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CAPITULO II

OTROS COLEGIOS RESTABLECIDOS

1. El de Loyola.-2. El de Murcia.-3. El de Montesión en Mallorca.-4. Las dos casas de Valencia.-5. El colegio noviciado de San Luis de Sevilla.— S. Colegio y Santa cueva de Manresa.-7. El de Tortosa.-8. El de Trigueros en Andalucia.-9. El de Graus en Aragón.-10. El de Oñate en Guipúzcoa.-11. El de Cádiz.-12. El de Villagarcía en tierra de Campos.— 13. El de Badajoz.

1. Del colegio de Loyola no estaba terminada sino la iglesia y un ala al tiempo del extrañamiento; la otra ala estaba en construcción a la altura poco más que del primer piso, como en nuestros días la hemos visto, y todavía se conoce por el diverso aspecto de lo viejo y lo nuevo, añadido hasta terminarla en los años de 1885 a 88. La parte edificada, que era bien capaz, estaba ocupada a la sazón por una veintena de sujetos, y dedicados los sacerdotes a los ministerios espirituales.

El Consejo extraordinario, con asistencia de los prelados de Burgos, Zaragoza, Orihuela, Albarracín y Tarazona, afanoso, como ya dijimos, de dar aplicación a los edificios vacantes por el extrañamiento, y no menos de mostrar su falso celo por la educación de la juventud y por el bien espiritual de los pueblos; cogió los catálogos de las cuatro provincias de la Compañía en la Península, y uno tras otro destinó todos los colegios, los más para la enseñanza de letras humanas por maestros seglares; algunos para seminarios de clérigos a petición de los Obispos; otros para obras de beneficencia y otros para otros fines; y así tenía distribuídos más de 140 colegios para el día 4 de Junio de 1769, esto es, a los dos años poco más del extrañamiento. Claro está que, como no es lo mismo disponer que ejecutar, por más que de parte del gobierno había empeño en ello y por tanto había de facilitarlo cuanto podía; de muchos de aquellos edificios, la aplicación efectiva a sus destinos llegó tarde o nunca, o se cambió y de una

cosa en otra vinieron a parar tal vez en cuarteles, como parte del Noviciado de Madrid, según hemos visto.

Los colegios de Loyola y Villagarcía fueron destinados para colegios o seminarios de misiones, el uno para la América meridional y el otro para la septentrional y Filipinas; pero nunca llegaron a serlo (1). En la Santa Casa de Loyola parece que siempre se mantuvo el culto divino, a lo menos los días festivos; pero el colegio estuvo desocupado hasta que por breve tiempo se alojó en él la tropa francesa durante la guerra sostenida por España con aquella República de 1793 a 95. Libre de ella después de la paz de Basilea, sirvió de asilo desde fines de 1797 hasta 1806 a los monjes premonstratenses de Urdax en Navarra, mientras se reedificaba su monasterio, destruído en aquella guerra por los franceses. En la de la independencia fué instalado allí un hospital militar el año de 1813, y de tal servía al tiempo del restablecimiento de la Compañía en España (2).

Apenas publicado el decreto de 29 de Mayo de 1815, hallán dose reunida en Junta general la provincia de Guipúzcoa, acudió a ella con expresivo oficio la villa de Azpeitia, pidiendo que suplicase al Rey mandara levantar de allí el hospital, añadiendo con dolor que se estaba profanando indignamente la Santa Casa, introduciendo en ella caballerías a vista de todos (3).

Los Padres desterrados, al volver a la patria, naturalmente, pusieron los ojos y el corazón, lo primero de todo, en la casa paterna, en el colegio de Loyola; y ya antes de salir de Roma parece que designó el P. Zúñiga sus primeros pobladores. Así se desprende de las palabras copiadas arriba, con que termina el P. Luengo al hablar del viaje del P. Arévalo y sus compañeros: Y cierto, los ayudaremos todos con nuestras pobres oraciones, para que lleguen felizmente a la Santa Casa de Loyola. Aun en la corte parece que había quien abrigase semejantes pensamientos; pues en carta de Pamplona de 24 de Diciembre de 1814 se escribió a Roma: «Por un intimo amigo mío y muy amante de los jesuítas he sabido que el Rey ha mandado con reserva un comisionado a enterarse del estado del colegio de Loyola, manifestan

(1) Colección General de providencias, parte segunda, n. VIII. En la parte tercera está el destino de todas las casas de España.

