Imágenes de páginas
PDF
EPUB
[graphic][merged small][merged small]

Los liberales parodiaron esta décima del modo que sigue:

No es el honrado Garay
el que nos está engañando,
ni quien nos está sacando
el poco dinero que hay.
De Smith y Bautista Say
sabe muy bien la doctrina,
pero.

el Rey sólo es el que cobra

y el Estado se arruina.

Odiado, además, por la camarilla, que no le perdonaba sus antecedentes liberales, cayó del Ministerio y fué desterrado, en unión de sus colegas los secretarios del despacho de Estado y Marina.

El señor Mesonero Romanos, al tratar del cambio de ministros que hizo Fernando desde 1814 hasta la revolución de 1820,

[graphic]

se expresa así:

Despidiendo à unos por cortos de vista (histórico), á otros por largos de manos (íd.), á aquél por inepto, à éste por dema. siado entendido (id. id.), enviándolos unas veces á tomar aires á Ultramar, ó poniéndolos otras á la sombra en los alcázares ó castillos de la Coruña ó de Segovia, vino á hacer tal consumo de ministros, que pasaron de treinta en sólo los seis años de aquel período, lo cual, atendiendo al número de los ministerios, que era el de cinco, viene á traducirse en seis juegos completos, ó sea en una duración de dos meses, por término medio, para cada ministro (1).

Doña María Isabel. Segunda mujer de Fernando VII.

La única esperanza del partido liberal se desvaneció con la muerte de la bondadosa Reina Isabel, suceso ocurrido el 26 de Diciembre de 1818. Aunque no había logrado apartar del lado del Rey las influencias perniciosas ni cambiar las tendencias é inclinaciones de su carácter, mirábasela como un lazo que le contenía de

(1) Fuéronlo de Estado en dicho periodo, el Duque de San Carlos, don Pedro Cevallos, don José León y Pizarro, el Marqués de Casa Irujo y el Duque de San Fernando. De Gracia y Justicia, don Pedro Macanaz, don Tomás Muñoz, don Juan Esteban Lozano de Torres, don Manuel Abad y Queipo, el Marqués de Mataflorida y don José Garcia de la Torre. De Hacienda, don Luis Salazar, don Cristóbal de Góngora, don Juan Pérez Villamil, don Felipe Vallejo, don José Ibarra, don Manuel Araujo, don Martin de Garay, don José de Imaz y don Antonio González Salmón. De Guerra, los generales Freire, Eguia, Ballesteros, Campo-Sagrado y Alós. Y de Marina, Salazar, Hidalgo de Cisneros y Vázquez Figueroa.

precipitarse en mayores desaciertos. Con la muerte de Isabel quedó otra vez Fernando entregado á los hombres funestos de su camarilla.

IV

Era intolerable la situación de los valencianos, por la torpe conducta del general Elío que, con pretexto de la conservación del orden público, se entregaba á todo género de arbitrariedades y violencias. Consistía una de éstas en llamar á su despacho al que suponía mezclado en cualquier conspiración, ó desafecto al régimen imperante, escarneciéndole y abofeteándole por su mano misma, como hizo, entre otros, con el insigne poeta don Leandro Fernández de Moratin. Restableció el tormento y, sin sujetarse á tribunales ni procedimientos donde pudieran justificar su inocencia los denunciados por sus esbirros, decretó varias sentencias de muerte, bastando para ser ejecutadas una simple orden suya.

Acudió al Rey una Comisión de Valencia quejándose de tan brutal proceder, siendo aquélla desatendida y aun conminada con castigo si entorpecía la marcha del general Elio, considerado por Fernando como uno de los más firmes puntales de su Trono.

Exasperados los valencianos, tramaron una conspiración contra aquel odioso precónsul; pero fué descubierta y se fusiló á trece de los principales comprometidos, entre ellos el coronel Vidal, don Diego María Calatrava y don Félix Beltrán de Lis.

Murieron en Italia, á principios del año 1819, los padres del Rey, y éste dió muestras de dolor, quizás recordando que había acibarado la existencia de aquéllos con su comportamiento reprobable.

Casóse algunos meses después el Infante Don Francisco de Paula, hermano menor de Fernando, con la Infanta Doña Luisa Carlota, hija de los Reyes de las Dos Sicilias, mujer varonil y resuelta, á quien veremos jugar un papel importante en el transcurso del reinado de Fernando VII, cuando violentamente deshizo una trama absolutista, consistente en hacer pasar la sucesión de la Corona al Infante Don Carlos.

Mal hallado Fernando con su segunda viudez, ó deseoso de dar un heredero al Trono, pensó en contraer terceras nupcias, y el 11 de Agosto del mismo año 1819 participó al Consejo haber concertado su enlace con la Princesa María Josefa Amalia, hija del Principe Maximiliano de Sajonia. Hizo su entrada en Madrid el 20 de Octubre la nueva Reina, y advirtióse pronto que era tímida y apocada. Educáronla para el claustro y carecía de las condiciones que hubiesen sido necesarias à fin de influir en la voluntad de su marido, contrarrestando la influencia de los cortesanos palaciegos.

Tendían á aumentar los males del País y continuamente dirigíanse al Rey las provincias, haciéndole representaciones que eran, por lo común, desatendidas. Decíase en una de ellas:

< Los gastos del Estado exceden en tal cantidad á los productos de las rentas, que ha sido preciso echar mano de los fondos particulares, arruinando los establecimientos mercantiles. Las rentas de la Corona sufren notable disminución en las provincias de Madrid, Barcelona y Cádiz y otras igualmente ricas y populosas... Nadie cumple lo que se le manda; las miserias se agolpan sin dar lugar las unas á las otras; el desorden de la Real hacienda es completo, y S. M. ha oído los clamores de muchos pueblos quejándose de la desigualdad en el reparto de las contribuciones y de los apremios extraordinarios conque se les molesta.»

El señor Flórez Estrada, á la sazón emigrado en Londres, publicó un Manifiesto que produjo gran impresión, arrojando sobre el Rey la responsabilidad de cuanto venia sucediendo.

• Los españoles, escribía aquél, no ignoraban que después de las renuncias de Bayona, sin ser compelido, habíais, Señor, dado desde Burdeos la proclama en que encargábais á los españoles someterse á Napoleón. Ellos sabían que habíais escrito á éste desde Valencey felicitándole por sus victorias, por la misma inauguración de José, pidiéndole una sobrina para hacerla vuestra esposa, y solicitando el mando de una división de sus ejércitos para el infante Don Carlos.

Ellos no ignoraban que en este mismo tiempo vuestro augusto padre, aunque en la mayor mendicidad, jamás había dado á Napoleón una prueba que desmintiese el noble carácter y grandeza de un Rey oprimido y que, á pesar de tan triste situación, jamás dejó de socorrer á los españoles que han tenido el honor de presentársele, ni dejó de manifestar en público lo mucho que sentía los males de España.

› Ellos todos habían visto el decreto del Escorial, y los motivos en él publicados y circulados á la Nación por vuestro mismo augusto padre. Ellos sabían que la renuncia de Aranjuez había sido hecha en medio de un tumulto popular,

[ocr errors]

Ejército español. Cuerpos destinados á la expedición de América. Cantabria (Capitán). 1816,

sin consentimiento de la Nación y sin la menor fórmula previa de decencia, tan necesaria para la seguridad de los tronos, aun cuando se quiera prescindir de lo que á aquélla se debe.

« AnteriorContinuar »