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y cuánto es lo que por ella se puede alcanzar. Porque dejando aparte el testimonio de tantos varones que la aprobaron, como fueron Pitágoras, Platón, Aristóteles, Sócrates y otros muchos, vemos ser tan necesaria á la vida humana, que me atrevo á decir ser una de las principales partes que se requie. ren para la conservación de la República. Porque si por ésta no fuese, ¿cuántas cuestiones, cuántas revueltas y disensiones habría sobre el repartir de las herencias y tributos públicos, en las convenciones y contratos comunes y particulares, así de mucha como de poca importancia? Finalmente, todo andaría tan confuso sin ella, que imagino que todas las cosas estarían en perpetua confusión. Veamos: el facedor de todas las cosas cuando creó esta má. quina universal, ¿no la dispuso por sus números y cuentas? Dió al hombre cierto número de tiempo, y por consiguiente, à todos los demás animales. De donde vinieron algunos á decir que todo animal tenía su cierto número de vida determinado. Determinó el curso del Sol por número de tantos días y el de la Luna por el consiguiente; determinó el de los demás planetas en el número de tantos años. Y generalmente todas las cosas criadas parece que están trabadas entre sí y se conservan con el número. Y aún más digo, que es causa no solamente de evitar mal; más aun de hacer mucho bien. Y no solamente aprovecha á las cosas del cuerpo, sino que es muy útil á las del ánima. ¿Quién quita que entre los tratantes de ruin conciencia, si el uno al otro se pudiese engañar, no habiendo cuentas y razón, fácilmente se engañarían con apetito dañado de llevar el uno al otro lo suyo, si no fuese por la Aritmética, que no lo consiente, por ser, como es, como un cartabón con que se mide la verdad y la mentira? Donde vemos muchas veces que si alguno carece de este Arte, fácilmente le engaña quien quiere; y por esto, de mi consejo, no solamente no la desecharía nadie por menos necesaria; mas aún, la procurarían todos como más útil.

ANTÍMACO.-Por mi fe, que vistas las razones que contra mi opinión habéis traído, yo no me atrevo á responderlas, considerando la fuerza que, miradas de improviso, parecen tener.

(DIALOGOS, por el bachiller JUAN PÉREZ DE MOYA, 15...-159...)

II. MINERALOGÍA

DOCTOR.-Ya que estamos aquí quiero mostrar al Sr. Burgos el metal que le prometí, que es más rico que el oro y plata y esmeraldas, que iba á ver. BURGOS.-Holgaré de verlo cual es.

D. Esas planchas de hierro que ve arrimadas por esas paredes; ese es el verdadero metal preciosísimo que sirve al mundo, de que se aprovechan los hombres en sus usos y necesidades, este es el verdadero oro y plata, sin el cual no podríamos vivir, ni los hombres podrían ejercitar sus artes y oficios: con él se adquieren las verdaderas riquezas, y todos los frutos y bienes temporales, y con este metal se sacan y benefician todos los demás.

B.-Bien es que el hierro es muy necesario, pero el oro y plata, clara cosa es que son más excelentes que él, y que son criados de mejor origen, y de mayores principios, como se parece en la hermosura y lindeza que tienen más que todos los demás metales.

