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sino que coartaba la libertad de enseñar, harto amplia, que sus clérigos se arrogaban. Más adelante narraremos la curva de alternativas y desmayos, que durante la vida de D. Rodrigo, siguieron los estudios universitarios de Palencia, que no obtuvieron del pueblo tanto favor como merecían, sin duda porque escasa era la sugestión, que en la muchedumbre ejercía la lámpara de la ciencia. Por un canon del concilio de Valladolid en 1228, que votó D. Rodrigo, sabemos que en esta Universidad se enseñaban todas las ciencias, que se daban en las Universidades de la época. (1)

Termino este capítulo advirtiendo al lector, que el hecho de ver en los documentos reales, que D. Rodrigo se firma Episcopus Oxomensis, significa sólo que gobernaba su Sede con autoridad plena, pero no que estuviese consagrado.

(1) Tejada. T. III. p. 325.

CAPÍTULO V.

(1208-1219.)

Promoción al Arzobispado de Toledo.-La cruzada de Aragón.-Relaciones con Inocencio III.-Bula sobre la Primacía.-Excursiones por el reino.-Colegiata de Talavera de la Reina.-Recibe Rodrigo donaciones.

Dicen los Anales Toledanos: «Murió el Arzobispo Don Martín en XXVIII días dagosto, era MCCXLVI.» (1) Ornamento de la Historia de la Iglesia y espejo de grandes prelados, cuya figura debe evocar el Episcopado para inspirarse en sus acciones, como la evocaba su sucesor y testigo de su vida, nuestro Arzobispo, para seguir sus huellas santísimas, hasta tal punto, que lo que de él escribe en su historia, parece un panegírico del mismo Ximénez de Rada. Después de contar que Alfonso VIII encomendó a D. Martín la guerra de Andalucía, en 1193, le encomia como a uno de los más eximios Pastores de la grey cristiana, con expresiones de literatura bíblica. (2) D. Martín era el sexto Arzobispo de Toledo, después de la reconquista, y tercero entre los de origen castellano; pues Bernardo, Raimundo y Cerebruno, que le precedieron, eran franceses, Juan y Gonzalo, castellanos.

En la segunda parte del mismo año 1208, fué elegido D. Rodrigo, Arzobispo de Toledo, según se prueba con este argumento decisivo, en que no se han fijado los historiadores. El Cabildo toledano aprovechó para su elección los tres meses de plazo, que los cánones le concedían, y no pasó a manos del Papa ese derecho. Luego es seguro que D. Rodrigo era electo de Toledo para el 28 de noviembre de 1208. Porque transcurrida esa fecha, la elección hubiera emanado de Roma. La Bula de confirmación de esta elección, (27 febrero de 1209) demuestra eso mismo. Porque Inocencio III expidió esa Bula el año duodécimo de su pontificado, que había empezado el 9 de enero, como dice claro la fecha de la bula, y no se comprende cómo autores de nota han seguido copiando a Loperráez, que se equivocó al escribir que se expidió en 1210. Sin embargo, Loperraez acertó al decir que la elección de D. Rodrigo ocurrió en 1208, sin hacer caso a los Anales toledanos primeros, que la retrasan a 1209, si eso no es una de tantas erratas de copistas, como es fácil. En cuanto a documentos españoles, el más antiguo, que hemos visto con firma de D. Rodrigo, como electo de Toledo, es el que se halla en el folio 72 vuelto del Cartulario Liber privilegiorum Ecclesiæ Toletanæ, dado en Toledo, el 20 de febrero de 1209. La Bula de confirmación de Inocencio III dice así:

«Los amados hijos, el Deán, Maestrescuela y los canónigos R. E. y F. de la Igle

(1) A. Huici. I. p. 351. (2) Revista de la Historia y Genealogía Española.-Año 1919. p. 11-14, por Martín Minguez.

