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firmó un solemne contrato de préstamo de 20.000 maravedís, que Sancho prestó a Pedro de Aragón, recibiendo en hipoteca los castillos de Peña, Esco, Pitillas y Gallur con sus villas, las confió a la tenencia del buen caballero, Jimeno de Rada. Y aquí debemos tratar un punto interesante de la biografía del hijo preclaro de D. Jimeno. El docto historiador, P. Fita, dió a conocer dos veces con merecidos encomios un poema notable, quizás el más notable de España, en cuanto al tiempo, a que se refiere, acompañado de una bien documentada monografía del celebérrimo santuario de Roncesvalles. (1) Dióle el título de «Poema de Roncesvalles>> y con propiedad; (2) porque el poeta canta en 42 estrofas rimadas, de cuatro versos cada una, el origen y las excelencias del santuario y del celebrado hospital. Es un documento histórico de suma importancia, que debe divulgarse para que, con los variados datos, que respecto de la organización de la hospitalidad de aquella época, y respecto del trato, que en las cumbres del Pirineo recibían los romeros de Santiago, se ilustre la historia de España. Es una página viva, honrosísima, de la primera década del siglo trece en el país natal de D. Rodrigo, que la vivió el mismo Arzobispo, y que hay que descubrir aquí para que comprendamos en qué atmósfera social respiró su espíritu y se formó su corazón.

Pero procedamos con orden. En primer lugar ¿quién fué el autor de esa preciosa composición? Discurre así el P. Fita: «¿Quién fué el poeta erudito en los fastos de Roncesvalles, poseedor de la ciencia sagrada, ingenio claro y talento sólido, como corazón bello e inflamado de tiernísima caridad, que así despertó los ecos de la Musa histórica, y nos ha legado esta pieza magistral del Parnaso hispano latino? Bien sentaría en la pluma del insigne D. Rodrigo Jiménez de Rada, en cuya alma de navarro entusiasta de las verdaderas glorias de su país el talento de historiador supo descartar de las leyendas poéticas sobre Roncesvalles y Carlomagno, todo aquello, que daba en ojos a la crítica imparcial y serena. Como el autor del Poema, D. Rodrigo emplea el nombre de Roscida-Vallis; y encarece y elogia la bondad del paso en favor de los romeros, o peregrinos de Santiago. Su descripción del Hospital de Burgos, construído por Alfonso VIII, está concebida en términos paralelos, y cabalmente regresó D. Rodrigo a España desde Paris, con objeto de poner paz entre los reyes de Castilla, Aragón y Navarra, al propio tiempo que Don Sancho el Fuerte, tan munífico era en pro de Roncesvalles, como lo atestigua el poema.»> (3)

¡Qué pensar de estos argumentos y de la conclusión, que de ellos se aspira a derivar en pro de la gloria de D. Rodrigo! En una obra de las pretensiones de la presente es indispensable que se aclare y precise todo lo que sea posible punto tan interesante, al que los agudos atisbos del sagaz jesuíta han dado tanta importancia. Hay primero cosas indudables, deducidas de las entrañas del poema. Primera, que el autor es un navarro lleno de cariño y de entusiasmo por sus reyes. Pues con toda su alma ensalza a Sancho el Sabio, como Sapientísimo, a Sancho el Fuerte, del que habla como vivo, como valerosísimo, (verso 139) y constructor de

(1) El poema y los documentos, que editó el ilustre jesuita, fueron proporcionados por el erudito publicista navarro, Prior de Roncesvalles, D. Francisco Polit, quien sacó una copia del poema, de los infolios 89 y 90 del importante cartulario de aquella Colegiata, titulado «Prœciosa» completando los versos, que ya están borrados, con la copia, que el canónigo Huarte dejó en el siglo diez y siete. En la Biblioteca de Munich existe una copia de ese poema, sacada en el siglo catorce.-El P. Fita alcanzó copia de ese traslado, que le facilitó el Doctor Baist: y así ha publicado un estudio crítico y copia confrontada del apreciable poema. (2) Estudios Históricos.-Colección de artículos escritos y publicados por el R. P. Fidel Fita en el Boletín de la Real Academia de Historia. Madrid-1884. Pág. 66-78. (3) Estudios. Ibi. Se lee en Les Légendes Epiques (tom. III. p. 310. not. 2. París. 1921) «L'attribution. que le P. Fita en fait á Rodrigue Ximenes est des plus douteuses.»>

