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de posesión pacífica de los nuevos estados. De aquí la elección de D. Rodrigo. Es fantasía lo que escribe cierto autor. «Como recompensa de sus esfuerzos (en la unión de León a Castilia) Fernando dió a su Iglesia la villa de Casaeta.» (1) ¿Cómo iba a ser premio de esos servicios una propiedad en poder de los infieles, cuyo rescate tenía que costar lo que no se sabe? ¡Vaya una recompensa! Pero D. Rodrigo no habla de título de premios, sino de concesión de esa villa, si la conquistaba en su empresa. (2) Era de futuros servicios. Reunida la «muchedumbre de soldados de las fuerzas del reino y de sus concejos, el Arzobispo se encaminó directamente a la villa de Quesada, pos rera presa de los moros, que activamente estaban reparando sus ruinas», dice el mismo, (3) y expulsó de allí a los poseedores. Quizás bastaba para contener al enemigo fortificar este punto importante, y desde allí impedir toda intentona de invasión de fuerzas poderosas, vigilando a la vez, por medio de columnas volantes, los demás pasos peligrosos; pero no podía limitarse a eso la pericia guerrera e impulsiva del Arzobispo, cuyo lema era, quebrantar a los secuaces de Mahoma, y ensanchar y consolidar el radio de las conquistas. Al norte de Quesada se extendía una feraz y accidentada comarca, llena de pueblos, villas y castillos, dominados por los sarracenos, sin que nadie hubiera penetrado allí, desde que en la primera invasión se enseñorearon de ella. Su población principal, Cazorla, con miles de habitantes. Puestos extratégicos excelentes, singularmente inexpugnables, la torre cartaginesa de Iznatoral, el fuerte Elezuela y la Peña de los Halcones. Región a propósito para la guerra y las conjuraciones, a la que había dado gran fama la sublevación, que allí se organizó contra Abderraman I. Con esto se entiende qué importancia tenía para los cristianos su adquisición, estando, como estaba, en los límites del reino granadino, que se hallaba en el período de formación. Por lo cual, después de guarnecer a Quesada, D. Rodrigo se lanzó a su conquista, que debió costarle muchos sacrificios, sudores y tiempo, (si bien nada particulariza sobre esto) ya que dentro del territorio conquistado habia seis villas y quince lugares, y una población, que no bajaría de quince mil almas, que recibían socorros de fuera. El mismo D. Rodrigo ennumera los pueblos principales, que tomó en este orden. «Pilas, Toya, Lacra, Agocino, Fuente Julián, Torres de Lago, Higuera, Morla o Alaula, Arcola, Dos Hermanas, Niebla, Villa Martín, Cazorla, Cuenca y Chelis.» (4) Pueblos todos pertenecientes a los antiguos Bastetanos y Oretanos. De Niebla dice Mariana que los antiguos llamaron Elefa. Alguno que otro con el tiempo cambió de nombre, pues aparecen allí ahora Santo Tomé, Begara y Linalo.

Toda esta comarca con sus pueblos se la cedió San Fernando a su conquistador, D. Rodrigo y a la Iglesia de Toledo; y el Arzobispo formó el mejor florón de la Archidiócesis de la Sede Primada. Como de todos esos pueblos se constituyó el famoso Adelantado de Cazorla y Quesada, que como un soberano organizó y defendió D. Rodrigo, y disfrutó siglos enteros el Arzobispo de Toledo, vamos a dar aquí algunas noticias más, para que se comprenda en qué consistió la obra posterior del conquistador, y diremos dos palabras de las vicisitudes póstumas de esa obra suya. Expliquemos primero el sentido de Adelantado, en el caso presente. Dice el historiador Aldama. «Adelantado, nombre que se deriva del hecho de haber adelantado, o ido más allá de los preceptos del rey, en ventaja de éste y del

(1) Gebhart. III. c. XXIX. (2) Tanto le disonó a Mariana un premio, que estaba por conquistar, que escribió el error siguiente: «Al Arzobispo D. Rodrigo en premio del trabajo, que tomó en todos estos tratos y caminos tan largos y tan continuos, que hacía sin cansarse jamás, dió el rey en aquella tierra (de León) la villa de Cascata.» (Lib. XII. c. 15). Luego cuenta cómo Rodrigo conquistó a Quesada en Andalucía, concedida a él por el rey, si la tomaba. (ib.) (3) Lib. IX. c. 15. (4) Lib. IX. c. 15.

