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y su acción es una inacabable creación, un prodigio humano, en el que se idealiza todo cuanto en la realidad existe, y se realiza todo cuanto idealmente se concibe. Don Quijote no ha existido en España antes de los árabes, ni cuando estaban los árabes, sino después de terminada la Reconquista. Sin los árabes, D. Quijote y Sancho Panza hubieran sido siempre un solo hombre, un remedo de Ulises. Si buscamos fuera de España un Ulises moderno, no hallaremos ninguno que supere al Ulises anglo-sajón, á Robinson Crusoe; el italiano es un Ulises teólogo, el Dante mismo, en su Divina Comedia, y el ale mán, un Ulises filósofo, el Doctor Fausto; y ninguno de los dos es un Ulises de carne y hueso. Robinson sí es un Ulises natural, pero muy rebajado de talla, porque su semitismo es opaco, su luz es prestada; es ingenioso solamente para luchar con la naturaleza; es capaz de reconstruir una civilización material; es un hombre que aspira al mando, al gobierno exterior de otros hombres; pero su alma carece de expresión y no sabe entenderse con otras almas. Sancho Panza, después de aprender á leer y á escribir, podría ser Robinsón; y Robinson, en caso de apuro, aplacaría su aire de superioridad y se avendría á ser escudero de D. Quijote.

Así como creo que para las aventuras de la dominación material, muchos pueblos de Europa son superiores á nosotros, creo también que para la creación ideal no hay ninguno con aptitudes naturales tan depuradas como las nuestras. Nuestro espíritu parece tosco, porque está embastecido por luchas brutales; parece flaco, porque está sólo nutrido de ideas ridículas, copiadas sin discernimiento, y parece poco original porque ha perdido la audacia, la fe en sus propias ideas; porque busca fuera de sí lo que dentro de sí tiene. Hemos de hacer acto de contrición colectiva; hemos de desdoblarnos, aunque muchos nos quedemos en tan arriesgada operación y así tendremos pan espiritual para nosotros y para nuestra familia, que lo anda mendigando por el mundo, y nuestras conquistas materiales podrán ser aún fecundas, porque al renacer hallaremos una inmensidad de pueblos hermanos a quienes marcar con el sello de nuestro espíritu.

(Idearium español, por ANGEL GANIVET 1897.)

V. OBRAS DE ESTÉTICA

A. Estética pura.

De la hermosura divina.

si las hermosuras que á cada paso con estos nuestros flacos y cargados ojos en los corruptibles cuerpos (las cuales no son sino sueños y sombras de aquella otra verdadera hermosura) nos parecen tan hermosas, que muchas veces nos abrasan el alma y nos hacen arder con tanto deleite en mitad del fuego, que ninguna bienaventuranza pensamos poderse igualar con la que alguna vez sentimos por sólo un bien mirar que nos haga la mujer que amamos, ¿cuán alta maravilla, cuán bienaventurado trasportamiento os parece que sea aquél que ocupa las almas puestas en la pura contemplación de la hermosura divina? ¿Cuán dulce llama, cuán suave abrasamiento debe ser el que nace de la fuente de la suprema y verdadera hermosura, la cual es prin

