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compra. Pero como estos pueden ser más útiles a nuestros sucesores que al Cabil do, ahora mismo, en lugar de ellos, doy, con el beneplácito del Cabildo, la mitad de la aldea de Mozarabela, (1) los molinos de Talavera y la tercera parte de los derechos pontificales de las Iglesias de Maqueda y de su Arciprestazgo, y las rentas, que debo recibir en el Almojarifato de Toledo. Le doy la aldea de Torrijos, que yo adquirí, con todo lo que allí tengo, la mitad de la aldea de Exquivias, que, habiéndose perdido, lo recobré enteramente, con la tercera parte, que me pertenece. Doy estas aldeas, pero bajo condición de poseerlas durante toda mi vida, sea que esté en este cargo, sea que renuncie el régimen de la Iglesia de Toledo, por cualquiera causa: después de mi muerte volverán totalmente al Cabildo Toledano. Si por el servicio de Dios, de la Iglesia de Toledo y de la salvación de las almas, algún sucesor quisiera revocar este cambio, o disminuir en algo lo que se ha dado en el cambio, que vuelva a poder del Cabildo lo señalado anteriormente, en esta forma: Que las tercias de Maqueda, Torrijos y Exquivias y lo del Almojarifato vayan a poder del que contraviniese, quedando la propiedad del Castillo, Torrijos y Esquivias, que yo adquirí, al Cabildo. Doy las rentas integras de los judíos de Maqueda, treinta denarios anuales por cada uno, y la tercia pontifical de Almaneda de Chilón, y la mitad de las rentas del Sexmo de Zalencos y Val de Cubas. Hasta ahora recibísteis sólo la tercera parte, en adelante recibiréis la mitad. En el aniversario del Rey Alfonso y de mi padre y madre, se dará a los canónigos y racioneros, o servidores, doble de lo que a cada uno se suele dar. Para mayor devoción de los canónigos, que sirven a Dios, abundando en más benevolencia, les concedo la tercera parte del pan y vino de las tercias pontificales de los Arcedianatos de Calatrava, de (¿) Ignacia (?) y de Capella, salvo lo que pertenece a los arcedianos; y esto, lo mismo en las iglesias edificadas, que en las que se edificaren.»> El Cabildo aceptó tan magnífica fundación, con gran agradecimiento, y firmaron la escritura, después del Arzobispo, quince canónigos del mismo. (2) Mas esto era principiar por lo más remoto e ínfimo del incremento del Cabildo. El verdadero y extraordinario incremento, que dió esplendor y grandeza definitivas al citado Cabildo, fué el segundo decreto del mismo año y día. Por ese decreto estableció y ordenó D. Rodrigo, que en adelante se constituyese ese Cabildo de cuarenta canónigos y cincuenta racioneros. Eleva el número de racioneros de treinta, que son, a cincuenta, y que el de los canónigos se haga efectivo, como ya estaba dispuesto de antemano. Manifiesta que la razón de este aumento es la prosperidad y crecimiento de la diócesis, de la Provincia y del edificio de la Catedral, que se está levantando. Es notabilísima la reforma, que introduce, acerca de los racioneros, quitándoles emolumentos y privilegios, que hasta entonces habían disfrutado. Se me ocurre que la fea conducta, que varios racioneros observaron con el Arzobispo, amontonando contra él terribles cargos en la Corte del Papa, determinó la merma de derechos y emolumentos, que voy a exponer, traduciendo el texto, después de advertir, como advierte el Arzobispo, que hasta entonces los racioneros recibían lo mismo que los canónigos. Pero ahora dispone que de los beneficios de las raciones, hasta la fecha, treinta, se harán cincuenta, y otros tantos racioneros, y que cada uno de ellos recibirá solamente dos sueldos diarios, y nada más. De tal suerte sea, que crezcan las rentas de la Iglesia, o que decrezcan, no se les aumentará, ni se les disminuirá esa paga, a no ser que sea por nuestra gracia, o de gracia de nuestros sucesores, en unión con el Cabildo. Excepto tratándose de distribuciones manuales caritativas, de las que recibirán lo mismo que

(1) Está en el actual término de Vargas. (2) Liber priv. I. f. 30-31. II. f. 22-23.

