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Chaucer, tanto por el empleo de la forma poética, cuanto por la gracia vigorosa y desenfadada del estilo, por la naturalidad, frescura y viveza de color, y aun por la mezcla informe de lo más sagrado y venerable, con lo más picaresco y profano.

(ANTOLOGÍA DE POETAS LÍRICOS CASTELLANOS, por D. MARCELINO MENÉNDEZ Y PELAYO, 1892).

Hombres del Norte.

Henrik Ibsen.

Vistos en sus retratos, Jonas Lie, con su cara lisa y bonachona y su redondo bonete, podría pasar por un excelente maestro de escuela; de Bjorson es sabido que tiene la mayor cantidad posible de oso; Ibsen, con su cabeza gorda, agrandada más aún por la cabellera y patillas blancas, encrespadas, se asemeja á un león.

El símil no es sólo ocurrencia mía, pues lo han utilizado ya muchos críticos y alguno ha ido más lejos y ha asegurado que la semejanza es falaz y que Ibsen parece un león, pero no un león de verdad, sino un león con melenas postizas. Este rasgo malévolo del crítico francés Teodor de Wyzewa, lo anoto aquí en prueba de imparcialidad, para hacerme también eco de una opinión bastante extendida: la de los que creen que en la obra de Ibsen hay más aparato que consistencia. Tales se han puesto las cosas, que ya no se puede ser ni hombre de genio. El criticismo destructor todo lo aniquila y quien ayer era remontado por las nubes, hoy es arrastrado por el fango, sin que haya tenido tiempo siquiera para saborear su momentáneo triunfo.....

La mayor originalidad de Ibsen está en que, nacido en un período romántico, no es romántico, y en que sin hacer escala en el positivismo, ni en el naturalismo, ha saltado á las avanzadas de la reacción. Ibsen es en el Teatro lo que Nietzsche en la Filosofía; es un defensor exaltado del Individuo oontra la Sociedad y por este lado se aproxima á las soluciones del anarquis mo; luego por no someter la acción del individuo á ninguna cortapisa, cae en las mayores exageraciones autoritarias.

Nosotros los españoles no comprendemos bien este novísimo movimiento reaccionario, porque en España quedan aún muchos reaccionarios á la antigua, que no han querido pasar por el arquillo de las conquistas democráticas; así cuando alguien habla de reacción es inscrito ipso facto en las filas del tradicionalismo, aunque predique la reacción en nombre del progreso. Porque lo original en los neorreaccionarios como Ibsen, es que no se apoyan en las tradiciones ni en los privilegios, antes los desprecian; se apoyan en el fuero individual, en el derecho absoluto del individuo á luchar contra la sociedad y aun á destruirla para mejorarla. Para reformar la sociedad hay que reformar al individuo y á éste sólo se le reforma dejándole que luche sin consideración á los daños que pueda producir á los individuos menos aptos para el combate. En una palabra: «La fuerza es superior al derecho» que dijo y practicó Bismark con excelente resultado.

Así se comprende que Ibsen, fugitivo de Noruega, no encuentre en Europa lugar más á propósito para establecerse que la Roma de los Papas. No por

simpatía, sino porque Roma era la única ciudad donde no había libertad al estilo moderno. Y cuando las tropas italianas entraron en Roma, Ibsen escapó sin tardanza y escribió una carta que parecerá incomprensible á quienes han visto en Ibsen una especie de anarquista teórico: «Han quitado Roma á los hombres para entregarla á los políticos. ¿Dónde nos refugiaremos ahora? Roma era el único punto de Europa que goza de verdadera libertad; la libertad de la tiranía de la libertad política....» Probablemente pensaría refugiarse en Rusia, cuyo régimen autocrático le entusiasmaba en extremo.

El crítico Brandes refiere que en una discusión con Ibsen, (en la que éste, como de costumbre, ensalzaba el sistema de opresión, por el que explicaba el brillante florecimiento de la literatura rusa), le hizo observar que en Rusia se podía aún apalear impunemente.-Usted tiene un hijo-le preguntó. ¿Le gustaría á usted que á su hijo le dieran latigazos? - Que se los dieran, de ningún modo-contestó Ibsen,-pero que los diera él me parecería perfectamente. Ibsen, pues, es un aristocrata; pero su aristocracia no es la de la tradición, ni la del dinero; es la de la fuerza, y la fuerza á que él rinde parias, no es la material, es la del carácter, la de la voluntad, la del entendimiento».

Los generosos apóstoles de la democracia, que cándidamente creyeron dar la paz al mundo, consignando en leyes todos los derechos del hombre», se quedarán ahora turulatos al ver que del seno de la justicia, de la igualdad y de la fraternidad, sale una generación de déspotas, ansiosos de utilizar todos esos derechos para desarrollar é imponer su personalidad aunque tengan que pisotear á los débiles. Ya hemos visto de sobra lo que puede dar de sí la aristocracia del dinero, la de la inteligencia que ahora apunta, será quizás peor, porque pretenderá dominar en nombre de esta ó aquella verdad. Al sacerdote que decía: Cree lo que yo creo, le sucede el genio pretencioso que dice: Piensa lo que yo pienso. Un genio ó un tipo así es Ibsen.

