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cumento, en que aparecen esas firmas, se hace la demarcación de los límites de Segovia y otras villas, entre las cuales se halla Madrid. Es de importancia histórica. A fines de 1208 D. Rodrigo firmó en Soria la carta, en que Alfonso VIII dispone, que se celebre un aniversario por el alma de su abuela, D.a Berenguela de Barcelona.

En este lugar hay que disipar definitivamente un error, que se ha generalizado aún entre escritores de nota, y que ha llegado hasta nuestros días, (1) señalando perspicuamente el origen del mismo. D. Juan Bautista Pérez, en su manuscrito Vitoe Archiepiscoporum, dice de D. Rodrigo, que fué prius Episcopus segontinus, Obispo de Sigüenza, que se vió enzarzado en gravísimas dificultades con su cabildo, por lo que tuvo que rodar de aquí para allí; pero que por la paternal y hábil visita, dos veces hecha por el Arzobispo de Toledo, D. Martín de Pisuerga, por fin se vino a una amigable concordia. Todo es aquí verdadero, menos que fué D. Rodrigo Jiménez de Rada el Obispo de Sigüenza que lo pasó. Era Rodrigo, como ya el lector se daría cuenta al leer la lista de los firmantes del documento de 28 de Julio de 1208, que copiamos, pero un Rodrigo distinto, aunque estrechamente unido con nuestro D. Rodrigo por el parentesco, y por sucesos notables de la historia. Ese Rodrigo de Sigüenza era primo carnal de Jiménez de Rada, sobrino de San Martín, a quien sucedió en su Silla, el año 1192, siendo consagrado el primero de diciembre, y vivió en su Obispado hasta el año 1221, ilustrándose con hechos memorables, que algo se tocarán. Menos comprensible es todavía el error de aquellos escritores, que han dicho, que primero fué Obispo de Calahorra, a los que refutó fácilmente Castejón y Fonseca. (2)

Burgo de Osma se extiende modestamente junto al rio Ucero, en la ladera más quebrada de un anfiteatro interesante, aunque por ningún concepto extraordinario. Pequeña faja de monte al sur, con su pendiente de áspera belleza: varios picos pelados, que descuellan del lienzo general, siendo uno de ellos el cimiento de aquel pavoroso castillo, en que habitan lúgubres memorias de crímenes, y también suaves recuerdos de piedad y penitencia. Ya se erguía en la cima cuando D. Rodrigo fué hecho su Obispo, bajo el mando de un poderoso Señor. En la parte opuesta se dilata, constantemente regada, la vega feraz que sustenta a la población. Más afortunado es Burgo de Osma por sus riquezas artísticas. Por su Catedral, joya contemporánea de D. Rodrigo, (3) que encierra otras joyas, que sólo allí se pueden ver, como son el estupendo sepulcro del santo Obispo de Osma, San Pedro, y la gran capilla de la Purísima, de colosales columnas de mármol, de Carlos III y Palafox.

Menos de lo que esperábamos hemos hallado en Osma, referente a D. Rodrigo, en nuestra visita a la capital de su primera Diócesis. La fuente más antigua de información acerca de su paso por aquella Sede es el Cartulario de Estatutos de la Iglesia de Osma, que dejó el Obispo Pedro de Mendoza, cuya fecha está al fin, y es el 18 de Febrero de 1475. En la lista de los Obispos de Osma, que en el Apéndice tiene, (4) dice, al llegar a nuestro Obispo, lo que literalmente traducimos así: "Después de éste (Diego de Aceves) fué elegido, para la Iglesia oxomense, Rodrigo Ximénez, y antes de que fuera consagrado, fué elegido Arzobispo de Toledo: fué varón de grande discreción y literatura: está sepultado en el monasterio de

(1) D. Juan Catalina García, Académico de la Historia, incurre en él en su obra: «Vuelos Arqueológicos.» p. 39. Madrid. 1900. (2) Primacía... Part. IV. c. 7. (3) Empezó su construcción el año 1232 el Obispo D. Juan Dominguez, a sus expensas. (4) Del folio 60 adelante, con este epigrafe: Nomina Illustrissimorum Episcoporum Oxomensis Ecclesiæ.» Todo está escrito con hermosa letra gótica.