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los canónigos. Manda que los racioneros nada intervengan en el Cabildo, fuera del rezo del oficio en el coro: El gobierno del Cabildo y los nombramientos de canónigos y beneficiados se reservan exclusivamente al Arzobispo y a los canónigos, sin que puedan decir palabra los racioneros. D. Rodrigo favorece la ampliación de los estudios de todos los cabildantes, permitiéndoles que puedan salir a estudiar fuera, pero señala a todos una pensión fija y módica, diciendo: «Si alguno, con licencia y gracia del Arzobispo y del Cabildo, fuere a estudiar, se le dará sólo un sueldo diario.» En esta constitución no hace la más mínima referencia al derecho, que ante el Papa reclamaban los racioneros acusadores, de que las vacantes de las canonjías, se debían cubrir por la promoción de los racioneros del mismo Cabildo. Permitasenos recalcar lo dicho, que así lo reclama el mérito singular de D. Rodrigo; que esta disposición del gran Arzobispo dió la definitiva majestad y magnificencia al Cabildo Toledano, tan celebrado en el mundo. Se crearon en el curso de los siglos unas veinte prebendas más, que se llamaron extravagantes. Lozano (1) en 1667, escribía así: Se compone el clero de Toledo de un Arzobispo, de catorce Dignidades, cuarenta canónigos, cincuenta racioneros, veinte canónigos extravagantes, y otros cuarenta clérigos, para otros menesteres de canto y servicios catedralicios.

Tal Cabildo y la construcción del templo suponían gastos enormes y un patrimonio eclesiástico muy rico. Pero gracias a sus méritos y administración, D. Rodrigo todo lo tenía asegurado con solidez inconmovible; y a todo podía atender. Sus conquistas de Andalucía, que en aquella época se hallaban en período de costosa organización, sobre todo el Adelantado de Cazorla y Quesada, sus extensas adquisiciones en la región de Guadalajara, en particular en la circunferencia de Brihuega, y las de Alcaraz y otras innumerables, que ya hemos visto en el curso de esta obra, hacían capaz a la fortuna de la Iglesia de Toledo, para soportar tales cargas. D. Rodrigo aún ayudaba a San Fernando con el apoyo material, para remediar las calamidades, que, por distintas causas de hambre y peste, en diversos puntos, aparecían. Porque el santo Rey, desde que en 1224, inició las periódicas empresas guerreras, siempre anduvo en ahogos económicos, y por eso se veía en ciertos lances, como forzado a requerir subsidios excesivos y anticanónicos a las Iglesias y monasterios, unas veces previa dispensa, otras anticipándose a ella, con protestas de los interesados, y reiteradamente hasta de Roma; sin embargo, no como Monarca autoritario y atropellador de derechos sagrados, sino compelido por la fuerza irresistible de esos trances durísimos, que no dan lugar al uso de los procedimientos normales y legítimos; mas con una piedad y amor a la Iglesia, que alejaban toda idea de injuria verdadera, y considerándose en lo material coino padre solícito y hacendoso de todas las iglesias, que en pasando los lances de apuro había de indemnizar con creces, de mil modos, con el mayor júbilo y veneración, a su Madre la Iglesia. D. Rodrigo, ministro universal y fuente de las grandes iniciativas de toda clase, cooperó con sublime patriotismo, en una medida que no es posible apreciar, a las empresas bélicas y demás dispendios de San Fernando, proporcionando recursos sin cuento. Y si de San Fernando no aparecen pruebas de aportaciones de subsidios para la fábrica de la Catedral, existen en cambio a millares de Jiménez de Rada, para ayudar a San Fernando en sus empresas conquistadoras, según lo vemos en las escrituras y en la historia. Alfonso el Sabio,

(1) De los Reyes Nuevos de Toledo.-Describense las cosas más augustae y notables de esta ciudad..... por el Dr. D. Cristoval Lozano..... año 1657.--Autor saturado de falsos cronicones, que asegura que Santiago fué el primer Arzobispo de Toledo.»

hijo de San Fernando, años después, tuvo que satisfacer deudas contraídas por su padre con D. Rodrigo, que le había dado lugares y castillos suyos.

