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Corripit, obsecrat, instruit, increpat ut mala:
Summum Pontificem Lugduno præsul adivit,
Hispaniam rediens, affatu percelebrato,

Ad Rhodanum veniens; requievit fine beato,
In Rhodano moritur, et mortuus hic tumulatur:
Hic corpus tegitur, sed spiritus astra rimatur.
Annus millesimus bis centum sextus et unus
Et quadragenus dedit hoc venerabile funus.
Idus bis bino junii migravit Rodericus.
Nutu divino, felix hortensis amicus.

Frater Ricardus, bona sectans, ad mala tardus,

Hæc prompsit metra: cui detur sors sempiterna.

Con estas inscripciones y en esta forma legaron a la posteridad los cistercienses de Huerta el mausoleo de D. Rodrigo; y además enterraron junto a él cuatro caballeros navarros, parientes suyos, que habían donado al monasterio 4.000 morbies, gran cantidad para entonces, con que el cenobio compró en 1269 la hacienda de Esteras. (1) Dice de ellos González Dávila: «También yacen cerca de la misma sepultura cuatro caballeros ricos hombres de Navarra, D. Tello García, Mudarra Gonzalo, Rodrigo Gonzalo e Ximen Gonzalo, que fueron de la mesnada del Arzo. bispo.» (2)

Ahora vamos a relatar la parte verdaderamente nueva y curiosa de la historia póstuma del Arzobispo, o mejor, de su sagrado cuerpo, que ha llegado hasta nosotros incorrupto, a pesar de que tanto se ha hecho desde el siglo XVI, para que penetrara en él la corrupción, después que entonces con admiración universal y piísima se le encontró en ese estado. Pues no se halla noticia alguna de que jamás se abriera el sepulcro de D. Rodrigo hasta el expresado siglo.

Cuenta el célebre P. Estrada, que siendo él niño, y gobernando la abadía de Huerta Fray Bartolomé Enríquez, sobrino del Almirante de Castilla, «quisieron poner duda los canónigos de Toledo en si estaba aquí este cuerpo sancto o no.» (3) No satisface la duda para pedir que se abriese el sepulcro. Más fundado parece lo que Cerralbo sospecha, que Cisneros, entonces Arzobispo de Toledo, gran admirador de Jiménez de Rada, como se ha visto, tuvo el intento de trasladar a la catedral de Toledo los restos de su fundador. (4) El hecho es, que una comisión del Cabildo de Toledo pasó a Huerta a solicitar que se abriese la sepultura del Arzobispo, para cerciorarse de que allí estaban los restos mortales de aquel personaje. El predicho Abad condescendió, y por primera vez se abrió el sepulcro, y los testigos pudieron asombrarse al ver incorrupto el cadáver; pero el P. Estrada no da noticias de cómo lo hallaron, sino sólo sí, cómo se descubrió en la juntura de la losa sepulcral, en letras de oro, el Hic jacet, que hemos copiado. Esto pasaba hacia el año 1511, en que el sobrino del Almirante de Castilla era Abad de Huerta,

El monasterio de Huerta y el alma del P. Estrada se poblaron de santa y ávida curiosidad de contemplar otra vez las imponentes y venerables facciones de don Rodrigo, y por eso el niño Estrada, después de 22 años de estudios en la Universidad de Alcalá de Henares, como alumno brillante y catedrático insuperable, al llegar a sentarse varias veces en el sillón abacial, volvió a levantar la losa del sepulcro, para satisfacer sus ansias y las de sus monjes, en 1558, con ocasión de abrir el de San Martin de Hinojosa. Enumera el Padre todas las prendas con que

(1) Cerralbo. (2) Teatro Eccl. de Sigüenza. Cap. 7. (3) Elogio... P. 97. (4) Discursos... P. 140.

está vestido el cuerpo, y que ya conocemos. Del mismo cuerpo lo único que dice es, que está todo entero hasta el día de hoy» «y su cabeza está llena de canas.>>

No pareció bien a la autoridad eclesiástica que reliquia tan extraordinaria se anduviese así, al capricho de la devota curiosidad particular, expuesta a despojos piadosos y poniendo en peligro de corrupción sus vestidos y también las mismas reliquias, con tanto movimiento y contacto del aire; por lo que se prohibió se abriese más. Pues añade el P. Estrada «el cual sepulcro no se permite ya abrir, porque a título de devoción diversos Señores pretendían despojar de su lustre y entereza este cuerpo sancto.» (1) Esto prueba que hubo intentos de hurtos devotos para poseer y venerar como reliquias sagradas las prendas y partes del cuerpo del Arzobispo.

