todo. 17 Febrero de 1230. En virtud del predicho juramento quedó Baeza agregada a la Metrópoli de Toledo, aplicándose de esta manera el privilegio del Primado, que agregaba las nuevas diócesis restauradas a su Metrópoli, hasta que se rescatasen las propias Metrópolis. Lo más chocante, que tenemos que decir, para terminar este interesante punto de la historia, es, que D. Rodrigo no dice palabra en su historia, ni respecto de la conquista del Reino de Baeza, ni de la restauración de la diócesis. Ni dice nada de la gloriosa conquista de Badajoz por el padre de San Fernando en la misma fecha 1227.

Retrocedamos atrás. Tenía D. Rodrigo alma de Santo, alma timorata. Hacía tiempo que le punzaba un temor, que él mismo veía que era infundado, como se lo advierte al Papa Honorio, al exponerle el caso, y el Papa así lo reconoce. Temía que le pudiera haberle alcanzado la excomunión, que los jueces de la causa de la iglesia de Navalperal habían fulminado contra el que se opusiera a lo que ellos habían resuelto. Y D. Rodrigo, que, como administrador de Segovia, apeló en contra a Roma y se opuso a la sentencia, dice: «que no creía que estaba sujeto a ella, ni la conciencia le arguía de esto.» Con todo solicita humildemente, ad cautelam, la absolución. El Papa se la envía diciendo así: «porque, a nadie debe ser dañoso su cargo, lo cual sucedería, si dicho Arzobispo, dejado el Obispado Segobiense, sufriera algún gravamen con esa ocasión.» Comisiona Honorio a los Arcedianos de Toledo, Almazán y Sigüenza la solución de este asunto. (3)

Es el último breve de Honorio III relacionado con D. Rodrigo, que yo conozco. Fué gran admirador del Arzobispo de Toledo, y le distinguió en forma creciente y excepcional. Murió el Papa el 11 de Marzo de 1227. Buena porción de episto

(1) Se imprime por vez primera. (2) El original latino está en Toledo: Una copia en el B. N. 13.035 fol. 82. Allí mismo están las bulas de Gregorio nono refereates al pleito de D. Rodrigo con Domingo de Baeza sobre los límites de la diócesis. (3) Ap. 87.

las suyas referentes a nuestro personaje está por descubrir. Quiera Dios que se encuentre para unirla a la copiosa colección, que se ha hallado. La única de las que tengo noticia, que no he mencionado hasta ahora, es la del 8 de Febrero de 1219, en que solemnemente, a ejemplo de los demás Pontífices, le confirma la Primacía de Toledo. Va firmada por los Cardenales. (1) Le sucedió el famoso editor de las Decretales, Gregorio IX, que habiendo ocupado la Silla de Pedro a los 83 años de su edad, dirigió la nave de la Iglesia durante quince años con sobrehumano vigor y acierto. Ya hemos adelantado una prueba de su aprecio a D. Rodrigo. A petición de éste, escribió Gregorio IX, el 9 de Febrero de 1228, al Obispo de Sigüenza y a los Arcedianos de Molina y Almazán, para que obligasen irrevocablemente a los Abades de Santa María de Parraces, Santa Leocadia y San Vicente, de la diócesis de Segovia, antiguas parroquias de la diócesis toledana, pagar lo que de justicia debían, sin admitir excusa alguna, y con censuras, si era necesario. (2) Varias bulas, expedidas cinco dias más tarde, nos llevan a conocer las interioridades de la Corte de Castilla y sus relaciones con D. Rodrigo. Gregorio IX encargó a los Obispos de Osma y Sigüenza y al Abad de Huerta, que obligasen a D. Berenguela a reparar una injusticia, que estaba cometiendo con la Iglesia de Toledo y su Prelado, reteniendo el monasterio de Covarrubias, que su padre Alfonso VIII había donado a Toledo, salvo jure diocesano. (3) Y escribe el Papa a la misma Berenguela en esa fecha, diciéndole: «Que debe imitar los píos hechos de su padre Alfonso, Rey de Castilla, y conservar todo en su estado, en memoria del mismo, y le exhorta a que dicho monasterio se restituya, por su diligencia, a la iglesia de Toledo, que, se dice, haber sido despojada del mismo, y que no consienta, que sobre esta posesión sea molestada por nadie dicha iglesia.» (4) Alfonso VIII había donado a Toledo el citado cenobio, que, por sus grandes posesiones de montes y pueblos, rendía pingües rentas, para recompensar los muchos servicios recibidos, y añade: «y mayormente en reparación de la injuria, que a la misma iglesia le inferi, porque con mis pecados violé la predicha iglesia de la Bienaventurada Virgen.» (5) Ignoro en qué ofendió Alfonso VIII tan gravemente la Catedral de Toledo. La causa primera de la expoliación y retención del monasterio de Covarrubias parece ser la Reina Berenguela, ya que a ella se la atribuye el Papa. Pero el más hábil y tenaz, para que no volviera a la posesión de Toledo, era el Rey Fernando, propenso a restar lo que a su juicio podía mermar el prestigio y la influencia del poder Real, si bien, creo, que en el caso presente mediaron manejos del Cabildo de Covarrubias. Véase cómo expone un investigador moderno los pasos del Rey en contra del Toledano. «Y para establecer más sólido fundamento a su empresa comenzó por conseguir del Papa (Honorio III) recibiese bajo la protección de la Santa Sede el Cabildo de Covarrubias con todas sus parroquias, capillas y derechos eclesiásticos anejos a ellas, ratificando a las mismas sus exenciones y preeminencias, sin contar en lo más mínimo, ni interesar para nada al Arzobispo de Toledo, D. Rodrigo, ni al Cabildo Catedral de aquella ciudad. Con esto revocó implícitamente San Fernando la enajenación de nuestra abadía efectuada por Alfonso VIII, su abuelo, sin que deje de extrañar no reclamase ni opusiera a él la más mínima contradicción.» (6) No se cómo el Arzobispo y el Cabildo no se alzaron más presto. Quizás por delicadeza con Honorio III, que pudo ser sorprendido, y después mostrarse inaccesible respecto de ese punto. Gre