sia de Toledo, venidos a la Sede Apostólica, expresaron en nuestra presencia, que, como muerto Martín, de buena memoria, Arzobispo de Toledo, el Cabildo hubiese delegado unánimemente a unos canónigos suyos la facultad de proveer a la predicha Iglesia, éstos, después de haber deliberado, acordaron conformemente que se había de pedir para Arzobispo de Toledo al amado hijo, el Electo de Osma. De donde el Deán y los otros sobre dichos, después de presentar sobre esto, tanto la decisión del Cabildo, como también cartas de nuestro carísimo hijo en Cristo Alfonso, ilustre rey de Castilla, junto con las vuestras y las de varios religiosos, encareciendo de muchas maneras sus letras, su prudencia y la probidad de sus costumbres, humildemente nos pidieron que aprobáramos esa petición. Por lo tanto, Nos, esperando con razón, que su traslación ha de ser provechosa, con la ayuda del Señor, no solo a la Iglesia Toledana, sino también a toda la Provincia, con el Consejo de nuestros Hermanos, juzgamos que debíamos admitir esa petitición, desatándole del todo del vínculo con que a la Iglesia de Osma estaba ligado. Por lo cual le mandamos por nuestro escrito, que no deje de tomar el régimen de la Iglesia de Toledo, habiéndose de ordenar de presbitero por alguno de vosotros, en el tiempo oportuno. Por lo cual, os ordenamos por las presentes, que le obedezcáis en adelante humilde y devotamente al dicho electo de la Iglesia de Toledo. Dado en Letrán, 27 de Febrero, año doce de nuestro pontificado.» (1) El Papa declara el aplauso universal de toda Castilla en esta elección. No poseemos las cartas de recomendación de Alfonso VIII al Padre Santo, ni dónde se hallan las palabras del mismo, que cita el Marqués de Cerralbo «que lo propuso diciendo, que ese Arzobispado era escaso premio para sus méritos.»>

Don Rodrigo tomó en seguida posesión de su Sede, y comenzó a regirla, pero demoró mucho tiempo aún su consagración episcopal; porque hallamos bastantes documentos firmados como electo. (2) El Papa ordenaba la consagración oportuno tempore, es decir, primero ordenándose de sacerdote, y luego dándole en las Témporas siguientes la consagración, pues no le dispensa de los intersticios, y a la vez dentro del plazo improrrogable de seis meses. Pues ya vemos que como diácono gobernaba la Iglesia de Osma.

Opinó Minguella que fué consagrado en Toledo por sus próximos parientes, San Martín de Finojosa, Obispo dimisionario de Sigüenza, su tío, y su sucesor en el mismo cargo, D. Rodrigo, primo del electo de Toledo. (3) Cosa muy creíble, pero no atestiguada por autoridad fehaciente. Respecto de la edad de Jiménez de Rada en el momento de su elevación a la Sede primada de las Españas se ha escrito muy frecuentemente que era joven, de 27 a 30 años; pero lo que hemos escrito arriba demuestra que oscilaba entre los 38 y 40.

Así ocupó D. Rodrigo la cabeza de las Iglesias de España, la primera por la majestad de su culto, por el catálogo de sus eminentes Pastores, y por la superioridad de su influencia, a la que el nuevo Arzobispo amó apasionadamente, hasta ser censurado por ello. Se le ha acusado de que por ese amor adjudicó a su Iglesia la gloria indebida, de que en Toledo, en la época árabe, la sucesión de los Prelados de la misma Iglesia continuó sin interrupción. (4) Se arguye que no existía la lista de los Arzobispos toledanos durante la dominación agarena. Argumento, de que se valían los enemigos de la Primacía de Toledo para desechar sus aspiraciones a la alta prerrogativa de Primada de aquella Iglesia, que D. Rodrigo vindicó para ella con más ardor, constancia, sacrificios y resultados que ningún otro Ar

(1) Ap. 2. No he encontrado la Bula dirigida al mismo D. Rodrigo para intimarle la elección. (2) Liber priv. f. 9. r. v. Memorias... p. 280. (3) Tomo I. p. 192. (4) Lib. IV. c. 3.

zobispo toledano. Pero las investigaciones eruditísimas de los PP. Burriel y Fita han patentizado la verdad de lo que Jiménez de Rada aseguró en su historia, presentando el catálogo completo de los Arzobispos mozárabes de Toledo desde 950 en adelante. (1)