D.-Sepa, señor Burgos, que los metales todos proceden y son engendra

dos de un mismo origen y principio. Verdad es que ha habido grandes opiniones y pareceres sobre qué cosa sea este principio y origen de do se engendran, entre los filósofos y sabios antiguos, porque unos dicen que humidad cuajada en cierta forma sea la materia de todos los metales. Aristóteles dice que se engendran de un vapor metido en las entrañas de la tierra. Demócrito que se hace de cierta manera de cal y lejía. Gil, moro español, que se hace de ceniza, otros que de todos los elementos. Unos que la causa es frialdad que los congela, otros que calor que los condensa. Los astrólogos atribuyeron este negocio á las causas superiores y á las estrellas erráticas, dando á cada planeta su metal. Platón, queriendo aludir á los unos y á los otros, quiso que la virtud celeste con la terrestre fuesen la causa de su principio y origen. Trismegisto dijo que la tierra era madre de los metales y el cie lo padre. Y así Plinio dice estas palabras: lo interior de la tierra preciosísima cosa cs, porque en ella van á dar y herir todas las influencias del cielo, engendrando en ella cosas de gran precio, como piedras y metales, y esto se hace como Calcidonio platónico dice, por el mucho calor que hay en lo interior della. Hay otra opinión, que es la común, la cual es la que tenemos por más cierta, que seguimos todos, la cual pone Avicena en los libros de los Meteoros, y en los libros que hizo de Alquimia, que la confirmaron Geber y Raimundo Lulio, y Arnaldo de Villanova y todos los demás que deste negocio tratan hasta nuestros tiempos: los cuales dicen que la materia verdadera de que se engendran todos los metales es piedrazufre y azogue; el azufre como padre y el azogue como madre, y que con el calor del azufre se fermenta y cuaja el azogue, de modo que de estas dos cosas se hacen los metales en las entrañas de la tierra, y de la variación de estos dos principios vienen á diferir unos de otros, y que de la pureza destos dos principios vienen á ser unos más excelentes que otros; y que por esto el oro es más perfecto y más hermoso que todos los otros, por ser formado de sus principios limpios y puros que faé la causa y origen de su perfección, y hubo filósofos que dijeron que todos los metales habían de ser oro; si no fuera por la imperfección del sulfuro y del azogue, y así á todos los demás metales, fuera del oro, llaman minerales imperfectos, porque no tuvieron aquella fuerza y coción que el oro tuvo, con aquel maravilloso ligamen que le dió naturaleza.

(DIÁLOGO DE LAS GRANDEZAS DEL HIERRO Y DE SUS VIRTUDES MEDICINALES, por el DOCTOR NICOLÁS MONARDES, 1571.)

III. ZOOLOGÍA

De las vicuñas del Perú.

No sé que en otra parte del mundo haya este género de animales, sino en el Perú y Chile, que se continúa con él. Son las vicuñas mayores que cabras, y menores que becerros: tienen la color que tira á leonado, algo más clara; no tiene cuernos, como los tienen ciervos y capreas; apaciéntanse y viven, en sierras altísimas, en las partes más frías y despobladas, que allá llaman punas. Las nievės y el hielo no les ofende, antes parece que las recrea: andan á manadas corren ligerísimamente; cuando encuentran caminantes ó bestias, luego huyen, como muy tímidas; al huir echan delante de sí sus hijuelos. No

y

se entienden, que multipliquen mucho, por donde los Reyes Incas, tenían prohibida la caza de vicuñas, si no eran para fiestas con orden suya.

Algunos se quejan, que después que entraron Españoles, se ha concedido demasiada licencia á los chacos ó cazas de vicuñas, y que se han disminuído. La manera de cazar de los Indios es chaco, que es juntarse muchos de ellos, que a veces son mil, y tres mil y más, y cercan un gran espacio de monte, y ir ojeando la caza, hasta juntarse por todas partes, donde se toman trescientas y cuatrocientas y más y menos, como ellos quieren, y dejan ir las demás, espe cialmente las hembras, para multiplico. Suelen trasquilar estos animales, y de la lana de ellos hacen cubiertas ó frazadas de mucha estima, porque la lana es como una seda blanda y duran mucho; y como el color es natural y no de tinte, es perpetuo. Son frescas y muy buenas en tiempo de calores; para inflamaciones de riñones y otras partes las tienen por muy sanas, y que templan el calor demasiado; y lo mismo hace la lana en los colchones, que algunos usan por salud, por la experiencia que de ello tienen. Para otras indispo siciones, como gota, dicen también, que es buena esta lana ó frazadas hechas de ella: no sé en ésto experiencia cierta. La carne de las vicuñas no es buena, aunque los Indios la comen, y hacen cusharqui ó cecina de ella. Para medicina podré yo contar lo que ví. Caminando por la Sierra del Perú, llegué á un tambo ó venta una tarde con tan terrible dolor de ojos, que me parecía se me querían saltar; el cual accidente, suele acaecer de pasar por mucha nieve y mirarla. Estando echado con tanto dolor, que casi perdía la paciencia, llegó una india y me dijo:-Ponte, padre, esto en los ojos, y estarás bueno.Era una poca de carne de vicuña recién muerta y corriendo sangre. En poniéndome aquélla medicina se aplacó el dolor, y dentro de muy breve tiempo se ine quitó del todo, que no le sentí más. Fuera de los chacos que he dicho, que son cazas generales, usan los indios particularmente para coger estas vicuñas, cuando llegan á tiro, arrójanles unos cordelejos con ciertos plomos, que se les traban y envuelven entre los pies, y enbarazan para que no puedan correr; y así llegan y toman la vicuña.