La idea fundamental de Ibsen, vale poco lógicamente, como vemos, pero lo lógico tiene poco que ver con lo dramático. Para triunfar en la escena hay que producir «un efecto», presentando situaciones en armonía con el estado del espíritu público. Si se quiere ser aplaudido «ruidosamente», hay que tener una gran dosis de picardía y conocer bien el terreno. Ibsen vió con gran claridad el cansancio democrático que la sociedad padece, el deseo universal de romper esta monotonía en que vivimos, y dió á la escena con gran oportunidad sus tipos revolucionarios de nuevo cuño. He aquí el secreto de toda su obra..... Muchos críticos, entre otros el francés Lemaitre, dudan de la realidad de estas mujeres de Ibsen, porque desconocen la sociedad del Norte. Hay que vivir aquí algún tiempo para convencerse de que esos tipos están más bien atenuados. Las ideas de emancipación han producido en los temperamentos fuertes esa nueva moral revolucionaria, y en los débiles algo peor: una inmortalidad fría, reflexiva, calculadora, que descuajan al más terne. Hay tipos de inmortalidad que pudiera llamarse metafísica..... Los hombres de Ibsen, son por regla general imbéciles, cuya misión es hacer resaltar la superioridad de las mujeres; pero en los hombres de verdad el rasgo constante es ponerlos solos, en lucha abierta con la sociedad; son individualidades exaltadas, al modo que hemos visto en los tipos de mujer. Esto es instintivo en Ibsen. Su primera obra, el drama «Catilina», era el estudio de un carácter de un hombre aislado, representante de la antigua libertad romana en pugna con una

sociedad corrompida por el abuso de la fuerza. Su último drama «John Gabriel Borkman», representa asimismo á un hombre dominado por el afán de reunir mucho oro para realizar grandes empresas en pugna con la sociedad que se atiende al texto de las leyes con arreglo al cual Borkman es un banquero quebrado, un estafador. Borkman es el conde de Lesseps, en el asunto de Panamá. El vulgo se fija sólo en que ha habido engaño; pero el que lo realizó, no por interés personal sino por dar cima á una concepción grandiosa; ¿no tiene derecho á decir como dice el propagandista del drama: «Yo he hecho lo que he hecho porque no soy un cualquiera, sino que soy John Gabriel Barkman?» Entre los protagonistas de la primera y la última obra son numerosos los personajes en quienes se transparenta la idea capital del teatro de Ibsen; y la figura más acabada, aunque no la mejor es la del doctor Stockmann en <Enfolkefiende» (Un enemigo del pueblo). En este drama, ha dado Ibsen forma á su idea favorita en la conocida paradoja con que la obra acaba: El hom bre más fuerte es el que está más solo».

Esta idea es un reflejo de la vida misma de Ibsen, puesto que él ha tenido que luchar y expatriarse y se ha formado en la expatriacion y en el aislamiento. En un volumen de poesías («Digte») en que el autor coleccionó varias composiciones, en general cortas y de poco vuelo, salvo alguna muy renombrada como la de «Terje Viger», he leído un saludo del poeta expatriado al pueblo noruego en la fiesta del centenario, celebrada el 18 de Julio de 1872, donde el autor declara que el principal motivo de gratitud que tiene para con su pueblo, es la dureza con que éste le trató y le impulsó á luchar y á ser grande, dándole en la expatriación «la sana y amarga bebida que fortalece». Ibsen, es un dramaturgo de formación lenta y penosa; su comprensión de los tipos noruegos no es en él espontánea, sino que parece nacer de un esfuerzo de la voluntad. Como el présbita sólo ve bien á distancia, Ibsen, comprendió á Noruega desde lejos; quizás si no hubiera salido nunca de su país, hubiera sido un autor mediocre, tal como nos lo muestran sus obras de la juventud.

(Hombres del Norte, por ANGEL GANIVET. 1898.)

PARTÉ SEGUNDA

OBRAS ORATORIAS

CAPÍTULO PRIMERO

ORATORIA ESPONTÁNEA

Cartas.

Carta que dirige el V. Maestro á una doncella caritativa, animándola á que sirva У asista á una amiga enferma por amor de Dios.