(2) Hist. Coll. Lojol. ab anno 1816.

(3) Registro de las Juntas Generales, fol. 114.

TOMO I.

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do que quiere se haga allí el primer establecimiento en España. » Y la Real Junta, después de haber pasado al Contador general de temporalidades la petición general de informe sobre los bienes de los colegios, cuyo restablecimiento estaba pedido, luego a los tres días pedía inmediatamente el del Imperial, y de los demás con preferencia y a la mayor brevedad» el del colegio de Loyola (1). Con este y otros informes la Junta puso corriente el asunto; y en 12 de Marzo presentó la correspondiente consulta a S. M., cuya resolución conforme con lo propuesto fué, que se restableciera inmediatamente el colegio de Loyola y para ello se retirara de allí, si ya no lo estaba, el hospital militar; se le aplicaran, para subsistencia de los Padres, las rentas antiguas, aun existentes, y como estas no bastarían, porque, según informes, de los 145.082 reales a que ascendian, no quedaban líquidos más que 8.000, se añadieran otros 12.000 de los pertenecientes al de San Sebastián; y finalmente, que se hiciese entrega formal del edificio, bienes y sus títulos de propiedad a la persona nombrada por el P. Comisario (2).

Nombró éste al P. Faustino Arévalo, que en su viaje por tierra había llegado entre el 11 y 14 de Noviembre de 1815 con sus compañeros a Pamplona, y allí se hallaba hospedado con ellos muy caritativamente por el Señor Obispo, D. Francisco Javier Uriz, en su propio palacio. Recibidos los poderes, entendióse luego con las autoridades de la provincia de Guipúzcoa y de la villa de Azpeitia; y poniéndose en camino, llegaron a Loyola el 29 de Abril de 1816 los cuatro que juntos salieron de Roma y el P. Juan Bengoechea, que se había reunido con ellos. Fué vano su intento e inútil su industria para entrar sin ser sentidos en el valle y casa, a fin de evitar el solemne recibimiento que preveian. En Tolosa encontraron ya quien iba a detenerlos para entretanto prepararlo; y aunque no lo consiguió, todavia les salieron a recibir ambos cabildos de la villa e innumerable pueblo; los acompañaron con indecible júbilo al colegio; y, lo que descubre más que otras demostraciones el afecto de aquellas gentes, suponiendo a los Padres ya muy ancianos y que tendrían trabajo en subir por su

(1) Registro de las órdenes, 1 de Diciembre de 1815.

(2) Oficio del Secretario de la Junta de 1 de Abril, inserto en otro original del Ayuntamiento de Azpeitia del 6 al P. Arévalo. (Documentos históricos de Loyola, t. IV.)

pie la escalera de la Santa Casa, tenian dispuestas sillas de manos para subirlos en hombros a la capilla principal. Postrados en ella, viajeros y acompañantes, con un sentido Te-Deum, y más que con sus voces, con copiosas lágrimas, dieron al Señor gracias por suceso de tanto consuelo para todos.

Dispuestas las cosas para la toma de posesión, verificóse ésta el 11 de Mayo, aunque la escritura no se formalizó hasta principios de 1817. Comenzáronse por de pronto a ejercitar los minis. terios espirituales; pero ya en Noviembre se pudo abrir un aula de Gramática, que se encargó de enseñar y enseñó bastante tiempo, a pesar de sus setenta y siete años, el P. Diego Goitia. Recibióse en casa los primeros años algún que otro novicio, y ya en el catálogo de 1819 lleva el P. Arévalo el cargo de Maestro; pero puede decirse que no se formalizó el noviciado hasta Marzo de aquel año, cuando a los pocos de allí se agregaron seis, enviados de Madrid, y con algunos más, entrados los meses próximos, formaron una comunidad competente.