(Historia natural y moral de las Indias, por el P. JOSÉ DE ACOSTA, 1539– 1600.)

IV. GRAMÁTICA

VALDÉS. —Lo que demás os puedo decir es que, mirando en ello, hallo que por la mayor parte los vocablos que la lengua castellana tiene de la latina, son de las cosas más usadas entre los hombres, y más anejas á la vida humana; y que los que tiene de la lengua arábiga son de cosas extraordinarias, ó á lo menos no tan necesarias, y de cosas viles y plebeyas; los cuales vocablos tomamos de los moros con las mesmas cosas que nombramos con ellos; y que los que tenemos de la lengua griega, casi todos son pertenecientes ó á la religión ó á doctrina; y si miráis bien en esto, creo lo hallaréis casi siempre verdadero.

MARCIO.-Bástanos para creerlo que vos lo digáis; porque, como sabéis, buena parte del saber bien hablar y escribir consiste en la gentileza y propiedad de los vocablos de que usamos, y porque también, según entiendo, en la lengua castellana hay muchos vocablos, de los cuales algunos no usan, porque con el tiempo se han envejecido.

CORIOLANO. ¿Qué decís? ¿Los vocablos se envejecen?

MARCIO.-Sí que envejecen; y si no me creéis á mí, preguntadlo á Horacio en su Arte Poética.

CORIOLANO.-Tenéis razon.

MARCIO. Y porque otros vocablos no se usan por ser algo feos, en lugar de los cuales los hombres bien hablados han introducido otros, muy encargadamente os rogamos nos deis algunos avisos con que no erremos en esta parte.

VALDÉS. -En eso tampoco pienso obedeceros, pues sabéis que no me obligué sino á daros cuenta de mis cartas.

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MARCIO. También os obligastes á satisfacernos en nuestras preguntas, y esto no os lo pedimos por obligación, sino por gentileza.

VALDÉS.-Vuestra cortesía me obliga más que mi promesa; por tanto, habéis de saber que cuando yo hablo ó escribo, llevo cuidado de usar los mejores vocablos que hallo, dejando siempre los que no son tales, y así no digo acucia, sino diligencia; no digo ál adonde tengo de decir otra cosa, aunque se dice: So el sayal, hay ál, y En ál va el engaño; no asaz, sino harto; no adufe, sino pandero; no abonda, sino abasta; no ayuso, sino abajo. Ni tampoco digo, como algunos, ambos y ambas, por entrambos, entrambas; porque aunque al parecer se conforman más con el latín aquéllos que éstos, son éstos más usados y han adquirido opinión de mejores vocablos; haya y hayas, por tenga y tengas, se decía antiguamente, y aún lo dicen ahora algunos, pero en muy pocas partes cuadra; úsase bien en dos refranes, de los cuales el uno dice: Bien haya quien á los suyos se parece; y el otro: Adonde quiera que vayas, de los tuyos hayas. Arriscar, por aventurar, tengo por buen vocablo, aunque no lo usamos mucho; y así arriscar como apriscar, que también me contenta, creo habemos desechado, porque tienen del pastoril. A mí bien me contentan, y bien los usa el refrán pastoril, que dice: Quien no arrisca, no aprisca. Ahe, que quiere decir cece, ya no se usa; no sé por qué lo habemos dejado, especialmente no teniendo otro que signifique lo que él. De ventura habemos hecho un muy galán vocablo, del que yo, por buen respeto, estoy muy enamorado, y es aventura, del cual usa el refrán que dice: Quien no se aventura, no gana. De aventura decimos también aventurero, al que va buscando la ventura; del cual vocablo están muy bien llenos nuestros libros mintirosos escritos en romance. Pésame que no se use artero, porque, como veis, es buen vocablo, y está usado entre los refranes. Uno dice: A escaso seflor, artero servidor; y otro: De los escarmentados, se levantan los arteros. Pésame también de que hayamos dejado éste, arregostar, pues un refrán dice: Arregostóse la vieja á los bledos, ni dejó verdes ni secos. Aleve, alevoso y alevosía me parecen gentiles vocablos y me maravillo que agora ya los usemos poco. MARCIO. ¿Usábanse antiguamente?

