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CAPÍTULO XVII

(1238-1241)

D. Rodrigo va al Papa para reclamar la Sede de Valencia y trae copias de bulas.-Es excomulgado por el Concilio de Tarragona.-Asiste en Tudela al proceso sobre la Sede Valentina.-Su viaje a Roma en 1241.-Fin de varios litigios.— Sucesos particulares.-La residencia de Brihuega.-El Talmud.--Otros asuntos.

Cuando Jaime el Conquistador llega en su Crónica al día 28 de Septiembre de 1238, escribe así: «Nos apeamos del caballo, postrámonos de rodillas hacia el Oriente, y llorando dulces lágrimas de alegría, besamos humildemente aquella tierra, que Dios hacía merced de poner en nuestras manos.» ¿De dónde tal raudal de emoción en hombre tan recio? Es que sus ojos abrasados de gozo contemplan en ese día por primera vez volando sobre las torres de Valencia los estandartes victoriosos de su Reino, sin haberse teñido de sangre, para poder penetrar los muros de la poderosa ciudad; porque el agareno se la ha entregado, «por cuanto estaba ya vencida y asfixiada por las largas luchas sostenidas en su derredor», (1) como dice D. Rodrigo. El Conquistador entró majestuosamente en Valencia, rodeado de los Pontífices de Tarragona, Narbona y de otras Sedes, y escoltado por las falanges de héroes, que fueron galardonados espléndidamente. D. Rodrigo contempló jubiloso el magno suceso, pero inquieto por la suerte de la Sede episcopal Valentina, que de derecho pertenecía a su Metrópoli, por haber sido sufragánea de ella, antes de la invasión árabe; porque conocía la intención de retenerla que tenía el Tarraconense, y quizás también el hecho, que cuenta Zurita con estas palabras: «El Rey Jaime, antes que emprendiese la conquista de Valencia, con voto solemne se obligó a procurar la unión de ella... a la Metrópoli de Tarragona, que era cabeza de todos sus Reinos en lo espiritual...» (2) D. Jaime cumplió su voto, y el Tarraconense agregó Valencia a su Metrópoli, despreciando las reclamaciones del Toledano y de sus delegados. El Arzobispo que agregó a Tarragona la Sede valentina, era Pedro Albalat, sucesor de Guillermo de Mongri, que el 13 de Noviembre de 1236 había conseguido de D. Jaime la promesa de que sometería las Iglesias de Valencia (3) a Tarragona, y que había dimitido su dignidad por escrúpulos de conciencia en 1238. Roberti, (1198 y 1215) Sparrago de Barca, (1215 y 1233) Mongri y Albalat fueron los cuatro Arzobispos de Tarragona, contra los cuales D. Rodrigo sostuvo sus derechos primaciales.

Don Pedro Albalat no pudo proceder con mayor previsión para agregar a su

(1) Lib. VI. C. 5. (2) Anales. Lib. III. C. 34. (3 Villanueva. Tom. XXI. P. 70.

