¡Dichoso yo, que os veo
donde está mi deseo
y donde no tocó pesar, ni puede: que sólo con el bien de tal memoria toda la pena me trocáis en gloria!... Yo os dí la mejor patria que yo pude para nacer, y agora en vuestra muerte entre santos dichosa sepultura;
resta que vos roguéis á Dios que mude mi sentimiento en gozo de tal suerte, que, á pesar de la sangre que procura cubrir de noche escura
la luz desta memoria, viváis vos en la mía;
que espero que algún día
la que me da dolor me dará gloria,
viendo al partir de aquesta tierra ajena, que no quedáis adonde toda es pena.
B. Oda satírica ó sátira lírica.
Pues que no basta, Lice, al desengaño de ese tu aún verde pensamiento, el verte que al fin cada año tienes más un año: pues ni los mensajeros de la muerte, ni la memoria de la corta vida, te pueden persuadir á conocerte, muy duro te será que yo te pida que te pares á ver en este espejo, que con tu propia imagen te convida. Mas aunque no era mío el dar consejo, ni tu saber lo ha menester tampoco, porque ni eres tú moza, ni yo viejo, parémonos á hablar en seso un poco, y con lo que del cuento resultare, tú quedarás por loca, y yo por loco. Claro conocerá quien me escuchare que sólo á tu alabanza y tu provecho va enderezado el fin de cuanto hablare. Quiero que vea tu engañado pecho, cómo haberte traído á edad madura es extrema merced que Dios te ha hecho: Quiero que reconozcas tu ventura, sin que cosa tan buena y deseada la huyas como aborrecida y dura.
¿Cómo? Aquéllo, porque eres respetada; aquéllo, porque todos te aborrecen, ¿lo encubres como cosa desechada? ¡Oh si echases de ver cuán bien parecen las largas tocas con el rostro anciano cuando con el vivir se compadecen! Aquél juzgarse al parecer por sano del pecho que tiene por exento del apetito juvenil y vano;
aquel gozar de un quieto pensamiento, entretenido á veces con la ausencia de la niñez que se pasó en contento; aquel ser recibida su sentencia,
y ver huir las locas niñerías
del mozo, cuando mira su presencia;
si esto considerases, llamarías
al estado, que agora tienes, bueno,
y verdaderas las razones mías. ¿Cuándo el Senado, que de canas lleno, leyes, á todo el mundo, en Roma daba, admitió al mozo de experiencia ajeno? Con pena de la vida castigada
la antigüedad aquél que al más anciano, cual á alguna deidad, no veneraba.
Nunca delante del cabello cano
el mozo cubrió el suyo, que en pie puesto le daba en todo la obediencia y mano. ¿Cuándo el convento de la vesta honesto lo gobernó mujer, que no tuviese corvado el cuello y arrugado el gesto? Pues es posible, Lice, que te pese de verte en aptitud y en edad buena de tener cargo tal, si se te diese?
Ríndete humilde ya á los accidentes, de la vejez antiguos compañeros, y de lo que es forzoso no te afrentes; goza tus privilegios y sus fueros, pues por el tiempo no se te permite gozar los de la juventud primeros; haz que el mejor lugar no se te quite, y el asiento mullido y descansado cuando visites, ó alguien te visite. Puedes andar con paso sosegado sin respetar al que detrás viniere, ni desviarte á un lado ú otro lado. Hablarás con quien gusto más te diere, cierto de que cualquiera se asegure
de que no es liviandad lo que te quiere. Tendrás autoridad, á aquél que jure podrás reprender, y hacer que calle cualquiera que ante tí de otro murmure. No bastando palabras, podrás dalle con el báculo liso, en que estribando te arriшarás en casa y por la calle; que es lícito con este andar golpeando la tierra, que dirás á quien lo vea que á puerta de tu casa estás llamando. En invierno al brasero ó chimenea pondraste á referir antiguos cuentos, tales que el mozo casi no los crea; allí, de principales casamientos dando cuenta, y de casas y linajes, á los oyentes te ternás atentos. Contarás de invenciones y de trajes las galas, las libreas, los colores, Jas gorgueras de puntas y de encajes; irás mezclando á veces tus amores, refrescando con ellos la memoria del tiempo sin sentir pasado en flores; dirás los dulces trances de tu historia, que referir sucesos de alegría hace presente la pasada gloria. Aquesto es solamente lo que haría yo, si estuviese dentro en tu pellejo (que á estar desarrugado bien cabría. Este es mi parecer y mi consejo: si le quieres seguir, amiga Lice, á tu albedrío y voluntad lo dejo. Porque ya con tus años muy mal dice procurar que la cara resplandezca,
y que el color rosado la matice.
