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lió entre ellas, aunque con igual ineficacia, la organizada en Cumaná por los catalanes que, contando con la ayuda de los artilleros que guarnecían el castillo, se apoderaron de él en la noche del 5 de Marzo. Hubieron pronto los conjurados de abandonarlo. Emigraron unos y fueron otros deportados.

Entreteníase aún el Congreso en discutir un proyecto de Constitución, cuando en 5 de Julio invadió el pueblo el local de la Asamblea é influyó con su presencia y su actitud en la deliberación del más importante de los artículos de aquel Código. Proponíase en ese artículo la independencia de Venezuela.

La discusión fué acalorada y larga. Vencieron los republicanos.

Votada la independencia, extendióse un acta que firmaron todos los diputados presentes y cuyo final decía así:

« Nosotros, pues, á nombre y con la voluntad y autoridad que tenemos del virtuoso pueblo de Venezuela, declaramos solemnemente al mundo sus provincias, unidas desde hoy de hecho, y de derecho Estados libres, soberanos é independientes, y que están absueltos de toda sumisión y dependencia de la Corona de España ó de los que se dicen ó dijeren sus apoderados ó representantes, y que, como tal Estado libre é independiente, tiene un pleno poder para darse la forma de gobierno que sea conforme à la voluntad general de sus pueblos; declarar la guerra, hacer la paz, formar alianza, arreglar tratados de comercio, límites y navegación; hacer y ejecutar todos los demás actos que hacen y ejecutan las naciones libres é independientes. Y para hacer válida, firme y subsistente ésta nuestra declaración, damos y empeñamos mutuamente, unas provincias á otras, nuestras vidas, nuestras fortunas y el sagrado de nuestro honor nacional.— Dada en el palacio federal de Caracas, firmada de nuestras manos, sellada con el gran sello provisional de la Confederación y refrendada por el secretario del Congreso, á cinco días del mes de Julio del año de mil ochocientos once, el primero de nuestra independencia. »

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V

NUEVA GRANADA. Montúfar. Sanllorente. - Junta de notables. - Presidencia de Quito. Conspiración. — Doña Manuela Cañizares. — Urries depuesto. — Junta gubernativa. — Resolución de Amar. - Combates. Luchas intestinas. - Morales, Ascásubí, Guerrero.- Urries.Debilidad de la Junta. Vuelve Urries à Quito. — Contrarrevolución. - Prisión de los principales revolucionarios. - Inténtase libertarlos. - Muerte de veintinueve prisioneros. — El obispo de Quito. - Bando conciliador. -Nuevas prisiones. - Socorro y Rosillo. - Cartagena. Gobierno provisional. Deposición del gobernador Montes. El corregidor de Socorro.Revolución de Santafé. Prudencia de Amar. - Cabildo extraordinario. — Formación de la Junta. - Prisión del virrey. - Don Francisco Javier de Venegas. - Su detención. — Atentado contra la virreina. Más Juntas. - Cartagena y Socorro por el sistema federal. - Panamá y Rio Hacha. Popoyán. Santa Marta. - Congreso Nacional. - Su disolución. — Adopción del sistema federal. — Colegio constituyente electoral. - El Estado de Cundinamarca. Constitución. - Don Jorge Tadeo Lozano, primer presidente. - Confederación con Venezuela - Don Antonio Nariño, segundo presidente. El partido unitario. — Asonada en Cartagena. - Montúfar en Quito. - Junta gubernativa. - Disensiones. - Don Joaquín Molina substituye à Ruíz de Castilla. - Operaciones militares.

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Era virrey de Nueva Granada en 1808 el teniente general don Antonio Amar v Borbón, y comprendía el virreinato, además del territorio en que se formó la república de este nombre, la presidencia de Quito, que gobernaba á la sazón desde 1.o de Agosto de 1888 el general don Manuel Urries, Conde Ruíz de Castilla.

A fines de Agosto llegó á Santafé de Bogotá el capitán de fragata don Juan José Sanllorente, comisionado por la Junta de Sevilla para comunicar su instalación, promover el reconocimiento de Fernando VII, la declaración de guerra á Napoleón y el envío à la metrópoli de los caudales reales y de cuantos fondos pudiera voluntariamente obtenerse.