Metrópoli la codiciada Sede de Valencia. Antes que ésta se rindiera tenía consagrado, para poner en ella, al dominico Berenguer de Castellbisbal, y luego que se rindió, dióle su posesión, y en seguida solicitó del Papa la confirmación de sus actos. Pero Gregorio IX le respondió negativamente. Jiménez de Rada se le había atravesado muy justamente. También éste, aunque no personalmente, porque no podía sumarse al ejército del Rey de Aragón, había ejercitado actos jurisdiccionales por medio de representantes suyos. El Obispo de Albarracín, sufragáneo suyo, que iba en el ejército aragonés, habíase apresurado, en nombre de D. Rodrigo, a celebrar el primero la misa en San Vicente y San Miguel, y a enterrar un difunto en la mezquita mayor reconciliada. Además otro clérigo, enviado por el Toledano, para protestar, había arrebatado del altar el misal, cuando el Tarraconense, iba a comenzar la misa, gritando fuertemente: «Esta Iglesia pertenece al Arzobispo de Toledo.» El Obispo de Gerona, Guillermo Cabanellas, que cuenta este hecho, como testigo presencial, intenta quitarle la fuerza, diciendo que el mencionado clérigo, pidió perdón de su acto según lo declara dicho Prelado en una carta, que envió a Toledo, para informar a favor del Tarraconense, en el proceso del año 1239. Dándose además cuenta D. Rodrigo, que Jaime I y Albalat no le cederían por esto la antigua sufragánea de Toledo, emprendió un viaje a la Corte de Gregorio IX, para reclamar sus derechos, a principios de 1239, o a fines del año anterior. La fecha exacta de su partida y de su vuelta a España no se encuentran. Sobre esto hay tres cosas ciertas. Que del Otoño de 1238 a la primavera del año siguiente no hay señales de su presencia en Castilla: Que para el 23 de Febrero de 1239 ya había estado con el Papa; pues dice el Padre Santo en el breve de esta fecha: «Exponiendo nuestro Venerable Hermano Rodrigo, Arzobispo de Toledo, se nos ha comunicado.» Más claramente dice la bula del 22 de Abril, que el Arzobispo le ha hecho la reclamación verbalmente contra el Tarraconense. Tercera, que a fines de la primavera de 1239 se había despedido D. Rodrigo de Gregorio IX; porque el Papa dice en la bula del 24 de Abril, que había recibido benignamente a D. Rodrigo, y en la del 26 de Mayo, que accede a su petición, y en las dos del 19 de Julio ordena que se reparen los daños, que se hubiesen hecho a D. Rodrigo, o a su Iglesia, durante su ausencia de España. A pesar de esta abundancia de datos sobre este viaje de nuestro Arzobispo a Roma, casi nadie lo ha conocido, y lo han confundido, unos con el de 1236, y otros con el de 1241. Era demasiado importante el asunto para que D. Rodrigo no diera por sí mismo todos los pasos más extraordinarios. Pues además de la reclamación de sus derechos metropolitanos sobre Valencia, veía venir el recrudecimiento de la causa de la Primacía, como efectivamente vino, según el mismo P. Fita lo reconoce, diciendo: «La causa (de la Primacía) suscitóse con mayor acritud entre Toledo y Tarragona, durante el pontificado de Gregorio IX, con ocasión de la reconquista de Valencia.» (1)

Don Rodrigo hizo girar a su favor la causa en Roma. Impidió la confirmación del Obispo Berenguer, al cual dió el Papa el Obispado de Lérida, y consiguió del Pontífice Romano, sino el decreto de la concesión de la antigua sufragánea de Toledo, como era su deseo, al menos que le apoyase decididamente, admitiendo sus dos argumentos. Gregorio los admitió y los consignó en su bula del 22 de Abril de 1239; y mandó solemnemente, que se celebrase un proceso en España por jueces, que el mismo nombró. Los miembros del Tribunal, que nombró, pertenecían a tres Reinos. Uno era el Obispo de Olorón, el segur.do el canónigo de Toledo, el Maestro Juan Pérez de Arróniz, y el tercero Guillermo Vidal, Vicario del Arzobis

(1) Razón y Fe. T. III. P. 59. 1902.