Brilla este afecto encendido de Rodrigo a su Iglesia en las páginas saturadas de entusiasmo, que dedica a los diversos privilegios de la misma, al oficio mozárabe, a sus inmortales concilios y a sus grandes Pontífices. Pinta a los reyes y obispos de Asturias, restauradores de la monarquía y religión, que pelean y conquistan, pidiendo la inspiración para todo a las instituciones de Toledo, y moldeando las Sedes heróicamente rescatadas según el diseño de la Iglesia de Toledo. (2) De esta manera se expresa D. Rodrigo al referir la erección de la Sede Ovetense y otras Iglesias, bajo el cetro de Alfonso el Casto: «Y así como los jóvenes que ignoraban la gloria del primer templo (de Jerusalén) se regocijaban en la restauración del templo por Esdras y Nehemías, y lloraban de pena los ancianos, que recordaban la magnificencia del mismo, igualmente allí (en Oviedo) se llenaban de lágrimas y tristeza los que habían visto la gloria de Toledo, y los jóvenes, ignorando la pasada gloria, ensalzaban las magnificencias del rey.» (3)

Jiménez de Rada ama también entrañablemente a la ciudad de Toledo, capital de su Arzobispado, y primera población entonces de la corona de Castilla: y siempre la considera por cabeza del reino, en su historia, titulándola constantemente urbs regia. En aquella fecha Toledo era un museo vivo y rico de tres civilizaciones muy originales e interesantes como ninguna ciudad del mundo, la gótica, la musulmana con mezcla de la judía, y la mozárabe con reliquias de la romana, y los balbuceos incipientes de la cristiano-ojival, que muy pronto, bajo los auspicios del mismo D. Rodrigo, llegarán al primer puesto. Del número de habitantes de la población toledana, cuando Jiménez de Rada entró en ella, no hay datos concretos, pero el mismo Arzobispo nos suministra uno, que demuestra que Toledo estaba más poblada que ahora. Dice en su historia, al contar cómo las huestes de la cruzada de las Navas de Tolosa eran atendidas en Toledo: «Se reunieron todos los ejércitos en Toledo, la cual sola pudo cubrir con su opulencia las necesidades de todos.» (4) Gran población tiene que ser la que aloja y atiende a más de cien mil guerreros. Notemos por fin, que Toledo, según los Anales Toledanos, quedó también huérfana de su autoridad civil en el mismo año, que murió D. Martín; porque el 11 de Noviembre terminó sus gloriosos días aquel Estebe Illán, alma de Toledo muchos años, y sujeto muchas veces celebrado en los anales patrios, por sus singulares servicios en la guerra y en la paz.

Ya hemos dicho que Toledo era la única Sede Metropolitana de Castilla, si bien toda Castilla no pertenecía al Metropolitano de Toledo. Cuando D. Rodrigo empezó a regirla se componía de las siguientes sufragáneas: Cuenca, Osma, Palencia, Segovia, Sigüenza y Albarracín. La engrandeció mucho D. Rodrigo, durante los casi 40 años de su Pontificado, y estuvo a punto de duplicarla con la agregación de Valencia, como de derecho le correspondía; pero una hábil jugada de Jaime el Conquistador, a la que, por amor a la paz, se prestó el Papa Gregorio IX, en 1240, se la arrebató de las manos. Calahorra pertenecía a Tarragona, como había pertenecido Burgos hasta bien entrado el siglo doce, alegando el Prelado Burgalés que era de Tarragona, por descender de Auca; mientras que el Toledano la reclamaba, aunque sin éxito, por que estaba fundada en una parroquia de Osma. (5)

(1) Boletín de la R. A. de la Historia, tom. 49. p. 329-331. (2) Lib. IV. c. 18 y 19. (3) Lib. IV. c. 8. (4) Lib. VIII. c. 1. (5) Bula de Urbano II (15 julio 1097.)

Lo que más dolía a Rodrigo era el no poseer la sufragánea de Avila, enclavada en Castilla, pero arrebatada por el sagaz Gelmírez muchos años antes, por el decreto pontificio diestramente obtenido de Roma, para agregar a Compostela todas las Sedes pertenecientes a la Metrópoli de Mérida, con lo que Toledo perdió a la misma Zamora, que la había restaurado en tiempo del Arzobispo Bernardo, resultando estériles todos los esfuerzos de recuperación, lo mismo que los hechos para tener por sufragáneos los Obispados de León y Oviedo, que se emanciparon junto con Palencia. En cambio por el valor de aquel famoso héroe, Azagra, poseía la Sede de Albarracín.