Santa María de Huerta de Ariza; y la exposición, que hizo sobre el Antiguo y Nuevo Testamento, la conserva en memoria suya esta Iglesia Oxomense, atada con cadenas en el coro. Este Don Rodrigo compuso la Historia de España, en la cual se hallan muchas cosas buenas.»>

No se conserva vestigio alguno del gobierno de D. Rodrigo ni en el Archivo, ni en alguna otra parte, bajo ninguna forma. No hay memoria de ningún documento ni disposición, ni mención, ni alusión a ningún acto de su autoridad o gobierno. Tampoco lo debieron encontrar Loperraez y Argaiz, que extensamente se ocuparon ex-profeso sobre esta iglesia; pues nada especial aducen de él.

La Catedral de Osma ha perdido el precioso manuscrito, que con tanta honra y diligencia poseía en su coro desde siglos atrás. En el siglo diez y seis, cuando de ello escribía Gil González Dávila, no se ve que allí estuviera, pues se expresa en una forma obscura. (1) En la segunda parte del siglo diez y siete había ya desaparecido. Argaiz, que entonces estuvo largo tiempo escribiendo la Historia de la Iglesia de Osma, dice que mucho tiempo había estado allí. El buen cronista benedictino, que escribe extensamente de D. Rodrigo, (2) opina que lo redactó, siendo Obispo Electo, mientras fué gobernador de aquella Diócesis, y por eso le dejó aquel manuscrito. Cosa improbable, porque poquísimo hubo de parar en Osma, si es que después de tomar posesión, paró allí algo. En una parte de la Historia de los Arabes da a entender el mismo D. Rodrigo que su exposición la escribió después, diciendo: «de esto me he propuesto hablar en otro volumen». Se trata de Ismael. (3) Así quedó definitivamente incorporado civil y eclesiásticamente a Castilla D. Rodrigo Jiménez de Rada. Por ignorados motivos retrasó su consagración episcopal si bien sostiene un panegirista suyo que la causa fué la urgencia de los consejos a la corona. (4) Por dos motivos se los debía desde su promoción al episcopado. Primero como consejero especial, por causa de la elección hecha antes de esa promoción: ahora como Obispo, pues los Obispos eran entonces consejeros natos de los reyes católicos según norma general en España desde los godos. El mismo D. Rodrigo escribe su origen con estas palabras: «En este concilio (undécimo de Toledo) se aconsejó (Wamba) y se mandó que los Obispos alternativamente, por meses, residieran en la ciudad regia.» (5) Disposición excelente en sí, pero que tuvo el inconveniente de hacer a veces demasiado cortesanos a no pocos Prelados, con protesta constante de la Iglesia. Por esta causa los Obispos firmaron los diplomas reales en toda la edad media.

Por esto se ha utilizado por los historiadores esa manera de firmar los diplomas reales, para escribir las monografías de las Iglesias particulares y de los Prelados; pero con lamentables consecuencias, como se demostrará después.

Cuando D. Rodrigo ascendió al Episcopado, el cuadro de los Prelados castellanos era el siguiente. Brillaba en la Primada de Toledo D. Martín de Pisuerga, denominado el Magno, según dice el mismo D. Rodrigo, por sus grandes hechos. El Obispo de Burgos era García; el de Sigüenza, Rodrigo, primo de nuestro sabio, Prelado enérgico y valeroso: Cuenca flotaba en alas de la piedad por las balsámi

(1) Teatro de la Iglesia de Osma. (2) Desd. el fol. 66 adelante. (3) Jerónimo Argaiz pasó a Osma a escribir la predicha historia por llamamiento del famoso navarro, hijo de Fitero, D. Juan de Palafox y Mendoza, Obispo de Osma, después de haberlo sido en Puebla de los Angeles. Allí están las reliquias de este virtuoso Prelado: allí los tesoros copiosísimos de sus manuscritos,casi olvidados, por nadie explorados, y en los que se hallan materiales para hacer un estudio concienzudo de este personaje, del que tantos volúmenes se han escrito; pero no se ha hecho aún un estudio completo, ni acaso imparcial: allí están, en fin, las venerandas reliquias de Santos, que poseyó. Osma es un Archivo de Palafox y Mendoza. (4) Cerralbo. Discursos. 44. (5) Lib. III. c. 12.