la iglesia y bienhechor espléndido del Hospital (v. 140-146). Segunda, que el poeta vivía y escribía en los primeros diez años del siglo trece. En los versos 151, 152, 153 y 154 hace el elogio del Prior, que en aquellos días, en que escribía, gobernaba la casa, diciendo: «El Custodio de todas estas cosas se llama Martín, varón de laudable vida, como el pino excelso, que en favor de los pobres de Cristo abre espléndidamente sus tesoros, cuya alma llena el Espíritu divino.» He visto en el Prociosa ya citado, que ese Martín, que fué de apellido Guerra, murió el 1 de Diciembre de 1215 y su antecesor, en Agosto de 1199. Le llama (Priorbono memorice) de buena memoria. Se vé también que se escribió antes de la gloriosa batalla de las Navas, ya que no hay alusión a ella al hablar del héroe navarro; lo que era imposible de lo contrario. Tercera es que el poeta conocía profundamente a Roncesvalles y su historia, y las canta como cosas vistas: pero no es ningún canónigo del lugar, sino un sujeto, que ha estado allí, que allí ha recibido especiales favores, y por ello declara que tiene obligación de amar a aquella casa (quam teneor amare.) Las cien veces, que se presenta la ocasión de manifestar que está afiliado a aquella familia, no lo dice. Todas estas notas se adaptan muy bien a la vida de D. Rodrigo. El único paso de Navarra a Francia era Roncesvalles, camino insustituíble de los peregrinos, y saliendo del interior de Navarra, era menester hacer morada en este albergue, de fama universal, antes de lanzarse por el interminable desfiladero de Valcarlos; y lo mismo de regreso de Francia, al terminar en la cima del desfiladero, era necesario detenerse en el Santuario, antes de atravesar el soberbio anfiteatro de Burguete, para cruzar imponentes valles, hasta alegrarse con la cuenca de Pamplona. Y D. Rodrigo varias veces realizó este viaje. Era además persona de nobleza para que pudiera prolongar entre los canónigos su estancia con agrado de ellos. Así que por este lado no hay razones, que desfavorezcan la suposición del P. Fita, sino que la fortifican.

La fuerza de las que dicho autor alega se verá ahora. En el poema de Roncesvalles discretamente se calla el origen de la institución del Hospital por intervención de Carlomagno, a quien, por lo mismo, se atribuía la iniciativa de fomentar las peregrinaciones a Santiago, asegurando el aterrador paso del puerto de Ibañeta por medio del establecimiento de un Hospital bien montado. El canto empieza por el hecho, documentalmente cierto, de 1125, a saber, que Sancho, Obispo de Pamplona, erigió un Hospital en aquellos montes inmensos, y lo dotó de grandes riquezas Alfonso el Batallador, rey de Navarra y Aragón (Versos 24-32), y D. Rodrigo, después de manifestar que no se decide a sostener si fueron los cristianos o los árabes los que derrotaron a Carlomagno, a su regreso de España por Roncesvalles, sin dudar, niega que Carlomagno abriera el camino de Santiago diciendo con aplomo: «Pero mucho después, cuando se difundió la gloria de Santiago, excitando los ánimos de los penitentes, y una vez arrojados de los caminos los sarracenos, los caminos secretos se hicieron públicos, y así de las extremidades todas de los cristianos se visita el templo del bienaventurado Apóstol» (1) El Arzobispo rechaza que Carlomagno abriera el camino clásico de los romeros de Santiago, o que en modo alguno favoreciera su tránsito por el pirineo navarro, contra lo que tradicionalmente sostenían los canónigos de Roncesvalles ya en el siglo once, y se expresa en un documento de García Ramírez de Navarra, en el que se lee, que el Hospital se construyó junto a la capilla de Carlomagno, rey famosísimo de de los francos. (2)

Debe notarse aquí cómo D. Rodrigo se coloca en una pista admirable para tejer

(1) De Rebus. Lib. IV. c. 11. (2) Véase el Documento en los Estudios Históricos,

sin ficciones la historia del principio y desarrollo de las famosas romerías de Santiago, negando que ya existieran en tiempo del emperador Carlomagno en el modo que en los siglos posteriores, otorgando su fomento a los cristianos españoles. La denominada capilla de Carlomagno no fué obra de ese conquistador, ni se erigió por su iniciativa, sino posteriormente; ya porque blanqueaban en los contornos los huesos de los soldados del invasor de España, o ya porque por alguna otra razón se dió tal nombre al pequeño refugio de los pasajeros cristianos, que al atravesar el Pirineo, paraban allí, junto a aquella pequeña capilla. Nos parece que la verdad está del lado de D. Rodrigo. Ni un palmo de tierra, ni el más pequeño dominio tenía entre los vascos navarros de las dos vertientes del Pirineo el aparatoso conquistador para establecer sólidamente semejantes fundaciones.

Lo que más hace pensar en la identidad del autor del poema y de la Historia «De Rebus» es el paralelismo de conceptos y hasta de algunas expresiones, que se hallan en el capítulo 34 del libro 7 de la Historia y en el poema. En el verso 81 se dice: «Repulsam non patitur quis a postulatis» «No recibe repulsa nadie en lo que pide». En el capítulo citado se lee: «nullo patiente repulsam» Léase el capítulo y después el poema, y se verá todo claro, aunque más difusamente en la composición poética. Yo no puedo trasladar los textos con evidente abuso del oficio de historiador.