po de Tarragona. Los jueces deberán decidir definitivamente, si vieren clara la razón, sino, remitir a Roma el proceso ya informado. Manda el Papa, que, si desde el día que citen a las partes hasta la sentencia, transcurren más de dos meses, se nombre para Valencia un Obispo, que deberán aceptar definitivamente los dos Arzobispos contendientes. (1) D. Rodrigo negoció luego el asunto de la Primacía. Para defenderse eficazcamente y ganar su pleito, pidió a Gregorio IX la copia de la lista larguísima de los rescriptos pontificios, relativos a la causa, y solicitó la confirmación ordinaria de su posesión actual. Todo se lo concedió el Papa: primero, el 24 de Abril, esa confirmación, y un mes más tarde, la lista de las bulas. Dice Gregorio IX a todos los Prelados de España: «Siendo nuestra principal obligación atender a todas las Iglesias, recibimos benignamente a nuestro Venerable Hermano, Rodrigo, Arzobispo de Toledo, que vino a nosotros, y examinados los privilegios de nuestros predecesores, le confirmamos la dignidad de Primado en todos los Reinos de España, al tenor de los mismos privilegios. Por eso, al despedirle, de vuelta a su Sede, con el favor de Silla Apestólica, os mandamos, que al presentar nuestras letras, le prestéis, sin oposición, la obediencia canónica y la debida reverencia, como a Primado.» (2) A penas alcanzó este breve, Rodrigo partió para España, encargando a sus agentes en la Curia romana, para que transmitiesen las copias de las bulas auténticas, que solicitó para el pleito de la Primacía. Los agentes fueron sacando esas copias en distintas veces, desde el 26 de Mayo hasta el 27 de Junio del mismo año 1239, y tramitiéndolas a Toledo a medida, que se las entregaba el Papa, agrupadas en diversos rescriptos de autenticación. Es cosa que choca mucho el hecho, de que el Papa no entregara a los agentes de Don Rodrigo todas las bulas, que éste había pedido, bajo un solo rescripto de autenticación y con una misma fecha. No se adivina la razón verdadera de este procedimiento. El hecho es así. Bajo distintos rescriptos, y con las fechas de 26 de Mayo, 1 de Junio, 27 de Junio del año 1239, Gregorio IX puso en manos de los delegados del Arzobispo de Toledo la serie de bulas autenticadas, que solicitó para defender los derechos primaciales contra los tres rivales, los Arzobispos de Compostela, Braga y Tarragona. El rescripto del 26 de Mayo contiene seis bulas auténticas de Urbano II a varios Prelados de España. En el de 1 de Junio se hallan una de Adriano IV, cuatro de Anastasio IV y tres de Alejandro. Auvray los publica en resumen en su Regesto de Gregorio IX. (3) Pero ni siquiera menciona dos rescriptos más, de los mismos días, con otras bulas autenticadas de los mismos Papas, que se dejaron de transcribir y remitir en los dos primeros rescriptos, sin duda por inadvertencia, o por descuido. Pero se encuentran íntegros, tanto estos dos últimos rescriptos, como los dos primeros, alegados por Auvray, y con todas las bulas completas, en el volumen segundo del importantísimo Cartulario «Liber privilegiorum Ecclesiæ Toletano», desde el folio 118 al 124 vuelto. En aquellas grandes columnas de apiñada y elegante caligrafía gótica, hallará el estudioso investigador, que anhele ahondar el conocimiento de la materia, todas las bulas pontifi cias, que reclamó D. Rodrigo, y que son a la vez de singular utilidad para ilustrar puntos capitales de la historia, ya eclesiástica, ya civil de España. Allí han estado seis siglos, cubriendo de oprobio a tantos eruditos famosos, que teniendo en aquellos infolios datos claros y terminantes, se han precipitado en lastimosos yerros, por no estudiar debidamente códices tan inapreciables, fuente limpia e inagotable de noticias documentales. Voy a citar un ejemplo de esto, copiando textualmente los párrafos del prostrero de los grandes investigadores en este punto, el P. Fita,

(1) Ap. 147. (2) Ap. 148. (3) Auvray. Desde el n. 5025 al n. 5040.

que explotó como nadie, la rica mina de ese Cartulario, pero que tampoco llegó a fijarse en esas copias de las bulas. Escribe el jesuita:

Don Rodrigo: «pensaba sin duda hacer valer (esos rescriptos) en la eventualidad de un próximo concilio ecuménico, o siquiera en el pleito, a que dieron pie, sobre la jurisdicción de metrópolis, las conquistas de Valencia y Murcia. El rescripto de Gregorio IX, que autentica las bulas de Urbano II, firmase en el palacio de Letrán, el 26 de Mayo de 1239. Lo publicó, mas no enteramente, Raynaldi, continuador de los Anales. (1) No habiendo reparado en que el autor del rescripto, de que tratamos, se nombra desde el primer comienzo y habla con Rodrigo, Arzobispo de Toledo, achacó Flórez el documento a Pascual II, (siendo de Gregorio IX) negó en consecuencia, que todas las cartas allí recopiladas hubiesen salido del Registro de Urbano, y propuso en resolución enmiendas infelicísimas.» (2) El P. Flórez pudo rectificar su error leyendo a Raynaldo, que claramente dice, que el rescripto; es de Gregorio IX pero le cegaba el empeño de negar la asistencia de D. Rodrigo al Concilio de Letrán, en 1215. Fita corrige a Flórez, valiéndose de Raynaldo, y no recurre al Liber citado, donde se hallan enteras las bulas, mientras que en Raynaldo, se hallan los fragmentos principales de las mismas bulas, para que por ellos se supieran cuáles eran y cómo estaban los derechos principales de Don Rodrigo. Como el gran analista vió que esta lista era la más completa de todas las sacó D. Rodrigo sobre el pleito de la Primacía y abarcaba todas las que tenían relación con todos los competidores del Arzobispo de Toledo, entresacó los párrafos más categóricos y concluyentes, y llenó con ellos muchas columnas de sus Anales (3) No agravaré la lectura de la obra presente haciendo otro tanto. Véase en el Apéndice un resumen brevísimo de las bulas más terminantes, a fin de convencerse cuán importantes documentos solicitó D. Rodrigo, para defender sus derechos, diciendo al Padre Santo, que se los pedía autenticados, para que no se perdiesen con el tiempo, por la vejez, o deterioro. Gregorio IX alabó calurosamente su celo, en el encabezamiento de todos los rescriptos.

Como ésta es la vez última, que D. Rodrigo impetró de Roma los documentos, para asegurar sus derechos primaciales, voy a decir en dos palabras el estado en que dejó esta famosa causa, después de tantos esfuerzos, y las ventajas que alcanzó. El primer adversario, en el orden del tiempo, el Arzobispo de Narbona, si bien no se había completamente callado, después de la discusión del año 1215, como se ve por el hecho de haber pedido en 1238 D. Rodrigo las copias de las bulas contra él, sin embargo ya no hacía presión alguna, y tan asegurado vió al Toledano con las ventajas obtenidas por D. Rodrigo, que en lo sucesivo no saltó más a la arena. Igualmente el Tarraconense cedió extraordinariamente, y perdió además mucho terreno en Roma. Porque ya no reclamó la Primacía más que para su Provincia eclesiástica. En la discusión sobre la Sede de Valencia llegó a declarar, que D. Rodrigo sólo como Primado podría pretender la intervención, no como Metropolitano. (4) Vió cómo Roma reprobó su condenación del año 1241, y que aprobó el derecho de D. Rodrigo de llevar la cruz primacial alzada por su Provincia, en tanto que juridicamente no probase su intento, por el hecho de declarar nula la censura lanzada contra Rodrigo en el Concilio de Tarragona.

El Bracarense tampoco dió en los siglos posteriores nuevas batallas: se límitó a mantener constantemente su bandera de defensa enarbolada, titulándose Pri

(1) No hay más mutilación que la omisión de la dirección al Arzobispo de Toledo. (2) España Sagrada. T. III. P. 326 y 327. (3) Año 1239. N. 47 y 57. (4) Así contestó el juez defensor de Albalat en Tudela, como se verá luego.