cas virtudes de San Julián, muerto el 28 de enero de 1208, divino don, que llenó de luz celestial el hemisferio español; dejó terminada la Catedral conquense que se inauguró a su muerte (1) inmediatamente. A los pocos meses le sucedió García, que emuló las virtudes celestiales de su predecesor hasta el año 1225 en que descansó bajo un cielo de lágrimas y bendiciones. Antonio Ponz escribe acerca de la mencionada Catedral: «Fué fundada por el rey D. Alfonso VIII. La consagró Don Rodrigo Jiménez de Rada cuando era Obispo de Osma» (2) Es un absurdo; no podía consagrar la Catedral, cuando él no estaba aún consagrado Obispo; ni puede decirse que asistió a su inauguración, que se verificó en 1208, sino es suponiendo que asistió el rey y en su compañía el Electo Obispo de Osma. La Sede segoviense era gobernada por Gonzalo, Prelado fastuoso, al que estimó su rey y tuvo la gloria de iniciar en Roma, de orden de la Corte castellana, la Cruzada de las Navas cuyo triunfo no vió, pues murió en 1211. La de Avila estaba en manos de Pedro, quien asistió a las Navas, al lado de D. Rodrigo. La de Calahorra en las de Juan González de Agoncillo. Bricio era Obispo de Plasencia. En Palencia, casi a la par que D. Rodrigo en Osma, aparece Obispo electo D. Tello, de primera talla entre sus contemporáneos, de quien habla D. Rodrigo en su historia muchas veces, regente del reino, en unión de D.a Berenguela y de D. Rodrigo, en la minoridad de Enrique I, por lo que sufrió atropellos de parte de los Núñez de Lara. Amparó al joven rey Enrique en su palacio de Palencia, y tuvo la pena de verle morir allí mismo desastrosamente, y salió procesionalmente a recibir a D.a Berenguela, que acudió por tan triste suceso, para enterrarlo, y lo enterró pomposamente. Durante más de cuatro años permaneció Tello de Meneses electo de Palencia, ciertamente por el pleito que le hacía una parte del Cabildo Palentino, que no le quería, y que debía tener su candidato. Creo que el Rodericus electus Palentinus, que alguna vez aparece en los documentos, podría ser su contrincante. Vicente La Fuente asegura que es otro nombre de Tello. Lo cierto es que consta, por el Codicilo de Alfonso VIII, que Tello era electo de Palencia el 23 de Septiembre de 1208.

En esta brillante galería de los Prelados castellanos, D. Rodrigo se destaca, desde su aparición, como lumbrera de todos y antorcha de la corte de Alfonso VIII. Su primer paso no pudo ser más genial ni más benéfico para Castilla. Como discípulo eminente de las dos más sabias universidades de Europa, Bolonia y París, y sagacísimo apreciador de los beneficios innumerables, que la alta cultura, que en ellas se daba a los talentos selectos, producía a la Iglesia y a las naciones, sugirió al rey de Castilla la idea de establecer en su reino una Universidad, y le facilitó todos los medios necesarios para realizar el plan. Grande y bendita novedad en España, que aún no había tenido la dicha de ver surgir una Universidad en su seno, tan fecundo en exuberantes ingenios, aptos para todas las disciplinas. Pues no pueden merecer ese calificativo, los estudios de Lérida, ni las escuelas de San Isidoro de Sevilla. Alfonso VIII acogió la idea. Era amante del saber y cultura. De él cuenta la historia que mandó componer el libro «Flores de la Filosofía» donde se lee aquella sentencia suya, según se dice: «El rey es como el árbol de Dios, que tiene grande sombra, e fulgan so dél todos los cansados, flacos et lazdrados.>>