cipio de toda otra hermosura, y nunca crece ni mengua, siempre hermosa, y por sí misma tanto en una parte cuanto en otra simplísima, solamente á sí semejante y no participante de ninguna otra; mas de tal manera hermosa, que todas las otras cosas hermosas son hermosas porque della toman la her. mosura? Esta es aquella hermosura indistinta de la suma bondad, que con su luz llama y trae á sí todas las cosas, y no solamente á las intelectuales da el entendimiento, á las racionales la razón, á las sensuales el sentido y el apetito común de vivir, mas aun á las plantas y á las piedras comunica, como un vestigio ó señal de sí misma, el movimiento y aquel instinto natural de las propiedades de ellas; así que tanto es mayor y más bienaventurado este amor que los otros, cuanto la causa que le mueve es más excelente; y por eso, como el fuego material apura al oro, así este santísimo fuego destruye en las almas y consume lo que en ellas es mortal, y vivifica y hace hermosa aquella parte celestial que en ellas por la sensualidad primero estaba muerta y enterrada; ésta es aquella gran hoguera en la cual (según escriben los poetas) se echó Hércules, y quedó abrasado en la alta cumbre de la montaña llamada Oeta, por donde, después de muerto, fué tenido por divino y inmortal; esta es aquella ardiente zarza de Moisés, las lenguas repartidas de fuego, el in. flamado carro de Elías, el cual multiplica la gracia y bienaventuranza en las almas de aquellos que son merecedores de velle, cuando partiendo de esta terrenal bajeza se van volando para el cielo. Enderecemos, pues, todos los pensamientos y fuerzas de nuestra alma á esta luz santísima que nos muestra el camino, que nos lleva derechos al cielo, y tras ella, despojándonos de aquellas aficiones de que andábamos vestidos al tiempo que descendíamos, rehagámonos agora por aquella escalera que tiene en el más bajo grado la sombra de la hermosura sensual, y subamos por ella adelante á aquel aposento alto, donde mora la celestial, dulce y verdadera hermosura, que en los secretos retraimientos de Dios está escondida, á fin que los mundanales ojos no puedan vella, y allí hallaremos el término bienaventurado de nuestros deseos, el verdadero reposo en las fatigas, el cierto remedio en las adversidades, la medicina saludable en las dolencias, y el seguro puerto en las bravas fortunas del peligroso mar desta miserable vida. ¿Cuál lengua mortal, pues, ¡oh amor santísimo!, se hallará que bastante sea á loarte cuanto tú mereces? Tú, hermosísimo, bonísimo, sapientísimo, de la unión de la hermosura y bondad y sapiencia divina procedes, y en ella estás, y á ella y por ella como en círculo vuelves. Tú, suavisima atadura del mundo, medianero entre las cosas del cielo y las de la tierra, con un manso y dulce temple inclinas las virtudes de arriba al gobierno de los de acá abajo; y, volviendo las almas y entendimientos de los mortales á su principio, con él los juntas. Tú pones paz y concordia en los elementos, mueves la naturaleza á producir, y convidas á la sucesión de la vida lo que nace. Tú las cosas apartadas vuelves en uno, á las imperfectas das la perfición, á las diferentes la semejanza, á las enemigas la amistad, á la tierra los frutos, al mar la bonanza y al cielo la luz, que da vida. Tú eres padre de verdaderos placeres, de las gracias, de la paz, de la beninidad y bien querer, enemigo de la grosera y salvaje braveza, de la flojedad y desaprovechamiento. Eres, en fin, principio y cabo de todo bien, y porque tu deleite es morar en los lindos cuerpos y lindas almas, y desde allí alguna vez te muestras un poco á los ojos y á los entendimientos

de aquellos que merecen verte, pienso que agora aquí entre nosotros debe ser tu morada: por eso ten por bien, Señor, de ir nuestros ruegos; éntrate tú mismo en nuestros corazones, y con el resplandor de tu santo fuego alumbra nuestras tinieblas, y como buen adalid muéstranos en este ciego labirinto el mejor camino: corrige tú la fealdad de nuestros sentidos, y después de tantas vanidades y desatinos como pasan por nosotros, danos el verdadero y sustancial bien; haznos sentir aquellos espirituales olores que vivifican las virtudes del entendimiento, y haznos también oir la celestial armonía de tal manera concorde, que en nosotros no tenga lugar más alguna discordia de pasiones; embcrráchanos en aquella fuente perenal de contentamiento, que siempre deleita y nunca harta, y á quien bebe de sus vivas y frescas aguas da gusto de verdadera bienaventuranza; descarga tú de nuestros ojos con los rayos de tu luz la niebla de nuestra ignorancia, á fin que más no preciemos hermosura mortal alguna, y conozcamos que las cosas que pensamos ver no son, y aquellas que no vemos, verdaderamente son; recoge y recibe nuestras almas, que á tí se ofrecen en sacrificio; abrásalas en aquella viva llama que consume toda material bajeza; por manera que en todo separados del cuerpo, con un perpetuo y dulce ñudo se junten y se aten con la hermosura divina; y nosotros de nosotros mismos enajenados, como verdaderos amantes, en lo amado podamos transformarnos, y levantándonos de esta baja tierra seamos admitidos en el convite de los ángeles, adonde mantenidos con aquel mantenimiento divino, que ambrosía y néctar por los poetas fué llamado, en fin muramos de aquella bienaventurada muerte que da vida, como ya murieron aquellos santos padres, las almas de los cuales tú con aquella ardiente virtud de contemplación, arrebataste del cuerpo y las jun. taste con Dios.