mado. La mayor asonada de reclamaciones fué la referida de Fray Bartolomé de los Mártires, al cual ni siquiera le reconocían los derechos primaciales sobre la Iglesia de Portugal los mismos Prelados portugueses, según se patentizó, cuando el tenaz Arzobispo se negó a recibir a Felipe II por rey, si primero no le consentía llevar la cruz alzada en el reino de Portugal. Los Arzobispos de Lisboa y Ebora protestaron diciendo, que no estaba decidida la causa con el Toledano, y así, en silencio, dejó de alzar la cruz, fuera de su Provincia. Finalmente, conforme se dijo arriba, el Compostelano no hizo más protestas serias. Estas son las ventajas obtenidas por D. Rodrigo contra los rivales, que no le querían reconocer; siendo de notar también, que aún el Tarraconense en su Provincia le cedió el primer puesto en un concilio nacional, como lo vimos en Tarazona. Además obtuvo la Primacía absoluta sobre Sevilla. Ya nadie adelantó más de lo que hizo Rodrigo esta cuestión a favor de Toledo. Así quedó estancada. Sólo una que otra revuelta, sin consecuencias, se registra en lo sucesivo, pero pleitos formales, ninguno.

Se ha citado como caso de resistencia al reconocimiento de la Primacía de Toledo, aún dentro de Castilla, el raro episodio, que en el reinado del Emperador Carlos V ocurrió, en la diócesis de Burgos, en 1558, al celebérrimo compatricio del mismo D. Rodrigo, Bartolomé Carranza. Volvía este de Bélgica, ya hecho Arzobispo de Toledo, para posesionarse de su Sede, y entró por el Cantábrico, y al cruzar la diócesis de Burgos, se le notificó que un sobrino del Prelado burgalés venía a impedir el paso con las armas. Carranza varió discretamente el itinerario, pero por el mismo Obispado, y siguió con la cruz primacial alzada, como había comenzado, hasta Burgos, donde entró en la misma forma, sin más incidente, sin haber chocado con el sobrino del Diocesano. (1) Esta demostración no fué por no reconocer la Primacía, como entienden con Fonseca y Castejón algunos autores, sino porque, como el Obispo de Burgos era Cardenal, se picó de que Carranza, que no lo era, caminase con aquella autoridad. Pero se allanó al fin, sin más protesta. Lo dicho evidencia que el campeón principal de la Primacia fué Jiménez de Rada. Además, como media centuria más tarde, el título de Primado perdió la autoridad de jurisdicción y vino a ser decorativo, se enfrió el ardor de la lucha, y no inflamó más los ánimos.

Encauzados así los asuntos, D. Rodrigo tornó a España por la primavera, y el Papa expidió un breve al Obispo de Tarazona, al Deán de la misma y al Abad del monasterio de Piedra, mandándoles, que, si encontraban, que se había hacho algún perjuicio en sus bienes al Arzobispo de Toledo, desde que este emprendió su viaje a la Sede Apostólica hasta su regreso, lo revocaran al debido estado, usando de censuras contra los contradictores, 19 de julio de 1239. No se ve si se expidió a instancia de D. Rodrigo, o espontáneamente. (2)

En el viaje de vuelta hubo de ocurrir el famoso acto, que dió ocasión a la reunión de un concilio provincial en el reino de Aragón. Escribe Tejada, al tratar del año 1240: «El día 8 de mayo del referido año celebró el Arzobispo Pedro Albalat un concilio en su ciudad de Tarragona, acompañado de los Obispos de Barcelona, Lérida, Tortosa y Huesca con los electos de Zaragoza y Valencia. Entre otras cosas, que allí se ventilaron, la principal fué protestar contra el Arzobispo de Toledo, que regresando desde Roma por la provincia tarraconense, se permitió llevar ante sí su guión, usar del palio y conceder indulgencias. Para remediarlo en lo sucesivo se acordó que si volvía a acontecer, se pusiera entre dicho en los lugares por donde pasase, mientras él estuviera en ellos, y que se le tuviera por excomul

(1) Primacía. Lib. IV. Art. Carranza; por Fonseca. (2) Ap. 155.

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