Bajo el flotante tul De mil cascadas frescas De hermoso añil sembrados, Caer las vió en riberas Y a veces elevando Vió luego estos ríos Espuma levantan Y mil gallas aves, Que siguen las naves, Sus plumas distintas De azul, gualda y oro, Imitan en coro Del cántico el son... Avanza y niebla Que el áire puebla, Aquel estenso Do errando está: Y le parece Que se ennegrece Mar, niebla y viento En torno de él, Y que se acrece Y oscurece Más apriesa El ambiente, Y, sin tino Ni destino Que comprenda, Audazmente Carrilada Por un puente De movible Tirantez Tan delgada Descolgada Una oruga... Como el filo De una espada, Como flecha Cual centella Va sin huella El perdido Con horrible E infinita Rapidez... (Cuyo escaso De cruzar, Riguroso Vigoroso El caballo Misterioso De Al-hamar... Israfel Allí está Para ver El que va Sin caer, Y pasar Va á pasar El corcel De Al-hamar... El puente Vacila; El príncipe Oscila, Perdido El sentido, Demente Transido De horror. Ya toca La opuesta Ribera; Ya poca Le cuesta. ¡Valor! Ya llega: Le ciega El pavor. ¡Ah! ¡Dadle Favor! ¡Salvadle, Señor! Saltó. Pasó Con bien Y allá Cayó De pié. Salvo Fué, ¡Oh! Ya, ¿Quién Ve Do Va? (Granada, poema oriental por D. JOSÉ ZORRILLA.) G. Poemas épicos heroicos. El conde de Niebla. Aquel que en la barca parece sentado Muy virtuoso, perínclito conde De Niebla, que todos sabéis bien adonde En la su triste hadada partida Los cuales veyendo con voz dolorida Ca, he visto, dice, señor, nuevos yerros Vi que las gúmenas gruesas quebraban El conde, que nunca de las abusiones Ni baten las alas ya los alciones, Desplega las velas pues, ¿ya que tardamos? Y los de los barcos levanten los remos A vueltas del tiempo mejor que perdemos |