«Aunque quisiera yo ver á Vm. en mucho descanso, más la deseo ver en que gane su ánima. Y como nuestro Señor la ama muy de verdad, hace lo mismo con ella; porque bien pudiera él ordenarle vida que no tuviera trabajo; mas no quiso, sino que tome parte de penas ajenas, á semejanza del que, siendo sano, enfermó de nuestros dolores. ¡Bienaventurada vuestra ánima, Señora, la cual cumple lo que dice San Pablo: Hubistes compasión de los presos como si vosotros estubiérades presos! por qué, así siente Vm. el mal de esa Señora, como si suyo propio fuera, y aún creo que más. Y por eso debe estar muy alegre, porque cuanto más por una parte le lastima, por otra gana grandísimas coronas; porque servir á un enfermo, aun sin mucho amor, es gran cosa: cuanto más con tanto amor que hace estar tan enfermo al sano como al doliente? Tesoro, Señora, atesoráis para el cielo: no os ahitéis, pues vuestro galardón será el mismo que os crió: nuestras deudas perdona Dios por las ajenas que á cuestas tomamos. Holguémonos que nos dé Dios en qué le poda. mos satisfacer: y pues sois esposa, servid con amor á vuestro esposo, el cual está enfermo cuando una oveja suya lo está; porque palabra de su boca es que dirá el día postrero: Enfermo era y servistesme; tomad el reyno que os está aparejado. Y no dejéis de suplicar que esfuerze á la enferma, y os esfuerze á Vos, no para quitaros los trabajos sino para acrecentaros fuerzas y amor, con el cual llevéis su cruz como él la llevó por vos.

(Epistolario espiritual del BEATO JUAN DE AVILA.)

Carta de Antonio Pérez á sus tres hijos.

Hijos, á todos tres va ésta. Hijos digo, que sobre esta palabra se funda ella. A las lanzadas de vuestras palabras, que tales son al alma de un padre las que me refieren pasajeros de Padre mio, Padre de mi alma, Padre de mis entrañas (lanzadas también á Dios, que á hijos tan niños, que aún usan de tal lenguaje, los tengan cautivos como bárbaros ó malhechores), con una las reparo y recompenso todas, ¡Hijos!.... que quien dijo hijos, dijo de sus entrañas, dijo

de su vida, dijo de todos esotros rincones de las partes de su alma, porque de todas aquéllas tenéis parte y sois parte de mí. Pero esotro Padre de mi vida, la fuerza que tiene es en mi favor, porque es confesar que sois parte de mí; y esta confesión es de vuestra boca, que es lo que más amo, pues cada uno ama más á sus prendas que las prendas á su dueño. Que os cuesto caro, que os han martirizado por mí, que aún estáis pendientes en el tormento (que todo esto me dicen de vuestra parte), eso os debo, eso también me debéis, pues vuestros agravios me hacen á mí inocente y á vosotros mártires. Pero más os digo, que viváis obligados á los mismos agravios, porque os han consignado la deuda en el cielo, pagamento infalible y de grandes recambios de feria á feria.

¿Qué pensáis que quiere decir de feria á feria? En el cielo y en la tierra: que tales agravios, tales tormentos en pellejos niños, en alinas niñas, acá y allá, han de ver la satisfacción. La palabra de Dios lo dijo: mea est ultio, ego retribuam. Esperad un poco: vivid, digo, y veréislo.....

(ANTONIO PÉREZ, 1539-1611.)

Carta de Santa Teresa de Jesús á la madre Maria de San José.- Desde Avila,
Octubre de 1577.

JESUS

Sea con vuestra reverencia siempre, hija mía. El mes pasado escribía á vuestra reverencia con un arriero desta ciudad, con quien también escribió mi hermano, en la cual decía andaban los negocios algo revueltos, como ya vuestra reverencia sabrá del padre Gregorio, más por entero que yo los pude entonces escribir. Ahora, bendito Dios, van muy bien, cada día mijor, y nuestro padre está bueno, y se tiene todavía su comisión; aunque yo le quisiera harto ver libre desta gente, que son tantas las cosas que inventan, que no se pueden escribir; y lo bueno es que todo les llueve acuestas, y se vuelve en bien para nosotros. Ya vuestra reverencia sabrá como fray Miguel y fray Baltasar se han desdicho, aunque jura fray Miguel que no escribió cosa del memorial. sino que por fuerzas y amenazas se le hicieron firmar. Esto y otras cosas dijo con testigos, delante de escribano y del Santísimo Sacramento. El Rey han entendido ser todo maldad, y así no hacen sino hacer mal para sí. Yo me ando ruin de mi cabeza: encomiéndenme á Dios, y á estos hermanos que Dios los dé luz para que sus ánimas se salven. Yo digo à vuestra reverencia que pasa aquí en la Encarnación una cosa, que creo que no se ha visto otra de la manera. Por orden del Tostado vino aquí el provincial de los Calzados á hacer la elección há hoy quince días, y traya grandes censuras y descomuniones para las que me diesen á mí voto, y con todo esto á ellas no se les dió nada, si no, como si no las dijeran cosa, votaron por mi cincuenta y cinco monjas; y cada voto que daban al provincial las descomulgaba y maldecía, y con el puño machucaba los votos y les daba golpes y los quem aba, y dejólas descomulgadas, há hoy quince días, y sin oir misa ni entrar en el coro, aun cuando no se dice el Oficio divino, y que no las hable naide, ni los confesores, ni sus mismos padres, y lo que más cae en gracia es que otro día después de esta eleción machucada, volvió el provincial á llamarlas que viniesen á hacer

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