(1) Se halla en el fol. 17 de Notulæ. (A. H. N.) (2) Ap. 88. (3) Ap. 89. (4) Ap. 89 y siguientes. (5) «Cartulario de Covarrubias». Documento XXIV. p. 59 y sigs. (6) Vide la bula integra en las Memorias... p. 4.

gorio IX se puso de parte de Toledo, y al ver que Fernando no se doblegaba con esas órdenes a su madre y a los Prelados, el 28 de Julio del mismo año, le intimó severamente el precepto de la devolución de la abadía citada a Toledo. Cosa que debió ejecutarla, aunque no sé cuándo ni cómo.

Gregorio IX escribió en ese día, 14 de febrero, al Arzobispo D. Rodrigo y demás Obispos de Castilla para que pusieran freno a otro abuso mayor de San Fernando, que los historiadores suelen callar, sin que se sepa cómo se denunció a Roma. Tras hermoso preámbulo, les dice «Como se dice, que dicho rey ha ocupado la tercia de las décimas destinadas a las fábricas de las iglesias, y que las ha gastado en su provecho, con ofensa de Dios, os mandamos, por letras apostólicas que prudente y eficazmente le hagáis desistir de esta usurpación, indicando a los rectores de las mismas iglesias, que no intenten pagar las tercias a los exactores del rey.» (1) Es seguro que San Fernando obtuvo el indulto de las tercias en 1224 para empezar las guerras, pero debió ser trienal, y sin hacer diligencia, para renovarlo, prosiguió cobrándolo. Este abuso le reprende el Papa. Bonifacio VIII, 73 años más tarde, recordaba a Fernando IV de Castilla, que San Fernando, su abuelo,y otros reyes castellanos habían cometido la falta de prorrogar el cobro de las tercias más de lo que se les concedió por indulto. (2) El ejemplo de San Fernando produjo mal efecto en los vasallos, los cuales tanto se desmandaron en la Diócesis de Toledo, que llegaron a desatender a su Arzobispo, el cual dió al Papa la queja siguiente. «Que los hombres de Madrid y otros varios seglares de su Diócesis negaban arbitrariamente las tercias de las décimas pertenecientes a las fábricas de las iglesias, y se atrevían a emplearlas en fortificar villas y en otros usos ilícitos.» El Papa expide el 14 de febrero otra bula (la cuarta del mismo día con asuntos referentes a D. Rodrigo) mandando al Obispo de Sigüenza, al canónigo Pedro Sánchez y al Arcediano de Molina, que por medio de censuras, repriman a los legos, que cometen tales excesos. Añade «Pero no fulminéis sentencia de excomunión, o bien entredicho, contra el Concejo de Madrid en general, sin haber recibido sobre esto mandato especial nuestro.» (3)

Me extraña que en ninguna de las cartas de Gregorio IX aparezca alusión alguna al Legado, que tenía en estos años en España, silencio que debe significar que las atribuciones del Legado eran netas y bien determinadas. Tenemos que hablar de él, y del bien singular que hizo. Dice el Tudense. «El Reverendisimo Padre Juán, Obispo Sabiniense, fué enviado a España, como Legado de la Sede Apostólica, por el gloriosísimo Papa Gregorio.» (4) Y D. Rodrigo, que trató mucho al Legado, escribe más exactamente. «En aquel tiempo era Legado de la Iglesia Romana en España Juan de Abdeville, Cardenal Obispo de Sabina, varón bueno, sabio, docto.» (5) Gregorio lo envió en 1227, en el mismo año de su elección, y quedó en España hasta la primavera de 1229. Pues dice el Arzobispo, que estuvo aquí tres años, (6) y su último acto en la Península debió ser el concilio de Tarazona, en abril de 1229, y poco antes el de Lérida. No pudo ser después, porque Jaime el Conquistador, terminado ese concilio, acometió con todo su pueblo, terrible guerra, y ya eran imposibles concilios en la corona de Aragón. Del objeto de la venida del Legado Juan, dice el Tudense, que «entre otras cosas, que hizo, excitó a los reyes españoles a la guerra contra los moros.» Más exactamente señala ese objeto D. Rodrigo, diciendo que vino «a celebrar concilios y a dar consejos