(Los cuatro libros del Cortesano, compuestos en italiano por el Conde Baltasar Castiglione..... trad. cast. de JUAN BOSCÁN DE ALMOGAVER. 1529.)`

B. Estética literaria.

La poesía y el verso.

Las obras de Platón cumplen la definición del poema, género y diferencia, materia y forma. La ánima de la poesía es la fábula. Pero, aunque el metro no sea esencial á la poesía, sólo la imitación con metro es poesía perfecta, la imitación sin metro es imperfecta poesía. Porque la poesía, deseando deleitar, busca el deleite, no sólo en las cosas, mas en las palabras y no sólo en éstas mas en el número de sílabas cierto y determinado que decimos metro. Así que por la causa final, que es el deleite, pierde á veces la formal, que es la imitación. Si el poeta imita con deleite para enseñar la doctrina, ésta será verdadero fin; mas si (como otros dicen) imita con doctrina para deleitar, el deleite se quedará con el nombre de fin.

Hay dos deleites en la Poética: el uno es el de la imitación y el otro el de la misma doctrina. La forma de la poesía es la imitación, y la imitación es la verosimilitud. La materia son ambas Philosophias. El objeto no es la mentira que sería coincidir con la Sophistica, ni la historia, que sería tomar la materia al histórico; y no siendo Historia, porque toca fábulas, ni mentira porque toca

Historia, tiene por objeto el verosímil que todo lo abraza. De aquí resulta que es una Arte superior á la Metaphísica, porque comprende mucho más, y se extien le á lo que es y no es. El efficiente de la poesía es el natural ingenio; pero á la producción de sus obras concurren arte y naturaleza. Es la Poética, como dijo Aristóteles, obra de ingenio versátil, porque éste recibe fácilmente cualquier idea ó forma de las cosas; ó de ingenio furioso, porque el tal es aparejado para la invención,

No tiene objeto particular la poética, sino universal de todas las artes y disciplinas, á las cuales abraza y sobrepuja, porque se extiende á las cosas y sentencias que, no habiendo sido jamás, podrían ser.

Por consiguiente, las diferencias de poemas dependen del género de la imitación, de la cosa imitada y del modo de imitar diverso. El poema es un compuesto de alma (fábula) y cuerpo (lenguaje). Fábula es imitación de alguna obra exterior, no la obra misma, sino la semejanza de ella, tanto mejor, cuanto más verosímil. Las diferencias que se toman de lo esencial, que es la ánima, son cuatro: épica, trágica, cómica y dithyrámbica. La Tragedia es acción representativa lamentable de personas ilustres. La Comedia acción representativa, alegre y regocijada, entre personas comunes. La Ditirámbica, poema breve, á do juntamente se canta, tañe y danza. Para el género de la imitación se ha de considerar que la poesía se aprovecha especialmente de tres, el lenguaje, la imitación musical y la tripudiante (danza). La Épica tiene sólo el lenguaje; las otras dos usan á intervalos la música y la danza.

Las acciones dramáticas se llaman activas, porque tienen su perfección en la acción y representación. En Ditirámbica concurren lenguaje, música y tripudio; ejemplo sea la zarabanda. Por la cosa imitada, la imitación de lo mejor es la Épica y Trágica, la imitación de lo peor, Comedia: la que agora imita á mejores, agora á peores. Ditirám bica».

(Philosophia Antigua Poética, del DR. ALONSO LÓPEZ PINCIANO. Médico cesáreo, 1596).

C. Estética de las artes plásticas.

Ideal en la Pintura y en la Escultura.

