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los traidores! La importancia de este hecho consistía en que los jefes de tal sublevación contra Maroto procedieron asi de acuerdo con el Pretendiente, cuya doblez no podía hallarse más á la vista.

Las proclamas que insertamos á continuación indican que aún no se había concertado convenio alguno entre los generales de los ejércitos contendientes. Decía así la de Espartero:

» El enemigo, desconcertado, será batido si no se acoge á nuestra generosidad, deponiendo las armas ó sosteniendo con ellas la Constitución de la Monarquía española, el Trono legítimo de Isabel II y la Regencia de su augusta madre. Los que así hagan serán admitidos como miembros de una misma familia, con olvido de lo pasado y una reconciliación fraternal que haga duradera la paz que todos los pueblos apetecen. »

La proclama de Maroto no indicaba propósitos de paz.

«

< Vosotros - decía - voluntarios y pueblos vasco-navarros, habéis visto derrotado á nuestro enemigo cuantas veces se ha internado, y en ésta lo lograremos si tenéis la resolución y constancia que se necesita para pelear. Nada deben imponeros las fuerzas con que se ha presentado; yo os prometo que desaparecerán si atendéis sólo à vuestro deber y despreciáis las habladurías de los mal intencionados. Entre nosotros no debe haber más divisa que la Religión, nuestro Soberano y la Patria; sofóquense para siempre esas voces de transacción que nunca puede haber y juremos nuevamente todos morir antes que sucumbir. »

Precipitáronse los acontecimientos; la toma de Durango por Espartero y la insistencia de los generales La Torre, Urbiztondo é Iturbe, lugartenientes de Maroto, decidieron á éste, comenzándose entonces las negociaciones de paz, intervenidas en su principio por el coronel Wylde, enviado del Gobierno inglés. Maroto no quiso contraer compromiso alguno sin contar con el Pretendiente, é hizo llegar á sus manos esta comunicación:

<< En la noche de ayer se me presentó [un parlamento del ejército enemigo, haciéndome las proposiciones siguientes, de parte del Gobierno de Madrid:

> Reconocimiento del señor Don Carlos Maria Isidro de Borbón, mi Rey y Señor, como Infante de España.

» Reconocimiento de los fueros de las Provincias en toda su extensión.

» Reconocimiento de todos los empleos y condecoraciones en el ejército, dejando á mi arbitrio el ascenso ó premio de alguno que se considere acreedor á ello.

« Lo que digo á V. S. para que poniéndolo en conocimiento de S. M., se me

religión, un cura constantemente amancebado, hasta con dos hermanas; un cura que después de haber tenido hijos de una mujer la hace casar con su hermano; un cura jugador, bebedor y mal hablado, que se presta al Santo Sacrificio de la Misa, no entiendo pueda tener más religión de la que conocerá mi perro.

Y, sin embargo, el cura Echevarria era uno de los favoritos y consejeros de Don Carlos.

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prevenga lo que debo contestar; y como en las presentes circunstancias me he propuesto patentizar mi comportamiento hasta en los asuntos más reservados, ruego se me permita dar al público ésta mi comunicación, advirtiendo á V. S. que en la tarde de este dia me he propuesto tener una conferencia con el jefe superior enemigo para pedirle más aclaraciones. - Dios guarde à V. S. muchos años. Cuartel general de Elgueta, 25 de Agosto de 1839. - RAFAEL MAROTO. - Señor brigadier encargado de la secretaría de Estado y del despacho de la Guerra. »

Avistóse con Espartero en la ermita de San Antolín, sita á igual distancia de las villas de Elorrio y Durango. Hubo conformidad en las condiciones del convenio, menos en la extensión que había de darse al reconocimiento de los fueros de las provincias Vascongadas y Navarra; Espartero se negó á sancionarlo sin acuerdo del Gobierno y de las Cortes, quedando así interrumpidas, por no decir rotas, las negociaciones.

Al siguiente dia, de orden de Don Carlos, se contestó á la comunicación de Maroto con la siguiente proclama:

« Voluntarios: Un acontecimiento tan extraordinario, que no tiene ejemplo en la historia de nuestro país, vendría á manchar las glorias que habíais justamente adquirido en esta heroica lucha, si continuasen algunos de vosotros en la defección á que hoy os han conducido.

› Con el pretexto de paz se ha dado entrada al enemigo en vuestro suelo, y las cadenas de la esclavitud, la ignominia de vencidos van á reemplazar los laureles de que hasta ahora estábais cubiertos. La lealtad de muchos ha sido sorprendida; son indignas de vuestro valor las proposiciones hechas al Rey N. S. y no es digno de vosotros abandonarle en manos de sus enemigos. A esto sole, y á ligaros al carro de la revolución se reduce la paz con que á muchos han alucinado.

«

Seguid al Rey, voluntarios: considerad vuestro heroísmo de seis años y no queráis mancharlo con un feo delito. Una paz en que se exige la abdicación del Rey que habéis jurado; una paz convenida entre jefes militares sin autorización ni garantía alguna, ¿qué otra cosa puede ser que un engaño para apoderarse de un pais que no han podido dominar las armas?