No obstante esta prohibición, por tercera vez se abrió el sepulcro seis años después, como consta por el papel con versos, que apareció debajo de la momia en 1660. Decía el papel.

«Aquí yace un varón ilustre en fama,

En obras Santo, Justo y glorioso,

De Toledo fué Arzobispo poderoso,

De nombre D. Rodrigo el vulgo llama.

Anno 1564. Ora pro peccato istius hominis.
Julii die 8.»> (2)

Vemos que en 1600 se abrió otra vez el sepulcro, no por curiosidad, sino por trasladarle a otro sepulcro más lujoso, costeado por el Duque de Medinaceli, a la vez que el cuerpo del tío de Rodrigo, San Martín, del que había escasísimos restos. En cambio D. Rodrigo muy entero en todo, como consta minuciosamente en el acta notarial, que se levantó, ya publicada por Cerralbo. (3) He aquí lo que dice del alfiler que cerraba el testamento de D. Rodrigo, en ocho renglores y medio: «Encima del dicho cuerpo se halló un papel, que estaba cerrado con un alfiler de oro, en que había una piedra azul... y por arriba pareció dicho alfiler estar quebrado, y quitado el alfiler, se abrió dicho papel, y dentro se halló un pergamino, en que estaba un granate colorado, oscuro, grande, guarnecido de oro.>>

Por sexta vez se abrió en 1798 por complacer la devoción del Arzobispo de Valencia, D. Francisco Julián y Tuero, gran admirador de D. Rodrigo. Otra vez lo hicieron en 1865 los ingenieros constructores del ferrocarril de Madrid a Zaragoza, y el ingeniero alemán Gregorio Helzel compuso una memoria de ello, y la publicó Vicente de la Fuente en el tomo sexto del Boletín de la Academia de Historia.

Siguió a esto un período de abusivas y frecuentes visitas con gran perjuicio del santo cadáver; y por disposición de las dos Academias de la Historia y de Bellas Artes de Madrid, oficialmente visitó de nuevo Vicente de la Fuente en 1876 el famoso sepulcro, y se levantó de esta inspección una acta de la que copiaré lo más interesante, que se leerá con gusto. Dice:

«Alzada la plancha de cinc y un sudario, amarillento por el tiempo, se descubrió la momia en la forma siguiente.... El cadáver del Arzobispo no yace boca arriba.... Aquel rostro no presenta ya a penas forma humana, sino solamente una masa cenicienta, como de piedra pomez, sin pelo ni cejas, con unas pocas perceptibles hendiduras, que indican las cabidades de boca y ojos (4) Tiene puesta una mitra pequeña de tela blanca, con un galón sencillo, al parecer de seda morada, con

(1) Elogio... P. 102. (2) Discursos... P. 351. (3) Discursos. P. 348 y sig. (4) Las fotografías de Cerralbo sacadas en 1907 prueban que es exagerada esta descripción de la depresión de las formas de D. Rodrigo.