El vocablo ideal aplicado á la pintura y á la escultura, aunque en su verdadera significación sea tan antiguo como el ejercicio y progreso de dichas artes, sin embargo, se ha hecho más común desde que el Caballero Mengs le usó en sus obras, y particularmente en su Juicio sobre Ticiano, Rafael y Corregio. La constante observación de la belleza, que como dice el ingenioso escritor de su vida, fué siempre el objeto principal de las reflexiones de este pintor ilustre, le da un derecho irrefragable á que se le tome por maestro y guía cuando se trata de semejantes materias. Por tanto, lo que ́se dirá en esta lección no será más que un comentario sobre sus pensamientos, la aparente obscuridad de los cuales procuraremos aclarar, sacándolos de aquella niebla metafísica en que Mengs alguna vez los envuelve, llevado de su afición á los sistemas de Platón, Leibniz y Wolfio, no menos que de su demasiada docilidad por las opiniones de su amigo el célebre Winckelmann.

Si se reflexiona sobre el entusiasmo con que los griegos seguían y buscaban

lo que era más bello en todos los géneros, se concluírá, que después de haber agotado en la imitaación lo que hallaron más cumplido y hermoso en la Naturaleza, debieron remontarse con su ingenio sobre el mundo material, dirigiendo el vuelo hacia otra clase de perfección más subida. Sin entrar en el influjo físico que debía tener en la formación de sus cuerpos la agradable temperie del aire, la dulzura del clima, la delgadez de las aguas, la suavidad de los vinos y lo sano de los alimentos, y sin hablar de la agilidad de fibras, flexibilidad de músculos, viveza de imaginación, disposición acomodada de órganos sensitivos, que suponen, aumentan ó facilitan la Belleza: sin detenerme en todas estas cosas, que se requerían en los griegos para que se formasen, como de hecho se formaron, una mímica tan expresiva y una lengua tan armoniosa y tan pintoresca; es indubitable que su educación civil y política contribuía del modo más eficaz á desenvolver en ellos las ideas más cabales acerca de la belleza corpórea; y se verá palpablemente lo que debía influir para el efecto, no menos su gimnástica admirable, que su manera de vestir, sus juegos públicos, sus cuotidianos ejercicios corporales, sus costumbres, sus espectáculos, sus opiniones, sus leyes y hasta sus mismas preocupaciones.

(INVESTIGACIONES FILOSÓFICAS SOBRE LA BELLEZA IDEAL, considerada como objeto de todas las artes de imitación, por el P. ESTEBAN DE ARTEAGA, 1789.)

VI. OBRAS RELIGIOSAS MÍSTICAS Y ASCÉTICAS

De las arañas.

En esta misma cuenta y para este mismo fin, que dijimos, sirven las arañas; pues no sirven para el uso de la vida humana, ni son pequeñas las habilidades que el Criador les dió para mantenerse. Su mantenimiento es la sangre de las moscas y pora prenderlas haceu una tela más sutil que cuantas se tejen en el reino de Cambaya, sin otra materia más que la que sacan de su mismo vientre, el cual, con ser tan pequeño, basta para dar hilaza á tan grande tela, como á veces hacen. Pues con esta tela cerca la araña el agujero donde está escondida como espía ó salteador de caminos, que espera el lance para saltear y robar. Y cuando la mosca, inocente de tales artes, se asienta en aquella tela, y embaraza los piececillos en ella, acude el ladrón á gran priesa y enlázala por todas partes para tenerla más segura. Y esto hecho, salta sobre ella y chúpale la sangre, de que se mantiene.

Otras hay que hacen sus telas en el aire, echando los hilos sobre que la han de fundar en las ramas de algún árbol, y sobre éstos hacen una perfectísima red con sus mallas, como la de un pescador ó cazador, y puestas ellas en medio, esperan el lance de la caza y corren por aquellos hilos tan delgados como si corriesen por alguna maroma, y así prenden la caza. Donde es mucho para considerar el puesto y lugar en que se ponen, que es en el punto ó centro de aquella circunferencia, á donde van á fenecer y juntarse todas las líneas que ella tiene echadas al derredor. De donde viene á ser, que en ninguna de ellas puede tocar la mosca que ella en ese punto no lo sienta, y corriendo por la misma línea, no la prenda. ¡Cuántas cosas hay aquí que considerar y en qué ver el artificio de la divina Providencia! ¡Qué red tan perfecta! ¡Qué

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