pueblo, o por haber realizado un hecho glorioso y memorable. Así lo verificó Don Rodrigo, haciendo más de lo que rey le mandó; por este recayó en él la dignidad de Adelantado.» (1) Según las Partidas, Adelantado, en lo ecclesiástico, es primera autoridad, como el Obispo (2), en la administración de la justicia es el que hace veces del rey, para oir alzadas (3) (o apelaciones,) en lo civil y militar es una especie de Proses Provinciæ. «Su oficio es grande, ca es puesto por mandato del rey sobre todos los Merinos como sobre las comarcas.» (4) Debe defender la comarca, juzgar según ley, y gobernar. Era un delegado universal del rey con la triple autoridad, civil, militar y judiciaria, pero sin derecho a dar leyes.

El Adelantado que adquirió D. Rodrigo, el año 1232, en que San Fernando con Doña Beatriz firmó el documento, cediéndole toda la tierra conquistada, y declarándole su Adelantado, era todavía mucho más perfecto. Porque conservando sólo el dominio alto nacional, le hacía verdadero dueño y Señor propietario absoluto de todo el territorio, sin que pudiera despojarle el mismo sin injusticia, con derecho inapelable de dar las leyes particulares, que le placiera, y organizar el servicio administrativo y civil y militar, como quisiera. Verdadera autoridad pública inamovible, además de propietario, como representante del rey en la frontera, decidía las cuestiones. Como los Adelantados del rey, tenía el deber de defender la frontera, pero no con tropas del rey, sino propias. Por su cuenta erigia, sostenía y presididiaba plazas y castillos. Cuando le escaseaban fuerzas propias recibía las del rey. El nombraba un lugarteniente suyo en aquel estado, con la autoridad y atribuciones, que le parecían, sin intervención del soberano. Por donde se ve que el Adelantado de Cazorla era sui generis, extraordinario, nada semejante a los que podía el rey crear y establecer en varios puntos del reino.

Don Rodrigo adquirió para sí y para sus sucesores en la Sede Toledana, con tan dilatada comarca, mucho poder, mucha importancia y muchos beneficios; pues era tierra fertilísima, muy poblada, (5) y en ciertos puntos amerísima; pero también cayó sobre él un trabajo enorme, lleno de inquietudes, particularmente en los primeros años; porque hasta la conquista de Granada, siempre fué menester estar arma al brazo; ya que por el Levante confinaba con dicho Reino sarraceno. En seguida le fué preciso aumentar las obras de fortificaciones y poner presidios fuertes en las plazas; y desde el principio tuvo que enviar constantemente nuevas y numerosas fuerzas, para repeler los incesantes intentos y ataques de los moros circunvecinos, que siempre estaban acechando y atacando, para hacer presa en aquel rico estado. El punto más dificultoso de defensa era, no Cazorla con sus 14 pueblos y multitud de castillos, sino Quesada, plaza muy fuerte, pero más accesible, por hallarse en las riberas del río, y más codiciada, por ser clave de irrupciones y movimientos estratégicos. Sin embargo no constituía el baluarte indispensable de la defensa del Acelantado de Cazorla; porque estando situada en una orilla, y en punto excéntrico topográficamente, su posesión influía poco en la conservación de la parte maciza del Adelantado. Por esta razón costó mucho a don Rodrigo la conservación de Quesada; más que el resto del estado. Solicitó dispensas y privilegios particularísimos de Gregorio IX, para la guarnición y habitantes de esa plaza: dispensas, que solo el Papa concedía entonces, para que los cristianos no incurriesen en las excomuniones establecidas en los cánones de la Iglesia.

(1) Hist. de España. tom. 4. Cree Aldama que por este Arzobispo lo instituyó San Fernando, otros disienten. (2) Part. I. titul. V. Ley 1. (3) Part. II. tit. IX. Ley 19. (4) Ib. ib. (5) Cazorla pasa hoy de 13.000 hombres; Quesada se acerca a 10.000; Marla a 3.000, y así otras villas y pueblos de Cazorla antigua.