No te fatigue lo que bien parezca,
pues no has de hallar arte, con que evites que el pecho encoja y la cintura crezca. Parecerá muy bien que ya te quites
de la plática ociosa enamorada de fiestas, pasatiempos y convites. No es para tí la música acordada, ni la curiosidad, ni el artificio; ni por fuegos y fiestas te des nada.
Otro es tu menester, otro tu oficio,
y lo que es pasatiempo en la que es moza, la
en que no lo fuere será vicio.
Del verano gozaste; ahora goza
del invierno, pues no hay más primavera
porque la Fénise sola so remoza,
Lo que eres dentro muestra por defuera, y pues el cuerpo es ya de tanto peso, no la cabeza sola esté ligera. Procura que la adorne juicio y seso, no las tocas compuestas, que perdido lofprincipal, muy sin provecho es eso. ¿Qué importa que el tocado y el vestido y extensa juventud hayan quedado, si lo esencial y de importancia es ido?
(BARTOLOMÉ LEONARDO DE ARGENSOLA. 1562—1631).
¿Porqué mi Musa descompuesta y bronca despiertas, Polo, del antiguo sueño
en cuyos brazos descuidada ronca? ¿No ves que el lauro le trocó en beleño, y que deja el velar para las grullas, y ya es letargo el que antes era ceño?. Díme, ¿por qué con modo tan extraño procuras mi deshonra y desventura, tratando fiero de casarme ogaño? Antes para mi entierro venga el cura, que para desposarme; antes me velen por vecino á la muerte y sepultura. Antes con mil esposas me encarcelen, que aquesa tome; y antes que sí diga, la lengua y las palabras se me hielen. Antes que yo le dé mi mano amiga, me pase el pecho una enemiga mano; y antes que el yugo, que las almas liga, mi cuello abrace, el bárbaro otomano; me ponga el suyo, y sirva yo á sus robos,
y no consienta el himeneo tirano.
Eso de casamientos á los bobos,
¿Si me quiero ahorcar, no habrá cordeles? Faltarán que me acaben desventuras? Tósigo no hallaré, veneno y hieles? Si quiero desterrarme habrá espesuras; y si desesperado, despeñarme, montes altos tendré con peñas duras. Bien, pues, si con intento de acabarmo, me aliñas de mujer la amarga suerte, no la he yo menester para matarme. En cuantas cosas hay hallo la muerte: en la mujer la muerte y el infierno, y fin más duro y triste si se advierte... Qué á proposito viene la conseja, que del canino Diógenes famoso quiero contarte aunque parezca vieja. Yendo camino un día presuroso vió una mujer bellísima ahorcada de las ramas de un álamo pomposo: Y después que la tuvo bien mirada, con lengua, como siempre, disoluta, dijo digna razón de ser contada: Si llevaran de aquesta misma fruta cuantos árboles hay, más estimadas fueran sus ramas de la gente astuta. ¡Qué razones tan bien consideradas! Al ser como él y yo toda la gente, ya estuvieran las tristes ahorcadas. Viviera el hombre más seguramente, sin tener enemigos tan mortales: volviera el siglo de oro á nuestro oriente... Ya me falta el aliento presuroso,
y ya mi lengua de ladrar cansada, şe duerme entre los dientes con reposo. Mas porque no la llames mal criada, quiere aunque disgustada, responderte á tu carta satírica y pesada.
Ya empiezas á temer el trance fuerte, y tiemblas más mi lengua y sus razones,
que la corva guadaña de la muerte. Con una cruz empiezan tus renglones,
y pienso que la envías por retrato de la fiera mujer que me dispones. Luego, tras uno y otro garabato, me llamas libre, porque no te escribo, áspero, duro, zahareño, ingrato. Dices que te responda, si estoy vivo. Sí lo debo de estar, pues tanto siento la amarga hiel, que en tu papel recibo.
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