VALDÉS.—Sí, mucho; y si os acordáis, los habréis leído en algunos libros, y un refrán dice: A un traidor dos alevosos.

MARCIO.-¿Qué significa alevoso?

VALDÉS. Pienso sea lo mesmo que traidor. Atender, por esperar, ya no se dice; decíase bien en tiempo pasado, como parece por este refrán: Quen tiempo tiene y tiempo atiende, tiempo viene que se arrepiente; en metro se usa bien atiende y atender, y no parece mal; en prosa yo no lo usaría.

MARCIO. Y esos vocablos que vos no queréis usar, ¿úsanlos otros? VALDÉS.-Sí usan; pero no personas cortesanas ni hombres bien hablados. Podéislos leer en muchas farsas y comedias pastoriles que andan en metro castellano, y en algunos libros antiguos, pero no en los modernos.

(DIÁLOGO DE LA LENGUA, por JUAN DE VALDÉS, 1501?-1541.)

(Texto de Usoz.)

V. PRECEPTIVA LITERARIA

Cuál sea el estilo propio de la Historia.

Tres maneras de estilo se pueden considerar y distinguir en los autores: uno supremo, otro medio, y otro, finalmente, ínfimo. El supremo es aquel que, con alteza y majestad de voces exquisita y gravemente ordenadas, compone los períodos, llena y encumbra la oración. A éste pertenece el apartarse del ordinario y común lenguaje del vulgo, pesar sentencias, celar misterios y con énfasi y señorío de palabras levantar la mente del lector y representarle una como deidad y soberanía en lo que escribe. De este estilo se usa en los asuntos heroicos y divinos, prosa ó verso, cuando se refiren ó celebran misterios sacrosantos, acciones de Reyes, hechos y proezas de singular admiración. El ínfimo estilo es opuesto á éste, que sólo usa de voces, modos y frases ordinarias y vulgares; y es ȧ propósito para tratados y discursos de prosa ó verso familiar, en que se habla sin cuidado ni artificio, lo primero que se ofrece y viene (como dicen) á la boca; y también para aquella parte de poesía que pertenece á lo cómico y jocoso. El medio estilo es el que, participando de ambos extremos, guarda una mediocridad en el decir. Tiene mezclada la grandeza del primero y la llaneza del último y es como un compuesto de ambos.

Pero esta mezcla puede ser de muchas maneras y principalmente en dos. Porque, ó participa más del estilo supremo y menos del ínfimo, ó al revés, más del infimo y menos del supremo.

De estos tres genéricos estilos, el medio, con la segunda mezcla, en que tenga más de llaneza que de celsitud, pertenece á la Historia, como quiera que el supremo convenga más á la Poética; y el medio con la primera mezcla, es á saber, teniendo más de celsitud que de llaneza, á la oratoria. Pero la afinidad que este medio estilo tiene con los otros dos, le hace sumamente dificultoso, por haber de participar del uno y del otro y distinguirse igualmente de ambos: primor y cuidado con razón temido en el que anda por la senda media; de la cual, si algún tanto declina, aunque sea hacia la mano derecha, pierde el camino. Siempre han sido más fáciles en cualquiera cosa indiferentes los extremos. Y digo en cualquiera cosa indiferente, porque en las que son de suyo buenas, ó no hay extremos ó no son fáciles, si los hay: porque lo bueno fué siempre arduo y pide trabajo y sudor al que lo ha de conseguir. En estas otras cosas, la dificultad mayor está en la medianía: que como en el mismo hablar el extremo de hablar mucho y de callar del todo es más fácil que el hablar sólo aquello que conviene; y por eso es contado entre los perfectos el varón que no tropieza, ni excede en las palabras; así también en el modo de hablar es mucho más facil ó el encumbrar sobradamente el estilo ó el abatirlo vilmente que el guardar una decente medianía.

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