dos pequeñas florecitas... La mitra está arrugada, por no caber de otro modo en el sarcófago, y que no se tomaron las dimensiones, ni se dibujó, por no menear o remover la venerable. cabeza en el estado de descomposición, que ya presenta; pero desde luego se ve que la mitra es la mitad más pequeña que la que actualmente usan los Prelados, y de hechura achatada y bien conocida de las de aquella época. El cadáver festá Jamortajado muy lijeramente y sin ropas interiores, sin alba, sin amito, ni roquete. El vientre, muslos y rodillas están cubiertos con unos calzones de paño negruzco y tosce, y las piernas con unas bandas de tela carmesí, sujetas con cintas del mismo color. Las sandalias de paño negro, bordadas lijeramente con un cordoncillo de seda y muy pocos filamentos de oro, están suspendidas de las suelas de corcho, sujetas con lijeras estaquillas de caña. Por entre las suelas y paño de las sandalias aparecen los dedos de color amoratado, con las uñas, como también las manos, que se descubren al través de guantes apolillados. En el índice de la mano derecha tiene un solo anillo, pequeño, al parecer de oro, y muy sencillo, con una cruz de la Orden de San Juan, toscamente perfilada. En el pecho tiene fijo con un alfiler, al parecer de oro, el pergamino llamado Testamento, de siete centímetros de largo por cinco de ancho.... En el reverso dice, de distinta letra más diminuta y moderna: Rodericus Semeni. Lo mismo las piernas que los dedos de los pies y manos se hallan endurecidas. La grande y amplia casulla de tela oriental cubre completamente el cadáver con sus anchos pliegues en la forma, que se ve representado en la cubierta del sepulcro antiguo, que se conserva a los pies de la iglesia, con la estatua yacente del Arzobispo.... El palio metropolitano consiste en una tira larga y estrecha de lana blanca, de unos dos dedos de anchura, con una sola cruz negra en el parage, en que se une a la parte, que rodea el cuello; dicha faja, o tira, desciende hasta los pies, tal, cual se ve en la dicha lápida sepulcral, ya más deteriorada. Ni el cadáver, ni su efigie pectoral tienen pectoral ni báculo... La hechura de la mitra parece a la que tiene en la losa sepulcral.» (1)

Recogidas estas noticias y ofrecido el homenaje de veneración al sagrado tesoro. ya anochecido, se cerró el sepulcro con una rapidez tal, que degeneró en precipitación, por la falta de tiempo. Esta precipitación suscitó en el pecho de Cerralbo la inextinguible carcoma de temores de que la lápida de la urna no se había acaso ajustado hermética y sólidamente a la boca de la sepultura, quedándose en peligro de que estuviesen las reliquias en contacto con el aire por algún resquicio. Más aun, quería Cerraìbo hacer un examen más detenido, y como él escribe, «tomar características y comprobadoras fotografías del admirable personaje y sus espléndidas vestiduras, con todo lo cual se sirviese a los estudios históricos y a las observaciones de la arqueología, y sobre todo a la gloria de aquel hombre extraordinario, que, fuera de los tronos, personifica y representa los eslabones maravillosos con que se enlaza el tradicional heróico siglo doce a las grandezas e innovaciones del trece.» (2) Con estos sentimientos contagió al alma noble del sabio Obispo e historiador, el ilustre Fray Toribio Minguella y Arnedo, que en 1907 regia la Sede de Sigüenza, y con facilidad le indujo, a que en su presencia se volviese a descubrir una vez más el sagrado cuerpo del grande e inolvidable navarro, destinado a no gozar reposo, al cabo de setecientos años después de su muerte, para pregonar de siglo en siglo la inmensa actividad de su vida, sus hazañas inmortales, sus virtudes sublimes, la superioridad sin par de su grandeza, glorificada por Dios, suspendiendo las leyes de la naturaleza. Porque tantas visitas de su se

(1) Boletín de la R. A. de Hist. tom. VIII. (2) Discursos.. p. 143.

pulcro y tantos escrutinios de su cuerpo, exponiéndolo tantas veces a la acción de la atmósfera, hubieran debido producir la total descomposición y pulverización de todos aquellos restos heróicos, a no mediar la acción misteriosamente preservadora de una providencia especial de Dios.

Como los datos aportados en esta postrera visita en parte son nuevos y a la vez señalan lo que ha hecho el tiempo, en el transcurso de esos 21 años, y prueban también cuánto dañan a esos restos mortales las reiteradas visitas de los curiosos, transcribiré aquellos trozos íntegros, que merecen leerse.