Dicho Papa otorgó a D. Rodrigo esas gracias, que éste pidió, por la bula del 24 de 1234 «Ex parte tua» Le dice «que sabiendo que el Arzobispo conquistó la fortaleza con grandes peligros y gastos suyos, para dilatar el culto de la fe católica y defensa del pueblo, y por estar en medio de los sarracenos, los defensores de la misma no pueden adquirir las cosas necesarias para la vida, sin grande peligro, si no es comerciando con los sarracenos, les faculta para que comercien con los sarracenos circunvecinos, menos en armas, caballos, hierro y objetos de lazos y cordonería. Dado en Perusa.» (1) Ni con estos privilegios pudo sostener con el tiempo la Sede toledana esta plaza de Quesada, sino que la tomaron los moros, pero sin que se perdiera una almena del resto del Adelantado. El guerrero D. Rodrigo lo conservó tenazmente; por eso escribía el mismo en 1243 «que para el honor del Rey, que la dió a la Iglesia de Toledo, lo custodia hasta ahora y lo custodia con los demás castillos.» (2) Hasta 1240 no poseyó pacíficamente todo el territorio descrito, sino que sostuvo guerra contínua durante ocho años, al cabo de los cuales, se completó la conquista; y los agarenos se convencieron, de que les era imposible entrar más en aquel rico vergel y feraz campiña. Escogió para la guerra y gobierno competentes varones. El primer gobernador y capitán, que allí puso, fué el toledano Pedro Diego Carrillo, bravo y fiel, que rompió intrépidamente feroces ataques de los moros, y completó y consolidó la nueva conquista. Mas célebre que Carrillo es en la historia Gil de Rada, sobrino (3) del Arzobispo, al cual puso su tío al frente de aquel Adelantado, hacia 1245, con poderes más amplios y precisos, de lugarteniente suyo, pero sin título de capitán. No sé en qué consistieron los hechos que le dieron fama al caballero navarro, sino se cuentan los harto ruidosos, que tuvo en su patria con sus Reyes y estados. Por desgracia todo es escasez de noticias en hecho tan importante. (4) Solo el gobernar y defender con el necesario vigor y esfuerzo pudo dar a Gil de Rada faina; pucs era uno de los puestos guerreros más importantes para la seguridad nacional.

Si la escasez de noticias de las peripecias de la conquista y de la trabajosa implantación y fortificación del Adelantado nos afligen, otro tanto nos sucede con las disposiciones legislativas, que D. Rodrigo dió a su gran Señorío. A la capital, Cazorla, le dió el Fuero de Cuenca, como se deduce de las palabras de la Real Academia de Historia en su «Colección de Fueros y Carta-pueblas de España» en el artículo Cazoria, donde se lee: «Fueros otorgados a sus vecinos por el Arzobispo de Toledo, Rodrigo jiménez. No tienen fecha. En la Memoria del pleito entre el Cardenal Arzobispo de Toledo, D. Bernardo de Rojas con el Marqués de Cámara sobre el Adelantamiento de Cazorla, folio 68 v., se describe el Códice de estos Fueros, existente en el Archivo de la villa, compuesto de 64 hojas enteras, y algunas rotas. Se copia el principio del fuero, y la primera ley es también la primera de el de Cuenca, lo que induce a creer, que sea acaso el traslado de este último.» (5) Hasta aquí la Real Academia de Historia; a cuyas noticias no puedo

(1) Auvray. 2063. (2) Lib. IX. c. 15. (3) J. B. Pérez le llama equivocadamente hermano del Arzobispo: le corrigió Mariana diciendo que era sobrino. (4) Con avidez fuímos a leerlas en el Manuscrite de Juan E. Pérez en la Biblioteca Nacional, con el título: «Relación en breve compendio de la conquista de la villa de Cazorla, origen y progreso de sus Adelantad os, y de las demás villas, según se co'ige de autores graves.» (del fol. 233 al 241.) La ilusión de algo luego se desvaneció. No es un estudio serio, digno de tan grande autor. Recita rutinariamente lo que dice D Rodrigo, en cuanto a la conquista. Trae deshilvanados datos sobre los Adelantados. Asegura que el primero que recibió título de tai, de manos de los Arzobispos fué en tiempo del Arzobispo Díaz Palomeque. La mejor parte de su trabajo es la Geografía y descripción de los pueblos. (5) Página 70.