2. La ciudad de Murcia fué de las primeras en solicitar del Rey la vuelta de los jesuítas a España. El 10 de Septiembre de 1814, el regidor, D. Francisco López de Aguilar, expuso en el Ayuntamiento que, habiendo el Papa restablecido la Compañía de Jesús, y sabiéndose que a S. M. había sido grata esta noticia, y que algunas provincias le habían supiicado que la restableciera en su reino; debería aquella Corporación hacer la misma súplica. El Ayuntamiento adoptó la propuesta y dispuso que se es cribiera luego a S. M., expresando cuán necesarios eran entonces los jesuítas para la educación pública, mayormente cuando por noticias privadas se sabia que varios particulares trataban de propagar sus ideas liberales, con los daños consiguientes (1).

A esta representación se unió la del Obispo de Cartagena, D. José Jiménez.

Antes que de ningún otro, tomó la Compañía posesión oficial de aquel nuestro antiguo colegio de San Esteban; pero nunca pudieron los Padres llegar a ocupar de él más que un miserable rincón. Habíase destinado a raíz de la expulsión para hospicio y casa de misericordia; y el contiguo seminario de la Anunciata, que también estaba a cargo de nuestros Padres, para escuelas de primeras letras, Latinidad y Retórica, y habitación de los maes

(1) Libro capitular, año de 1814, tomo segundo.

tros y cuantos estudiantes pupilos quisieran y cupiesen. Más adelante, en 1784, este seminario o colegio de la Anunciata se unió con todas sus rentas al de San Isidoro, fundado por el Cardenal Belluga; y por el mismo tiempo o algo más tarde, ocupó algunas piezas en el de San Esteban la Sociedad Económica de Amigos del Pais, instalando en ellas unos telares. La iglesia estuvo a cargo de los confesores y capellanes del hospicio.

El mismo día que las del Colegio Imperial y del Noviciado de Madrid propuso la Junta, y el mismo mandó el Rey hacer la devolución a la Compañía del colegio de Murcia con las antiguas rentas para sustentarse, no aplicadas a otra cosa, y provisionalmente, las que en la misma condición se hallaban de los colegios de Albacete, Alcaraz, Villanueva de los Infantes y Caravaca; que el hospicio volviese a su antiguo local o a otro que se pudiera más acomodado; y hasta verificarse el traslado y la reparación del colegio, se diese a los Padres el de San Isidoro, ofrecido por el Obispo, dejándole libre las tropas que a la sazón le ocupaban.

Recibida en Murcia la Real orden de 29 de Diciembre de 1815, luego el 12 de Enero siguiente se dió a los Padres posesión del colegio, escuelas e iglesia, y quedó ésta de hecho a su disposición poco después; pero en el colegio, a pesar de los reiterados oficios de la Junta, y de las vivas diligencias de los comisionados por el Ayuntamiento, no consiguieron entrar hasta el mes de Septiembre, ni lograron en adelante sino media docena de aposentos, y esos en mal estado (1).

Los primeros moradores y sucesivamente superiores fueron dos hermanos carnales, los PP. Antonio y Elías López Alarcón, naturales de la ciudad, que desterrados en 1767 y restituídos a la Patria en 1797, fueron de los que, amparados por las autoridades locales, eludieron los nuevos decretos de proscripción de 1801, y apenas vieron la Compañía restablecida por Pio VII, pidieron y obtuvieron ser de nuevo recibidos en ella por el Padre Vicario, Juan Perelli, con otro hermano suyo y compañero en el destierro y en la vuelta de él, el P. Francisco Javier, fallecido en este intervalo, el 21 de Marzo de 1816 (2). Luego se les

(1) Libro capitular correspondiente del Ayuntamiento. Memoriae. Lista segunda.

(2) El P. Antonio dice en una representación de 13 de Febrero de 1816,

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