Y recuérdense ahora fugazmente otras grandes obras arquitectónicas, que a la par que la inmortal basílica Toledana llevaba a cabo nuestro magnánimo Arzobispo: El engrandecimiento y embellecimiento de su amada Huerta, la construcción del famoso palacio de Alcalá de Henares, cuyos zócalos todavía proclaman el gusto artístico del gran Mecenas del arte, el insigne templo gótico de Fitero, la soberbia Colegiata de Talavera de ia Reina, y cientos de Iglesias de sus pueblos y aldeas, empezando por la de San Román de Toledo; pues le era preciso construir sin número de templos en la multitud de pueblos, que se reconquistaban de los moros y se agregaban a su diócesis. Añádanse las grandes sumas invertidas en construcciones civiles y militares de plazas, castillos y murallas de muchas villas suyas, que eran poderosos puestos guerreros, además de la dilatada línea de fortalezas defensivas, que erigió en la frontera del sur, desde Extremadura, pasando por Ahlover, Almagro, Calatrava, hasta Alcaraz, junto con la restauración de muchas villas y pueblos, cuya enumeración fatigaría al lector. Por eso un conspicuo escritor no dijo más que la verdad, al hablar así de sus dispendios: «Fué poderosísimo por las donaciones Regias, por sus cargos, por sus conquistas y por su celosa administración. Así pudo proveer a costosísimas campañas, a infinitos viajes, a caridad extraordinaria y permanente, como a aquellas aterradoras y excepcionales angustias, que hemos relatado de 1213, como a tantas necesidades públicas y locales de Toledo, que causaron la terrible avenida del Tajo, por Febrero de 1209, la devastadora tormenta del 27 de Junio de 1214 y la más desastrosa y proseguida durante el 2 y 3 de Diciembre de 1221, así como la empobrecedora helada de Marzo de 1234. Edificó a sus expensas bastantes castillos en sus estados y número extraordinario de Iglesias en la extensísima metropolitana Sede. La escasez de recursos, a que sus colosales empresas reducían a San Fernando, hizo que la admirable catedral de Toledo se construyera casi por el Arzobispo y su cabildo. Protegió mucho la instalación de las nacientes Órdenes de San Francisco y Santo Domingo. Dotó generosamente a muchos monasterios, y de manera singular al de Santa María de Huerta. (1)

Jamás tuvo el Arzobispado de Toledo un período semejante de engrandecimiento, en cuanto al aumento de territorios y poblaciones; ni jamás necesitó multiplicar, en sus territorios interiores y fronteras, tantas construcciones civiles y religiosas; y a todo atendió D. Rodrigo abundantemente, lo mismo para promover espléndidamente el culto divino, como para defender en todas partes las conquistas cristianas. De seguro nadie le igualó en estas obras, como tampoco en la multitud, variedad y originalidad de los códigos forales, según lo veremos.

(1) Cerralbo... Discursos... p. 93.

CAPÍTULO XV

(1230--1233)

Preparativos guerreros de D. Rodrigo.--Expedición a Jaén.-Procura D. Rodrigo la unión de Castilla y León.-Conquista del Adelantado de Cazorla y Quesada, y otras guerras del Arzobispo en Andalucia.-El Bulario.-Asuntos con la Orden de Santiago.-Albarracín.-La Copiosa legislación foral.

Una de las grandes y memorables acciones político-guerreras de D. Rodrigo es el haber procurado eficazmente con sus consejos y activos trabajos la unión de Castilla y León, de consecuencias decisivas en los destinos de España. He aquí los actos anteriores a ese gran suceso, por vía de preámbulo. Terminado el concilio de Tarazona, Jaime I corrió a ejecutar la épica campaña de Baleares; el Nuncio del Papa despachó, en Tudela (Navarra), el 2 de Mayo, la aclaración pedida cor cl Aragonés, y salió de España. D. Rodrigo regresó a Castilla, a juntarse con San Fernando, que en este año 1229 no hizo campaña propia, pero ayudó a su padre, Alfonso de León, en la conquista de Mérida, según cuenta el Tudense. Por Octore recibió D. Rodrigo la bula por la cual el Pana le dice, que ha nombrado Arzobispo de Braga a Silvio, Dean de aquella Iglesia; 8 de Agosto de 1229. (1) El 7 de Noviembre estaba el Arzobispo en Valladolid con San Fernando, al cual vendió en ese día ura huerta de Toledo, que ya se la había ocupado el Rey, para dársela a los dominicos, para solar de su convento. San Fernando se la pagó con la finca de Granadai, sita en Toledo, y renta anual de sesenta aureos.

En la primavera de 1230 D. Rodrigo estaba en grandes y resonantes preparativos de guerra, hasta el punto de admirar al Papa, el cual le dió los privilegios de a cruzada, diciéndole, entre otras cosas: «Meditando prudentemente, te preparas Tú poderosa y virilmente para arrancar de las manos de los impios la tierra, que poseen, con protanación de santuarios, por ponerla en poder de los hijos de los que son libres, despies de arrojar los hijos de la esclava (ios ismaelitas). Así que, Jeseando nosotros que se dilaten los tabernáculos de la Esposa de Cristo, a fin de que extienda sus lazos, ponderando tu prudencia y virtud, alabando en el Seoi tu proyecto y favoreciéndolo benignamente.... te concedemos por las presensa ti y también a los que te siguieren, al territorio de los moros... o al car.simo mjo, el Rey de Castilla, la misma indulgencia, que concedió el Concilio de Letrán a los que acudieran en amilo de Tierra Santa.» (2) Vemos aquí que D. Rodrigo