Don Rodrigo, apoyado en dos principios, agregó a su Archidiócesis otras Sedes, y muchos pingües territorios. El primer principio era que las antiguas Sedes, a penas se rescataran, volvieran a su jurisdicción. El segundo que se le sometieran también las Sedes y territorios, cuyas Metrópolis estuvieran en poder de los sarracenos, en tanto que la propia Metrópoli no recobrara la vida primitiva. Esto fué una concesión, que renovaron varias veces los Pontífices al mismo D. Rodrigo, lo mismo que se la habían hecho a sus predecesores, como veremos adelante. (1)

El 16 de febrero de 1209 (2) Inocencio III dirigió al Arzobispo de Toledo y sus sufragáneos una sentida Bula, ordenando que todos juntos, o cada uno en particular, según mejor les pareciera, amonestasen e indujesen a Alfonso de Castilla a imitar el ejemplo de Pedro de Aragón, que con su pueblo se preparaba a ardorosa lucha contra los sarracenos, según se lo comunicaba al Papa el mismo Aragonés. Inocencio III dice a los Prelados castellanos que muevan a lo mismo al rey y pueblo de Castilla con sus exhortaciones y predicación, para evitar la profanación de las iglesias por los moros, como en Oriente: pues graves están los tiempos. Deben prohibir rigurosamente al rey de Castilla, si en persona no emprende la guerra, a que impida que los castellanos se alisten en las tropas aragonesas. El Padre Santo concede las gracias de la cruzada para animar a todos. (3) Los preparativos bélicos extraordinarios del Miramamolín, y su lenguaje osado y decidido llenaban de pavor a todo el Occidente católico. No sabemos cuánto consiguió D. Rodrigo con sus exhortaciones. En Castilla se difundió nuevo espíritu de guerra santa.

Mas la contenía Alfonso por dos razones, quizás a pesar suyo. Primera, la tregua de diez años, que expiraba al fin del que corría, como escribe nuestro Arzobispo. (4) No era prudente que diese él al Miramamolín el pretexto de acometerle con aparente justicia. La segunda era asegurar las espaldas por la parte de León. Allí

(1) Nótese que durante el primer período del reino godo el concepto de Metrópoli, aplicado a Toledo, era muy distinto. Se llamaba el Arzobispo de Toledo Metropolitano, en cuanto que vivía en la Metrópoli civil del reino. Pero también había otra Metrópoli civil en la Península, que obedecía al Imperio de Bizancio: era Cartagena, que se sostuvo mucho tiempo por el imperio de Constantinopla. En esa Metrópoli civil había autoridad suprema eclesiástica, que en oposición a Toledo, se llamaba Metropolitana, y era rival. Cuando cayó en poder de los godos se resistió algún tiempo el de Cartagena; pero cedió al fin. De esto se aprovechó algo en tiempo de D. Rodrigo para enturbiar pleitos. (2) Anno duodecimo Pontificatus, dice el origenal del Archivo Toledano, donde la he copiado. Se distrajo el P. Fita, cuando la fijó en 1210. (Boletín de la R. A, de la Historia, tomo XII. p. 177.) Aprovecho la ocasión para advertir al lector, que pueden nacer errores en las fechas de las bulas por el modo distinto de calendar de los Papas. Unas veces fechan ab anno incarnationis. El año de la encarnación empieza el 25 de marzo. Otras ab anno Nativitatis, que es el corriente modo de ahora, que cae a fines de diciembre. Lo general es seguir los años de su pontificado. Pero el año del pontificado de cada Papa comienza el día de su promoción y acaba ese mismo día. De suerte, que si empieza el primero el 2 de marzo, hasta el 2 de marzo del año siguiente es primero. La reducción de la era española a la cristiana es facil, Se restan 38 años de la era española, como lo probó Flórez. (Esp. Sagr. tomo II.) contra Mondéjar y Mayans Siscar, que pretendían que había diferencia de 39 años. (3) Ap. 1. (4) Lib. VII. c. 34.

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