añadir ninguna, a pesar del afán con que me he movido para saber algo más; pero siempre con resultados infructuosos. Creo sin embargo que D. Rodrigo sometió su Señorío a ciertas disposiciones civiles y administrativas generales, y dió a varios pueblos más populosos alguna carta puebla de favor, para estimular su prosperidad, y a la capital, Códice foral en regla. Esa norma siguió en la gran copia de concejos, villas y aldeas, que enriqueció con Fueros. No hay razón para decir que se apartó de ella. Más fortuna debió tener Vicente de la Fuente, el cual, al explicar la hermosa creación del «Consejo de la Gobernación» del Arzobispo de Toledo, así se expresa: «No contento con esto, D. Rodrigo dió fueros y leyes a muchos de estos pueblos, (de Cazorla) y organizó su jurisdicción. Como esto no era del Cabildo, ni los cabildos están para esto, hubo de organizar don Rodrigo un Consejo peculiar, que entendiese en la parte económica y administrativa de todos estos asuntos y aún en lo civil y criminal de las sentencias, que en asuntos temporales daban los Alcaldes, y de los que venían apelaciones al Arzobispo. Esto fué el origen verdadero y necesario de la célebre Audiencia Arzobispal de Toledo, conocida con el nombre de «Consejo de Gobernación» que en adelante fué ampliando su jurisdicción a varios asuntos eclesiásticos.» (1)

Aunque ardientemente codiciado tan extenso y pingüe estado, por encerrar una de las más envidiadas huertas de Andalucía, fué respetado, hasta que invadió el cesarismo a Castilla con la entrada de Carlos V, el cual, sin hacer caso de los derechos conquistados por el gran Rodrigo Jiménez de Rada, se aprovechó de la excesiva flojedad cortesana del Cardenal Tavera, se la apropió y se la regaló a su secretario, D. Francisco Cobos, hijo de Ubeda, enredador de oficio. El preceptor de Felipe II, el Cardenal Siliceo, le declaró pleito, que Toledo ganó en 1601, siendo Arzobispo Bernardo de Rojas y Sandoval, y se lo entregó el marqués de Camarasa. En el naufragio universal de la desamortización y del latrocinio, la España liberal se lo arrebató todo, y unos cuantos vivos, sin conciencia, se lo engulleron, dejando a la Iglesia Primada sólo la jurisdicción espiritual, que todavía allí ejerce.

No terminaré lo referente a Cazorla, que en adelante sólo de resbalón tocará en nuestra historia, sin llamar la atención, siguiendo el ejemplo del historiador general de la Iglesia española, (2) sobre el notable ejército de combate que podía D. Rodrigo poner en pie de guerra, desde la conquista definitiva de este Adelantado, advirtiendo, que por especiales concesiones de San Fernando, y como principal Adelantado de la frontera, y por los derechos, que adquirió en las guerras, por su cooperación extraordinaria, tenía Señorío sobre Martos, Calatrava, Ubeda y Andújar. Por lo tanlo en los últimos años de su vida el Arzobispo guerrero formaba la totalidad de su hueste, del reclutamiento que resultaba de la tierra andaluza, que eran el citado Adelantado y los pueblos nombrados, con otros pequeños más, que allí había. En la Mancha, Alcaraz con sus villas próximas. En Guadalajara, Brihuega y su comarca y otros pueblos solitarios. En las proximidades de Madrid, Alcalá y sus numerosas aldeas. En tierra toledana, Almagro, Yepes con sus aldeas, San Torcuaz, Uceda, Talamanca, con sus aldeas, y con las suyas La Guardia, y Torrijos, Archila, y otros muchos particulares. De Palencia, Villaumbrales obedecía a su llamamiento, y no digo más, por ser bastante lo nombrado para hacerse cargo del poderio militar de nuestro insigne Prelado. Y quien lo conquistó y mereció para su Sede, casi en su totalidad, fué el mismo D. Rodrigo. ¿Quién no lé admira? Mas la campaña de D. Rodrigo en Andalucía, en 1231, tuvo

(1) Hist. Eccl. tom. IV. Lib. IV. p. 254. (2) Hist. Eccl. t. IV. Lib. IV. p. 253.