En fin, el P. Fita intenta corroborar lo dicho con advertir que en ambas obras se llama «Roscida Vallis» a Roncesvalles. Otros autores lo llaman Roncavallis. Podemos añadir que también a Sancho el Fuerte se le califica de «strenuissimus» en las dos producciones, aunque en grado positivo en la obra histórica. Pero aquí se agota la fuente de todos los argumentos: no hay ninguna autoridad más que confirme la opinión. En cambio, si bien la dicción poética es fácil y más correcta de lo que son las composiciones métricas latinas de aquel tiempo, sin embargo, no consuena con la pureza, facilidad y elegancia del latín, y con el vibrante y entusiasta estilo, a que nos tiene acostumbrados el elocuente y artístico autor de la historia De Rebus Hispanic. Es verdad que son de épocas muy distintas. La poesía se escribía cerca de cuarenta años antes que esa obra histórica, y la pluma de Jiménez de Rada no se había habituado a manejar el idioma del Lacio en los días en que se componía ese poema, ciertamente notable, y honrosísimo para Navarra; pues, aunque no conste con certeza que proceda del númen de D. Rodrigo, es indudablemente parto de un ingenio navarro y canta una insigne gloria de Navarra. Porque Roncesvalles, con los heroísmos de su caridad, con los prodigios de hospitalidad y con los resplandores de su virtud y religiosidad cristianas es, en la edad media particularmente, uno de los timbres de más pura gloria del reino pirenáico, y aun de toda España y de toda la cristiandad.

Así lo sentía el autor del poema, de que tratamos, y del cual vamos a extractar aquellas noticias, que nos enseñan cómo se practicaba la beneficencia en aquel tiempo, y cómo estaba organizada en el famoso santuario del Pirineo. Constituye una de las más hermosas y vívidas páginas de la historia eclesiástica.

El poeta saluda primero a Roncesvalles, exclamando que es «casa admirable, venerable, gloriosa y gratísima a todas las gentes del mundo,» y después de describir, en varias estrofas, la aspereza y pobreza de aquel monte y la esplendidez del Obispo de Pamplona, D. Sancho, y del rey Alfonso el Batallador, sus bienhechores, pasa a cantar los actos de caridad y beneficencia, que allí se ejercitan.

Las puertas del Hospital siempre se hallan abiertas a toda clase de gentes, sin distinción de razas, creencias y naciones. Allí tienen asilo todos los dolientes y necesitados, sean buenos o malos. A pesar de que es incesante el número de tran

seuntes necesitados, hasta tal punto, que uno de los hermanos del santuario todo el día lo pasa de pie a la puerta, repartiendo pan gratuitamente, a nadie despide sin la debida asistencia. En el Hospital se asea a los pobres, lavándoles los pies, limpiándoles, afeitándoles y aliñándoles cabello y barba, y se les cose calzado y ropa. Mujeres virtuosísimas asisten a los enfermos, que están separados según los sexos, en casas distintas. Se les proporcionan todos los placeres lícitos; teniendo, a este fin, surtido el hospital de toda clase de las más raras frutas del mediodía y del norte, y de todo género de viandas y alimentos variados. Día y noche la luz inunda aquellas moradas del dolor, esparciendo la alegría, y ejerciendo la vigilancia; y las efigies de las Santas Catalina y Merina, erigidas sobre los altares colocados en el centro de las salas, infunden sentimientos de paciencia y piedad en los ánimos atribulados. Los lechos ricos y blandos mitigan los dolores corporales. Y pueden ser asistidos y consolados los enfermos por los parientes, amigos y compañeros, que pueden residir en el hospital mientras quieran, recibiendo los alimentos que necesitan, administrados caritativamente por la misma santa casa. Los cuartos de baños para los dolientes necesitados están dotados excelentemente. Por su lado el Cabildo recoge y educa con cariño y esmero a niños huérfanos, y les da un oficio, con que decorosamente puedan vivir.

Suntuosos son los funerales de los que mueren, y notable el campo santo, en que son enterrados.

Lo único que dice respecto de la organización de los servicios del personal de la casa e iglesia es lo que sigue: «Los dispensadores de todos los referidos beneficios de la predicha casa son hermanos y hermanas, los cuales, despreciando el siglo con sus honores, hacen una vida común y regular, siendo su Prior y Superior Martín Guerra, varón insigne por su gran caridad y otras virtudes.>>

Dedica varias estrofas a celebrar los grandes beneficios de su contemporáneo, el rey Sancho el Fuerte, que construyó la magnífica iglesia, y les dió a los moradores las pingües rentas de más de 10.000 sueldos perpetuos. Fué el santuario predilecto del héroe de las Navas. Allí fué sepultado, y allí moran en magnífico sepulcro sus restos mortales, visitados continuamente por peregrinos y turistas de todas partes. (1)

(1) Para estudiar a Roncesvalles hay que explorar su rico Archivo. Véanse Anales de Navarra.Reseña histórica... por Sarasa.

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