Recibido fué en Santafé, Sanllorente, con la mayor solemnidad, y convocada el 5 de Septiembre, por Amar, en su palacio una reunión de todos los tribunales y corporaciones, eclesiásticos, civiles y militares y multitud de personas notables, fueron leídos los documentos que el comisionado llevaba. Unánimemente se convino en realizar cuanto en ellos se encargaba, y seis días después se celebró en la plaza mayor de Santafé la proclamación y jura de Fernando VII. Un oficio circular dirigido luego por el virrey å los cabildos eclesiásticos y civiles, á corporaciones y á particulares pudientes, solicitando auxilios pecuniarios, dió el más satisfactorio de los resultados, pues produjo hasta medio millón de pesos que el propio Sanllorente trajo á España, á su regreso de Quito, donde fué con igual misión.

La noticia del establecimiento en la metrópoli de Juntas provinciales, determinó los primeros movimientos revolucionarios.

A pesar de la tranquilidad y del éxito con que Sanllorente pudo realizar su cometido, existía ya desde las primeras noticias de los sucesos de la Península, en Nueva Granada, como en todas partes, esa excitación precursora de las grandes convulsiones. Se formaba un partido revolucionario.

De la presidencia de Quito salió el primer chispazo.

El día de Navidad se reunieron en una quinta que en Chillo poseía el quiteño don Juan Pio Montúfar, entre otros, el propio don Juan, Marqués de Selva Alegre, los doctores don Juan de Dios Morales y don Manuel Quiroga, el presbítero don José Riofrío, don Nicolás Peña, capitán de milicias, y don José Salinas, capitán de la guardia de Quito. Acordaron los reunidos la instalación de una Junta suprema. Justificaria la medida el rumor que harían circular de que estaban las autoridades vendidas á los franceses.

Descubrióse la conspiración y, por orden de Urries fueron sumariados los más comprometidos en ella. No tuvo el proceso resultado alguno, según algún historiador porque fueron substraídas las principales piezas del sumario, y ésto impidió su conclusión.

Reuniéronse nuevamente en la noche del 9 de Agosto los conjurados, ya libres y reforzados por nuevos elementos adictos á la revolución. Llegaron entonces al número de sesenta, una tercera parte eclesiásticos.

Se celebró esta reunión en casa de la patriota doña Manuela Cañizares, á la que dieron los conspiradores el nombre de la mujer fuerte. Acordaron precipitar la revolución.

Dirigióse Salinas antes de media noche al cuartel, cuya tropa estaba en su mayoría comprometida. Reuniéronse allí poco después todos los directores de la conjura. Conocedor el pueblo del golpe, adhirióse á lo hecho. Triunfante así la revolución, redújose á prisión al presidente, al regente de la Real Audiencia, al asesor y á otros empleados civiles y militares, y se constituyó una Junta gubernativa compuesta del Marqués de Selva Alegre, presidente; el obispo de Quito, don José Cuero y Caicedo, vicepresidente; los Marqueses de Villaorellana, Solanda y Miraflores y don Manuel Larrea, don Manuel Matheu, don Manuel Zambrano, don Juan José Guerrero y don Melchor Benavides, vocales; los señores Morales, Quiroga y don Juan Larrea, secretarios.

Dispuso la Junta que se le diera el tratamiento de Majestad, que su presidente tuviera el de Alteza serenisima y el de Excelencia sus vocales. Instituyó, además, la orden de San Lorenzo, en conmemoración del dia del pronunciamiento. Nombró á Salinas general en jefe del ejército.

No sólo se ocupó de honores y cargos la Junta. Depuso á los corregidores, acordó secretamente el arresto de los gobernadores de Guayaquil, Cuenca y Po.poyán, erigió en Senado el Tribunal de justicia, decretó la formación de tres batallones nacionales á que llamó Falanges de Fernando VII, mandó fabricar lanzas, porque faltaban fusiles, y suprimió el estanco del tabaco y el derecho de alcabala y disminuyó el precio del papel sellado.

En 26 de Agosto, dispuso que el presidente dirigiese oficios circulares á los virreyes en Santafé y Lima, noticiándoles lo ocurrido, y á los gobernadores de las provincias dependientes de Quito, y cabildos municipales de las otras ciudades, excitándoles á que nombraran sus respectivas Juntas.

Los gobernadores de Popoyán, Cuenca y Guayaquil, coroneles don Miguel Tacón, don Melchor Aymerich y don Bartolomé Cucalón, se prepararon á la defensa.

Noticioso Amar de la revolución, convocó una Junta de notables, oida la cual, en que los pareceres fueron discordes, envió á Quito con proposiciones de paz al Marqués de San Jorge.