(1) Ap. 92. (2) Bula del 16 de setiemb. 1301. Agnani. (3) Ap. 93. (4) Hisp. Illust. fol. 113. (5) Lib. IX. c. 12. (6) Ibi.

de salvación.» En efecto para eso lo envió el Papa a España, y eso lo ejecutó principalmente.

Sospecho que empezó por Portugal, pero no hay actas conciliares lusitanas, o si las hay, no se han descubierto. Ocultas se hallaban también las de León y Castilla, hasta hasta que el P. Risco las encontró en León, y las dió a luz en 1787. Mejor dicho, no son las actas, son las Constituciones, que se dieron en Valladolid para las Iglesias de los dos reinos. Porque otras noticias del dicho concilio no encontró en el Archivo de la Catedral leonesa.

Entre primavera y verano de 1228 se celebró este Concilio, antes o después del 16 de julio, pues en ese día el Legado consagró la Catedral de Segovia, por invitación de D. Bernardo, que desde el año anterior la gobernaba pacíficamente. Se habían rendido San Fernando y el partido recalcitrante del Cabildo, que calentado por el soplo de algunos aspirantes a la ambicionada Mitra, habíanse negado a reconocerle bastante tiempo. Un breve de Gregorio IX consiguió la sumisión completa de todos. (1) El concilio fué de los dos reinos de Castilla y León, como expresan las Actas, pero no conservan estas la lista de los Padres asistentes, sino que dicen que asistieron los Prelados de los dos reinos. No por eso podríamos asegurar categóricamente la participación de D. Rodrigo, si bien suficiente era para creerlo la importancia del acto y la moral imposibilidad de que faltase a él el que era cabeza de la Iglesia de Castilla, y Primado de las Españas, y su modo de hablar al referir los consejos, que dió el Legado. Felizmente una bula del Papa atestigua su asistencia. Gregorio IX, el 9 de noviembre de 1235, aprobó la concordia de los Obispos de Osma y Sigüenza, que desde hacía un siglo litigaban sobre fronteras y parroquias de los dos Obispados, llenos de encono. Dice el Papa en la bula de aprobación, que los dos Obispos lo habían puesto, años antes, en manos del Legado, el Cardenal de Sabina, en Valladolid, en un Concilio, y en pre. sencia del Arzobispo, D. Rodrigo y de los Obispos de Burgos, Palencia, Segovia, Calahorra y otros sujetos. Así sabemos documentalmente la asistencia de D. Rodrigo. Dictaminó el Legado con los asistentes, que cada uno se contentase con lo que tenía. Eso confirmó 8 años después el Papa. (2)

El blanco del Concilio vallisoletano fué la reforma de las costumbres, notablemente decaídas. Para conseguirlo, se empezó por urgir el cumplimiento más exacto de los decretos del último Concilio lateranense en cuanto a la celebración, ya de los Concilios provinciales, ya de los Sínodos diocesanos, debiendo celebrarse cada año el concilio provincial y dos sínodos diocesanos, cuyas resoluciones más salientes debían presentarse en el concilio provincial.

Entre las disposiciones particulares memorables y de gran tino, una es la referente a los estudios del clero y a la reorganización de las escuelas universitarias de Palencia, que ya dimos a conocer. (3) En dos cánones largos y minuciosos enérgicamente se mira por la pureza de vida del clero. En otro se inculca el respeto al Santísimo Sacramento, y llama atención que dice: «el cuerpo de Dios se lleve al enfermo con lumbre et con esquila honradamente et cada ocho días se renove.»> Lo mismo que ahora. De transcendencia fué la implantación de la disciplina general respecto de los judíos, venciendo al fin la resistencia de San Fernando, y quizás algo también la de D. Rodrigo, que propendía al criterio de su Rey por razones económicas de gobernante; pues como Prelado amante de la integridad de la fe, los aborrecía, por su odio al nombre cristiano, y por su activo proselitismo;

(1) Colmenares. Cap. 20 n. 16. (2) Epist. Gregorii. 5 idus nov. Oct Pont. nost. (3) Debe leerse el P. Serrano. D. Mauricio. p. 80. n. 3.

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