Alfonso prestó todo su favor y apoyo a su digno consejero para la ejecución de

(1) Antonio Ponz escribió, en su viaje de España. tomo III. Carta I. n. 2, segunda edición. Madrid MDCCLXXVII.) este error: «Hallóse en esta conquista de Cuenca el Obispo de Osma, D. Rodrigo Jiménez de Rada, que después, siendo Arzobispo de Toledo, se encontró en la célebre batalla de las Navas.» (Cuenca se conquistó por Alfonso VIII en 1177.) (2) Carta cit. n. 20. Lo ha repetido Lampérez en su Arquitectura. II. Cuenca. Pág. 213.

la grande idea. Se escogió a Palencia para lugar de la fundación, y no a Toledo o Burgos, poblaciones más importantes, y respectivamente capitales rivales de las dosCastillas. Quizás motivó esta elección el hecho de que había allí ciertos estudios mejor organizados que en ninguna otra ciudad, como se infiere de lo que dice el autor contemporáneo, Lucas el Tudense, el cual escribe que allí «siempre floreció la sabiduría escolástica». (1) En verdad que siempre pudieron favorecerse en Palencia más eficazmente las ciencias eclesiásticas por la munífica dotación que la Sede episcopal recibió del primer restaurador y reorganizador de aquella Iglesia, el generoso Sancho el Mayor de Navarra, según minuciosamente refiere D. Rodrigo en su historia, añadiendo al fin, que en sus días todavía disfrutaba de todo. (2) Se creó la primera Universidad española con rumbo, según se desprende de las palabras del mismo iniciador, D. Rodrigo, el cual dice en su historia: «Para que se derramasen sobre él los carismas que fluyeron del Espíritu Santo, y la enseñanza de la sabiduría nunca faltase en su reino, llamó de las Galias e Italia Maestros de toda clase de Facultades, adornados de la más grande sabiduría, y los reunió en Palencia, a fin de que, a toda persona deseosa de estudio se concediera el conocimiento de cada Facultad, como el maná en otro tiempo.» (3) Según el Tudense fueron traídos «Maestros de Teología y de las demás artes liberales» y «se construyeron las escuelas en Palencia, procurándolo el reverendísimo y nobilísimo varón Tello, Obispo de la misma ciudad.» (4) Sin duda los Maestros vinieron de Bolonia y París, invitados por D. Rodrigo, perfecto conocedor de aquellas Universisidades. La cooperación activa y costosa de D. Tello a las ideas y planes del rey y de su consejero era necesaria para la creación y funcionamiento de la nueva Universidad, porque nacía y tenía que vivir bajo su jurisdicción episcopal. De seguro que esa cooperación fué muy débil al principio de la fundación, porque D. Tello era sólo electo de Palencia, y no le era posible hacer cosa mayor, por la oposición del Cabildo a su entrada; razón por la cual no pudo consagrarse, ni gobernar pacíficamente su Sede hasta tres años después de esta fecha de 1208. Creo también que por esto no le citó D. Rodrigo al hablar de la fundación. En cosas más pequeñas lo nombra en otras ocasiones; y con gusto, por cuanto los dos se estimaban mutuamente, y se trataban con frecuencia en negocios harto resonantes. Ahora dejaré la palabra a Cerralbo, que se hace cargo de ciertas dificultades, y nos da otras noticias. «Es indudable que esta novedad extraordinaria y nobilísimo adelanto, creando generales estudios, se debió al Arzobispo don Rodrigo, como lo afirma Mariana, al decir en su libro XI, capítulo XXII: «En el tiempo que las treguas duraron con los moros, a persuasión del Arzobispo D. Rodrigo, se fundó una Universidad en Palencia, por mandado del rey, y a sus expensas, para enseñanza de la juventud en letras y humanidad, ayuda y ornamento de que sólo hasta entonces España carecía.»