Pero al mismo tiempo que disposición tan pacifica, tomó Amar otras más be

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licosas. Dispuso que el comandante don José Dupré saliese para Quito con trescientos hombres que debían en el camino ser reforzados por las que proporcionasen los gobernadores de Popoyán, Guayaquil y Cuenca. Ofició además al virrey del Perú solicitando su auxilio. Abascal hizo pasar á Quito una columna de quinientos hombres, á las órdenes del teniente coronel don Manuel Arredondo. La Junta de Quito envió, contra las fuerzas realistas, ochocientos hombres, á las órdenes de don Francisco J. Ascásubi con objeto de contener á los que venían por la parte de Popoyán. Eran las tropas de Ascásubi, tropas improvisadas. Dos veces las batieron sin gran esfuerzo las milicias de Pasto, mandadas por don Gregorio Angulo.

No sólo afligió por entonces à la Junta de Quito este desastre. Intestinas luchas vinieron á perturbarla. Renunció Montúfar á la presidencia de la Junta, y con motivo de su substitución surgieron dos partidos: uno en favor de Morales y otro en favor de Ascásubi. El pueblo impuso á don Torcuato Guerrero.

Confinado vivia entre tanto en Añaquito el presidente Urries. Con él abrió la Junta negociaciones, desesperanzada del éxito de su politica. Caro pagó la Junta este acto de incomprensible debilidad.

Propuso la Junta y aceptó el presidente que todo volviese al anterior estado recuperando el presidente su autoridad, á cambio sólo de un completo olvido de

lo pasado.

El 25 de Octubre entró otra vez Urries en Quito entre fingidas aclamaciones de entusiasmo.

Hábil y desleal á un tiempo, disimuló Urries sus enconos hasta que tuvo en la ciudad la columna peruana de Arredondo, doscientos hombres del batallón de Santafé que Dupré mandaba y 3,500 reunidos por Aymerich y otros jefes en Lacatunga. Creyóse entonces seguro y, mal aconsejado, mandó, el 4 de Diciembre, encarcelar á los más comprometidos en la revolución pasada. Pasaron los presos de sesenta. Lograron escapar á tiempo algunos de los señalados, entre ellos, Montúfar.

Dióse por prisión, á los que no tuvieron tanta suerte como el de Selva Alegre, el cuartel en que se alojaban los soldados limeños.

Condenados á muerte fueron los principales revolucionarios. Mientras daba á la sentencia su aprobación el virrey Amar, á quien se remitió para este fin, patriotas decididos atacaron el cuartel. No mitigó su esfuerzo la suerte de los condenados. Sorprendieron los revoltosos (2 de Agosto de 1810) á los soldados de la guardia del presidio, mataron al centinela, hirieron al oficial y, apoderados de los fusiles y dueños del campo, soltaron á los soldados presos y con ellos se encaminaron al cuartel de los limeños donde estaban los revolucionarios condenados.

Los soldados limeños, auxiliados por las fuerzas de Dupré que, alojadas en un cuartel inmediato, horadaron una pared para unirse á ellos, entablaron sangrienta lucha con los libertadores. Al mismo tiempo, una parte de los soldados. realistas daba muerte á los prisioneros para quitar'al combate su principal pretexto. Veintinueve patriotas, entre ellos Morales, Salinas, Ascásubi y Quiroga, hallaron asi la muerte, que ya esperaban.

Siguió á aquella matanza otra en las calles. Los más pacíficos transeuntes aparecieron sospechosos á los ojos de los encolerizados realistas.

Estalló con esto la pública indignación y, armado el pueblo de toda clase de armas, acometió á los feroces soldados que á tal extremo llevaban sus enconos. Al mismo tiempo que la matanza, por una y otra parte, llenaba de luto las calles de Quito, muchos soldados realistas se entregaban al saqueo.

Ofrecióse al presidente el obispo de Quito, seguro de calmar los ánimos si se hacía al pueblo algunas concesiones. Llevaba ya la contienda causadas más de trescientas víctimas cuando logró el obispo acallarla.

Convocada por el presidente, el 4 de Agosto, una Junta de notables, se publicó el 5 un bando en que se ofrecía dar al olvido todo lo pasado desde el 10 de Agosto de 1809, sobreseer todos los procesos aún pendientes de la resolución del virrey, no perseguir á los autores del asalto de los cuarteles del día 2 y hacer salir de la ciudad á las tropas limeñas de Arredondo, principales autores del inicuo saqueo, formando para substituirlas un cuerpo de tropas compuesto de vecinos de Quito.

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