«

Desengañáos; esta es la traición más infame que han visto los nacidos. Morir primero que sucumbir. La causa de un Dios peligra y la de un Rey en cuya defensa está comprometida vuestra conciencia y vuestro honor. Sóis leales por carácter; sóis valientes; sóis héroes y nada más tengo que deciros. Voluntarios: ¡Viva la Religión! ¡Viva el Rey!

Villafranca, 26 de Agosto de 1839.-JUAN MONTENEGRO.»

Hablaron, sin embargo, y ya por última vez, Maroto y Don Carlos, diciendo aquél á éste que, puesto que ni el ejército ni el pueblo querían ya la guerra, era menester acordara pronto una resolución. Reunióse el Consejo de ministros y de generales, y por su dictamen convinose en que Don Carlos montara á caballo y se presentara ante el ejército à fin de conocer su espíritu.

He aquí cómo describe el historiador señor Morayta tan memorable escena, después de mencionar que el general Silvestre y otros agentes del cuartel real trabajaron á jefes, oficiales y soldados imbuyéndoles la conveniencia de que se pronunciasen en favor de Don Carlos y en contra de Maroto:

¡Vano empeño! si dos batallones castellanos vitorearon á Don Carlos, de lo cual éste no supo sacar partido, los guipuzcoanos y navarros y el resto de los de Castilla prorrumpieron en unánimes gritos de: ¡Viva el general Maroto! ¡Viva la paz! ¡Viva nuestro general en jefe! A cuyas voces, irritado Don Carlos, exclamó:Aqui no hay más general en jefe que yo. Estas palabras sólo sirvieron para que crecieran los vivas à Maroto. Al llegar ante los batallones guipuzcoanos, Don Carlos les recordó su fidelidad, sus juramentos; y como aquellos voluntarios per

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manecieran impasibles, un tanto amoscado, exclamó: - ¿Nadie me oye? - Señor, díjole el general Lardizabal, son todos vizcainos y no entienden á V. M.-Pues tradúceles mis palabras. Lardizabal les dijo en vascuence: -¡Muchachos, este hombre pregunta si queréis la paz ó la guerra; contestadle! ¡La paz! ¡la paz! gritaron miles de voces. Y Don Carlos, no queriendo oir más, partió á uña de caballo hacia Villafranca.

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Al siguiente día, 28 de Agosto, se dirigió Maroto por escrito á Espartero, que se hallaba en Oñate, haciéndole saber que pasarían á verle en su nombre los generales Urbiztondo, Iturbe y La Torre, el auditor La Fuente y los coroneles Toledo y Linares, para la formalización del correspondiente convenio de paz. Ajustóse el 30, sobre las bases de que Espartero recomendaría con interés al Gobierno el cumplimiento de su oferta de obligarse formalmente á proponer á las Cortes

la concesión ó modificación de los fueros; y de que serían reconocidos los empleos, grados y condecoraciones de los generales, jefes, oficiales y demás individuos del ejército de Maroto. Ratificóse el convenio el 31 en Vergara, de cuya villa tomó el nombre, aunque fué ajustado en Oñate. El mismo día 31 reuniéronse en los campos de Vergara las divisiones castellana, guipuzcoana y vizcaína y los sol dados liberales con todos sus jefes. Espartero arengó elocuentemente á los carlistas, ponderando su valor y constancia; terminó diciéndoles: ¿Queréis vivir todos como españoles bajo una misma bandera? Ahí tenéis à vuestros hermanos que os aguardan; corred á abrazarlos, como yo abrazo á vuestro general.

En medio de aclamaciones y vitores á sus caudillos y á la libertad se abrazaron los que hasta entonces venian peleándose como encarnizados enemigos.

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Antonio Van - Halen.

Habíase retirado Don Carlos á Tolosa y, después de algunas infructuosas tentativas, en las que pudo apreciar que el país no le era propicio, estrechóle Espartero haciéndole acercarse á Francia, cuya frontera pasó el dia 14 de Septiembre, verificándolo por Urdax; el mismo pueblo que presenció su entrada cinco años y dos meses antes, durante los cuales, y desde que comenzó la guerra, vertióse á torrentes la sangre de los españoles, sufriendo, además, enorme quebranto la riqueza de la Nación. Tal fué el fruto de su insensata campaña. Siguiéronle á la emigración unos 8,000 hombres y entre ellos los generales Elio, Zariátegui y Villarreal, harto generosos con él puesto que le perdonaron sus injustas persecucio nes al verle en la desgracia.

Por entonces y á manos de sus parciales fué asesinado el general González Moreno, cuando por Vera se dirigía á Francia. Igualmente lo fué luego el sanguinario Conde de España en Cataluña al ser reemplazado por Segarra. Uno y otro general carlista cometieron hechos execrables contra los defensores de la libertad y expiaron sus culpas siendo victimas de los partidarios del absolutismo.

III

Venía sosteniéndose la guerra en Aragón y en el Maestrazgo merced al prestigio de Cabrera, que por el terror se imponía á aquellas comarcas, habiendo logrado reunir un formidable ejército apoyado en no pocas plazas fuertes.

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