mucho mayor extensión y consecuencias que la conquista de Cazorla y Quesada, abrazó a toda la frontera enemiga y les causó otras pérdidas. Los sarracenos, viendo los progesos del Arzobispo en la región de Cazorla, atacaron a los cristianos con más vigor y coraje, por diversos puntos, con el fin de vengarse de las pérdidas y distraer las fuerzas cristianas. Cargaron especialmente por la comarca de Martos y Andújar, donde habían quitado a los castellanos las plazas de Sabiote, Garcés y Jodar, conquistadas en 1225 por San Fernando, para arrebatar ahora al Arzobispo, Martos, Bilches, Andújar y otros pueblos suyos en lo civil y en lo eclesiástico. D. Rodrigo corrió apresuradamente a aquella frontera, reconquistó para el rey las citadas plazas de Sabiote, Garcés y Jodar, y las agregó a su diócesis en lo eclesiástico, dando por razón, que poseía las otras seis inmediatas, mucho más importantes, a saber, Andújar, Martos, Baños Bilches, Tolosa y Ferral.

En el acto el Obispo de Baeza, Fray Domingo, le plantó un ruidoso y obstinado pleito sobre las tres plazas agregadas. Además el mismo Obispo le había dado poco antes otro disgusto, impetrando ocultamente de Roma para su Sede el derecho de depender sólo del Papa y no del Metropolitano de Toledo. (1) Pero fray Domingo no se limitó a poner pleito, sino que además ocupó violentamente las citadas poblaciones, y también la de Bilches, diciendo que pertenecían en lo pasado a la diócesis de Baeza. Lo que produjo gran extrañeza y ruido, viniendo sobre todo el golpe de quien tan favorecido había sido de D. Rodrigo. La causa fué llevada a la vez al tribunal de San Fernando y al de Gregorio IX. A San Fernando se atribuye una resolución dictada en Burgos en 1232, que no zanja nada. (2) Por lo que no sirvió para encauzar el pleito en Roma. El Papa encargó al Obispo de Osma, al Deán de Zamora y al Tesorero de Palencia para que estudiasen la cuestión de los límites; pero hecho muy concienzudo estudio, nada sacaron en limpio. Tan incierto estaba todo; y así seguía en 1234. En este año Gregorio IX nombró otra comisión compuesta de los Obispos de Osma y Calahorra y del Deán citado, para que, yendo al mismo terreno, personalmente examinaran todo, y demarcasen los límites de la diócesis predicha. Éstos suspendieron el apeo hasta la vuelta de don Rodrigo de Roma, en donde estaba éste en aquel tiempo. Apenas regresó, la comisión trató primero con San Fernando, se fué luego a Baeza, y recorrido el territorio, levantó la escritura de demarcación, que se envió al Papa, para que la confirmara. Pero se estancó en Roma hasta 1243; año en que se terminó el pleito por una carta de concordia, que firmaron D. Rodrigo y fray Domingo de Baeza. (3) En esta cuestión brillaron especialmente las virtudes de D. Rodrigo, que apareció maduro en la caridad, en la mansedumbre, en la dulzura y en la perfecta sumisión a las decisiones del Papa. Porque ni se quejó palabra de que éste acogió los deseos de fray Domingo, para hacerle de su obediencia, ni afligió con nada a su antiguo sufragáneo, ni dejó de honrarle, aún en su historia, citándole entre los héroes de la conquista de Córdoba, que se hizo durante el ardor del pleito. (4) Poco duró el agravio de la sustracción de la Sede; porque ya Baeza era sufragánea antes de la conquista de Jaén, en vida de D. Rodrigo, y Jaén absorbió luego la diócesis de Baeza.

Pero prosigamos los actos de Jiménez de Rada en esta empresa guerrera, que se puede decir, que abarca tres años seguidos, de 1231 a 1233, entre diversos actos y viajes del Arzobispo, y la organización adecuada del Adelantado de Cazor

(1) Jimena. p. 127 y 128. (2) José Álvarez. Sucesión Real de España. T. III. p. 128. (3) Léanse los Anales de Jaén, por Jimena, en quien se inspiró también José Álvarez. Abundan allí pormenores. (4) Lib. IX. c. 17.

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