«Era pues el día 28 de septiembre de 1907, domingo, y después de un solemne acto religioso, que celebró de pontifical el Excmo. el Ilmo. Sr. Obispo de Sigüenza asistido por su Secretario de Cámara, el docto y respetable Sr. D. Ambrosio Mamblona, dignidad de Chantre de aquella Catedral, y por los dignísimos presbíteros D. Justo Juberías.. y D. Pedro Peralta... con asistencia de las autoridades, Guardia civil y todo el vecindario, armados los fuertes andamios, que son precisos para subir los sarcófagos, y que aquellos resistan al gran peso de las altas marmoreas tapas, que sobre ellos habían de correrse, y con la llave que trajo y guarda el Sr. Obispo, abriéronse los dobles candados, que cierran las verjas de hierro, tras de los cuales, ya dijimos, están depositados los dos sarcófagos, conteniendo el cadáver momificado del Arzobispo D. Rodrigo y los ya escasos restos de San Martín de Finojosa, aquel muerto en 1247, y éste en 1213. Corridas las laudas, no sin gran trabajo, y extraídos los ataudes, pudimos contemplarlos.

En cajas de plomo, cuyos ángulos están ya medio desoldados y alzada la tapa, sobre la que aparece grabada con punzón la inscripción siguiente: «29 de febrero de 1660 se puso aquí el cuerpo del Arzobispo D. R. Ximenez» apareció envuelto en amplísimo y grueso sudario de algodón y lino, como el fustián de la edad media, pero cuyo antiguo color blanco tiñeron los siglos con el polvoriento del de la Siena.

Desdoblados los múltiples pliegues, quedó al descubierto la venerable e imponente figura de aquel Santo, de aquel héroe, de aquel gran español, y caímos de rodillas, como si por sus relevantes virtudes le vieramos erguido en un altar, como si le admiráramos....... y le vimos como hoy en día; reclinada la cabeza sobre el hombro derecho, que parece que lo levanta hasta el oído la mano izquierda, cual si apenado por las desgracias de la patria, aspirase a oir repalpitar su corazón con todos sus peculiares y regeneradores ardimientos; tiene los cerrados....... (Siguen reflexiones de objetos, que ya están descritos antes.)

Desde hace treinta años, que contemplé por primera vez esta impresionante figura, hasta hoy, se manifiesta bastante alterada; pues todo lo carcomido del rostro era tersura, y sólo en la nariz se veía, y se vió siempre, alguna falta, sin duda el contacto del aire, y más que todo las fervorosas muchedumbres, que al verlo, tocáronle, han influído en la relativa descomposición, pero se apreciará por la fototipia cómo aún se conserva más que admirablemente para tantos cambios, que se le impusieron.... pero con solo contemplar su enjuto rostro, aquellas nobles líneas, y recordar su historia, se convence uno de que ha sido preservado de la destrucción, porque aquel mermado físico vivió solamente del espíritu, y éste ha embalsamado el cuerpo, corriendo por las venas los aromas de la virtud, afirmando las carnes con las estatuarias modelaciones de la sublimidad y dando a los huesos el temple del férreo arnés del heroismo.» (1)

Según era alto deber, por evitar la aceleración mayor de la corrupción y el des

(1) Ib. p. 144-147. Léase allí mismo la notable noticia de los vestidos. 148-163.

moronamiento del venerando tesoro, y por el respeto que inspiraba, no se movió la momia; pero Cerralbo sacó fotografías del aspecto general, y además de las manos y de los pies en particular, y estudió con detención las preciosas (vestiduras, de las cuales hace el asombrado procer una larga descripción, que merece leerse, diciendo así su causa: «Pues si es bien natural rendirse en éxtasis de admiración ante personaje de tan excelsa historia, no es fácil callar ante el encanto producido por aquellas, vestiduras, qne atestiguan el sublime arte a que se llegó en España.» (1) Terminó el reconocimiento, tributando toda aquella grande muchedumbre honores de santo al sagrado cadáver. Desfilaron todos adorando de rodillas con ósculo de veneración la mano o el pie, suyugados por la consideración de las virtudes del santo Arzobispo, y aspirando el perfume de olor de santidad, que perdura al través de los siglos en aquel recinto sagrado por la presencia de aquellas maravillosas reliquias. Ojalá que no sean turbadas otra vez por la curiosidad humana, y sí glorificadas por el fallo de la Iglesia, que proclame la santidad del grande varón, D. Rodrigo Jiménez de Rada.

(1) Discursos. 162.

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