«Y esto mismo declara en su notable y erudito estudio sobre la Universidad de Palencia su postrer cronista, el sabio D. Clodulfo María Peláez Ortiz; lo que evidentemente así resulta, si se añade que fué creada esta primera Universidad en 1028, cuando ya vimos era consejero... D. Rodrigo; y que no fuese por iniciativa ni consejo de D. Tello Tellez de Meneses, como Obispo de Palencia, no electo (5) sino en 1212, cuando el 15 de Mayo confirma un documento como Obispo, toda vez que en los tres de Burgos de 1208, y en el de Segovia de 13 de Diciembre del mismo año:

(1) Cronicón.-Hisp. Illust. tom. I. p. 109. (2) Lib. VI. c. 6. (3) Lib. VII c. 34. (4) Cronicón. Hisp. Illust. p. 109. (5) Quiere decir, consagrado y en pacífica posesión de su Sede. Que era electo es cierto y lo reconoce.

en el de Villalón en 1209: en el de los castillos de Dos Hermanas de 1210; como en el de Retuerta de 1211, y en el de Segovia a 22 de Enero de 1212, firma siempre Tellus electus Palentinus, y ni aun sello propio tenía, pues que en el documento de Retuerta figura un monje vestido con su hábito.

«Si todos esos cuatro años estuvo en discordia y sin confirmación la Sede, lo que demuestra que no era tan decidida en su favor la influencia de Alfonso VIII, más fácil es de creer que llegase D. Tello a ocuparla, porque el rey y D. Rodrigo reconociesen y premiasen el servicio que prestara en los complicados trabajos previos y después al frente de la Universidad creada en Palencia; así como se escogiese esta ciudad para fundar los generales estudios, considerando la importancia, que tenían los que, desde antiguo existieron en su Catedral: no siendo pocos autores los que aspiran a remontarlos en fecha hasta la repoblación de Sancho el Mayor y aun el mismo D. Rodrigo dice que en Palencia siempre estuvo en vigor la ciencia y la milicia...

«Por muy decisivo indicio tengo para corroborarme en ser iniciativa de D. Rodrigo la fundación de la Universidad, el que este mismo escribe, y no hay historiador que no lo asegure, cómo Alfonso VIII convocó sabios... y puso en Palencia Maestros de todas las Facultades y nada más natural que esta idea fuera sólo empresa fácil a D. Rodrigo, que había estudiado en París y Bolonia.

«Suceso y acto es éste tan importante y propio de un gran sabio como el Arzobispo; no resultando tan lógico en aquel gran rey, que mereció los gloriosos nombres de el Bueno, el Noble, el de las Navas, y hasta el Santo; pero cuya educación literaria nadie testifica, aunque por su corta edad, cuando residió en Avila, lograse rudimentarias enseñanzas de D. Cerebruno, al que llamaba su maestro... Me he detenido algo en este suceso, ya por su grandísima importancia, y ya porque un ilustre panegirista de D. Rodrigo ni le relaciona siquiera con... la fundación de la Universidad palentina, que entiendo dejar explicado como se debe al primer sabio de su época, Ximénez de Rada.» (1)

Con esta fundación de la Universidad, con todas las Facultades, vinieron a España sabios insignes: de Italia jurisconsultos y filósofos, de Francia teólogos y humanistas, entre los cuales tenía que haber condiscípulos y compañeros, y acaso algún profesor antiguo de D. Rodrigo. Ninguna noticia especial ha quedado acerca del funcionamieno de esta Universidad, en cuanto a los catedráticos y matrículas de estudiantes, ni en cuanto a los sabios instruídos en sus aulas durante los días del Arzobispo. Por eso no es posible señalar con datos concretos los beneficios que a Castilla reportó esta fundación. En general, sí es cierto que impulsó mucho el desarrollo de los estudios, y además provocó la creación de la Universidad salmantina, fundada por Alfonso IX por espíritu de emulación y por evitar sin duda que los jóvenes de su reino afluyeran a Palencia. Modesto Lafuente comentó así esta obra. «Esta institución produjo al menos el beneficio de secularizar las letras, arrancando, como dice un escritor de nuestros días, de los monjes y clérigos el monopolio del saber.» Denuesto es éste que hay que rechazar. Jamás el clero ha monopolizado las letras y el saber, sino que los ha difundido sin cesar, como medios de conducir a todos los hombres al conocimiento de la sabiduría, como toda la historia lo proclama. El caso del famoso Prelado de Compostela, Diego Gelmirez, que al escribir esa frase tiene ante los ojos, ni es motivo para semejante reflexión ni tiene tal alcance; porque la prohibición del prelado gallego de enseñar los clérigos las letras a los seculares no establecía el exoterismo de la ciencia,

(1) Discursos... p. 46-50.

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