(1) Ap 9% Le avisa el Pontif.ez para que sepa cómo ha proveido la Iglesie rival en la Primacía. (2) Ap. 99. Rynaldo trac breve cura de esa bula en los Anal. Año 1231, n. 49.

proseguía, como Legado, a la misma altura que el Rey de Castilla, promoviendo con gran pujanza y valor la guerra santa, y en particular preparaba en este año por cuenta propia, con grande actividad y sacrificios, una empresa desacostumbrada y de trascendencia. Por desgracia, milésima vez, en su vida, calla la historia, y no sabemos qué resultados tuvo. Sólo una cosa cierta hay; que para el verano de este año, 1230, San Fernando y D. Rodrigo tenían preparada una gran campaña, y que salieron los dos juntos para Andalucía, al frente de una poderosa hueste, entre Julio y Agosto, y pusieron apretado cerco a Jaén. He aquí cómo nos describe el séquite principal el mismo D. Rodrigo: «Estaban en su compañía (det Rey) Rodrigo, Pontífice de Toledo, Lope Díaz, Alvar Pérez, Gonzalo Rodríguez, García Fernández, Alfonso Téllez, Guillermo González, Diego Martínez y otros nobles y magnates y muchos caballeros de las ciudades.» (1) Seguramente en este ejército iban las fuerzas reunidas por D. Rodrigo para la cruzada.

Después de bair la ciudad con poderosas máquinas, se convencicron de que era inexpugnable; y previo consejo de guerra, se refiro la hueste. Muy fuerte era la plaza, y bien defendida por los meros irritados, a causa de la perdida de Baeza. La mejor prueba está que ianta robusta espada, tanto corazon bravo, tanta experiencia bélica, tanta táctica sabia, tanto tecón enérgico se abatió y se retiró sin victoria; pero siquiera quisieron asır alguna plaza menos fuerte, y fueron a cercar a Dalaherza, al poco descercada a causa de un corres, que esparció por todo el campamento una transcendental noticia, que revolucionó los espíritus. Escribe e Arzobispo: «Cuando llegó a Dalaherza, vino el rumor de que había muerto su padre en Sarría, y que había sido sepultado en la iglesia de Santiago, y también que había dejado en testamento su Reino a las hijas habinas de la Reina Teresa.» (2) El primer correo que llegó a San Fernando no fvé la carta de su madre, como muchos dicen, sino el rumor. Murió Alfonso IX ei 24 de Septiembre. «D.a Berenguela escribió a su hijo Fernando que pasara a tomar el Reino. Pero se resistí San Fernando, y estaba indeciso sobre si debía o no levantar el sitio; porque no le parecía bien dejar la guerra conira moros... Rodrigo con los suyos contestaron, que sería más fuerte contra los moros después de tomar a León y que tomando el Reino volverían las armas contra los sarracenos.. Rodrigo excitó a San Fernando a levantar el cerco de Dalaherza, para que acudiera a tomar el Reino de León.» Así escribe Núñez de Castro en la vida de San Fernando. (3) No sé de dónde sale esa noticia de las cartas de la Reina madre. El Arzobispo dice tan sólo que la noble Berenguela salió al encuentro de su hijo, para que se apresurase a ocupar el Reino paterno, que le habían jurado, de orden de su padre, los Prelados, los maguates y los concejos de las ciudades, «para que no se originara con la tardanza algún trastarno». (4) No necesitaba el Rey ios supuestos acicates de avisos de D. Berenguela, teniendo al lado a D. Rodrigo, ni dio tiempo a ellos; porque habiendo partido el 24 de Septiembre la noticia del fallecimiento del Rey de León, de Villanueva de Sarria, en Galicia, San Fernando, que no la pudo saber hasta el 5 o 6 de Octubre en Dalaherza, movióse tan rápidamente con su gente, que a fines de Octubre, o primeros de Noviembre, penetraba por Tordesillas en el Reino vacante. Se encontró con su madre, en su marcha, en Orgaz. De aquí los dos juntos con el Arzobispo entraron en Toledo, «de donde salieron todos, sin detenerse en la misma.»> Así lo nota D. Rodrigo, cuyo relato es la única fuente de los sucesos de la ocupación y agregación del Reino de León, y no puede haber testigo me

(1) Lib. IX. c. 14. (2) Lib. IX. c. 14. (3) Lib. I. c. 6. (Ed. de Madrid. 1673.) (4) Arriba está la cita.

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